El nuevo museo de Eduardo Costantini, en la urbanización de Escobar, ubicado cerca del Río Luján, es pionero por tener a la vista la reserva del patrimonio del Malba y su colección personal. El principio de sus tres salas es la transparencia y el diálogo con el entorno silvestre del río Luján. Se levanta en medio de un espacio público con 24 esculturas contemporáneas. De ingreso libre y gratuito, aloja las cinco piezas de Gabriel Chaile compradas en la Bienal de Venecia en 2022.
El Malba, un museo que cambió la vida cultural de los porteños, acaba de cumplir 23 años y a sus festejos sumó el anuncio de la nueva sede que inaugurará en Escobar. Malba Puertos abrirá sus espacios al público el próximo domingo a 45 kilómetros de su sede central, con un nuevo estilo, semejante al del arte al aire libre del Instituto Inhotim, en Brasil. Pero, más que nada, con un espacio ilimitado.
El Malba ha quedado chico para exhibir su propia colección y las obras contemporáneas. Algunas, como las figuras modeladas en barro de la familia del tucumano Gabriel Chaile, poseen dimensiones grandiosas. El presidente del Malba, Eduardo Costantini, compró en 2022 las cinco obras de Chaile que se exhibían en la 59 Bienal de Venecia. No obstante, el público del Malba se quedó entonces con las ganas de conocer y entender, el estupendo mestizaje de Chaile con el arte precolombino. En el museo no había espacio para albergarlo. Pero hoy, Chaile tiene un pabellón de cristal que lleva su nombre.
Si se considera que en el arte del siglo XXI abundan los grandes formatos, Malba Puertos brinda una solución a la imprescindible ampliación de un museo cuya colección aumenta. Así se eluden de algún modo las dificultades que implica la construcción de 3.000 metros con una obra que debe ser subterránea. En la Legislatura porteña se aprobaron hace años los planos para extender el Malba y el costo se acercaba a los 10 millones de dólares.
Esta cifra exacta se gastó en la construcción de los 5.500 metros de salas y espacios públicos entre los jardines y bosques de Puertos. Lo cierto es que nadie en el Malba se decidía a cavar más de siete metros bajo tierra donde hay agua muy cerca, porque el museo está próximo al río. El mismo problema afrontan el Museo Nacional de Bellas Artes, la Colección Fortabat y la Fundación Proa, con las bombas de extracción de agua instaladas, por las dudas.
Puertos está pensada como una flamante ciudad -la especialidad de Costantini– alrededor de un lago de doscientas hectáreas y junto a la Reserva Natural del Río Luján. Pero sobre un territorio firme y sin fronteras, con amplias posibilidades de extenderse.
El proyecto de urbanización planea estar en contacto directo con un museo sin paredes y con techos traslúcidos, ocupado por obras que demandan grandes espacios. Desde el ingreso, el artista Fabián Burgos domina con su producción los caminos de acceso y el estacionamiento. Realizada a partir de una pintura conceptual del año 2000, “Privación del sueño”, la obra original ostenta series agrupadas de puntos de diferentes colores que nunca se repiten.
El paso de la pintura a los solados contó con las soluciones y la tecnología que aportó el arquitecto Mariano Clusellas, quien ayudó a Burgos a la hora de resolver con adoquines especiales la presentación de los puntos de colores. “Me gusta la idea de que la obra no esté tan sólo para ser contemplada, sino también para ser usada”, señala el artista. Y en este sentido, las curadoras de “Mueble escultura” en las Salas del Bosque, no hacen otra cosa que reiterar los mismos cuestionamientos que plantearon los artistas Jorge Michel o Pablo Reinoso, ambos presentes con sus bancos en la colección del Malba porteño.
El arte de Puertos, mayormente argentino y contemporáneo, es el que demanda un público que necesita la orientación confiable que brindan los museos. El Malba está dedicado a exhibir artistas latinoamericanos, pero durante años y casi hasta el presente, el arte argentino de las generaciones de los 80 y 90, estuvo ausente en las instituciones que lo legitiman.
«Guardianes del territorio». Paisaje del grupo Mondongo que albergará Malba Puertos.
El mejor ejemplo es la exhibición de la Sala del Lago curada por Alejandra Aguado. Allí se muestra hasta fines de agosto, la instalación “Argentina (paisajes)”, realizada por el grupo Mondongo (Juliana Laffitte y Manuel Mendanha). Primero, es preciso reconocer que el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires presentó en 2013 esta obra cumbre, pero después, también es verdad que durante años casi nadie visitaba la institución. Luego, el ignorado pintor rosarino Luis Ouvrard, coetáneo de Berni, comparte la Sala dedicada al paisaje. Ouvrard fue durante años un pintor dominguero.
El retrato de su padre ya había ingresado al Museo Municipal Bellas Artes de Rosario cuando el propio artista contaba: “En la madrugada ya estábamos en la barranca esperando que el sol saliera y tiñera de oro los árboles y se levantara esa bruma tan cara a los maestros impresionistas”. En 1925, con Manuel Musto y Augusto Schiavoni, sus compañeros de pintura al aire libre, sumados a Ángel Guido y Lucio Fontana, entre otros, fundaron el grupo Nexus.
Sin embargo, una de las expresiones más significativas que anima este emprendimiento alejado, la brinda el arte de Mondongo. Un extenso friso de 10 centímetros de profundidad cuya extensión es de 45 metros modelados en plastilina, envuelve al espectador.
Su historia comienza en 2009, con un viaje de los artistas a un campo en Entre Ríos. Conmocionados por el encuentro con la naturaleza intocada, descubrieron la espesura del monte en estado salvaje, el cauce de un río seco, las formas enmarañadas de las raíces de los árboles al desnudo. Los paisajes se grabaron en la memoria y la medida monumental de la obra es equivalente a la intensidad de esa experiencia. “Es una geografía arrolladora, que te envuelve, deslumbra y confunde”, observaban los artistas. Y tal vez fue allí mismo donde comenzaron a sentir el país, la Argentina, como algo propio.
En el recorrido para acceder al museo, además de la obra de Fabián Burgos, en el Circuito de Arte Público se emplazaron 23 obras site-specific de los artistas argentinos Mimi Laquidara, Marcela Sinclair, Matías Duville, Jorge Macchi, Carolina Fusilier, Daniel Basso, Sol Pipkin, Irene Kopelman, Florencia Almirón, Irina Kirchuk, Sebastián Mercado, Hernán Marina, Eugenia Calvo, Paula Castro, Diego Bianchi, Martin Blaszko, Ramiro Oller, Pablo Accinelli, Nicolás Robbio, Daniel Joglar y el brasileño Artur Lescher. Nadie sabe si Malba Puertos conquistará el público del lugar, pero sin dudas, los porteños van a llegar primero.
«El salto», de Hernán Marina.
«Lo que hacés es concebir un hábitat humano», cuenta en la conversación Eduardo Costantini, hace una semana. Y enseguida el desarrollador y el coleccionista se superponen con entusiasmo. «Concebimos un todo. No solo la urbanización, en este caso de 20 barrios, donde van a residir unas 60 mil personas; lo dotamos de dos centros urbanos, con áreas de servicio, escuelas, espacios de ocio y paseo». Y allí, el museo, la nueva sede de Malba, una marca en las varias acepciones de la palabra.
Malba Puertos, en Escobar, abre este sábado sus tres salas de exposición, rodeadas de parque y agua. Veinticuatro esculturas de artistas argentinos pautan los alrededores y las dos bahías del río Luján en el ingreso. El museo y los paseos son gratuitos y libres para quienes los visiten y, asegura Costantini, solo hay una barrera provisoria para los primeros meses –»pensada para ser eliminada»– que se levanta apoyando el DNI.