El frente de lo que fue el boliche bailable City Hall
En su casi medio siglo de historia, la discoteca clásica de Villa Pueyrredón tuvo muchos nombres, pero para la mayoría de los vecinos será siempre recordada como San Jorge o City Hall. Solo quedó su frente negro, la última fachada que tuvo el boliche. Está tapiado y el interior fue reducido a escombros, luego de que lo demolieran para la construcción de un edificio.
La sede icónica de City Hall, en la avenida Mosconi 2883, cerró en la pandemia y con el tiempo se mudó a un nuevo local en Palermo. Su desaparición cambió la dinámica de la manzana en Villa Pueyrredón donde se ubicaba desde la década del 70. Mirando por una de las aberturas, tapado por andamios, materiales y grúas, apenas se ve el único remanente, un mural con la desgastada figura de “San Jorge” pintado en la medianera del supermercado contiguo. La reciente demolición de la discoteca puso punto final a su historia en el barrio y reavivó la nostalgia de los vecinos y los recuerdos compartidos entre las generaciones.
“Venía a bailar de joven. Hace un mes que empezaron a demolerlo, pero ya estaba cerrado desde la pandemia. Tiraron todo, hasta las paredes que eran bastante sólidas, para construir un edificio desde cero”, dice Esther Lidia Sánchez, canillita, mientras atiende en el puesto de diarios sobre la cuadra donde estaba el boliche.
Es salteña y llegó a Buenos Aires en 1975 para residir en lo de una amiga. Recuerda que la discoteca ya funcionaba en aquel entonces. “San Jorge fue un boliche histórico de Villa Pueyrredón, estuvo muchos años. Antes las mujeres no veníamos a bailar solas, nos acompañaban nuestras madres. En mi caso nos traía la mamá de la amiga con la que convivía. Era una señora mayor y se quedaba sentada en un costado con los abrigos. En esa época era muy común ir acompañado por los padres”, rememora Sánchez.
También recuerda la razón por la que decidió no ir más a San Jorge. “Nos quedaba muy cerca de la casa y la mamá se nos prendía como garrapata”, se ríe. Y agrega: “Entonces cambiamos de barrio y empezamos a ir a bailar a Zodíaco, en Juan B Justo, o nos tomábamos el colectivo 176 hasta San Miguel en la provincia”.
San Jorge empezó como un boliche de rock en los 70. En la siguiente década, con la irrupción de la música disco, lo remodelaron y pasó a llamarse City Hall. “Era un emblema del barrio. Fue toda una novedad en los 80 porque le pusieron luces al estilo de Fiebre de Sábado por la Noche. El piso era igual al de la película de Travolta”, cuenta Luis Mejía, de 61, kiosquero y vecino de Villa Pueyrredón.
En aquella década la discoteca organizaba bailes para sortear viajes de egresados a Bariloche. Mejía recuerda con aprecio a uno de los dueños del boliche, “el gallego Manolo”, un cliente regular del kiosco. “Venía a comprar siempre y nos invitaba a bailar a City Hall. El boliche traía mucho movimiento, en especial la matiné de las tardes, que abrió en el 2000, porque era para menores y compraban gaseosas acá. Iban todos los chicos del barrio. Cada noche que abrían para los adultos la calle se llenaba con 2000 personas. Cambió la dinámica cuando cerró, ahora dejamos de abrir a la noche”.
City Hall tuvo diferentes matinés que se llamaron Vravia, Abadía y la última, Apple. Romina Acevedo, de 43, atiende junto con su padre en la ferretería frente a donde se ubicaba la discoteca. “Íbamos en cantidad con amigos. La onda del boliche era muy buena, muy tranquila, nunca un lío. La música era espectacular y te encontrabas con gente de todas las edades. De los 20 a los 70″, relata Acevedo, mientras vende unas piezas de plomería a un cliente que entró al negocio.
Acevedo cuenta que para las mujeres ir a bailar era gratis y que los hombres pagaban una entrada muy económica. “Tengo un montón de anécdotas en el lugar, pero me quedo con la de ir a bailar con mi papá y pasarla muy bien juntos. La gente volvía porque no hay muchos boliches para gente grande. Conocía a los dueños y nos daban consumiciones. El personaje clásico era el gallego Manolo que estaba siempre en la puerta. Un español de personalidad seca, pero cuando le hablabas era muy divertido”, dice Romina.
De la tranquilidad, a las noches intensas
El auge y la buena convivencia del boliche con los vecinos menguó en los últimos años antes del cierre. “Empezó a complicarse la noche, se puso intensa”, relata Valeria De Franceschi, de 44, vecina.
Y agrega: “Todos los sábados había peleas en la calle. En la madrugada los chicos salían muy alcoholizados, corrían por encima de los autos y volaban los botellazos. Las peleas eran cada vez más fuertes y los vecinos se cansaron. Juntaron firmas para que se cierre”.
Contactados por LA NACION, sus propietarios no dieron declaraciones.
La vecina sin embargo rescata aquellos años donde la discoteca fue un ícono de Villa Pueyrredón. “Antes era un boliche muy tranquilo. El gallego Manolo era muy buena persona y le daba trabajo a mucha gente. Las chicas que estaban en el guardarropas, los de seguridad, los barman, y demás eran todas personas que contrataba del barrio. Después abrieron para gente mayor y fue también una linda época. Para los vecinos fue volver a bailar al lugar de su adolescencia después de muchos años. Fue algo maravilloso”.
La noticia de la demolición de la discoteca sorprendió a muchos vecinos que volcaron sus recuerdos y anécdotas en las redes sociales, como Paula Ruan Barés, quien tuvo su primer trabajo allí o Maricel Vaisman que dijo no querer pasar más por la cuadra porque su ausencia en el barrio le genera tristeza.
Alicia Dos Santos publicó: “Me da pena. Hace más de 50 años iba a bailar a los carnavales de San Jorge. Tenía 15 años y me llevaba una mamá que se quedaba sentada en una mesa con todos los abrigos. Después fueron mis hijos cuando pasó a llamarse City Hall”.
Por su parte, Carla Palermo le contestó: “Solo conocí City Hall. Soy joven para San Jorge y ‘mayor’ para los demás nombres que después tuvo”.
“Fue mi primer boliche bailable a los 18. Linda época de vida, la gente sana. Guardo un montón de recuerdos gratos”, dijo Ignacio Bobbio. En sintonía se expresó Carlos Sacco: “Hermosos momentos vividos. Siempre en el recuerdo, gracias City Hall”.
A modo de despedida, Andrea Marcela publicó: “Fui por primera vez a los 15 años. Antes iban mis padres, de jóvenes. En los 80 fue lo mejor del barrio. Adiós a unos de los grandes de la época en Villa Pueyrredón”.
Fuente: Jesús Allende, La Nacion