La directora francesa Julia Ducournau recibe la Palma de Oro por el film Titane, de manos de la actriz Sharon Stone
Spike Lee, presidente del jurado, cometió el error de anunciar al principio de la ceremonia que la ganadora de la Palma de Oro del 74º Festival de Cannes era Titane, la audaz y extrema película de la joven directora francesa Julia Ducournau. Sus colegas de jurado (Mati Diop, Jessica Hausner, Maggie Gyllenhaal, Mélanie Laurent, Tahar Rahim, Song Kang-ho, Kleber Mendonça Filho y Mylène Farmer) no salían del asombro y estupor ante tamaño desliz: la conductora le había pedido que diera a conocer el “primer premio de la noche” pero hizo público el galardón principal, en uno de los inicios más anticlimáticos que se recuerden en el principal festival de cine del mundo.
Pero al menos hay que reconocerle a Spike Lee que con ese galardón hizo historia. ¿Por qué? Porque esta parisina de 37 años y solo dos largometrajes en su haber (el anterior fue Raw) se convirtió en la primera mujer en ganar la consagratoria Palma de Oro en solitario. El único antecedente databa de 1993, pero en aquella oportunidad Jane Campion la obtuvo por La lección de piano compartiéndola con Adiós a mi concubina, de Chen Caige. Titane, que próximamente será estrenada en la Argentina por el servicio de streaming MUBI, es una película audaz y radical con la presencia andrógina de Agathe Rousselle que de alguna manera recuerda a los universos de J.G. Ballard, David Cronenberg o Claire Denis en cuestiones como las mutaciones y la fusión entre cuerpo (orgánico) y máquina.
El Gran Premio del Jurado (segundo en importancia) fue compartido por A Hero, lo nuevo del realizador iraní Asghar Farhadi, y Compartment Nº 6, del finlandés Juho Kuosmanen. En una excelente edición para el cine francés Leos Carax ganó la estatuilla a Mejor Dirección por Annette, musical con Adam Driver y Marion Cotillard. Dos referentes de la cinefilia más extrema como el tailandés Apichatpong Weerasethakul (con Memoria, rodada en Colombia con Tilda Swinton); y el israelí Nadav Lapid (con Ahed’s Knee) compartieron el Premio del Jurado, mientras que los galardones de actuación fueron para Renate Reinsve, por The Worst Person in The World, del noruego Joachim Trier; y para Caleb Landry Jones, por Nitram, de Justin Kurzel.
El palmarés se completó con la estatuilla a Mejor Guion para los japoneses Ryusuke Hamaguchi y Oe Takamasa por Drive My Car, elogiada transposición de un cuento de Haruki Murakami. Uno de los momentos más emotivos de la ceremonia de clausura fue cuando el director italiano Paolo Sorrentino le entregó la Palma de Oro a la carrera a su compatriota Marco Bellocchio, quien este año también presentó en Cannes Marx può aspettare, un documental sobre su historia familiar y, más precisamente, sobre el suicidio de su hermano gemelo en 1968.
La edición 2021 de Cannes tuvo en todas sus secciones más títulos de lo habitual para no perderse nada de lo nuevo y poder sumar algunas películas que estaban listas para la edición 2020 (desde Annette, de Carax, hasta Benedetta, de Paul Verhoeven) y esperaron más de un año tras la cancelación por el Coronavirus. Tanto material había este año que Thierry Frémaux pudo darse el lujo de programar a unos cuantos autores consagrados (Ari Folman, Todd Haynes, Hong Sangsoo, Andrea Arnold, Arnaud Desplechin, Gaspar Noé, Kornél Mundruczo, Oliver Stone, Mamoru Hosoda y Tom McCarthy) por fuera de la lucha por la Palma de Oro y muchos de ellos terminaron incluso en una nueva sección llamada Cannes Premiere.
A nivel del Marché du Film (el mercado más grande del mundo que se realiza de manera simultánea al festival), parece que las ventas fueron buenas (la apuntada MUBI fue la gran estrella con una enorme cantidad de compras), pero se notó la merma de asistentes. Las compañías dijeron que la mitad de los negocios los concretaron vía Zoom.
El comienzo de este año fue complicado con la obligación de hacer molestos tests de saliva cada 48 horas y un sistema de reserva de entradas que se caía a cada rato (y eso que Cannes tiene un presupuesto de casi 30 millones de euros). Hubo quejas porque muy pocos usaban tapabocas dentro de las salas y hasta corrió el rumor de que el festival se había convertido en un foco infeccioso, algo que a las pocas horas se desmintió. Tampoco pudo viajar desde París Léa Seydoux (actriz en nada menos que cuatro títulos como lo nuevo de Bruno Dumont, Ildikó Enyedi, Arnaud Desplechin y Wes Anderson) porque era positiva de Covid y debió quedarse en aislamiento
Superados esos percances iniciales, llegaron las películas con una selección recibida con las habituales dosis de euforia y decepción, aunque aquí cabe una aclaración: la crítica es en Cannes muchísimo más exigente y despiadada que en otros festivales. Los abucheos son moneda corriente y las calificaciones son mucho más bajas que en otras muestras: a la élite, al poder del cine, se le exige más. Y a veces (muchas veces) se cometen injusticias “destruyendo” películas que en otro marco serían recibidas con más entusiasmo (o menos odio). Así, cada vez más los estudios de Hollywood y compañías medianas lo piensan dos veces antes de mandar sus películas a Cannes. ¿Para qué arriesgarse al repudio generalizado si en cualquier otro ámbito las tratarán mucho mejor? Por eso, tanto Venecia como Toronto suelen tener muchos más films “oscarizables”. De hecho, a las representantes estadounidenses de este año no les fue del todo bien: si La crónica francesa, de Wes Anderson, y Red Rocket, de Sean Baker, tuvieron una aceptable (aunque lejos de ser eufórica) repercusión; a Flag Day, de Sean Penn, la destrozaron. Además, ninguna de las tres obtuvo premios. Echale la culpa a Cannes… y a Spike Lee.
Fuente: Diego Batlle, La Nación