Luego de dos décadas volvió «Mina che cosa sei», con Elena Roger y Diego Reinhold, dirigida por Valeria Ambrosio. Se ubica segunda en el ránking.
Según la última investigación realizada en conjunto por Enfoque consumos culturales y Alternativa Teatral, el teatro se considera en general como una salida costosa, no obstante, ese distanciamiento material es a la vez simbólico, cuando se advierte la asociación del teatro con los bienes culturales legitimados. Palabras como “cultura”, “elegancia”, “formalidad” o “seriedad” dan cuenta de que determinadas percepciones sobre esta práctica y pueden constituirse en barreras.
Una idea que se repite es que la concurrencia al teatro supone seguir ciertos códigos de vestimenta, para algunos/as además vinculados a un nivel socioeconómico alto, algo que hace décadas dejó de ser tal. Entre las representaciones sobre el teatro, la propuesta comercial-empresarial aparece valorada y jerarquizada, sobre todo entre los públicos esporádicos. Pero no se refieren a la diversidad de las propuestas de ese circuito específico. En los relatos aparecen con mayor relevancia dos grandes ofertas que son apreciadas cuando participan celebridades: por un lado, el género stand up y la comedia y, por el otro, las obras de teatro para infancias y/o las comedias musicales.
El stand up es valorado para quienes consideran al teatro como una actividad de entretenimiento para compartir entre amigos o en pareja. Subrayan como positivo la conexión entre actores y público por la ruptura de la cuarta pared, ya que afianza el carácter “en vivo” del espectáculo. La participación como espectadores de este género se relaciona con las modalidades a través de las cuales acceden a la información: las redes sociales digitales de los actores, actrices y salas, especialmente Instagram o Tiktok. La preferencia por la comedia también se vincula con la distensión y la desconexión de la rutina, ya que, “para drama ya está la vida”, “tenemos todos los días para drama”. También hay una inclinación por espectáculos con actores y actrices famosos, algunos considerados prestigiosos por su trayectoria en teatro, pero también en cine o televisión o youtubers y streamers.
La segunda oferta del circuito comercial que predomina son las obras para infancias y adolescencias y las comedias musicales, vinculadas a una idea de salida del grupo familiar, sobre todo para ver producciones de adaptaciones de otros formatos como “Violetta” o “La Caja Mágica” y, muy excepcionalmente, propuestas de teatros oficiales. La barrera es más simbólica que material dado que las entradas son muy económicas.
En la asistencia al teatro hay predominio de asistentes mujeres de alrededor del 68%; el público mayoritario tiene estudios superiores, en una proporción de más del 70%; en cuanto a la edad, se trata de una representación superior del rango de 30 a 49 años y alrededor del 45% son personas relacionadas profesional o vocacionalmente con las artes escénicas.
En cuanto a salas, 10% son de municipios o estatales, 20% de privados con destino comercial, 3% comunitario y la enorme mayoría, el 67%, salas independientes. Eso explica el boom del teatro independiente argentino en el mundo, considerada la tercera plaza detrás de Londres y Nueva York.
La salida al teatro como un plan grupal aparece casi exclusivamente como una práctica de mujeres. La elección de una obra no estaba orientada hacia el contenido sino más bien a una suerte de confianza que depositaban en actores y actrices o alguien famoso. Entre los más jóvenes tienen más peso las nuevas celebridades de las redes sociales, el streaming y los podcasts, relacionados muchos de ellos particularmente con el género stand up.
La muestra de esos factores está en el ránking de los más vistos de la última semana: encabeza “Felicidades”, con Adrián Suar, Griselda Siciliani, Benjamín Vicuña y Jorgelina Aruzzi; sigue “Mina, che cosa sei”, con Elena Roger y Diego Reinhold; en tercer lugar se ubica el premiado musical “Cuando Frank conoció a Carlitos”; cuarto queda “Esperando la carroza”, clásico con Campi en el papel que encarnaba Gasalla, Paola Barrientos, Pablo Rago, Sebastián Presta y otros; quinta se ubica “Cha Cha Cha”, con Alfredo Casero y Fabio Alberti; sexta “Lizzy, sí quiero”, con Lizzy Tagliani; séptima “Escape room”, con Benjamín Rojas y Sofi Morandi; en octavo lugar queda “Mamá”, con Betiana Blum y Romina Gaetani; novena “Lo que el río hace”, de y con las hermanas Marull y décima “Somos las chicas de la culpa” con Malena Guinzburg y Fer Metilli.
Quienes subrayaron su gusto por el teatro comercial, destacaron la efectividad de los reels de Instagram que les aparecían en formato publicitario, ya que, en su opinión, un pequeño fragmento les permitía imaginar de que se trataría y cómo sería el espectáculo. En general, la posibilidad de contar con un reel o trailer otorga mayor seguridad sobre la elección. Debido a que la salida al teatro les resulta costosa y complicada logísticamente, no parece haber tanto margen para el riesgo.
Algunos también señalaron que descubren obras en cartelera a través de promociones bancarias y varios afirmaron que estos beneficios muchas veces se convierten en el incentivo. Sin embargo, quedan nuevamente anclados en el circuito comercial y no en el independiente.
Con la asunción del nuevo gobierno, se reinstaló una narrativa de cuestionamiento sobre el financiamiento estatal a la producción y circulación artística y cultural. Se degradó al Ministerio de Cultura a una Secretaría de Cultura y una reducción drástica de las políticas de promoción y financiamiento del sector cultural. Desde el discurso oficial se planteó la necesidad de establecer nuevas prioridades ante la crisis económica.
La mayoría de las opiniones expresadas apoyan firmemente la intervención del Estado en la promoción y financiamiento de la producción cultural. Las políticas culturales son valoradas por sus implicancias culturales y económicas. También se menciona que el rol del Estado es clave para evitar que determinadas experiencias culturales sean privilegio exclusivo de una elite, mediante subsidios y políticas públicas que faciliten su acceso. Entre los muy pocos casos que dieron una respuesta negativa, la justificación redunda en la necesidad de atender “otras demandas prioritarias de la población”.
Varias opiniones destacan que el arte nutre a la sociedad al permitirle cuestionarse, aprender y crecer intelectualmente. La importancia de las actividades artísticas y culturales para la salud y el bienestar de las personas, cuyo impacto crece en épocas de crisis, también aparece entre los argumentos a favor del apoyo del Estado al sector cultural.
La imagen del teatro está asociada a grandes salas comerciales, como las de la Avenida Corrientes, o a teatros monumentales como el Colón o el San Martín. Estas representaciones, vinculadas a la magnificencia, la elegancia y el entretenimiento mainstream, y a una percepción del teatro como un espacio tradicional y sagrado, donde predominan las grandes producciones y la presencia de actores famosos, limitan la participación en el circuito teatral independiente y en salas barriales.
Este tipo de espacios son poco conocidos o recordados, frecuentados de manera esporádica y por invitación, descritos como más bohemios, austeros o íntimos y entendidos como experiencias de menor jerarquía. En cuanto a los teatros públicos, aunque algunos son nombrados y valorados, su participación como espectadores de esas salas es muy baja. La falta de conocimiento sobre las opciones que ofrecen los espacios oficiales o independientes fortalece la percepción de que el teatro es una actividad exclusiva. Esto significa que la enorme y diversa oferta teatral de Buenos Aires no es percibida como tal, lo cual tal vez requiera de una política específica de visibilización.
Se observa en los distintos segmentos una tendencia a oponer la idea de la experiencia teatral con la asistencia al cine, siendo esta última más accesible en términos simbólicos y económicos. La concurrencia a salas cinematográficas aparece como una actividad más frecuente y cercana, más “segura” en términos simbólicos en relación a los códigos de consumo, más fácil de compartir con otras personas y con una mayor disponibilidad de información sobre la cartelera. Varios subrayan que en la salida al cine se sienten más “libres” o “relajados” respecto de la decisión sobre la indumentaria. Esto confirma que ir al cine o al teatro no implica meramente ver una obra, sino que se trata de experiencias integrales marcadas por el contexto.
Fuente: Ámbito