Desde ayer, y durante una semana, volvió a las pantallas de cine de todo el país “Casablanca”, el clásico de Michael Curtiz con Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, como homenaje a los 80 años de su estreno. La fecha exacta de su lanzamiento fue el 26 de noviembre de 1942, que no fue una jornada cualquiera en los Estados Unidos: no sólo era el día de Acción de Gracia, sino que las tropas norteamericanas habían llegado al norte de África y el nombre la ciudad marroquí Casablanca salía en las portadas de casi todos los diarios. Hasta parecía una estrategia publicitaria.
No fue esa la única coincidencia que hizo que la película, más allá de lo que pudieron haber soñado jamás sus productores, se convirtiera, según pasan los años, en uno de los clásicos por antonomasia del cine de Hollywood. Un clásico cuya realización se debe, por supuesto, a la conjunción de talentos, pero también, y quizás aun más, a la obra del azar. “Casablanca” fue un clásico accidental por el cual, al principio, nadie daba un céntimo, ni siquiera sus protagonistas. En estas ocho décadas se han publicado centenares de libros sobre su historia, además de las más variadas ediciones hogareñas desde el surgimiento del VHS a principios de los años 80. Hoy, en los tiempos del streaming, nunca falta en la grilla de HBO Max, del conglomerado del estudio original, la Warner Bros. Pero, desde ya, la experiencia de verla en una pantalla grande se da raras veces, por lo cual no habría que dejar pasar la ocasión que se presenta ahora. Del anecdotario frondoso que generó esta película elegimos algunas curiosidades, no demasiado difundidas.
Una película va a la guerra
La obra del azar, que según dice Woody Allen es a veces más poderosa que cualquier planificación inteligente, influyó en “Casablanca” como en pocos otros títulos, y no sólo por la fecha de su estreno, como se dijo antes, que la convirtió en un éxito instantáneo. El proyecto de la película ingresó en la oficina de la Warner el 8 de diciembre de 1941; es decir, un día después del bombardeo japonés a Pearl Harbor. Hay quienes dicen que si lo hubiese hecho un año más tarde habría corrido el riesgo de no diferenciarse de los cientos de películas sobre la guerra que empezó a producir Hollywood desde entonces; y, por el contrario, si hubiese ocurrido algunos años antes, posiblemente la política neutral que observaba Hollywood hacia Alemania habría llevado a descartar el proyecto (aunque hay que reconocerle a la Warner que siempre fue el estudio de avanzada en la condena al nazismo, a diferencia de sus competidores que preferían callar). De modo que “Casablanca” entró en la guerra por los mismos días en que lo hicieron los Estados Unidos.
La decisión de realizarla se tomó, entonces, a continuación del bombardeo japonés, y no mucho después de que la MGM estuviera a punto de comprar la obra teatral sobre la que se basa, “Everybody Comes to Rick’s” (“Todos van a lo de Rick”, por el café-casino del personaje de Bogart), y que terminó desechando porque los derechos de u$s 5.000 le parecieron muy caros a los jefes del estudio.
El autor de esa obra se llamaba Murray Burnett, un docente de 29 años que había viajado a Bruselas a visitar una parte de su familia en 1938, y que sólo allí se tomó conciencia del poder de los nazis en Europa. En verdad, quien advirtió el enorme potencial de esa obra fue una mujer, Irene Lee, quien trabajaba para la WB como lectora de proyectos. “Es Irene Lee quien se merece todo el crédito”, dijo en una entrevista en los años 90 Julius Epstein, uno de los tres guionistas del film junto con su hermano Philip y Howard Koch. “Ella fue la que insistió, ella quien nos encargó escribirla. Y nunca se le ha reconocido”. Ni siquiera los jefes de la Warner quisieron darle una retribución especial después del éxito arrollador de la película.
El guión no sólo tuvo revisiones hasta el último día, sino que ni siquiera sabía nadie cómo terminaría la película. “El departamento de guiones de la Warner parece el sector de ensamble de una automotriz”, agregó Epstein. “Uno pone una parte, otro otra, y así todo”. Tanto es así que la célebre línea final de Bogart al Capitán Renault (Claude Rains), cuando ambos abandonan el aeropuerto de Casablanca, “Louis, creo que éste será el comienzo de una hermosa amistad”, fue escrita a posteriori por el productor Hal Wallis, quien tenía una alternativa: “Louis, debí haberme dado cuenta que en el fondo de tus estafas se escondía un patriota”. Bogart debió regresar al set para grabar ambas frases, y optaron por la primera. Cuando la producción estaba en marcha, la guerra impedía rodar con aviones de verdad, de modo que esa famosa escena final en el aeropuerto tuvo como fondo un avión de madera recubierto de chapa en el Stage 1 de la Warner, con humo artificial para crear el clima indicado. La producción concluyó el 3 de agosto de 1942, once días antes de lo calculado. Nadie lo lamentó, todos se habían llevado mal.
Una canción salvada por un corte de pelo
“You must remember this/ a kiss is just a kiss”. Tal vez no haya canción de película más célebre que “As Time Goes By” (“Según pasan los años”), el tema que interpreta al piano Dooley Wilson (Sam), que hasta generó una frase ficticia en la mitología popular, “Tócala de nuevo, Sam”, que Bogart nunca dice. Pero lo que poco se sabe es que esa canción sobrevivió en el film y no fue cambiada por otra gracias a que Ingrid Bergman se había cortado el pelo.
La explicación es la siguiente: Max Steiner, el respetado compositor de música culta y de bandas de sonido, fue también el responsable de componer la de “Casablanca”. Sin embargo, él detestaba esa canción escrita por Herman Hupfeld, que había formado parte de un musical de Broadway en los años 30 y cuyos derechos ahora había comprado la Warner. Tanto es así que cuando Steiner vio la primera copia del film llamó a Hal Wallis para exigirle que cambiara “esa porquería de canción” por otra que había compuesto él mismo. Wallis, ante el pedido del Maestro, aceptó hacerlo, y allí se presentó un problema insoluble: era necesario volver a rodar todas las escenas donde se tocaba la canción, pero Ingrid Bergman, que ya estaba por filmar “¿Por quién doblan las campanas?”, se había hecho un corte de pelo que imposibilitaba tal cometido. Afortunadamente no se recurrió a pelucas o trucos similares, y Steiner debió soportar la canción contra su voluntad. ¿Cómo hubiera sido la suya? Nunca se sabrá. Lo cierto es que “Casablanca” es inimaginable sin ese tema.
El director y el elenco
Casi nadie de quienes terminaron haciendo “Casablanca” fueron la elección original del estudio. En el libro de entrevistas de Peter Bogdanovich “Who the Devil Made It”, Howard Hawks, el afamado director que terminaba de estrenar “El sargento York” con Gary Cooper, cuenta: “A mí me ofrecieron ‘Casablanca’ y yo pensé que era un proyecto horrible, creí que era un musical. Todavía no se sabía que iban a estar Bogart y Bergman. Le eché una ojeada al libro y, la verdad, no me imaginaba filmando escenas como la de La Marsellesa. Pero Curtiz lo hizo muy bien”.
Michael Curtiz, el cineasta húngaro que nunca llegó a hablar bien inglés y cuyo trato en el set no era de los mejores, fue la cuarta o quinta opción. Para el papel de Rick se había pensado en Ronald Reagan, en George Raft, y Bogart sólo apareció en el proyecto porque aceptaba un cachet menor. La elección de Ilsa había recaído, en primer lugar, en Ann Sheridan, aunque Wallis la rechazó por su acento texano. Él pretendía una europea para ese papel y fue así que convocó a la francesa Michèle Morgan, que acababa de debutar en Hollywood con “Juana de París”. Pero ella pidió u$s 55.000, una enormidad para la época, de modo que, si no era una francesa, sería una sueca: Ingrid Bergman. Wallis tuvo que negociar con David O. Selznick, que la tenía contratada, y su salario fue de menos de la mitad: u$s 25.000. Bergman le llevaba varios centímetros de altura a Bogart, de modo que éste tuvo que actuar con plataformas en todas las escenas donde aparecían juntos.
“Casablanca” terminó costando u$s 1,039.000, algo más que lo que solía gastar la Warner (el estudio más ahorrativo en comparación con el dispendioso MGM, por ejemplo), pero bastante menos de las inminentes producciones patrióticas, como “Air Force” (“El bombardeo heroico””, 1943), del mencionado Hawks con John Garfield, que costó el doble.
Fuente: Ámbito