Bosio, Cerati y Alberti, en 1984. El 27 de agosto de ese año salió el primer disco de la banda, con «Sobredosis de T.V.», «Dietético» y»Por qué no puedo ser del Jet-Set».
Estudio Massa
(Texto publicado en RS167 / febrero de 2012)
El 20 de septiembre de 2007, el dia puntual del décimo aniversario de su concierto de despedida, Soda Stereo anunció su regreso con una conferencia de prensa/minishow en Museum. Como se podía esperar, cada pieza encajaba a la perfección: en el escenario, un muro de televisores refería al mítico show de la banda en el Teatro Astros del 14 de diciembre de 1984 y al primer tema de los dos que tocarían en ese rato: “Sobredosis de TV”. Meses antes, cuando el operativo se había puesto sigilosamente en marcha, ese hit precoz –mezcla de hedonismo mediático y agridulce condena consumista– había sido lo primero que se les ocurrió tocar en la íntima zapada de reencuentro. El lugar de la conferencia además había sido locación del video de “En la ciudad de la furia”, el hit de 1988 que dejó servido en bandeja de plata el eslogan más justo para su gira de reunión: Me Verás Volver.
Más tarde, en ese mismo día y lugar, en una entrevista televisiva posterior al show, Gustavo Cerati decía: “La retrospectiva nos lleva a releer esos discos y tratar de emularlos para que suenen tal como fueron concebidos. Es muy interesante que pase eso, porque es algo que no hacíamos”. Que el Soda del “operativo retorno” haya tenido la necesidad de tocar sus canciones respetando las versiones del disco, habiendo sido una banda que jamás se caracterizó por encorsetar su vivo a lo registrado en estudio, es un ejemplo de lo que la meticulosa “burbuja en el tiempo” no puede capturar. El instante. El vértigo del despegue. Casi tres décadas antes de que la discusión en torno de Soda quedase dominada por datos duros de un fenómeno industrial (cuántos millones recibió cada uno por volver, qué récords de público podían batir, cómo es que funciona este negocio auspiciado por una telefónica), Soda Stereo era un grupo buscando liderar un movimiento que discutió los escrúpulos de una escena rockera muchas veces tradicional y nostálgica. Lo hacía con una ambición aterradora que combinaba disciplina perfeccionista y una visión de progreso artístico y comercial, pero que todavía tenía un universo por definir.
La letra chica de la prehistoria de Soda tiene a Gustavo Adrián Cerati y a Héctor Pedro Juan “Zeta” Bosio por separado, en un zapping esquizofrénico de bandas. Indicador de sus inquietudes y quizá de su incomodidad indefinida con el sonido de la época. Cuando se cruzaron en 1979 como estudiantes de Publicidad en la Universidad del Salvador, Zeta tenía 20 años y estaba en el grupo The Morgan mientras recursaba el primer año de la carrera. Se había ido un año a tocar por el mundo con la Fragata Libertad, el barco-escuela de la Armada argentina que lo ejercitó en varios géneros y donde aprendió trompeta. Gustavo, un año menor, tocaba blues y rock en Existencia Terrenal, y además participaba del grupo “fusión” Vozarrón. En la cursada, también estaba Alfredo Lois, quien de todos los futuros “cuartos Soda”, fue el que contribuyó a la contundente manifestación visual del grupo. “Tardamos un poco en hacernos amigos; yo todavía me juntaba con mis compañeros del año anterior, pero ya notábamos que teníamos mucho en común”, cuenta Zeta Bosio a Rolling Stone. “Ellos eran fans de toda la escena new wave y post-punk, de la que yo ya hacía covers con mi banda.”
The Morgan tuvo relativo éxito. “Hasta hubo una participación en Feliz domingo de la que no debe haber registros”, recuerda. En sus filas estaban Sandra Baylac, Hugo Dop, Christian Hansen, Pablo Rodríguez, Charly Amato, Osvaldo Kaplan y un Andrés Calamaro a poco de irse a Los Abuelos de la Nada. El verano de 1981 lo pasaron en Punta del Este, tocando en bares. Y fue en esa ciudad donde incorporaron a Cerati cuando su proyecto de ese momento, Sauvage, se pinchó tan pronto como llegó a Uruguay. Pero The Morgan también cayó. Y lo mismo sucedió con Stress (con una resonancia arquetípica de los 80), formado también con Amato y un adolescente Pablo Guadalupe. Y también con Proyecto Erekto, un efímero grupo tecno integrado por Bosio-Cerati-Calamaro. “Se me desarmaba todo y yo ya quería formar una banda. Ahí es cuando más me asocio a Gustavo. Nos pusimos el objetivo de armar algo en serio, con temas propios. Queríamos tocar”, resume Zeta.
La historia del ingreso fortuito de Charly Alberti es bastante conocida, y forma parte de la leyenda fundacional: Charly le sacó el número a María Laura Cerati en las piletas del club River Plate y terminó hablando de casualidad con su hermano, que justo buscaba un baterista. A la semana audicionó en su propia casa, en la sala de ensayo de su padre, el percusionista Tito Alberti. Recuerda Zeta: “Eso era una gran ventaja. Yo tenía mi salita, pero en San Fernando. En esa sala empezamos a grabar los primeros demos y ensayos. Pero Charly era más chico que nosotros y teníamos que hacerlo entrar un poco en onda, porque Gustavo y yo veníamos escuchando las mismas bandas, analizándolas, y teníamos claro por dónde había que ir. Y Charly, que era cinco años menor, venía con el pelo largo, muy en la suya. Le dimos a escuchar toda la música que nos gustaba para que fuera incorporándola y desarrollara sus gustos.”
El curso intensivo empezó con los casetes de Bob Marley que una tía de Cerati había traído de Jamaica (“The Clash, The Police… Había que agarrarle el groove al reggae”). Pero el trato se cerró el mismo día de la prueba, según cuenta el libro Enciclopedia del rock nacional de Pipo Lernoud, cuando Cerati le impuso un fashion emergency y le dijo: “El pelo te lo cortás”.
En Soda Stereo, la biografía, Marcelo Fernández Bitar narra el brainstorming de nombres que Zeta y Gustavo tuvieron hasta llegar al definitivo: Taras Bulba, Los Pelitos, Rockefort, Aerosol, Side-Car, Extra, Estéreo, Estereotipos, Los Estereotipos y finalmente Soda Stereo; y también repasa las canciones que no llegaron después al primer disco: “Llamen a un doctor”, “La calle enseña”, “El héroe de la serie”, “Lisa” y una versión de “Juego de seducción” (que terminaría siendo hit en Nada personal).
Pero la búsqueda real que la banda creía necesitar para definir un sonido y, entre otra cosas, atajarse de acusaciones de copiar a The Police, fue la del cuarto integrante. “En un momento, queríamos lo que fuera… «¡Un saxofonista!», le decía a Gustavo. No nos importaba”, rememora Zeta sobre la prueba de Marcelo Pelater. La banda grabó su primer demo junto con el guitarrista y compositor Ulises Butrón, que prefirió no tomar el puesto. Tampoco quedaron el guitarrista Daniel Mazzitelli ni el percusionista Adrián Bilbao.
Richard Coleman tenía 19 años cuando le llegó la propuesta. Así lo cuenta el cantante de Fricción y Los 7 Delfines: “Charly –al que se ve que lo mandaban al frente– me llamó, se presentó y me dijo: «Tengo la banda con el mejor guitarrista, el mejor bajista y el mejor baterista. ¿Querés venir a probarte?». Me pareció un pedante y le dije que no: «¿Para qué me querés si tenés la mejor banda y el mejor guitarrista?»”. El contacto había llegado a través de Eduardo Rogatti (estable de Baglietto y Gieco), su profesor de guitarra, que también había probado tocar en Soda y la encontró muy moderna para su gusto.
Después de otro llamado, Richard accedió al encuentro. “Cuando voy, les llevo unos temas míos y a Gustavo le parecieron interesantes. Yo no tenía mucho que hacer en ese momento. Tenía gustos en común con Soda, y a ellos les habían gustado mis temas. Quedamos en que los míos los cantaba yo y Gustavo cantaba los de él”, cuenta Coleman. “Pero la sensación que tenía era que ellos estaban acompañando mis temas y yo acompañaba los suyos. Fue algo así como de noviembre a marzo mi tiempo en la banda, hasta que antes de un ensayo les dije lo que sentía: que tenían que ser ellos tres.”
El primer show oficial de Soda Stereo fue en una fiesta con desfile en la discoteca Airport, que no salió del todo bien. No tardó en llegar otra chance: “Estábamos comiendo unos fideos a la semana siguiente y nos llaman para reemplazar a Nylon”, cuenta Zeta. La banda comenzó así un ciclo en Stud Free Pub. A los pocos shows, Horacio Martínez, cazatalentos de la discográfica CBS, les propuso firmar un contrato. Era el 17 de agosto de 1983. El acuerdo incluía un pedido: que tocaran lo suficiente para hacer un “trabajo de campo” antes de la grabación del álbum.
Soda se dispuso a recorrer el under porteño como trío, en los caminos allanados por Sumo, Metrópoli, La Sobrecarga, Geniol con Coca y Los Twist: Stud, La Esquina del Sol, Bar Einstein y Bar Zero. Se respiraban aires distintos en el país: la democracia estaba a punto de volver y las estéticas rupturistas que venían hirviendo bajo la superficie empezaban a dispararse por todas partes. En cuestión de meses, Soda Stereo se convirtió en la banda más convocante de esa escena. Zeta dice: “Los shows explotaban de gente. Luca venía con una bolsa con casetes de Corpiños en la madrugada para vender. Nos decía: «Ustedes tienen que cobrar más caro, están cobrando muy barato y viene mucha gente». Lo admirábamos; más de una vez se subió a cantar en nuestros shows algún tema”.
Mientras “Jet-set”, “Afrodisíacos” y “Sobredosis de TV” comenzaban a entrar en el repertorio, en diciembre del 83, a días de la asunción presidencial de Raúl Alfonsín, grabaron el clip de “Dietético” con audio de demo, dirigido por Alfredo Lois, que tenía el cargo de director de imagen de la banda. Era el hombre que tomaba también las decisiones sobre el vestuario y la puesta en escena. Muchas tomas se hicieron en casas de amigos, como Leo Satragno, amigo de Charly e hijo de Pinky, quien también aportó su doberman. Es uno de los primeros clips con ínfulas modernas en el rock nacional, y parece editado con la urgencia celebratoria del retorno de la democracia.
Pero el contrato discográfico estaba congelado. La banda se había negado a un pedido de la compañía de arrancar con un álbum de covers de El Club del Clan mexicano, Los Teen Tops: “Nos plantamos y les dijimos la verdad, que teníamos temas mejores. Que teníamos con qué grabar”, cuentan. La solución llegó al poco tiempo. Uno de sus shows en Bar Zero (República de la India y Las Heras) tuvo a Federico, Marcelo y Julio Moura en el público, acompañados por su representante, Carlos Rodríguez Ares. De tanto ir a todos los shows de Virus demo en mano, Charly Alberti había establecido un contacto con la banda con la que Soda se sentía más afín. Marcelo Moura recuerda: “Sonaban genial. Por ahí veíamos eso de la formación demasiado The Police, pero los tres le dijimos inmediatamente a Carlos que los contratara, que era un grupazo y que iba a ser un éxito”.
“El show fue demoledor. Los temas estaban buenísimos. Veía lo que decían de The Police, pero ya me parecía que la banda tenía muchísima personalidad. Eran un grupo punk”, opina Rodríguez Ares. “Después hablé con la CBS y, como venía del éxito con Virus, me dieron mucha bola y se destrabó.”
El plan de Rodríguez Ares fue, entonces, instalarlos como teloneros residentes del cabaret Marabú, ubicado en Maipú 359. “Contraté el boliche por los fines de semana de Carnaval. Hicimos Virus y Soda; y explotó. Después traje otras bandas que tenía Daniel [Grinbank]: todo para mostrar a Soda a otros públicos. Algunos grupos no dejaron que Soda tocara primero. No te voy a decir cuáles”, cuenta el manager. Terminaron siendo catorce bandas: Soda tocó como telonera de ocho. Se presentó antes de Los Twist, Virus, Los Helicópteros, y después de Los Abuelos de la Nada y Zas.
“Después del primer Marabú, con Gustavo dejamos la carrera; nos quedaban dos o tres materias”, recuerda Zeta. En esas primeras actuaciones interpretaban temas como “Héroes de la serie”, “La vi parada allí” y “Vamos a la playa” –nunca grabadas–, además de algunas otros que luego aparecerían en el segundo demo.
En la primera entrevista en Clarín, titulada “¿Cómo es eso de la música con burbujas?”, casi no dieron respuestas en serio. Revelaron sus nombres de pila, pero no los apellidos, y terminaron la nota negándose a decir dónde iban a tocar. No sin antes dejar una declaración de principios: “Tratamos de rescatar el espíritu originario del rock & roll, en el que el baile era fundamental”. Para Rodríguez Ares, la prensa estaba pasos atrás del fenómeno: “La primera nota en la revista Pelo decía: «Esperamos que esto no sea un gas». Después terminaron poniéndolos en tapa, pero hubo resistencia. Se decía que era una porquería pasatista”.
Ya estaba todo listo para producir el disco debut. El contrato inicial firmado con Horacio Martínez decía que la banda debía grabar en los viejos estudios de la CBS. Eso implicaba grabar en horarios diferentes, con poco tiempo y técnicos rotativos. Como Virus venía de trabajar de ese modo y en esos estudios, Federico Moura apareció como el hombre indicado para producir el álbum, con ayuda de Marcelo y Julio. “Vimos que los temas estaban muy hechos, bien armados; tal vez el aporte pasaba por ayudarlos en la experiencia de grabar y también meter unos teclados para sacar un poco esa cosa The Police que tenían. Creo que lograron su identidad muy rápido”, dice Marcelo Moura.
Soda Stereo no tiene temas de la etapa inicial, salvo “Jet-set”, que para el disco bajó en agresión sonora y lírica. A falta de una balada, se incorpora “Trátame suavemente”, tema que Melero no usó con Los Encargados, con la voz de Gustavo. Lo que acompañaba el disco era igual de desprejuiciadamente pop: desde el logo y la tapa, diseñados por Lois, hasta el evento del lanzamiento del disco en un local de la cadena de fast food argento Pumper Nic. En la elección de esa locación hoy puede leerse, casi, una metáfora de la primera matriz de Soda Stereo: un producto masivo basado en la experiencia global. Un sabor universal pero inequívocamente criollo, saturado de color, azúcares e imaginería pop.
La banda cerraba el 84 como un grupo revelacion, convocante y activo, ahora más frecuentemente visto en las discotecas que en los antros rockeros. La presentación del disco en el Teatro Astros del 14 de diciembre fue una grandilocuente idea de Alfredo Lois, ajustada al presupuesto de la banda en ese entonces. Las personas del círculo cercano de Soda aportaron sus televisores para la muralla catódica que impactó al teatro lleno y a la prensa.
El show estaba siendo presenciado por el productor y empresario Alberto Ohanian, que los volvió a ver en el festival Rock in Bali de Mar del Plata, donde también tocaron G.I.T., Autobús y Fito Páez. “Me gustaron muchísimo. Me impactaron muchísimo la actitud y el look de los tres. A Gustavo le vi un rasgo muy parecido a Luis Alberto Spinetta. Me los presentaron y ahí les propuse que trabajaran conmigo”, cuenta Ohanian, que tenía entre sus producidos de ese momento a David Lebón.
La banda accedió al cambio de agencia e inmediatamente se programó su primera gira nacional con catorce shows y en micro propio. “Mi plan era que siguieran tocando la mayor cantidad de shows posible. En ese momento, estaban catalogados como artistas de plástico. Algo que no compartía en absoluto. Había mucho talento para desarrollar, pero había que darlos a conocer por medio de shows y en programas televisivos”, dice el productor.
Ohanian consiguió a presión la primera entrevista de Soda en televisión. Fue en Badía y compañía: “Yo tenía comunicación muy cercana con Badía. Me acuerdo de que no quería mucho a Soda… quería otro tipo de niños… Spinetta, Lebón, y a éstos no los quería. No los consideraba. Un poco lo amenacé con enojarme. Entonces me dijo: «Ok, tengo un muchacho que habla de deportes, que el reportaje se lo haga él». El chico nuevo era Marcelo Tinelli”.
El mote de “plásticos” que adjudicaban a los Soda inspiró nuevamente a Lois, que propuso envolver el Teatro Astros para el nuevo show. Finalmente, sólo se trabajó en el escenario: una playa con dunas de telgopor y olas de papel celofán. Soda ya llevaba vendidas 15.000 copias de su debut. Se había sumado Fabián Von Quintiero como invitado estable, y Cerati se reencontraba con Coleman en Fricción.
A esta altura, el look de la banda ya vislumbraba cambios. The Cure y Depeche Mode aparecían como nuevas referencias estilísticas. Los peinados eran más raros y el maquillaje más sombrío. Algo indicaba que era hora de pensar en el siguiente paso. Ohanian alquiló una quinta en Parque Leloir y, para no usar los obsoletos estudios de la CBS, pagó la diferencia junto con la banda para grabar en los Estudios Moebio. “Me dio resultados con creces. Todas las filiales de la CBS me decían lo mismo: no va a andar. Pero Soda tenía música muy buena, presencia muy buena, y eran trabajadores: cumplieron todos los planes que se trazaron al pie de la letra.”
Nada personal sale a la calle en noviembre de 1985. El verano llegó con un show en La Falda, Córdoba, con la presencia en el escenario de Calamaro y Charly García en “Jet-set”. Hubo otros shows en Pinamar, Mar del Plata y Villa Gesell. La presentación en Obras se hizo esperar hasta abril, cuando llenaron su primer templo del rock. La filmación de ese show fue la carta de presentación de Ohanian para todas las filiales de la CBS en América Latina que le habían dicho que no. La puerta quedaba abierta para que Soda fuera mundial.
El resto de la historia se completa con más y más hitos, artísticos, comerciales y personales, públicos y privados. A partir de entonces, la historia de Soda Stereo se convertiría en un vuelo delirante de giras, popularidad continental, canciones para las masas y una redefinición total de los parámetros de calidad del rock latino. La explosión de Soda le enseñó a toda una generación de músicos que había una forma personal –regional y a la vez global, genuina y exportable– de ser rock al sur del Río Bravo. Pero antes de todo eso, antes de los hits y las multitudes, había tres chicos que tenían algunas ideas difusas y una convicción poco frecuente. En esa fuerza natural está el origen del éxito.
Dice Zeta hoy: “¿Alguna vez volvió a sentirse como cuando empezamos? No sé. Creo que hemos sido una banda camaleónica, pero tenemos una intimidad que siempre formó parte de nuestra relación, algo que no hemos compartido con el resto. Para el regreso, en dos tardes, en dos charlas de cuatro horas, volvimos al punto y rearmamos el grupo. Ahí tomamos las decisiones como antes. Hasta en los peores momentos mantuvimos una hermandad y una unidad que no vamos a perder jamás. Porque alrededor han pasado muchísimos… pero al final, Soda siempre fuimos nosotros tres, ¿no?”.
Fuente: Rolling Stone