“¿En qué momento la vida se te pasa tan rápido?”, pregunta riendo Eleonora Wexler, quien hace unos meses festejó sus 50 años rodeada por sus más íntimos, su pareja, el productor teatral Sebastián Blutrach, y su hija Miranda (fruto de su anterior matrimonio con el empresario Leonardo Wassington). “Hoy me miro al espejo y de verdad no me reconozco en ese número. De hecho, en un montón de aspectos me siento mucho mejor que a mis 20. Agradezco la experiencia vivida, pero igual no deja de sorprenderme el paso del tiempo… Lo hablo con mis amigas, con mi mamá, y todavía no lo puedo creer. ¿Cómo es que de repente tengo una hija universitaria?”, reflexiona la actriz, mientras se acomoda su falda metalizada. En la habitación de un hotel cinco estrellas de Puerto Madero, Eleonora recibe los últimos toques de maquillaje minutos antes del lanzamiento de la serie La mente del poder, un thriller emitido por TNT y Flow que protagoniza con Mike Amigorena (52) y que cuenta el complejo vínculo entre un psicólogo y su paciente, que es nada menos que el presidente de la Nación.
–¿Cuál fue el mayor desafío de interpretar a Ana, la primera dama?
–Lo que más me costó fue la gestualidad, porque es un personaje que no siempre dice lo que piensa. Cuando leí el guion, me dije: “Este va a ser mi desafío”. Si bien yo soy muy expresiva, el personaje de Ana era todo lo contrario: muy reservado, medido y sutil en sus gestos. Y esa fue una de las cosas más atractivas y difíciles que me tocaron en el último tiempo.
–Uno de los temas centrales de la serie es la ambición. ¿Cómo te llevás con ese concepto?
–La palabra “ambición” te lleva a un lugar de poca construcción, y yo no me siento una mujer muy ambiciosa, creo que la ambición es algo muy lejano a mí.
–Pero a veces es el motor para alcanzar nuestros objetivos…
–Sí, tal cual. Pero a mí me gusta hablar más de deseos porque tienen que ver con la pulsión de hacer cosas que quiero y me gustan. Mirá, hay algo que aprendí con el tiempo, porque de las frustraciones una aprende ¿no?, y es que la vida es un trabajo del día a día. Tengo deseos, me gustan cosas y sé que hay sueños que voy a cumplir y otros que no. Entonces trato de mantenerme enfocada en este presente y en disfrutar todo lo que tengo, que es un montón. Y ahí apunto. Es el plan que mejor me construye: vivir el día a día y estar conectada con esos momentos felices. No soy una megaestrella, pero trabajo de lo que amo y tengo mi familia, mis amigos, mis afectos y con eso me siento una privilegiada.
–¿Qué otras cosas descubriste con el paso del tiempo?
–Descubrí la libertad que me doy para aceptar que hay cosas que ya no quiero en mi vida. Ser más libre al momento de pensar y de decidir, sin importar lo que diga el resto. Ya no me torturo tanto ni me enrosco con cosas que no valen la pena.
Fuente: La Nación