Después de un 2020 en el que la TV y las series fueron para muchos tanto entretenimiento y salvavidas en los momentos en que el aislamiento se hacía demasiado pesada de sobrellevar, este año prometía presentar sus propias dificultades. Con la producción de series detenida por muchos meses o sistemáticamente interrumpida y sumergida en protocolos sanitarios que nada saben de aquello de “el show debe seguir”, la cosecha de 2021 sería al menos irregular en volumen y tentativa en cuanto a su contenido y la inclusión discursiva del Coronavirus.
Si el símbolo de 2020 fue Ted Lasso y su irreductible optimismo, la gran incógnita era cuál sería el estandarte de este año en el que la enseñanza, entre otras, fue que la pandemia ya no sería emergencia sino un estado permanente con diferentes grados de gravedad. Y a esta altura de diciembre, aunque ninguna serie se impuso con la contundencia de la comedia de Apple TV+, sí queda claro que en 2021 el pesimismo y los rincones más oscuros de la experiencia humana dejaron su marca. De las tragedias de Mare of Easttown y las diferentes variaciones sobre el duelo de WandaVision, Dexter: New Blood y 9 perfectos desconocidos a los universos sombríos que presentaron El reino y El juego del calamar, si las series fueran una persona, sus amigos harían bien en preocuparse por su estado de ánimo.
Rendida a los pies de sus propias limitaciones y del exigente ritmo de las plataformas de streaming -este año, a las ya instaladas se sumaron HBO Max y Star+-, devoradoras de contenido y artífices de fenómenos efímeros, la producción televisiva, especialmente la de ficción, sin dudas tuvo un año difícil. Aunque, más allá de las narrativas plenas de desesperanza, también aportó algunas luces hacia el final del túnel.
El año de Kate Winslet. Si bien no fue su primera miniserie en HBO, la mezcla perfecta de la ganadora del Oscar y su personaje en Mare of Easttown consiguieron una alquimia inolvidable. La interpretación que hizo la actriz británica de la detective repleta de matices, glorias y miserias fue tan precisa, emotiva y sí, graciosa, que será difícil convencer a los espectadores de que mejor sería que no regresara en una segunda temporada. Creada como una miniserie por Brad Ingelsby-y así debería permanecer-, la ficción volvió a certificar el talento de Winslet, su capacidad para transformarse y su habilidad, no siempre valorada como corresponde, para dejar que sus compañeros de escena brillen con luz propia. En el caso de Mare of Easttown los beneficiados fueron todos los integrantes del elenco pero especialmente Jean Smart (otra de las buenas noticias del año), Evan Peters y Guy Pierce.
El año de la nostalgia. El desembarco local de HBO Max trajo consigo una muy buena oferta de series con el sello de HBO y sus oficinas de producción en el mundo, pero a modo de presentación y promoción para atraer suscriptores, la plataforma optó por darle prioridad a la nostalgia y a sus marcas más reconocidas. Si hace tiempo ya que en la TV se instaló el mismo ánimo revisionista que tiene la industria del cine, este año esa tendencia creció gracias al especial de Friends, el esperado reencuentro de los protagonistas de la sitcom que sigue manteniendo el interés de los espectadores aún 17 años después de la emisión de su capítulo final. En menor medida, la nueva etapa de Sex and the City –And Just Like That, estrenada la semana pasada-, también confirmó que para el streaming lo bueno si es conocido es dos veces bueno. Si no que lo digan los fanáticos de Dexter, quienes gracias a Paramount+ con Dexter: New Blood consiguieron la revancha por el decepcionante final de la serie original.
El año de la (poca) ficción argentina. Mientras la televisión abierta parece haber abandonado a la ficción como uno de sus pilares de producción, con la solitaria excepción de la tira 11-5/18 de Polka, las historias locales tuvieron sus representantes en las plataformas de streaming. En Netflix se vio El reino, la ambiciosa producción creada por Marcelo Piñeyro y Claudia Piñeiro que ya está en proceso de realización de la segunda temporada, mientras que en HBO Max está disponible Días de gallos, un relato enfocado en el mundo del freestyle que protagoniza Angela Torres. Por su lado, Star+, tiene la comedia Terapia alternativa-sus dos primeros episodios también se vieron esta semana en eltrece-, en la que Carla Peterson encarna a Selva, una analista para nada convencional que comienza a atender a una pareja de amantes interpretados por Benjamín Vicuña y la China Suarez. Claro que el acontecimiento del año en términos de series con espíritu local fue Maradona, sueño bendito, el ciclo- de producción mexicana con elenco argentino- que reconstruyó la vida de Diego Maradona y que está disponible de manera completa en Amazon Prime Video.
El año del universo televisivo de Marvel. Para los fanáticos de las historias de superhéroes, la nueva etapa de Marvel inaugurada en Disney+ supuso un alivio frente a la escasez de estrenos cinematográficos de la marca. Mientras los rodajes se paraban y los lanzamientos en sala se postergaban hacia adelante, se suponía que la plataforma de streaming aportaría al menos una nueva fuente de consumo de sus historias favoritas en el “mientras tanto”. Lo que en realidad sucedió fue que las nuevas series adaptadas de los cómics superaron ampliamente las expectativas y hasta lograron interesar a muchos que no tienen especial afecto por los Avengers y el resto de los personajes de historieta. Con WandaVision, el universo televisivo de Marvel demostró que tenía la suficiente calidad narrativa y actoral para sostenerse por su propio peso, lo mismo que la notable serie de animación What If. Y aunque Loki –con segunda temporada confirmada para 2022- y Hawkeye no conformaron a todo el mundo, sí resultaron dos de los proyectos más entretenidos del año que termina.
El año de las series coreanas. Una de las consecuencias positivas del modo de producción de las plataformas de streaming es la difusión de contenidos producidos en ciertos países que no tenían difusión masiva más allá de sus fronteras. Si hoy las series hechas en Escandinavia ya tienen su propio subgénero, el scandinoir, en 2021 parece haberle llegado el turno a las ficciones creadas en Corea del Sur. El gigante de la industria audiovisual asiática ya hace tiempo tiene una presencia moderada en Netflix, pero con el estreno de El juego del calamar – uno de los primeros proyectos resultantes de una inversión de más de 500 millones de dólares por parte de la plataforma en ese país-, nació un fenómeno que apenas está comenzando. A los reconocimientos ya recibidos por la ficción que acaba de ser incluida en la prestigiosa lista de las mejores series confeccionada por el American Film Institute, las nominaciones a los premios Globo de Oro y los galardones de los críticos televisivos de los Estados Unidos, con el estreno de la serie Mar de tranquilidad -otra ambiciosa producción coreana, disponible desde el 24- se confirmará el lugar del país asiático como la meca de la ficción de 2021. La nueva miniserie de ciencia ficción protagonizada por Bae Doona (Sense8) y Gong Yoo (Invasión Zombie) fue escrita por Park Eun-Kyo, habitual colaborador de Bong Joon-ho, el director de Parasite, otro fenómeno llegado de Corea del Sur.
El año de la mejor sorpresa. Cuando ya parecía que el año sería todo desesperanza y oscuridad en el horizonte televisivo, aparecieron Steve Martin y Martin Short. Los veteranos comediantes anunciaron que serían los protagonistas de una nueva serie en la que compartirían cartel con Selena Gomez. Y si la combinación parecía de por sí rara, cuando a la mezcla se sumaba una trama que se inspiraba en el fanatismo que generan los podcasts de True Crime, la mayoría esperaba a Only Murder in the Building –disponible en Star+- con una buena dosis de escepticismo. Pero lo que llegó fue uno de los programas del año: una comedia policial que supo aprovechar el inmenso talento de sus protagonistas y que invitó a los espectadores a reírse con y de ellos, además de presentar una sólida trama policial que dio pie a la segunda temporada que llegará el año que viene.
El año de los musicales en serie. El hecho de que los géneros musicales y sus artistas más reconocidos son sujetos ideales en los que centrar un film tanto documental como con elementos de ficción, no es una novedad para nadie. Desde siempre -y este año también-, la oferta de documentales dedicados a la música es amplia e interesante. De Tina Turner a Velvet Underground, pasando por Billie Eilish y Britney Spears, muchas personalidades de la música tuvieron films dedicados a su vida y obra, pero en 2021 la novedad fue que las series documentales centradas en la música se destacaron como los mejores programas sin distinción de género. Entre ellas, claro, está The Beatles: Get Back, el enorme trabajo de Peter Jackson disponible en Disney+ que recuperó el material filmado durante el rodaje de la película Let it Be, en 1969, para construir un relato que no solo revisa la historia del final de la banda sino que es una fascinante exploración sobre la creatividad y los orígenes de algunas piezas fundamentales del arte popular de los últimos cincuenta años. Y en la misma vena, unos meses antes se estrenó McCartney 1,2,3 (disponible en Star+), una serie documental de seis episodios en los que el músico junto al productor Rick Rubin repasa su vida a través de las canciones que compuso. Para completar el destacado año del género, está 1971: The Year That Music Changed Everything (Apple TV+), un recorrido de ocho episodios por el año que revolucionó la música y su contexto social y cultural dirigido por Asif Kapadia, reconocido realizador de los documentales sobre Amy Winehouse y Diego Maradona.
Fuente: Natalia Trzenko, La Nación