Tal como lo indica la lógica de estos tiempos, la miniserie de producción argentina más ambiciosa de los últimos tiempos tiene en el streaming su vidriera inicial. Ya están disponibles en Netflix los ocho episodios de El reino, miniserie creada y escrita por Claudia Piñeiro y Marcelo Piñeyro, y con un gran elenco encabezado por Diego Peretti, Mercedes Morán, Chino Darín, Joaquín Furriel, Peter Lanzani y Nancy Dupláa. Este thriller de fuerte carga política y psicológica parece concebido como ningún otro de su tipo en nuestro medio hasta ahora para ser visto en modo maratón. Dicen sus artífices que se ocuparon de diseñar un amplio y complejo tablero que irá revelando de a poco, con avances y retrocesos, los secretos, las mentiras, las ambiciones y los impulsos de sus protagonistas, seres que encuentran en la política y la religión un escenario de cruces y conflictos permanentes.
El disparador del relato es un magnicidio. El candidato con más posibilidades de ganar las próximas elecciones presidenciales en la Argentina muere asesinado en pleno acto de cierre de campaña. Su compañero de fórmula, líder de una reconocida iglesia evangélica, pasa a ocupar el primer lugar mientras arrecian las sospechas de aparentes motivaciones religiosas en el atentado. En la tensión al límite que plantea el nuevo escenario se mueven el encumbrado pastor y su familia, los responsables de la iglesia, operadores políticos y una inquieta fiscal encargada de investigar el hecho.
“El villano de El reino es un mecanismo para la conquista del poder. Con un poco de exageración diría que los personajes de esta historia son marionetas al servicio de ese mecanismo. Seres que se prestan muy gustosamente a ese juego”, le dice a LA NACION Marcelo Piñeyro, que además de creador, autor y showrunner de la serie (múltiple tarea compartida con Claudia Piñeiro) es el director de cinco episodios. Los tres restantes están a cargo de Miguel Cohan.
El dúo unió fuerzas por primera vez en 2009 con Las viudas de los jueves, película dirigida y escrita (junto a Marcelo Figueras) por Marcelo Piñeyro a partir de una exitosa novela de Claudia Piñeiro. Ambos se reencontraron a partir de la convocatoria de un productor y de ese primer trabajo propuesto y amablemente declinado surgió con naturalidad un espíritu de colaboración. “Nos dimos cuenta que queríamos trabajar juntos. Empezamos a tirar ideas hasta que surgió la de El reino y dijimos: es por ahí. Decidimos juntarnos todas las mañanas para trabajar sobre ella. Ya desarrollada, Marcelo se la presentó a Francisco Ramos, de Netflix, y conseguimos la aprobación. Fue todo muy fluido”, contó Claudia.
“En esas charlas –agrega Marcelo- no solo hablamos de El reino. También de series, películas, libros, de las noticias y del mundo. Nos dimos cuenta que teníamos como creadores y también como ciudadanos preocupaciones comunes. Notamos que la política y el evangelismo, los dos ejes de nuestra historia, tenían muchos puntos en común. Y sobre todo una de las características que va adquiriendo el siglo XXI hasta ahora. Se empieza a cancelar la racionalidad en los debates. Ahora todo se coloca en una esfera puramente emocional.
Los dos creen que las manifestaciones de esa tendencia (la posverdad, la manipulación de las redes sociales, las fake news) derivan inevitablemente en la utilización política de las religiones. “En las tres Américas, la llamada nueva política usa como ariete a las iglesias evangélicas, que sin dudas estuvieron detrás de los triunfos de Trump y de Bolsonaro. En la Argentina el peso de esos grupos es menor, pero tiene detalles comunes a lo que ocurre en el resto del planeta. Empezamos como juego a preguntarnos “qué pasaría si…”. Y con esa premisa arrancamos”, explica Marcelo.
El director se detiene en este punto para hacer una enfática salvedad. “El reino claramente es una historia de ficción. No hay manera de traducirla a la vida real de nuestro país”, subraya. Este distanciamiento, dice, es clave para lograr una reflexión más desapasionada sobre el fenómeno.
“De la trama al principio solo teníamos el disparador, que es el atentado que se produce al comienzo. En esta historia los personajes surgieron antes. El reino, como dicen los norteamericanos, es una ficción character driven. Son los personajes los que van construyendo el relato. En un momento estábamos trabajando en el desarrollo de los episodios 5 y 6 y empezamos a preguntarnos cómo iba a terminar la historia. Fuimos descubriendo el desenlace como si fuésemos espectadores”, agrega Marcelo.
Los dos cuentan que trabajaron con especial cuidado para evitar miradas prejuiciosas que llevaran a esos personajes a convertirse en arquetipos o caricaturas. se convirtieran en arquetipos o en caricaturas. “Además de ser una gran constructora de tramas y personajes, Claudia tiene una mirada acerca de lo humano que nos protegió de todos esos riesgos. Eso nos puso a salvo”, explica Marcelo.
Para esa construcción de personajes, el dúo adoptó como punto de partida una teoría inquietante: no hay nadie en el mundo que se conciba a sí mismo como malo. “Hasta el personaje más abyecto lo hace. Siempre encuentra alguna razón para justificarse. Andando la historia van a ver que algunos de los personajes tienen conductas realmente horribles. Quisimos darle al espectador elementos para que entiendan lo que hay en esas cabezas. No son tipos que hacen locuras y listo”, agregó el director.
¿Cuál es el villano de El reino, entonces? “La política y la religión pueden perfectamente serlo. Pero esto no quiere decir que eso ocurra siempre. No estamos condenando en bloque a toda la política y todas las religiones. Pero también queremos advertir que algo así es factible. Si no estamos atentos, es posible que ocurra”, precisa Claudia. “En la serie hay algunos personajes mejores y otros peores. Unos más luminosos y otros más oscuros. No queremos llevar una historia como esta al territorio de buenos versus malos”, agrega Marcelo.
A propósito de enemigos, el más duro de todos para quienes hicieron El reino fue la pandemia. Cuando apareció el Covid-19 ya estaba terminada la filmación de la tercera parte de la serie, según cuentan sus dos creadores. Tuvieron a la fortuna como aliada, porque todas las escenas de masas lograron hacerse antes de que aparecieran las restricciones y el distanciamiento social obligatorio, que forzó una larga parálisis. Entre toda esa secuencia previa al coronavirus estaban la secuencia clave del atentado, filmada con muchísimos extras y un gran despliegue en el Movistar Arena, y todas las ceremonias que transcurren durante los actos y las celebraciones masivas en el templo de la iglesia evangélica.
“No sé cómo hubiésemos resuelto el tema si nos agarraba la pandemia sin esas escenas ya hechas. Por suerte decidimos filmar no por capítulos sino por locaciones, como si fuera la película. Ahí llegó el confinamiento, que nos obligó a parar durante varios meses, y cuando volvimos sabíamos que íbamos a tener que manejarnos con protocolos muy estrictos”, detalló Marcelo.
El rodaje se interrumpió en marzo de 2020 y en octubre de ese año, El reino fue la primera producción argentina en reanudarse tras la etapa más estricta del cierre dispuesto por las autoridades. Y también el primer proyecto local de alto perfil que utilizó los protocolos sanitarios recientemente aprobados.
Los dos showrunners se encontraron ante una encrucijada. Comprobaron que había escenas que no iban a poder hacerse en la reanudación tal como habían sido imaginadas. “Decidimos replantear y reescribir algunas de esas escenas. Nos dijimos: vamos a contarlas de otra manera. Teníamos la ventaja de saber lo que estaba haciendo cada personaje y eso potenció nuestra imaginación. Creo que salimos ganando con la pausa y te doy un ejemplo: gran parte de uno de los episodios se filmó en el Hotel Alvear. Si no fuera por la pandemia, que obligó a cerrarlo, no hubiésemos contado con esa posibilidad”, recuerda Marcelo.
“Los actores, como todos, al principio estaban muy asustados –completa Claudia-. Barbijo, máscara, protección de todo tipo antes de filmar. En ese contexto siempre hay de entrada miedo de contagiarse o contagiar al otro, pero después vimos que los actores se animaban, se sacaban toda la protección y filmaban como si no pasara nada. El sacrificio personal de todos, desde el primer actor hasta el último técnico, fue impresionante. Cuando vean la serie no se va a notar nada de lo que estaba pasando. Nosotros llegamos a ver imágenes en bruto en la que un personaje de espaldas ataca a otro. Cuando se pone de frente está con el barbijo puesto. Alguna vez habrá que escribir un libro que cuente todo lo que vivimos haciendo esta serie”.
Fuente: Marcelo Stiletano, La Nación