Demi Moore se robó todas las miradas con un strapless de lentejuelas en la gala Trophee Chopard, en Cannes, en mayo pasado. Getty Images
Luego de un largo paréntesis de una década, Demi Moore volvió este año al cine con The Substance, la película de terror que protagonizó con Margaret Qualley y Dennis Quaid. Y su reaparición no podría ser más brillante, porque la actriz impactó en la alfombra roja del Festival de Cannes, al igual que en cada gala a la que asistió en los últimos meses: a los 61 años, Demi –ex pareja de Bruce Willis y Ashton Kutcher– está en plena forma y tan bella como cuando saltó a la fama con los films Ghost y Propuesta indecente. Ella asegura que esta etapa en su vida es “más un despertar que un regreso”, y no le falta razón, porque el tiempo que estuvo sin actuar coincide con un período oscuro y hasta autodestructivo que atravesó después de su separación de Kutcher y que incluyó la internación en una clínica de desintoxicación, en 2012, para tratar su adicción a las drogas y el alcohol.
EL PLAN DE DEMI
Su nuevo estado de salud se refleja en la luz de sus ojos verdes, en su piel impecable y en su cuerpo esbelto y tonificado. Para lograr eso, Demi tuvo que aprender a quererse y aceptarse y, además, a comer de manera más saludable y a ejercitar sin caer en antiguas obsesiones con el entrenamiento. Entre otras cosas, la actriz adoptó una dieta crudívora que consiste en consumir alimentos orgánicos y sin cocinar, como frutas, verduras y cereales. Si bien ya en 2015 había abandonado la carne y los alimentos procesados, de vez en cuando suma algunos pescados crudos, en especial, salmón. En el desayuno come cítricos –le encantan las mandarinas–, pan integral y té de rosa mosqueta; su almuerzo incluye ensalada de brotes de trigo, repollo blanco, pepino y cebolla; y la comida de la noche, sopa de calabaza y frutos secos. Los snacks son igualmente saludables: ciruelas, pasas y semillas. En cuanto al entrenamiento, desde 2019 practica varias disciplinas que combinan el trabajo aeróbico con los ejercicios de fuerza y resistencia que modelan su cuerpo: es fiel al yoga y al boxeo, aunque confesó que su rutina favorita es la del zumba (que ella llama “cardio-dance”).
VIEJOS Y MALOS HÁBITOS
En el pasado, algunas de las decisiones de Demi respecto de su cuerpo no fueron tan afortunadas. Cuando protagonizó Striptease en 1996, con 32 años, el papel de bailarina exótica exigía que mostrara un cuerpo magro y musculoso y, con tal de lograrlo (todo en aras de los doce millones y medio de dólares que le pagaron por el protagónico) se sometió a un entrenamiento tan agotador que rozó el sacrificio: a diario corría por la playa en la madrugada, ensayaba tres horas las coreografías, luego tenía una sesión con su personal trainer y otras tres horas de yoga y estiramientos. Y no era todo, porque además seguía una dieta con la que pasaba hambre. “Para el desayuno, medía media taza de avena y la preparaba con agua; el resto del día sólo comía proteína y algunos vegetales, y ya. Si toda esta obsesión sobre mi cuerpo les suena loca, no están equivocados. Los trastornos de alimentación son locos, son una enfermedad. Pero eso no los hace menos reales”, contó en su autobiografía. Hoy, su físico responde a elecciones más saludables y Demi está orgullosa de lucirlo con vestidos escotados y bikinis, más segura que nunca de su imagen.
Fuente: La Nación