Podría decirse que esto comenzó con su paradójicamente película más exitosa en dinero: Alicia en el país de las maravillas, con la que Disney comenzó su prolija destrucción de clásicos animados (a veces la pega, como con El libro de la selva firmada por el gran Jon Favreau). Nada funciona allí. Pero Burton, aparentemente, quiere revancha y entonces aquí va Dumbo, que parece cuajar bastante bien en su sistema: ambiente de circo (el circo, lo grotesco, quizá por influencia de su adorado Fellini, es parte de su iconografía), freak inocente (como cualquier Edward de su filmografía), un elemento fantástico inaudito.
Claro: hay tres problemas. En principio, el clásico de Disney, realizado para ganar plata rápida tras el desastre financiero de Fantasía, dura 70 minutos. Luego, tenemos el canto de los obreros que levantan la carpa al principio, hoy irreproducible. Tercero, los cuervos negros, no solo «de color negro», sino evidentemente afroamericanos del Sur (todo transcurre en la Florida). Es decir, gran parte de lo que Dumbo es resulta incompatible con el mundo de hoy. Pero en todo caso el asunto en sí, un desclasado que triunfa y les tapa la boca a quienes lo maltrataban, tiene su actualidad siempre. Dumbo es, siempre, David frente a Goliat.
Burton ha llenado el tapiz que Disney le sirve con elementos que le son propios. Por ejemplo, dos actores que forman parte de sus fetiches: Danny DeVito y Michael Keaton. A los dos los vimos frente a frente ya en Batman vuelve (y faltaría Michelle Pfeiffer, pero nada es perfecto), pero además en otras obras del autor. Keaton no solo fue Bruce Wayne, sobre todo fue Beetlejuice, la versión cómica y canyengue de IT.
DeVito fue el dueño del circo de El gran pez, aquel que se podía transformar en lobo. Aquí también es personaje de circo y Keaton cosa no tan curiosa también hace de millonario y, un poco, de payaso siniestro. Imposible pensar que no es consciente de parte del realizador. Asimismo aparece la nueva musa del realizador, Eva Green, presente desde Sombras tenebrosas y que ocupa el rostro lo indica claramente el lugar que tuvo alguna vez Lisa Marie y, luego, Helena Bonham-Carter (ambas esposas de Burton en cada momento).
La sinopsis que conocemos de la película está lejos, muy lejos del original de Disney: Dumbo vuela mucho antes (muchísimo antes del final), no hay cuervos negros y lo que sucede, en realidad, es la puja entre un pequeño empresario circense y un tipo que le ofrece un trato millonario con el elefantito volador en el centro del negocio. Ahí, si lo pensamos un poco, aparece casi transparente la relación de Burton con la Disney.
Quizá no lo sepan (quizá sí): Burton se formó como animador patrocinado por la empresa en CalArts (es de la misma generación que Brad Bird y John Lasseter); en Disney, le dieron poca bolilla y, como por diez años no podía hacer animación fuera de la empresa, se dedicó a la acción en vivo para Warner, y triunfó. Y después, mucho después, Disney le ofreció un trato monumental (y Alicia en el país de las maravillas sigue siendo su película más recaudadora, créase o no). En el fondo, Burton es Dumbo: algo tan amable y monstruoso como un elefante que vuela agitando las orejas.
Disney en persona
La estrategia de transformar las películas animadas en films «con actores» (esto es más que relativo) está generando buenos dividendos a la firma. Este año son nada menos que tres los esfuerzos: además de Dumbo, se verán Aladdin (dirigida por Guy Ritchie, con Will Smith como el Genio) y El rey león (de Jon Favreau, que ya probó hacer cuentos animales con El libro de la selva). Pero El rey... es animación fotorrealista. La pregunta es hasta cuándo seguirá la moda, porque en la mayoría de los casos el original sigue siendo mejor.