¿Cuántas veces hemos visto a mujeres desquiciadas, rompiendo aguas de la manera más repentina e inoportuna posible, mientras el hombre no sabe ni dónde colocarse y termina por desmayarse en medio de la sala de operaciones? ¿O a bebés que salen del canal vaginal mirando hacia arriba, en dirección al techo (o será hacia la cámara?).
Tras leer el libro This is going to hurt (Esto va a doler), de Adam Key, que habla profundamente de lo que pasa en las salas de parto, BBC Mundo consultó con tres especialistas para separar ficción y realidad.
Aclaración: este artículo está centrado en partos vaginales y no en cesáreas.
1. No, no nacemos mirando hacia arriba
Aunque es cierto que en la mayoría de los partos, lo primero que asoma al mundo es la cabeza, en las películas el bebé nace boca arriba. Pero esto no refleja la realidad.
Más del 90% de los bebés se coloca antes de nacer en posición cefálica, es decir con la cabeza abajo, la barbilla apoyada sobre el pecho, las nalgas arriba y las piernas y los brazos flexionados y pegados al cuerpo. Si pudieran ver, estarían mirando hacia la espalda de la madre.
«La posición más natural en el momento del nacimiento es que los bebés se orienten mirando hacia abajo, o en todo caso un poquito hacia un lado», le cuenta a BBC Mundo el doctor Damián Dexeus, obstetra, ginecólogo y director médico de la clínica Women’s, en Barcelona.
«La orientación natural es la púbica. Muchas veces en las películas los bebés salen mirando hacia arriba y con los ojos abiertos… ¡y hasta sonriendo! Eso es muy atípico, desde luego», explica. «Es pura eficiencia, economía de espacio del bebé: si está mirando hacia abajo, puede aprovechar al máximo el espacio de la pelvis», indica Dexeus.
«Por los diámetros de la cabeza del niño y los de la pelvis materna, es la posición más favorable», complementa la ginecóloga cubana Josefina López Menéndez, quien tiene 30 años de experiencia en La Habana y otros 10 en Madrid. Tampoco venimos al mundo impecables como los bebés de las películas.
«Los bebés nunca nacen perfectamente limpios. No sé si esto es tanto una cuestión estética del cine o una rémora histórica muy clásica. En las salas de partos más antiguas, sí lavaban al bebé y le quitaban el vérmix -la sustancia grasosa que protege y recubre la piel del bebé al nacer- y lo devolvían totalmente aseado, pero esto ya no ocurre», señala el doctor Dexeus.
2. ¡He roto aguas!
También son habituales en el cine y la televisión las imágenes de roturas de aguas (o de la fuente) repentinas y abundantes. Casi inmediatamente, la embarazada se pone de parto.
Un ejemplo: la escena de Charlotte en Sex and the City (Sexo en la ciudad o Sexo en Nueva York) rompiendo aguas tras discutir a las puertas de un restaurante y apresurándose a subirse en un taxi.
«Eso no ocurre con tantísima frecuencia. ¡Si fuera así sería sencillísimo para nosotros!», nos dice Dexeus. «De hecho, no es infrecuente que la rotura de la bolsa de las aguas (del líquido amniótico en que crece el bebé), requiera de alguna prueba para confirmar si se ha roto realmente o no, porque la paciente nota que pierde líquido, pero no acaba de verlo claro», afirma el médico.
Esto sucede porque muchas veces no es tan simple como parece diferenciar entre el líquido amniótico y la orina, especialmente si se siente solo como humedad o un goteo de líquido, y no como el «manantial» que nos presenta el cine. Y normalmente no marca el comienzo de parto, sino que es parte de él.
«Es más habitual que ocurra cuando la mujer ya es consciente de que está en el proceso de parto. Es parte de una progresión natural durante el trabajo de parto», le cuenta a BBC Mundo la neozelandesa Ann Yates, asesora principal de matronas de la Confederación Internacional de Matronas (ICM, por sus siglas en inglés).
«De hecho, si la mujer experimenta la rotura de aguas mucho antes del parto, antes de que el bebé esté preparado para nacer, podría significar una complicación», añade la matrona, que ha asistido a partos en muchos rincones del mundo durante más de 40 años. Y debe ser monitoreado para descartar infecciones.
3. Lo que pasa después
«El ‘qué pasa después’ es el gran olvidado en el cine y también en la consulta médica», reflexiona Dexeus. En la misma sala de parto ocurren una serie de cosas que Hollywood raramente muestra, y que pueden llegar a ser bastante incómodas y dolorosas: desde el llamado alumbramiento (la expulsión de la placenta, el resto del cordón umbilical y las membranas que han envuelto al feto durante la gestación) hasta la sutura de las heridas o desgarramientos que se hayan producido durante el parto, si fue natural.
Luego vienen los entuertos o contracciones uterinas postparto, en que este órgano regresa a su estado preembarazo. Pero eso no es todo. «En las películas se muestra muy por encima lo que es el maternity blues (la tristeza posparto) o lo complicada que puede llegar a ser la lactancia materna, que puede ser una etapa durísima para la mujer. O la recuperación física, sobre todo si se trata de una cesárea», comenta el ginecólogo.
«Pero también ocurre en la consulta porque siempre nos focalizamos en el momento culmen, que es el del parto, y a partir de entonces parece que todo lo que viene después se olvida. Los ginecólogos debemos dar soporte a las pacientes y estar atentos a algunos problemas en esa siguiente etapa que viene en los 30 o 40 días después», explica Dexeus.
La doctora López coincide: «Para lo menos preparada que está la madre es para el tema de la lactancia», asegura. «Eso genera una lucha interna en muchas mujeres que quieren dar el pecho. El hecho de que no se hable de ello no ayuda». Volviendo al papel del cine, Dexeus insiste en la necesidad de ser más realistas.
«Todo este imaginario de las series y de las películas que nos lleva a pensar que el parto -y lo que viene después- es un camino de rosas y que es maravilloso es peligrosísimo porque no siempre es así. Es importante derribar mitos».
4. ¿Casi sentadas?
Otra escena habitual en los partos de cine es que la mujer esté casi incorporada en la camilla. Son muchos los ejemplos: desde Ellen Page en Juno, hasta Katherine Heigl en Knockedp up («Ligeramente embarazada») o la escena de Rachel (Jennifer Aniston) durante su parto en la serie Friends. Y no es que eso no ocurra, sino que depende mucho del país donde se da el parto.
«Es cierto que en Reino Unido y en Estados Unidos es habitual que la mujer esté semisentada, con los pies apoyados en la camilla y las piernas levantadas», dice el doctor Dexeus.
«Pero en países como España, la posición que usamos es la posición ginecológica, en la cual la mujer está tumbada, con la parte posterior de las rodillas apoyadas, y no tan incorporada. Además, para que la mujer esté más incorporada no puede haber recibido anestesia porque si no las piernas se van hacia los lados».
También depende de la etapa de parto en que se encuentre la embarazada. Hay tres periodos -dilatación, expulsión o alumbramiento- y la mujer puede ir variando de postura para facilitar el trabajo de parto.
Yates cree que es un problema que se malinterprete este asunto. «Es difícil para las mujeres parir en ciertas posiciones y, lamentablemente, muchas de ellas tienen la expectativa de hacerlo siempre como en las películas. La visión de Hollywood, que muestra a la mujer pariendo tumbada con la espalda apoyada, no siempre es realista», advierte.
«Por ejemplo, hay partos en posición vertical (de pie), en los que la mujer está apoyada sobre un compañero o una matrona, y a veces les resulta más fácil dar a luz así. Es incluso instintivo en muchas ocasiones», dice Yates.
5. Alaridos de terror
Otro clásico en los partos de película son los gritos de terror, como los de Melanie (Olivia de Havilland) en Gone with the Wind (Lo que el viento se llevó). Y no, tampoco es realista.
«Antes, los partos eran al totalmente ‘al natural’, es decir sin ninguna anestesia», explica la doctora López. Y agrega: «Es cierto que las contracciones son dolorosas y que cuando se prolongan mucho, la paciente se va agotando. Pero tampoco es un dolor desgarrador ni que obligue a gritar de esa manera, aunque obviamente cada persona lo tolera de una forma diferente. Si hay analgesia epidural, eso no suele ocurrir».
Yates piensa que el cine a veces «desempodera» a la mujer en las escenas de parto. «Las mujeres son fuertes, eso es algo universal», comenta la matrona, «y pueden mayoritariamente sobrellevar el dolor del parto -porque es doloroso, no hay duda sobre ello- sin necesidad de gritar».
«De hecho, en mi experiencia, la mayoría de las mujeres no están fuera de control y raramente gritan aterrorizadas durante el parto. Sí, a veces hacen ruidos -respiración fuerte o gestos para lidiar con el dolor de las contracciones- pero casi nunca son alaridos».
6. Hombres que se desmayan
La imagen del padre torpe y aprensivo también es habitual en el cine. Samuel Faulkner (Hugh Grant) en la comedia romántica Nine months («Nueve meses») es el ejemplo perfecto de lo que NO debe hacer el padre -u otro acompañante de la parturienta- en la sala de parto.
«No nos vamos a engañar. Hay hombres muy aprensivos que cuando llega el momento del parto se ponen del color de la pared… y más de uno se cae redondo al suelo», afirma Dexeus. «Pero tampoco es la norma que eso suceda». «El rol que se nos otorga a los padres en la sala de parto es bastante ridículo», añade el médico.
Yates dice que en las películas de Hollywood a menudo se representa a la pareja como un estorbo o como una persona que no sabe bien cuál es su papel. «Eso es más bien inusual. Muchos hombres y mujeres que acompañan a la parturienta se complementan con ella en perfecta sintonía, y la ayudan y respaldan con todo lo que necesite», explica la matrona.
«Tenemos que ser amables con quienes acompañan a la mujer en el parto. Tienen un rol importante, sobre todo si van a ser parte de la vida del niño. También necesitan apoyo».
Fuente: La Nación