En 2017, cartoneros -recuperadores urbanos- encontraron en unos volquetes en el Bajo porteño bolsas con negativos fotográficos, agendas, cartas y revistas que pertenecían a uno de los pioneros de la fotografía en el país, el fotógrafo, escritor, editor, periodista, cineasta, publicista y empresario Alejandro C. Del Conte (1897-1952). Parte de ese material llegó a manos de los responsables de la Fundación Centro de Investigación Fotográfico e Histórico de la Argentina (Cifha); gracias al trabajo realizado a lo largo de más de cuatro años, con el apoyo del Mecenazgo de la ciudad de Buenos Aires y el aporte de la Fundación Alfonso y Luz Castillo, se logró rescatar el archivo de Del Conte. Así es como por una mezcla de azar y tesón, el trabajo de un importante personaje de la fotografía argentina está a salvo. Desde el viernes, una exposición en la galería Arte x Arte (Lavalleja 1062) y el libro bilingüe (español-inglés) de distribución gratuita Alejandro C. del Conte. Memorias de un soñador rescatan del olvido y la desidia esta labor incansable.
“Es posible que Del Conte nunca hubiera imaginado que su acervo iba a ser tirado a la basura, ni que su nombre y su trabajo serían olvidados en el ámbito cultural del país -dice el fotógrafo Alfredo Srur, director de Cifha y al cuidado de la exposición junto con su colega Bruno Dubner-. Desde Fundación Cifha se ha rescatado el único material conservado, comprobado hasta la fecha, de su fondo archivístico, que consta de alrededor de cinco mil unidades documentales, datadas desde los inicios del siglo XX hasta los primeros años del XXI”. El copiado de las fotos de la muestra llevó más de seis meses para sesenta obras: se trabajó desde la huella lumínica de las emulsiones fotosensibles, sin intervención digital.
En ese tesoro hallado en un volquete, ahora resguardado en la sede de Cifha en La Boca, hay fotografías vintage, álbumes, agendas, cartas, telegramas, manuscritos, balances comerciales, negativos de vidrio, nitrato y acetato, piezas de fotoclubes, el guion original de La barra de Taponazo (única película realizada por Del Conte, de 1932 y hoy perdida), una filmación en 16mm, registros de audio, recortes de diarios, una parte importante de la colección de Correo Fotográfico Sudamericano y Film Gráfico (dos revistas fundadas por él), entre muchos otros documentos que permiten reconstruir vida y obra del personaje y de su contexto sociohistórico.
Del Conte nació en abril de 1897 y falleció en marzo de 1952, en la ciudad de Buenos Aires. Entre esos años, colaboró en la revista PBT, fundó y publicó Correo Fotorgráfico Sudamericano, una de las publicaciones más importantes sobre fotografía en el mundo hispanohablante (se publicaron 860 números), donde divulgó el trabajo de fotógrafos argentinos y extranjeros como Juan C. Martins, Annemarie Heinrinch, Anatole Saderman, Melitta Lang, Juan Di Sandro, George Friedman, Frans Van Riel, Pedro Otero y Hugo Kalmar, entre otros. También fundó, en 1917, en San Miguel de Tucumán, la revista Film Gráfico, la primera dedicada al cine en el norte argentino en la época del cine mudo, y dirigió la película La barra de Taponazo, una de las primeras comedias del cine sonoro argentino, que cuenta la historia de un actor que abandona el set de filmación para “perderse” en la ciudad de Buenos Aires (en la muestra se exhiben algunas fotos del rodaje en la estación de trenes de Once y en el teatro Tabarís). Del Conte se casó y tuvo un hijo: su esposa Angelina y el pequeño Estanislao aparecen como modelos en gran parte de su producción fotográfica.
Por si fuera poco, también escribió varios manuales de fotografía sobre el arte de la luz que aún siguen siendo de consulta, como Formulario fotográfico, Diccionario fotográfico y Técnica del retrato fotográfico. Y editó Fotografía astronómica, de José Galli, y Procedimiento de arte en fotografía, de Hiram G. Calogero. Hoy se diría que Del Conte fue un gestor cultural de primera línea.
“Los tres pisos de la muestra funcionan como distintas facetas de una misma personalidad; a medida que se sube, el espectador se mete más en la mente de Del Conte -dice Srur a LA NACION-. La exposición recorre esa personalidad poliédrica: el hombre de cine, el pionero, el fotógrafo, el padre, el esposo, el empresario, el editor; desde lo general a lo particular”. En el primer piso se documenta su labor en el cine, desde la fundación de Film Gráfico hasta su rol de director de una de las últimas películas mudas en el país, pasando por una página manuscrita del guion de La barra de Taponazo. “La materialidad de las obras simboliza la importancia de los objetos, y está pensado para que el espectador pueda llegar a sentir el paso del tiempo, lo orgánico, el deterioro, la falla, lo humano; sumado a que hablamos de una película que no existe desde lo físico y de un fondo recuperado de la basura”.
En la planta baja de Lavalleja 1062, se destaca un eje contemporáneo inspirado por Del Conte, con fotos en color de cines y excines -“palacios plebeyos”, díría Edgardo Cozarinsky- de Tucumán, La Rioja y Santiago del Estero tomadas por Srur a inicios de 2021. “La investigación que hicieron Andrea Cuarterolo y Emiliano Jelicié, desde los números de Film Gráfico y la correspondencia de Del Conte de esa época me movilizaron a viajar al norte argentino y recorrer los mismos rincones que Del Conte hace poco más de cien años, cuando la industria del cine nacional estaba en un momento de esplendor -cuenta el curador-. Es un segundo eje arqueológico en la muestra, que registra los paisajes de esa prominente industria un siglo después, en color, con la misma técnica fotográfica que utilizó Del Conte para hacer su obra (analógica de toma directa). Esos restos arqueológicos arquitectónicos nos enfrentan de una manera muy fuerte con nuestra propia historia como país”. Algunas de esas salas hoy son bazares, jugueterías o estacionamientos.
En el primer piso, se exhibe la obra fotográfica de Del Conte. “De por sí es compleja, ya que mezcla lo familiar y lo publicitario, con una picardía ingenua y burlona al mismo tiempo -indica el responsable de la muestra-. Pero más allá de los usos que Del Conte les dio a estas fotografías, se puede ver por primera vez su fotografía e intereses fotográficos. Vale destacar que no mostraba sus fotos en la Argentina, pese a que ganó algunos concursos internacionales. Desconocemos qué parte de su obra se perdió cuando su archivo se tiró a la basura”. Algunas de estas imágenes, en donde aparecen su esposa y su hijo, ilustraron publicidades de la farmacia Gibson en la revista Caras y Caretas. Angelina, su esposa, era quien se ocupaba de las relaciones públicas de Correo Fotográfico Sudamericano y Estanislao ocupó el rol de director luego de la muerte de su padre, desde 1952 hasta 1959.
Tanto Srur como Dubner remarcan que en las fotos de Del Conte hay cuestiones relacionadas con la pintura y el teatro que producen ciertos climas oníricos. Eso se puede observar en las fotos expuestas en el segundo piso, más osadas, que incluyen desnudos, retratos familiares y escenas de un accidente automovilístico en los alrededores de Carlos Keen.
Como se dijo, un libro bilingüe acompaña la muestra. Además del prólogo de Srur y una selección de fotos, se publica la investigación del cubano-venezolano José Antonio Navarrete sobre el carácter internacional de Del Conte. Este investigador conoció por primera vez la obra del argentino en la biblioteca del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana. Del Conte también fue miembro de honor del Foto-Cine Club Bandeirantes, hoy materia de estudio y puesta en valor por el MoMA en Nueva York. Por último, escrito a cuatro manos por Cuarterolo y Jelicié, se publica la investigación realizada por estos especialistas de la época del cine mudo argentino sobre la revista Film Gráfico y la distribución cinematográfica en el norte del país, y que protagoniza un joven Del Conte.
Para agendar
Alejandro C. del Conte. Memorias de un soñador se puede visitar de martes a sábados, de 14 a 19, siempre con cita previa en este enlace. La exposición permanecerá abierta al público hasta el 30 de septiembre.
Fuente: Daniel Gigena, La Nación