Rosario sonrió ante la copa de Malbec, al llegar a Mendoza. Desvió su mano y tomó un vaso de agua de manantial. Relajarse sin beber alcohol dentro de una bodega podría ser un oxímoron. Pero en el lodge no solo encontró viñedos: también, plantaciones de olivos, higueras, lavandas, romero, granadas, nogales y rosas. A un costado del parque, bicicletas. Al otro, piletas y spa. Detrás, la montaña nevada.
En solo tres días, esta empresaria gastronómica podría cosechar olivos y degustar aceitunas, disfrutar de los frutos de la tierra, andar en bicicleta entre vides, practicar yoga entre los racimos de las plantas, hacer rituales de belleza con uvas y hasta sumergirse en una tina para un baño borgoña, tras un trekking de montaña: una experiencia interesante para una empresaria gastronómica.
¿Por qué viajar a una provincia de vinos si uno no bebe alcohol? Magalí es escribana y abstemia, fue a Mendoza por primera vez este año. “Vine luego de que mi esposo, Emanuel, también abstemio, hubiera viajado cuatros veces antes”, afirma
Las bodegas son tendencia para una escapada entre turistas que no toman vino. O aquellos que optan por la creciente modalidad de viaje sobrio. Más allá de la vinicultura, el contacto con la naturaleza propicia el descanso con lujo silencioso. Pero la experiencia libre de alcohol es todo un desafío para ciertas bodegas que advierten una incipiente tendencia a beber de manera consciente entre los turistas, en particular jóvenes extranjeros.
Cavas Wine Lodge es una de las bodegas de Luján de Cuyo que apostó para afianzar esta tendencia que asoma en el mundo, según The New York Times.
Alexandra llegó desde Estados Unidos acompañada por su joven hija, Stephie. Las dos eligieron la experiencia en bodegas, por razones ajenas a beber vino. “Vinimos a relajarnos”, dice Stephie tras disfrutar de una sesión de vinoterapia: cremas con olor a uvas y de baños con burbujas borgoña. “Aquí los amaneceres y los atardeceres con vistas a la montaña son únicos. Este color púrpura sobre la cordillera nunca lo he visto en otro lugar del mundo”, sostiene Alexandra.
En Norteamérica, el 41% de los ciudadanos está tratando de reducir la ingesta de alcohol, según el New York Times. Alexandra es una de ellas. Llegó tras una cirugía, para reponerse y descansar: tomó clases de cocina, fue al spa, bebió tragos sin alcohol y repuso su salud frente a la cordillera. Todo un lujo silencioso para una mujer en retirada del mundo de las finanzas.
Los turistas americanos son mayoría entre los que llegan a esta provincia, junto a los brasileros. Raphaela y Luiz eligieron la bodega para su luna de miel, no por los vinos. Por los cielos estrellados y la vistas de luna entre las parras.
Sobrios y curiosos
El movimiento “sobrios y curiosos” pisa fuerte entre la generación Z y los milenials. Es un acercamiento al alcohol, bajo el paradigma del bienestar. No son abstemios quienes se inscriben en esta tendencia: sólo exploran no beber. La sobriedad es popular en Estados Unidos, como sinónimo de salud.
“Viajero abstemio” es un nuevo concepto en esta tierra de bodegas. El analista Rob Mac Millan asegura que el 52% de los jóvenes norteamericanos, de entre 21 y 34 años, considera que consumir alcohol, incluso con moderación, no es un buen hábito, según el citado medio.
Esta tendencia obliga a innovar al destino que tradicionalmente atrajo a turistas del norte del continente por la excelente calidad de sus vinos. Y fuerza a los bodegueros a reinventar la experiencia del viaje para invitar al curioso abstemio.
“En años recientes aumentó la cantidad de viajeros abstemios o que eligen no beber en su viaje- asegura Victoria Stiles desde Cavas Wine Lodge-. Para ellos, son atracciones los tratamientos del spa con uvas y aceite de olivas, más sesiones de yoga entre vides, o clases de cocina frente a los racimos que brotan de nuestras plantaciones”.
Además está el turismo aventura: excursiones de rafting, cabalgatas, ski fuera de pista, senderismo e incluso un descanso tras escalar el Aconcagua, el pico más alto de Sudamérica.
Los abstemios son recibidos con cócteles sin alcohol de distintos sabores y aromas como, jengibre, romero y enebro, entre otras hierbas para infusiones.
“Hemos desarrollado alternativas para que los viajeros sobrios sientan las bondades de las uvas. También aquellos que eligen beber de modo consciente”, sostiene Victoria.
Los que no toman vino pueden probar las cualidades de las uvas, sin beberlas. Tal como la rosas. La experiencia incluye crema corporal de torrontes para extremidades, crema de uva para la cara, exfoliante de pepitas de uva, jabón a base de uvas blancas, agua termal a base de rosas y loción de uvas verdes. O gel de rosas en los labios, te verde para el contorno de ojos, máscara de uva moscatel y pétalos de rosas, crema hidratante de semillas de uva y exfoliante con Malbec.
Alexandra y Stephie absorbieron uvas y flores por su piel, mediante los masajes con aroma a fruta antioxidante, que no recuerdan haber disfrutado en otro lado. Rosario tomó un baño de bonarda: el agua borgoña impregnó con aroma a uva su cuerpo en una bañera llena de burbujas, en el descanso abstemio de la bodega de Luján de Cuyo.
Muchos de los extranjeros que visitan Mendoza optan por caminatas al parque Aconcagua, que comienza en la entrada de la Quebrada de Horcones y serpentea a través de las pintorescas lagunas antes de llegar a la impresionante Quebrada del Durazno, o por hacer rafting en el Río Mendoza combinado con tirolesa y rappel.
“Cada vez que viajamos a Mendoza, disfrutamos de una caminata en Los Andes. Aquí siempre planifican un hike diferente, incrementando la complejidad en cada visita. Entrenamos durante las semanas previas y también mientras estamos aquí. Salimos a andar en bicicleta o a correr por los viñedos y cuidamos nuestra alimentación con opciones saludables. La cocina nos deleita con platos repletos de verduras, cereales y jugos naturales. Amamos disfrutar de la naturaleza y de las impresionantes vistas a Los Andes”, afirman María y Jeff, viajeros frecuentes desde Pittsburgh.
Al atardecer, los turistas son esperados con mocktails: infusiones con limón, almíbar macerado, enebro, romero de la huerta, pepino y tónica. O con jugo de naranja, granadina y canela en rama. Para los más atrevidos, hay jugos energizantes con pimienta negra, naranja, jengibre, anís estrellado, cardamomo, canela y clavo de olor. Todas combinaciones pensadas para reponer energía sin beber alcohol.
A unos 60 kilómetros de allí, en el Valle de Uco, un etnólogo explicó el fenómeno de las líneas de belleza provenientes de las vides. “Se hacen muchos baños de vino y cremas porque la uva es rica en polifenoles, un antioxidante natural”, detalla Cristian Moor, presidente de la asociación civil de productores Los Chacayes.
“Los abstemios llegan igual atraídos por la paz del lugar”, afirma Andrés Rosberg de la finca Los Arbolitos.
En el distrito de Tunuyán, una de las experiencias más buscadas por los viajeros abstemios son las clases de cocina, quizá dada la fama de la gastronomía de Mendoza que ya tiene siete restaurants con estrellas Michelin. Los abstemios buscan aprender recetas nuevas, bajo la luz de la luna.
“El mundo del vino está cambiando. En Estados Unidos se está saboreando vino con menos alcohol, o directamente se prueba con viajar sobrio, para cuidar la salud. Acá uno se enamora de la naturaleza”, sostiene Michel Evans que llegó hace 20 años al valle de Uco. Y se quedó para fundar un emprendimiento de vides y bodegas que comparte con personas de 18 países de distintas partes del mundo.
“Cada día la gente bebe menos porque se cuida más”, dijo el hombre que llegó desde Washington en 2005 y armó una suerte de barrio de viñedos habitados por personas de distintas partes del mundo, al que denominó The Vines.
“Las clases de cocina son las experiencias que más piden los turistas abstemios”, aseguró Gonzalo Robredo, desde el lodge The vines. “Pero además acá hacen cabalgatas a la montaña en el amanecer y el atardecer, porque entonces la montaña es roja. La montaña llama: abraza el paisaje en forma envolvente”.
“Es fácil llegar a Mendoza”- concluye Rosario, la empresaria gastronómica que en tres días de paseos en bicicleta entre vides, caminatas entre olivos, clases de cocina y vinoterapia en el spa en Luján de Cuyo, no tuvo tiempo suficiente para ir a conocer el Aconcagua.
Fuente: María José Lucesole, La Nación