El agujero en la capa de ozono es un fenómeno problemático que preocupa a la comunidad científica y a las organizaciones mundiales desde hace años. En la década de 80 comenzaron los esfuerzos para reducir el impacto de la actividad del hombre y recién 40 años más tarde se está viendo consistencia en los resultados.
En 2024, la brecha en la estratosfera comenzó en agosto y logró cerrarse a principios de diciembre, y evidenció una evolución auspiciosa rumbo a las metas fijadas para su restauración completa.
Los gases clorofluorocarbonos, claves para entender el agujero en la capa de ozono
La capa de ozono y las causales detrás del agujero que perjudica la protección planetaria es tema de investigación hace años. Una de las conclusiones provino de los químicos Mario Molina y Sherwood Rowland, quienes descubrieron que los gases clorofluorocarbonos (CFC) que se utilizaban como aislantes y refrigerantes en heladeras, aires acondicionados, aerosoles, entre otros productos eran nocivos para la capa ubicada en la estratosfera.
Su trabajo sirvió para entender una de las problemáticas más urgentes del planeta y llevó a la prohibición del CFC en el Protocolo de Montreal en 1987. Más tarde, Molina y Rowland fueron recompensados con el Premio Nobel de Química en 1995.
Durante los años posteriores, países y organizaciones mundiales ponían en la balanza el avance del hombre y su potencial impacto en el medioambiente. Los acuerdos se sucedieron y hoy, pese al pesimismo en ciertos ámbitos, la capa de ozono evidencia una mejora sustancial.
En 2019 la superficie afectada se había reducido a menos de ocho millones de kilómetros cuadrados en el hemisferio sur, pero repuntó en 2020 y 2021 hasta los máximos históricos de 27 millones.
Desde 2022 la humanidad encadena hitos en la reducción de los gases perjudiciales y esto se ve reflejado en la reducción de la brecha. Este año el agujero alcanzó los 22,4 millones de kilómetros cuadrados -el promedio mensual se ubicó en torno a los 20 millones- y se situó como el séptimo más pequeño desde el primer registro auspicioso en 1992.
El agujero de ozono inicia normalmente su temporada a mediados de agosto, alcanza su pico máximo en septiembre y vuelve a cerrarse recién a mitad de diciembre.
De continuar las medidas contra los gases de efecto invernadero, se prevé que en 2066 la capa de ozono de la Antártida recupere los niveles que tenía en 1980, mientras que en el Ártico sanaría en 2045 y para el resto del planeta se eliminará para 2040.
El impacto del Protocolo de Montreal en la actualidad
La capa de ozono es la principal protección del planeta contra la radiación solar, absorbiendo entre el 97 y 99% de los rayos ultravioleta provenientes de nuestra estrella. La existencia de un agujero en la estratosfera superior implica un mayor riesgo de cáncer de piel y problemas oculares en el ser humano, así como con daños en plantas y ecosistemas marinos.
El Protocolo de Montreal y la prohibición de ciertas emisiones resultaron ser claves para la recuperación de la protección del planeta ante las incidencias externas. Y lo más importante, sentó las bases de futuros acuerdos y una revisión sobre el impacto de las actividades del hombre en el medioambiente. De la misma forma que se atacó el uso de los gases clorofluorocarbonos, hoy se busca erradicar el dióxido de carbono, entendido como el principal componente del cambio climático.
Si bien la brecha en la capa de ozono no tiene una incidencia en el calentamiento global, el protocolo firmado en 1987 y ratificado recién en 2010 tuvo resultados favorables adicionales. Según datos publicados por Naciones Unidas, sirvió para reducir 0,5 °C la temperatura media del planeta, y se espera que disminuya otros 0,5 para finales del corriente siglo.
Fuente: defonline.com.ar