La arquitectura victoriana colonial del Raffles Hotel de Singapur data de 1899.
La ubicación, el confort, los amenities o la propuesta gastronómica son algunas de las cuestiones que cotizan cuando se busca un hotel. Sin embargo, ciertas propiedades suman otro rasgo más que interesante: se trata de la historia que guarda la construcción en la que están emplazados. A continuación, algunos exponentes de Sudamérica, Europa y Asia que cuentan con siglos de trayectoria.
1. Hôtel de Crillon (París)
Emblema de la eterna elegancia francesa
Al pie de los Campos Elíseos, el Hôtel de Crillon es una de las joyas de la Plaza de la Concordia, y sus historias en efecto están entrelazadas.
En 1755, el rey Luis XV encargó el diseño de esta plaza para ubicar su escultura, y al mismo tiempo autorizó la venta de las tierras aledañas. El duque D’Aumont compró entonces una parcela en el número 10 y construyó el edificio en el que hoy se emplaza el hotel. El interior fue diseñado como un verdadero epítome del estilo del siglo XVIII, con grandes espejos, trabajos en madera y frisos.
En abril de 1788, el conde de Crillon se convirtió en el dueño. Apresado en tiempos de la Revolución y luego liberado, por varios años abandonó París, y en esa época la residencia se convirtió por primera vez en un hotel. Casi un siglo después, sus herederos le encargaron al arquitecto Charles Lenormand que restaurara el gran salón, el comedor y la fachada.
En 1904, la Sociedad del Louvre compró la propiedad para nuevamente transformarla en un hotel. En ese momento, la compañía vendió gran parte de los muebles y la decoración, incluido un tocador que hoy se expone en el Met de Nueva York. Pero fue recién en 1909 cuando los primeros invitados arribaron al Hôtel de Crillon para disfrutar el joie de vivre francés.
Otros hitos históricos que atestiguó el Crillon fueron la creación de la Liga de las Naciones en 1919 después del armisticio de la Primera Guerra Mundial y ser utilizado como cuartel general de los Aliados en la Segunda Guerra. También eventos sociales, como la presentación de las colecciones de Pierre Cardin y Mary Quant en los años 50 o ser el punto de reunión de personalidades como Peggy Guggenheim, Andy Warhol y Sonia Rykiel. Fue esta última quien en los años 80 renovó el interior con acentos en rojo y amarillo bajo el estilo art deco.
La última y más grande de las renovaciones se dio en marzo de 2013. Fueron cuatro años de trabajo bajo la premisa de realzar aún más la majestuosidad del establecimiento. Dentro del equipo de arquitectos y diseñadores estuvo Karl Lagerfeld, quien fue convocado para asesorar en las suites del cuarto piso que miran hacia la plaza. Además de su clásica impronta, se dio el gusto de sumar una habitación llamada “Choupette”, en honor a su gato. Más de 5.000 ítems originales han sido preservados y utilizados en la decoración total del hotel, al tiempo que se trabajó con curadores para sumar arte contemporáneo y obras de artistas emergentes. Gracias a gestos como este, hoy el Hôtel de Crillon continúa siendo uno de los mayores referentes del espíritu eternamente elegante de París.
6 Rue Boissy d’Anglas, París. www.rosewoodhotels.com/en/hotel-de-crillon, Instagram: @rosewoodhoteldecrillon.
2. San Domenico Palace (Sicilia)
Pleno de estrellas
Los amantes de la serie The White Lotus lo van a reconocer al instante: es el imponente resort en el que se grabó la segunda temporada. Ubicado en Taormina, una ciudad sobre un cerro en la costa este de Sicilia, Italia, en 2020 San Domenico Palace fue adquirido y renovado por la cadena Four Seasons. Pero su historia empezó mucho antes.
Los orígenes pueden trazarse hasta el año 1203, fecha de nacimiento de la orden religiosa dominicana, una de las organizaciones más importantes del catolicismo. Ésta estableció una pequeña iglesia en Taormina en 1374, pero pronto fue reemplazada gracias a uno de sus patronos más ricos, el barón Damiano Rosso d’Altavilla, que al morir donó su residencia para que fuera convertida en un convento. Su casa era la más antigua de la ciudad, ubicada junto a la iglesia de Santa Ágata y con vista directa al mar Jónico.
Cuando cuatro siglos más tarde una ley decretó la suspensión de las órdenes religiosas y la confiscación de sus bienes, representantes del Estado italiano decidieron tomar posesión de este convento. Pero no contaban con la resistencia del monje Vincenzo Bottari Cacciola, quien sacó a relucir un antiguo documento que la orden dominicana había mantenido en secreto: el testamento original de Damiano Rosso. En él indicaba que la propiedad simplemente había sido prestada a los dominicanos, lo cual marcaba que el Estado no podía reclamarla. ¿Como siguió la historia? El monje le llevó el testamento a un descendiente de Rosso, que pudo reclamar la propiedad. Y Vincenzo pudo quedarse en el convento por el resto de su vida.
El nuevo propietario era el príncipe Cerami, y tuvo la visión de transformarlo en un hotel. En 1896 agregó un ala a la construcción y creo así uno de los primeros grandes exponentes hoteleros europeos. Lo hizo en un momento en el que Taormina se estaba convirtiendo en un destino de moda, con turistas que llegaban atraídos por los paisajes increíbles y también por la atmósfera de libertad sexual que predominaba.
Hacia inicios del 1900, la reputación del hotel creció, atrayendo a la nobleza y escritores y artistas famosos como Oscar Wilde y D.H. Lawrence. En la Segunda Guerra Mundial, San Domenico Palace fue usado como cuartel por el ejército alemán, lo que llevó a que fuera bombardeado por los Aliados en 1943. La iglesia del convento fue casi totalmente destruida, y con los años se la reconstruyó utilizando elementos de la arquitectura original. Hoy funciona como salón de baile para eventos.
Las puertas del hotel fueron reabiertas en 1946, y desde los años 50 en adelante vieron pasar a algunas de las estrellas más ilustres del mundo, desde Greta Garbo y Audrey Hepburn a Sophia Loren. En 2017 también alojó una reunión cumbre del G7. Y desde 2021 ha comenzado una nueva era de la mano de la cadena de lujo Four Seasons. El hecho de que sea locación de la aplaudida serie The White Lotus evidencia el interés por mantener su reputación legendaria.
Via S. Domenico 5, Taormina. www.fourseasons.com/taormina. Instagram: @fstaormina.
3. Copacabana Palace (Río de Janeiro)
Como en los años dorados
Prueba de que los hoteles con más historia y encanto no solo están en Europa es el Copacabana Palace Hotel, en Río de Janeiro, hoy regenteado por la cadena Belmond. Fue construido entre 1919 y 1923 a partir de una solicitud del entonces presidente Epitácio Pessoa, quien deseaba tener un hotel en la que en ese momento era la capital del país para hospedar a todos los visitantes que esperaban para la gran Exposición del Centenario de la Independencia de Brasil. Se les pidió a los empresario Octavio Guinle y Francisco Costa un establecimiento que atrajera todas las miradas del mundo. Para esto, se adquirió un terreno en la playa de Copacabana, sobre la Avenida Atlântica. Fue el primer edificio grande en una zona de pequeñas casas y residencias.
La misión se le encomendó al arquitecto francés Joseph Gire, quien buscó inspiración en los hoteles más espléndidos de la Costa Azul, el Negresco, en Niza, y el Carlton, en Cannes. Y fue más lejos aún, ya que importó muchísimos materiales de Europa, desde cemento de Alemania y cristales de Bohemia a muebles de Francia y mármoles de Italia.
Por desgracia, la construcción no llegó a tiempo para la exposición. Por problemas de abastecimiento con los materiales, recién se pudo inaugurar el 13 de agosto de 1923. Pero su tamaño impactó entonces y aún lo hace ahora: ofrece 226 habitaciones y 146 suites en el edificio principal y 78 en el anexo, repartidas en 11.000 m².
Desde el año siguiente de su apertura instauraron el Baile del Copa, una fiesta de máscaras, plumas y samba en la época del famoso carnaval de Río, cita ineludible para cualquier celebridad. Todo fue brillo y espectacularidad por bastante tiempo, hasta que en 1960 la capital del país fue transferida a Brasilia, y el hotel comenzó a perder su convocatoria. De hecho, en 1985 estuvo a punto de ser demolido, pero tuvo la suerte de ser declarado patrimonio histórico. Y cuatro años más tarde, el grupo Belmond lo compró con el fin de devolverle todo el esplendor de sus años dorados.
Desde entonces, la cadena hotelera ha preservado la herencia histórica y cultural al tiempo que ha sabido sacar el jugo de las grandes tradiciones cariocas. La feijoada de los sábados es uno de los puntos más aplaudidos, así como el brunch de los domingos, ambos en Pérgula, el restaurante junto a la piscina. Como broche de oro, el Copacabana Palace es el único hotel en Latinoamérica con dos restaurantes con estrella Michelin, Cipriani y Mee.
Av. Atlântica 1702. www.belmond.com
Instagram: @belmondcopacabanapalace.
4. Raffles (Singapur)
Epítome del lujo asiático
La primera versión de Raffles abrió sus puertas en 1887, al comienzo de la edad de oro de los viajes. Fue entonces cuando cuatro hermanos emprendedores armenio-persas, los Sarkies, inauguraron un modesto hotel de 10 habitaciones frente al mar. Lo nombraron en honor a Sir Stamford Raffles, diplomático británico y fundador de la Singapur moderna. No tardó en convertirse en un imán para la sociedad viajera y glamorosa del mundo que ansiaba conocer Oriente.
Fue tal su éxito que en 1899 se completó una nueva versión mucho más grande y majestuosa. De arquitectura victoriana colonial, entre mármoles, teca y 115 habitaciones de “lujo intoxicante”, fue anfitrión de la realeza, de mandatarios y de íconos de la pantalla y grandes de las artes. Figuras como Rudyard Kipling, Elizabeth Taylor y Jackie Kennedy fueron algunos de los huéspedes que agrandaron la leyenda. La magia residía no solamente en lo espléndido del edificio, sino además en su combinación única de magnificencia tropical, gracia asiática y etiqueta británica: los mayordomos del Raffles son un hito que se mantiene hasta hoy, disponibles para sus huéspedes las 24 horas del día.
Es uno de los pocos hoteles del siglo XIX aún en pie. Sobre todo, con tal nivel de cuidado por su arquitectura y diseño. Fue declarado monumento nacional por el gobierno de Singapur en 1987, y tuvo su primera restauración entre 1989 y 1991. Hace unos años volvió a renovarse entre 2017 y 2019, con el fin de adaptarse a los tiempos modernos sin perder su elegancia y estilo.
Actualmente es parte de la cadena Raffles Hotels & Resorts, a la que le dio denominación. “Hay pocos hoteles del mundo cuyos nombres se hayan convertido en sinónimos de las ciudades en las que están ubicados, ninguno más que el Raffles Hotel en Singapur”, sintetiza Christian Westbeld, director.
1 Beach Road, Singapur. www.raffles.com/es/singapore. Instagram: @raffleshotelsingapore.
5. Peninsula (Hong Kong)
Testigo de la historia y la sofisticación
Conocido como “la gran dama” de Hong Kong, el Peninsula abrió sus puertas el 11 de diciembre de 1928, y desde entonces ha construido una reputación de finas tradiciones de servicio y hospitalidad. Tuvo grandes aspiraciones desde el inicio: fue construido para ser el mejor hotel al este de Suez, el puerto egipcio famoso por su canal, y por eso se buscó una ubicación estratégica justo enfrente del muelle de Kowloon, donde desembarcaban quienes llegaban en transatlántico.
Por aquella época se hizo conocido por sus conciertos de los domingos, las cenas en su terraza y las fiestas que se organizaban cada noche. Enseguida se convirtió en un espacio de reunión para la alta sociedad, y también uno donde ver celebrities, desde Charlie Chaplin a Paulette Goddard, ambas estrellas de la época.
Hasta que el 25 de diciembre de 1941, al final de la batalla de Hong Kong, en la que la isla sería tomada por las fuerzas imperiales japonesas, el gobernador inglés sir Mark Aitchison se entregó y fue detenido en una de sus suites. Y allí permaneció por dos meses, hasta que se lo trasladó a una prisión en Shanghái. Esto le valió al resort ser renombrado como Tōa Hotel, y que sus habitaciones fueron reservadas para oficiales japoneses y funcionarios de alto rango.
Cuando finalizó la guerra en 1945, la colonia volvió a manos inglesas y Aitchison fue repuesto en su cargo de gobernador. Solo entonces el hotel retomó su vida habitual. Pero no le costó demasiado: en los años 50 su vestíbulo era el lugar para ver y ser visto, y su elegante decoración con techos elaborados, figuras de ángeles y dioses, palmeras y muebles de estilo clásico lo convertían en uno de los lugares más glamorosos de la ciudad.
Varias décadas después llegaría su inclusión en el mundo moderno, cuando en 1994 fue restaurado y ampliado con el agregado de una torre de 30 pisos, pero siempre conservando el estilo arquitectónico original. También, su glorificación al lujo y la exclusividad: como prueba, basta saber que tiene un helipuerto para que los huéspedes VIP solo tarden 7 minutos en llegar al aeropuerto. Esta remodelación sumó 132 habitaciones (y así llegó a un total de 300), creó pisos para oficinas y tiendas de las mejores marcas y abrió nuevos restaurantes (entre ellos, Felix, del renombrado Philippe Starck). Actualmente el hotel también se distingue por su flota de 14 Rolls Royce Phantom, estacionados siempre en la puerta y de un color que se conoce como “península verde”.
Hoy es parte del grupo The Peninsula Hotels, al que le dio nombre y origen.
Salisbury Road, Tsimshatsui, Hong Kong. www.peninsula.com
Instagram: @peninsulahongkong.
6. Hotel De L’Europe (Ámsterdam)
Sobre los cimientos de la ciudad
La historia del Hotel de L’Europe empieza en 1482. Por aquel entonces, Ámsterdam era una ciudad mucho más pequeña, y también más vulnerable. Para defenderla, sus ciudadanos construyeron una muralla con un bosque alrededor y llamaron a una de sus torres principales “Het Rondeel”. Hacia 1535, con la ciudad más expandida, esta torre perdió su función inicial, y pasó unos 100 años intacta, pero sin uso. Hasta que en 1638 se abrió una posada construida en parte sobre los cimientos de la fortaleza. Esta sencilla casa de huéspedes adornó más tarde la orilla del río Amstel con un muro de estilo renacentista. Y tras numerosos cierres y renovaciones, Het Rondeel reabrió sus puertas el 28 de septiembre de 1845, propiedad de H. J. Wolters, quien no creía que ese hospedaje fuera adecuado para clientes de negocios o familias, y lo convirtió en el primer hotel de Ámsterdam para este público.
Pero duró poco: en 1894 fue subastado y cayó en manos del banco. Permaneció vacío durante dos años, hasta que la Dutch Hotel Company decidió que había llegado el momento de demolerlo y sustituirlo por otro. El Hotel De L’Europe ya existía, situado en la Prins Hendrikkade, y la compañía se ofreció a comprarlo con el fin de migrar su nombre a aquel otro sobre el río. Y así, el 23 de septiembre de 1898 el edificio reabrió como Hotel De L’Europe.
A lo largo del tiempo, fue pasando por varias renovaciones, ampliaciones y reformas, con el fin de adaptarse siempre a los tiempos y necesidades de los huéspedes. Y nunca dejó de serlo: en 1940 incluso fue elegido por Alfred Hitchcock para filmar su película Corresponsal extranjero. Mientras en los años 50 un huésped asiduo, Alfred “Freddy” Heineken, se enamoró tanto del monumental edificio y el sofisticado ambiente que decidió comprarlo. En la actualidad, el hotel es parte de la empresa de bebidas.
En 1992 vivió otra remodelación. Hoy ofrece 100 habitaciones con todas las comodidades modernas, un bar, una terraza sobre el río Amstel, varios salones, un gimnasio, una tienda y un centro de negocios. Mantiene la herencia arquitectónica original de esa posada sobre la muralla, al tiempo que se permite jugar con la impronta local mediante réplicas de pinturas de los maestros holandeses en las paredes, y se destaca por la atención especial a la tecnología moderna. “Siempre quisimos asegurarnos de honrar la rica historia del edificio y abrazar la herencia de Ámsterdam de una forma elegante y auténtica. Nos apasiona trabajar con la comunidad, por lo que solicitamos la ayuda de diseñadores interiores holandeses con el fin de crear un ambiente atemporal y que se siente familiar, al mismo tiempo que aporta las comodidades modernas que uno esperaría de un hotel 5 estrellas”, detalla Robert-Jan Woltering, actual director. El resultado es un espacio que traza un puente perfecto entre pasado y futuro.
Fuente: La Nación