Carlos Saúl Menem y Jorge Cayetano Asís, en Casa Rosada, mediados de los años 90: el libro «Turco» es una investigación que narra la aventura vital del ex embajador argentino en París y Lisboa (Fuente: Presidencia de la Nación)
Carlos Saúl Menem todavía vibra por dentro. Sabe que en veinticuatro horas se consagrará presidente de la República Argentina. Viene de correr una carrera electoral impresionante. Montado al menemóvil, se mostró a la sociedad como un personaje disruptivo y popular, una representación del interior del país, la fuerza imparable de las provincias corporizada en un caudillo patilludo, de sangre árabe y caliente y estirpe riojana. Con el correr de la campaña se ganó el mote, un poco en serio y otro poco irónicamente, de El Tigre de los llanos del siglo XX. Los analistas más benévolos veían en él una especie de reencarnación espiritual de Facundo Quiroga. Pero abajo del menemóvil, el riojano viene tejiendo las redes de lo que será la edificación de su gestión sobre las ruinas del alfonsinismo, una administración que bailará al compás de la música global, una canción que acompañará a una nueva liturgia: la consagración neoliberal. (…)
A poco de cumplir cincuenta y nueve años, Menem lee las últimas encuestas que le acercan veinticuatro horas antes del voto y parte desde Buenos Aires en un pequeño avión privado con destino a La Rioja, donde le toca sufragar el domingo. Si bien algunos medios informan que su plan contempla el regreso a Buenos Aires para esperar los resultados en la Capital, el candidato justicialista ya tiene decidido quedarse en sus pagos. Se lo recomendó un día antes el cardenal Raúl Francisco Primatesta —«Festeje con su gente»— y él, que había incrementado su misticismo cristiano hasta niveles insospechados durante su tiempo de preso político a bordo del buque 33 Orientales, cumple.
Aterriza en su tierra natal pasado el mediodía. En el Learjet lo acompañan su hermano Eduardo, su secretario Ramón Hernández junto con su hijo Norberto, y el Tata Yofre, quien ya está completamente instalado en la mesa chica del Turco Mayor. Es valorado por sus virtudes en el manejo de información sensible, por sus terminales familiares en la casta militar y en el radicalismo y por los ladrillos aportados en la edificación de la narrativa menemista. Pero sobre todo porque el futuro presidente cree en él a otros niveles: está seguro de que le trae buena suerte.
Después de jugar al fútbol, al tenis y someterse a una sesión de masajes en las piernas durante la noche anterior, el riojano está sentado a la mesa vestido de jogging, a punto de comer arroz con camarones, cuando se le acerca el Tata con el Movicom en la mano.
«Turco. Vida, obra y secretos de Jorge Cayetano Asís», de Pablo Perantuono y Fernando Soriano, es una de las novedades de editorial Planeta más relevantes del año
Del otro lado espera, con cierta impaciencia, el escritor de Domínico. Llama para no perder la formalidad de desearle buenos augurios pero también para tantear el terreno. La charla es breve, concreta, y sirve para que el Turco consiga oír el mensaje que buscaba.
«¿Qué tal, Jorge, cómo andás? Quería agradecerte todo lo que has hecho por mí, desinteresadamente, durante la campaña. Te voy a necesitar para que me ayudes porque sin el apoyo de todos no vamos a salir adelante», escucha que le dice Menem. Al colgar, Asís esboza una mueca de sonrisa que nadie ve. Al otro día, vota temprano y se sube a un avión. Las puertas de la victoria están definitivamente abiertas para él.
Entre todo eso que Asís «hizo» por Menem, y que Menem le agradeció, ocurrió un viaje por Estados Unidos en abril del ‘89, enviado por el hermano Eduardo —a cargo de las conexiones diplomáticas en la previa de la elección— para participar de reuniones en Washington. La única publicación que consignó el episodio fue El Informador Público con una nota firmada al pie por Guillermo Cherashny, amigo de Asís del Florida Garden, con el título «Washington considera segura la victoria de Menem». Allí se revelaba que, presuntamente, Asís había traído de la capital norteamericana información positiva sobre la mirada del Norte ante la chance de que Menem obtuviera un triunfo en mayo. Y que mantuvo encuentros con políticos, militares y diplomáticos en los que el Turco echó tierra sobre el gobierno de Alfonsín. De acuerdo con El Informador, el enviado argentino remarcó ante los interesados estadounidenses el crecimiento de la pobreza en el país durante los últimos años, denunció que la UCR impuso una «tiranía» en los medios e incluso calificó al por entonces ministro de Obras Públicas, Rodolfo Terragno, que meses antes había estado en Estados Unidos con intenciones de destrabar la crisis energética que azotaba al país con apagones interminables, como un «visitador tecnológico que dejó la Argentina a oscuras».
Téngase en cuenta que [Zalim] aceptó un viaje por Estados Unidos, pero no para investigar, como los colegas Sarmiento o Tocqueville. En realidad para explicar el incipiente menemismo en Washington, en el «Argentine Desk» del Departamento de Estado, en la Heritage Foundation, en la Universidad de Chicago y Los Ángeles, en Nueva York. [Jorge Asís]
También, unos días antes de las elecciones, Asís había hablado maravillas de Menem en la revista del Consejo Nacional del PJ, que apareció ilustrada con una foto suya junto a Eduardo Menem, vasos en manos, durante la recepción de marzo de ese año en la Embajada de Marruecos. Oscilante en sus declaraciones, casi como si se adaptara al presunto perfil del lector del medio que lo entrevistaba, en la revista peronista el Turco presentó a Menem como la propuesta más conveniente para el campo nacional y popular:
Resulta triunfante entre dos utopías de distinto signo. La utopía que siguió a los años setenta, marxista, de la izquierda, todo el poder para los obreros, cosa que no existe en ningún lugar del mundo, y la otra utopía que emerge triunfal en los años ochenta, a partir del gobierno militar, que es esta utopía liberal privatista, esta venta de espejitos a los indios, del capitalismo próspero, idílico, este estímulo a una pequeña legión de «yupies» [sic] ganadores, en medio de un terreno de desposeídos y fracasados y de perdedores totales. Ante esta utopía, que me parece la más gravitante en este momento y en la que el peronista y militante del campo nacional tiene que poner una argumentación ideológica política, es donde hay que avanzar en el plano de las ideas.
Fernando Soriano y Pablo Perantuono, autores de «Turco. Vida, obra y secretos de Jorge Cayetano Asís» (Prensa editorial Planeta)
Luego, con una referencia personal, levantó la bandera del Movimiento:
Con el peronismo recuperó el trabajador su dignidad más elemental. Soy hijo de gorilas. Mi padre era radical. […] Lo que se teme son las virtudes del peronismo, que representa mejor que nadie Menem.
Pero dejó en claro su supuesta falta de interés en ocupar algún cargo:
No pido puestos, porque veo que hay apoyos que tienen que ver con el trueque. Les voy a salir muy barato a todos. (…)
Los hermanos Menem estaban más que agradecidos con el aporte desde el «campo intelectual» que había brindado Asís en esos meses previos a la elección, especialmente durante abril, mes no solo del lanzamiento de su libro diecisiete, sino también de la Feria del Libro de Buenos Aires. Al Turco le prestaron atención los medios de siempre: Somos, Página/12, La Prensa y Ámbito Financiero. En todos los casos los críticos celebraron la «vuelta» del novelista a la picaresca y el humor. María Adela Renard, en La Prensa, le reconoció su estilo «irónico, despiadado y aquí intencionalmente humorístico», pero le reprochó su machismo por «las injustificables descripciones de hechos o actitudes que degradan el sexo y que por añadidura expresan ausencia absoluta de sentimientos». Zuleta, para Ámbito, sintetizó la nueva novela como «un relato divertido y experimental» y consignó la presentación de Asís en la Feria del Libro —a sala llena— en una crónica que terminó con una referencia al candidato Menem: «Aclaró que no ocupará ningún cargo cultural ni de otro tipo en un eventual gobierno de Carlos Menem». (…)
Menem se convierte en presidente electo con el 47% de los votos. Supera por diez puntos a su rival principal. Con el triunfo, entonces, el peronismo vuelve al gobierno después de más de una década. Atrás quedan la noche infernal de la dictadura, el cajón crepitado de Herminio Iglesias y el fallido gobierno de Alfonsín. (…)
En las oficinas que Menem tiene en la ciudad de Buenos Aires empieza contrarreloj la repartija de cargos de segunda o tercera línea, entre las que están las embajadas. Menem pretende darle un giro al estilo de gobierno también en este aspecto y aplicarle otro sentido a la representación de la Argentina en el resto del mundo, con personalidades de la política, pero también del deporte o la cultura, en lugar de asignar, como se estila hasta el momento, a diplomáticos de carrera. El presidente electo anota en un cuaderno el destino y el nombre del candidato o candidata, mientras lo coteja con sus asistentes, y cuando todos dan el okey, pide que alguien llame al elegido para comunicarle la decisión. Algunos, de hecho, aguardan afuera de la oficina. En la mesa chica de Menem se ríen de la escena. Repiten una figura que usa mucho el Turco Asís, quien identifica a esas personas como «los de las medialunas enarboladas», que, traducido, refiere a aquellos que esperan que les caiga un cargo mientras hunden la factura en la taza del café con leche. Era, ni más ni menos, lo que él y todos sus amigos hacían en la mesa del fondo del Florida Garden.
Jorge Asís, en París, años después de haber sido embajador argentino ante la UNESCO, entre 1989 y 1994
También es el caso de la abogada Alicia Martínez Ríos, socia de Menem en su estudio jurídico, terminal financiera (sobre todo con el peronismo revolucionario), tan cercana a él que lo había defendido en sus causas penales mientras estuvo en prisión durante la dictadura. Tan próxima al Turco Mayor que los muchachos de la mesa chica sospechan que los une algo más que eso. Ella, como Asís, quiere París y todos en Callao lo saben. Menem le pide a Yofre que la haga pasar a su oficina. Le va a dar la representación de la Unesco en París, confirmado. El Tata sale, la convoca y le abre la puerta del despacho. Pero él se queda afuera, a la espera. Usa el tiempo que dura el encuentro del primer mandatario con la futura embajadora para pensar qué hacer. Sabe que es un destino que también anhela su amigo Jorge. Lo habían hablado varias veces. Al cabo de unos minutos, Martínez Ríos aparece de vuelta en la sala. Su rostro no disimula satisfacción. Yofre se le acerca y le pregunta, con candidez impostada, qué le dieron. La abogada, alegre pero contenida, le cuenta que se va para Francia. Entonces Yofre hace una movida magistral.
El día que Menem nombra embajadores, el Turco no está ahí. Veo salir a Alicia Martínez Ríos y le pregunto a dónde iba y me dice que a la Unesco. Y le repregunto: «¿Sabés francés?». Me dice que no. Entonces le aviso: «Tenés que saber hablar francés». [Juan Bautista «Tata» Yofre]
Preocupada y entrampada, Martínez Ríos vuelve a la oficina de Menem con dudas. Al rato sale y comunica a los otros enarbolados que al final le dieron un destino hispanoparlante: la frondosa y canicular Costa Rica.
Al rato suena el teléfono en la casa de la familia Zain en Palermo Viejo. Atiende el Turco. Del otro lado de la línea, retumba la voz de Joaquín Alonso. Es su viejo amigo del Florida Garden y de La Biela, el que había pasado de militante de Cafiero a insertarse en el mundo Menem gracias, justamente, a que el Turco le presentó una tarde en el bar al empresario de la industria láctea y amigo cercano de Carlos Saúl, Miguel Ángel Vicco. «¿Búfalo, lo conocés al Lechero? Te lo presento», le dijo el Turco, y con un grito y una seña hizo que el hombre se arrimara a la barra. Alonso y Vicco se hicieron amigos inmediatamente, en gran parte porque a los dos les servía: el menemismo necesitaba peronistas de Capital y Alonso, apasionado por la política y la rosca, necesitaba trabajo. De esa forma, Alonso entró rápidamente a la minicarpa de Menem, como llamaban al grupo de no más de cinco personas que podía entrar a la oficina del presidente sin pedir permiso ni golpear la puerta: Emir Yoma, Eduardo Menem, Vicco, Alonso, Rachid, Eduardo Bauzá y alguno más, entre los que está Yofre. Y es el Tata quien le da la orden a Joaquín para que lo convoque a Asís: «Llamá al Turco. Decile que traiga medialunas». No hizo falta explicar más nada. Asís responde y cuando corta el teléfono, promete a Mirta revelarle lo que ocurre después. Sale de su casa. Pasa por una panadería. Compra una docena de croissant. Y sigue camino para Callao. El Turco entra y, sonriente, apoya las medialunas en la mesa de la minicarpa. Así, sella su destino: cobra por ventanilla su militancia, su exposición, las defensas públicas, recibe toda la paga junta con un decreto presidencial. «Vas a ir a la Unesco, era lo que me dijo Eduardo que querías», le anuncia Menem.
Jorge Asís tiene 78 años: su primer trabajo fue como vendedor ambultante en los barrios populares de Avellaneda y la zona sur; luego se hizo escritor bestseller, trabajó en el diario Clarín, pasó 20 años «castigado» por contar las miserias del diario y lo rescató Menem en 1989
A París quería ir una mina, muy buena piba, no recuerdo su nombre, pero no hablaba francés. Yo tampoco hablaba francés. Pero a mí me dejás tres días y hablo igual. Voy a Italia, no hablo italiano, y hablo. Y terminé hablando bien francés. [Jorge Asís]
Jorge sabía que Menem le iba a ofrecer algo, y Menem escuchaba lo que le pedían, aunque tenía más o menos armado el esquema de su gobierno, además escuchaba lo que la gente que lo había acompañado quería. Y Jorge lo había comentado. Y ahí fue cómo me encendió la mecha para ir Francia, era una salida espectacular. [Mirta Hortas]
¿Es la designación de Asís exclusivamente la forma en la que Menem le agradece su apoyo, o también es una forma de enviar un mensaje en varias direcciones, sobre todo hacia cierto establishment mediático?
Unesco es una embajada muy deseada. A mucha gente le gusta ser embajador en París. Parecía una jugada divertida porque en ese momento la relación de Menem con Clarín ya estaba mal. Y conjeturo que la picardía de Menem venía por ese lado, dado que Asís era un tipo muy molesto para Clarín. [Rosendo Fraga]
Con tres hijos a las puertas de la adolescencia y un bebé de menos de dos años, los Zain se alistan para abandonar la vida de clase media porteña. Quedan definitivamente atrás los años de ninguneo para Asís y la época en que los padres de Mirta tenían que aportar dinero para que la familia de su hija llegara a fin de mes. El Turco recupera el centro del ring en su vida con otro de sus movimientos impredecibles. Aquel joven que cruzó el Riachuelo porque el techo del conurbano bonaerense le aplastaba la cabeza, aquel novelista bestseller que se jugó el prestigio y el cariño de sus amigos por alcanzar la fama con un libro escandaloso, ahora da otro salto. Pero este es uno a gran escala, transatlántico y distinguido. Un salto de época. Para Mirta, que había abandonado la pretensión de hacer una carrera literaria con el fin de consolidar el nido familiar, también es un impacto inconmensurable: nunca había ido más allá de Uruguay y ahora se preparaba para zambullirse en el confort de una vida patricia. (…)
Menem arrastraba de lo lindo, porque era lo peor que había: torturadores y torturados, montoneros y de derecha, estábamos con Brito Lima y el pibe De Unamuno representando a los montos, todos juntos, era increíble y yo me divertía tanto. Una vez que se ganó en primera vuelta, me digo: «¿Qué está pasando en este país que nosotros que somos lo peor que hay, somos los que tenemos que resolver los problemas de estos hijos de puta?». Y el tipo les pagó a todos. Cuando me dicen que están en condiciones de ofrecerme una embajada, es un premio, un reconocimiento, pero también es: «Para vos acá no hay nada, vos acá… Clarín, qué sé yo, andate». Y me ofrecen París. Yo tampoco quería quedarme en Argentina, no tenía ningún espacio. [Jorge Asís]
Fuente: Infobae