No existe nada auténtico, no esperemos nunca jamás que algo se revele como, diríamos, original. Hace una centuria el intelectual ruso Mijaíl Bajtín sostuvo que no hay nada que puede definirse como un discurso adánico, pues siempre la lengua y los distintos lenguajes son vehiculizadores de ecos, de reminiscencias, de ondas expansivas que nos retrotraen a elementos (creaciones) previos. “No hay nada nuevo bajo el sol”, decían los árabes, pero también sus primos-hermanos, los judíos. “Ya todo está escrito”. Esta idea constituye un eje borgeano básico. Todo se retoma, todo se ancla en fenómenos anteriores, todo es una cita, un guiño (Gérard Genette también reflexionó mucho al respecto). Así, “Crónicas de una santa errante”, orgullo del cine nacional estrenada hace poco en pocas salas del país, pero por supuesto en el emblemático Gaumont, muestra escenas diversas que se alzan como evocaciones de películas precedentes. Alfred Hitchcock está presente con su escena final de “Psicosis”: acá hay un Renault 12 semiarruinado cargadísimo de flores que se hunde lentamente en un pantano, con un mismo ángulo, del mismo modo que Norman Bates, mientras masca caramelitos, ve cómo su coche desaparece bajo las aguas negras.
Hay quien dijo que aureolas en personajes muertos es como el Gokú de Dragon Ball: seguramente también los creadores de esos animados japoneses han tomado el detalle de otro lugar. También el “maestro del suspenso”, el de Rear window, se adivina en varios momentos de esta historia que transcurre en el pueblo imaginario de Santa Rita y nos referimos a planos que captan una acción determinada a través de ventanas (Los Simpson también parodiaron este ícono). Hemos visto, previamente, series y/o films que advierten en los créditos del inicio, que hay secuencias que pueden resultar dañinas para eventuales espectadores afectados por epilepsia. Pedro Almodóvar tampoco está ausente de la primera película de Tomás Gómez Bustillo. Lo constatamos en un plot twist que nos arrastra a una hechura garciamarqueziana ligada a figuras fantasmagóricas: estamos aludiendo al film “Volver”, el de Penélope Cruz y Carmen Maura.
En esta comedia fantástica vernácula la que descolla es Mónica Villa (qué afortunados que somos por el hecho de que sea una actriz nuestra, de que esté siempre entre nosotros) con sus rictus microscópicos, con sus ademanes singulares, ceño fruncido, voz inconfundible, con sus acciones parsimoniosas. Además de “la” Villa, vale contemplar y recordar para siempre un “fui yo” de Norberto, el personaje encarnado por Horacio Marassi.
En este abanico de retomas, “Crónicas de una santa errante”, que presenta una técnica novedosa con los créditos de cierre, es, ahora sí cabe el adjetivo, una auténtica joya en nuestra década heteróclita del cine nacional, variopinto y vapuleado.