La historia dentro de la historia. Una película que demoró 22 años. En 1997, 13 años antes de alzar un Oscar (y de imaginarlo), Juan José Campanella escribió el primer boceto de una posible remake de Los muchachos de antes no usaban arsénico.
Había visto el filme dirigido por José Martínez Suárez en 1983, en el cine Premier, en un ciclo de largometrajes de los ’70. Deglutió con delay La Raulito,Quebracho y esa ficción estrenada días después del golpe del ’76. Se enamoró a primera vista, pero pasaría más una década hasta que volviese a clavar pupilas en la cinta.
Después de trabajar juntos en Telefe, en «El hombre de tu vida», debutan como dupla en cine.
En 1996, a pesar de la pésima copia en VHS con sonido crujiente, la redescubrió. Algo tenía esa ficción sarcástica, satírica, mordaz, que lo convocaba a reversionarla. Faltaban varias proezas, suelas y cámaras gastadas. Restaba engendrar El mismo amor la misma lluvia, El hijo de la novia y El secreto de sus ojos para cristalizar de una vez por todas El cuento de las comadrejas.
Otra historia dentro de la historia: Campanella pensaba que no había actriz que supliera con justicia a Mecha Ortiz, la Greta Garbo argentina de la versión original. En 2011, distraído de ese proyecto, convocó a Graciela Borges para el unitario El hombre de tu vida. Ahí estaba la respuesta: acababa de descubrir a una comediante, la misma que lo había obnubilado en un drama, La ciénaga. No más dudas: tenía que ser ella la gran Mara de la remake. Había que convencerla. Y convencer al dream team, Luis Brandoni, Oscar Martínez y Marcos Mundstock.
Más perlitas: el rodaje ya era un hecho y las casonas elegidas, dos patrimonios históricos. El castillo Guerrero, en San Vicente, y una locación en interiores en Villa Devoto. Más que actuar el retorcido guión, la dificultad venía por disfrazar el invierno en una historia de primavera. Cuatro camperas y calzoncillos largos para Campanella. Graciela pensó que, tal vez, el frío es psicológico y se entregó a los vestidos livianos y a los exteriores con cinco grados bajo cero. Gran simulación para esa mujer que le tomó prestado el apellido a Jorge Luis.
Diez años pasaron desde El secreto… la última película no animada de Campanella. En esa década, tres años de «cocción» de Metegol, TV, teatro y una exigencia que le valió una internación: «Yo no sé en qué momento pasó el tiempo. Cómo se pueden cumplir 20 años de El mismo amor, la misma lluvia. En 2011 casi me muero. Engordé 100 kilos. Una noche por semana, no dormía. Y las otras noches, dormía cinco horas. Cómo lo hice, sin aditamentos químicos, no lo sé», se ríe Juan José. «Así me fue. Me tuve que internar un día con desbalance de azúcar. Estaba pasado de revoluciones».
“El Cuento de las comadrejas”, con Martínez, Brandoni y Mundstock.
Estamos en el Palacio de Retiro que perteneció a los Álzaga Unzué. Graciela Zabala, como nadie la llama, se pasea como una gacela. Imposible no pensar que es el mismo mito al que Picasso pintó en una servilleta y que tomaba café con Dalí. Que superó las 50 películas. Así resume el espíritu de esta comedia negra: «Un gran chiste».
El juego de la exageración. Rozar el horror de manera encantadora. Ya lo dijeron los críticos de la original: «Un inusual ejercicio sobre el cinismo». En esta trama: una estrella de la época dorada convive en una mansión con un actor en el ocaso de su vida, un escritor cinematográfico frustrado y un director. La llegada de dos jóvenes puede hacer peligrar esos pactos siniestros de esta «casi familia».
(Foto: Juano Tesone).
-Juan: ¿Cuál era el riesgo más grande de una remake de los setenta?
-Que no le gustara a Martínez Suárez. Ya la vio. Hablamos. Le gustó mucho. Me contaba que estaba nervioso porque no sabía si quería que le gustara más que la original. Pero pronto se dio cuenta: era una película distinta. Creo que las dos conviven. Siempre tengo la idea de que una remake tiene que ser lo suficientemente similar, pero a la vez distinta. Y que ninguna arruine a la otra.
-¿Cómo trabajaste cuestiones del guión como el machismo en una era de reivindicaciones y nuevo paradigma?
-No puedo contestar comparando con los dos guiones porque son dos películas distintas. Cambió todo. La historia, el final, las relaciones.
-¿Por qué esa obsesión con la idea de la película desde hace más de 20 años?
-No es una obsesión, me gustaba el ingenio de la original. Y utilizarlo como plataforma para un gran homenaje al cine en todo sentido. No sólo trabajar con el estilo de otros directores, sino hablar de gente de cine que ve la vida a través del cine. Para los personajes, la vida es el reflejo del cine y no lo contrario.
-¿Este es tu gran cambio de registro? A lo largo de tus películas, de la emoción nos llevaste al misterio. Ahora al humor negro…
-Me encanta el humor negro, pero yo no calificaría tanto la historia como humor negro, sino de sarcasmo, ironía. Te invito a ver un mundo de gente que se armó su propia fantasía. No es el mundo de un club de barrio, inmediato a vos. En ese sentido hay un pequeño cambio. Lo próximo puede ser totalmente distinto. Como espectador tengo un rango grande, me gustan muchas cosas y lo que trato de hacer es que sean películas que no toquen las mismas cuerdas.
En pleno rodaje, Graciela y Juan José.
¿Por qué Graciela era tu única opción?
-Porque necesitaba una actriz con toda esa historia en el cine encima. Cuando la redescubrí en El hombre… como comediante, entendí que le ponía de manera sutil un rulo a cada gag. Es nuestra gran actriz de cine. Como dijo Mirtha (Legrand) el otro día: la única que no se diversificó. No se dedicó a la televisión.
-¿Tu historia como espectador de Graciela?
-Sus películas más famosas no las vi cuando se estrenaron, porque estaban prohibidas para menores de 18. Ella siempre se movió en un registro adulto. Cuando mandé el guión, todos esperaban una película muy Campanella, y ella fue la primera que mejor entendió el guión.
-Pasaron 10 años desde “El secreto…”, y si bien estuvo “Metegol”, fue una década sin dirigir ficción “de carne y hueso” en cine. Por lo visto no te corre el tiempo, cultivás la paciencia.
-Sí. En realidad eso fue un consejo que me dio mi mujer. Me dijo: «Ahora la presión va a ser que hagas otra inmediatamente. Tomate tu tiempo. No hagas macanas»”. Y cuando terminé Metegol, tras la sobredosis de tecnología, dije: “Quiero actores, diálogo. Mover algo con una polea”. Y con Parque Lezama me nació un amor al teatro que hace que estemos construyendo uno en Paraná y Corrientes.
Graciela Junto a Brandoni, su esposa en «El Cuento de las Comadrejas».
Borges: «Es difícil que vuelva a hacer cine»
-Como ícono de nuestra cine, ¿sos mucho más selecta hoy a la hora de aceptar proyectos?
-Soy, creo. Tengo un leve sentimiento de que es muy difícil que vuelva a hacer cine después de esto.
-¿Por qué?¿Un retiro?
-No es que no me gusta el cine, fue mi vida, pero fui creciendo con los personajes, y he tenido personajes tan ricos que decís: «¿Qué sigue?». Hice un personaje dificultoso en La quietud hace poco, hice a Mara, este personaje que es como una gloria, un juego eterno de alegría, melancolía, tristeza. ¿Qué viene ahora?
-Dentro de la película hay como un homenaje a vos. ¿Lo sentiste así?
-Lo sentí, no sé si como un homenaje, pero me dieron emoción las escenas de mis películas. Cuando se refracta Pobre mariposa. Pero eso que le pasa a Mara no es algo que me pase a mí, ella es verdaderamente más grande y hay cierto deterioro, pero no de la edad sino del estado de vegetar.
Junto a Nicolás Francella en una escena de «El cuento de las comadrejas».
-Hay algo de reino perdido, de duelo por lo que tuvo y perdió…
-Claro. Es tierno que ella piense en su vuelta cada minuto, cada segundo de cada hora. Ella es diva, yo no, yo soy mucho más natural.
-¿La diferencia entre esa actriz de la historia y vos es que estás desapegada del éxito?
-Yo no creo en éxito ni en fracaso. Tomo todo muy tranquilamente. Hacés una película, te encantó y no va nadie. Hacés otra y se llena. ¿Quién vio «El dependiente»? Considerada una de las mejores de todos los tiempos. Y nunca la cobré. Leopoldo Torre Nilsson nos dijo a Leonardo Favio y a mí: «Chicos, no tienen un peso» (se ríe).
-Con una carrera tan descomunal, ¿la crítica cinematográfica es una insignificancia para vos?
-No. Yo ahora agradezco, como los japoneses. Digo: «Está hecho, caminemos». Como dice un maestro espiritual mío: «Si está bien para ti, está bien para mí». Con el tiempo te entregás como paisano a la gripe. Las películas son un sentimiento. Y tal vez al crítico ese día le dolía la panza. O estaba enfermo. O estaba exaltado y le gustó tanto porque le movilizó una fibra íntima. Hay un maestro mío espiritual, John Roger. Murió y quedó John Morton, su mano derecha. Y él me dijo: «Si no te das cuenta de que es el mejor momento de tu vida, no te das cuenta de nada en este mundo».
-¿Y vos te diste y te das cuenta de eso hoy?
-Sí. Tengo un tiempo de vida de aceptación. Mis libros, mis amigos, mis películas, el tiempo transcurrido fue bueno, leo. Soy libre y ser libre es no tener miedo. No tengo miedo. Estoy en un mundo lleno de preocupación y digo: «Que todo sea para los más altos fines y para el fin mayor».
Ayer y hoy: un seleccionado de actores
«Los muchachos de antes no usaban arsénico», filme de 1976.
Mecha Ortiz, Narciso Ibáñez Menta, Bárbara Mujica, Arturo García Buhr y Mario Soffici fueron los cinco actores de Los muchachos de antes no usaban arsénico, la versión original, dirigida por José Martínez Suárez, en la que se inspiró Campanella.
La remake está plagada de guiños, se incorpora algún personaje, o se toman licencias respecto a los personajes masculinos. Borges encarna el rol de Mara, que fue de Ortiz. Oscar Martínez, Luis Brandoni, Marcos Mundstock, Clara Lago y Nicolás Francella completan el elenco. Mientras se hiperpromociona el estreno, Campanella sigue preparando en silencio un proyecto junto a Eduardo Sacheri
Fuente: Clarín.