Estrella Herrera
El pasaje que tiene solo una cuadra es el único de la ciudad que se destaca por su arquitectura en espejo. Con edificios gemelos y enfrentados, el Pasaje Rivarola celebró sus primeros 100 años. Los vecinos, comerciantes y fanáticos de esta curiosidad de la traza una joyita del barrio de San Nicolás lo festejaron: expos de autos antiguos, jam de dibujos y escritura, degustaciones, visitas guiadas, números musicales y una muestra de fotografía formaron parte del menú de actividades programadas. Se cerró el tránsito para facilitar la circulación por la calle simétrica diseñada en 1924 por los arquitectos Gustavo Adolfo Petersen, Ricardo Otto Thiele y Horacio Cruz, cuyos nombres están grabados en el pasaje que se ubica entre las calles Bartolomé Mitre y Tte. Gral. Juan Domingo Perón, en sentido norte – sur. Es paralelo a las calles Talcahuano y Uruguay, que encierran la manzana atravesada por esta curiosidad porteña.
En los inicios la calle que perfora la manzana se llamó como su empresa inversora, la Compañía de Seguros La Rural, propietaria de los edificios de renta espejados. En 1957 se derogó el Decreto-Ordenanza 13.929 que dispuso el cambio de nombre: el Pasaje La Rural pasó a llamarse Rodolfo Rivarola, en homenaje al intelectual de la Generación del 80, jurista, filósofo, juez y catedrático rosarino que fuera presidente de la Universidad de La Plata.
El pasaje, uno de los más instagrameables y favoritos de los drones equipados con cámaras de foto y video, cuenta con un diseño atípico y muy atractivo para amantes de la arquitectura urbana. Su edificación comprende ocho edificios de cinco pisos, cuyas fachadas unificadas van de punta a punta. En tanto, en las cuatro esquinas las cúpulas con miradores son las protagonistas de la postal y se podrán recorrer esta tarde en la visita guiada. Las viviendas cuentan con terrazas (destinadas a lavar y colgar ropa) y sótanos que, en su mayoría, funcionan como depósitos.
La calle es un imán para productores de publicidad y cineastas que la convirtieron en un auténtico set escenográfico a cielo abierto. Allí se rodó la película Roma (2004), de Adolfo Aristarain, Hay unos tipos abajo (1985), de Emilio Alfaro, y Horizontal/Vertical (2009), de Nicolás Tuozzo, cuyo afiche corresponde a uno de los típicos edificios del pasaje con aires parisinos: los remates coronados con mansardas, el mármol en las entradas y la herrería artística se suceden en toda la cuadra. Por otra parte, la escena de Rodrigo de la Serna corriendo por esta cuadra única en Okupas llevó a jóvenes tiktokers a recorrerla y subir imágenes en sus redes.
A dos cuadras de Avenida de Mayo y muy cerca del Congreso de la Nación lo que podría identificarse como caos céntrico, en realidad, es pura calma. Así lo perciben sus vecinos: “Vivo muy contenta, es bastante silencioso a pesar de que hay muchísimas filmaciones de cine y publicidad. Eso es divertido porque circula mucha gente y es simpático llegar y ver un set en tu cuadra. Además, desde que se instaló el Café Rivarola casi enfrente de mi casa, todo es más sencillo para tomar una copa o un cafecito y comer algo rico. Adoro vivir acá, es una experiencia nueva cada día”, señala Mariela Ivanier, relacionista pública y directora de la agencia de prensa Verbo, que trasladó los clásicos Té de Colección a la zona, donde convoca a referentes de la política, el arte, y la cultura. Allí también se encuentra Asunto Impreso – Librería de la Imagen, que llegó de la mano de Guido Indij y se posicionó como referente en bibliografía de arte, fotografía, diseño, moda, arquitectura y libros de artistas.
Entre las curiosidades también se puede visitar La Librería de las Mujeres Argentinas, en el número 158, una de las 62 librerías del mundo especializada en libros y publicaciones escritos “por” y “para” las mujeres. Piera Oria y Carola Caride, socias fundadoras del Taller Permanente de la Mujer, decidieron llevar adelante un proyecto que aportara a la lucha contra la discriminación de la mujer y en 1995 abrieron las puertas del espacio editorial referente de América Latina. Casi enfrente, en el 147, el Museo de la Mujer, que destaca con distintas muestras, talleres y actividades a las mujeres que hacen historia. Y entre los clásicos, la ferretería Gata y el local de Vidrierías del Centro, dos “fichas puestas”, según los vecinos, para conseguir piezas difíciles.
Y de las perlitas que ya no están, los vecinos de toda la vida recuerdan a la Casa Raab, conocida como La Chacarita de los Relojes, tradicional y experta en reparación de relojes antiguos que se ubicaba en el número 134. Como testimonio aún cuelga un reloj de agujas y números romanos en la fachada que fue punto de encuentro para coleccionistas y anticuarios. Y a donde aún llegan turistas preguntando por el mítico local.
Sus veredas duplicadas fueron construidas por la Compañía General de Obras Públicas SA (Geopé), que también ejecutó edificios como el Correo Central y el Colegio Nacional de Buenos Aires. La empresa también participó en las obras del Obelisco y La Bombonera y en los emblemáticos edificios Safico y Comega.
En los años 90 y por sus características arquitectónicas y homogeneidad edilicia este pasaje, junto con su vecino De la Piedad, fueron declarados como APH, Áreas de Protección Histórica, una catalogación que también pondera la “calidad de vida” que se asegura en la zona. Esta reglamentación prohíbe demoliciones y modificaciones en las fachadas, además de preservar los espacios comunes de los edificios como escaleras y halles. En tanto, los consorcios que administran los edificios idénticos tienen autonomía para elegir libremente el color de la pintura del frente y otros detalles, ya que no están atados a tomar las mismas decisiones.
El pasaje con cúpulas alineadas, semblanza francesa e identidad porteña cumple 100 años: un artefacto urbano que resiste el tiempo a fuerza de identidad especular.
Fuente: Vivian Urfeig, La Nacion