“En marzo hice Microateatro y volví a hacer comedia después de muchísimos años. Debuté el 5 de marzo, justo el día en que se cumplieron los 36 años de la muerte del Negro. Y es la primera vez que vuelvo a hacer humor desde entonces. Me metí en el drama porque sentía que tenía que demostrar que podía hacerlo; la gente me identificaba con el humor y con el Negro. Estudié, tuve grandes maestros y volví con una obra que produje yo, El último pasaje, y por suerte no perdí nada”, le cuenta Pérez a LA NACIÓN. Durante toda la charla se emociona en varias ocasiones y se le notan las lágrimas aunque busque disimularlas. También recuerda qué estaba haciendo cuando se enteró de la partida de Olmedo, habla sobre por qué se alejó del medio y cómo siguió su vida.
–¿Cómo siguió tu carrera cuando murió Olmedo? –Prácticamente no siguió. O por lo menos no siguió por muchos años. Teníamos firmado el contrato para seguir con No toca botón, entonces nos unieron con los uruguayos y ese año hicimos Zapping. Yo no quería trabajar, pero Romay nos obligó, y además me dio el camarín de Olmedo. Fue todo muy difícil. También hicimos teatro con los uruguayos y nos fue espectacular. Siempre estuve muy agradecida con ellos porque nos ayudaron mucho y después no trabajé más por mucho tiempo. –¿Fue una decisión tuya? –No. Bueno, en un primer momento sí porque necesitaba tomarme un tiempo. No sabía ni dónde estaba parada. Después, necesitaba trabajar porque es mi forma de vida. Los productores me decían que cuando me veían venir, veían también la imagen de Olmedo detrás de mí. Tampoco me querían hacer castings porque me decían que era Silvia Pérez y cómo me iban a hacer un casting. Estuve bastante enojada con el medio y eso me hizo estudiar con los grandes maestros. Fue muy bueno porque me recibieron todos muy bien, me decían que yo iba a ponerle palabras a lo que ya sabía, reconociendo y valorando mi experiencia. Estudié los últimos tres años con Carlos Gandolfo y fue quien me dio el coraje para elegir una obra y hacer esa experiencia de producción. Elegí una comedia dramática porque sentí que era algo intermedio entre la partenaire de Olmedo y la continuación de mi carrera. Tuve que remar un montón para abrirme camino. Me costó mucho. Estrenamos El último pasaje en 2006 con mi hija, Julieta Bal.
–¿Cómo se dio la oportunidad de trabajar con Olmedo? –Venía de trabajar con Gerardo Sofovich y también con el Facha Martel porque yo fabricaba ropa con una amiga y él vendía. Un día me dijo que Hugo (Sofovich) estaba buscando gente y me preguntó si me interesaba. Le dije que sí, me entrevisté con Hugo y empecé. El primer sketch que hice con Olmedo fue el de “La princesa de costa pobre”. En realidad, ya habíamos hecho algo con Susana Traverso, el Negro hacía al famoso psicoanalista, y tuvimos un gran entendimiento. Fui la primera de las chicas en trabajar con Olmedo, después se sumaron las otras. Algo pasó con Susana que no siguió y entonces convocaron a las chicas. Estuvimos trabajando tres años juntos, aunque parece toda una vida. –¿Cómo te enteraste de su muerte? –Cuando falleció estábamos haciendo Éramos tan pobres y habíamos terminado de filmar la última película que era con Porcel, Atracción peculiar, y el Negro no llegó a verla. Me enteré por Beatriz (Salomón). Nunca quiero hablar de eso porque es algo muy especial y muy íntimo. Nunca vi ninguna foto de lo que pasó y por muchos años no hablé y hay cosas que no conté. Esa noche decidí no ir a cenar con ellos después de la función y a la madrugada me llamó Beatriz. La señora que trabajaba en casa me alcanzó el teléfono me dijo despacito: “Se mató el Negro”. Y ahí hablé con Beatriz, que me pidió que pusiera la radio y justo fue el momento en que Fernando Olmedo llegaba al lugar y me quedó grabado ese grito desgarrador. Recuerdo que nos reunimos todos. Con Divina (Gloria) éramos muy unidas, vino a casa y después fuimos a la casa de Beatriz, me parece. Es como si se hubiese detenido un tren que venía a mil por hora y no sabía ni dónde estaba parada. Y estuve un tiempo así. Fue emocionalmente muy fuerte en lo personal y en lo profesional y en el sentido de la vida. Todos conocemos la grandeza del Negro, pero hay algo mucho más sutil que tiene que ver con el sentido de la vida, el amor y el desamor, las infancias que tenemos y cosas importantes que no están cubiertas por la fama, ni el éxito, ni el dinero, ni el poder. Quizá no se conoce lo más íntimo de su vida y siempre está el signo de pregunta sobre lo que sucedió, pero seguramente tiene que ver con cosas más profundas de cómo uno vive la vida.
Rolo Puente, Palito Ortega y Jorge Porcel fueron algunos de los compañeros en la extensa carrera de Silvia Pérez
–Viviste una historia de amor con él… –Estuvimos juntos hasta el último día. Era mucho más que un amor, algo que abarcó muchas cosas. Era un compañero, un amigo, y un profesional que me dio lugar y me valoraba. Sentí que ahora que él ya no estaba, ¿quién me iba a valorar? La relación que teníamos fue de muchas aristas y lo que pasó fue muy shockeante. –¿Qué recordás de tus personajes? –El que me hacen recordar siempre es el de la secretaria de “Álvarez y Borges”. Pero lo que más recuerdo es lo que nos divertíamos trabajando y eso no volvió a pasarme hasta este año en Microteatro. En los sketchs casi no sabíamos lo que íbamos a decir porque le gustaba mucho improvisar. Recuerdo lo que se decía por lo bajo y los códigos que manejábamos; cosas que no se pueden poner en palabras. Había mucha armonía en el estudio, él entraba y miraba nada más, y vos ya sabías. Teníamos que estar unidos y bien porque nosotros éramos como una familia para él. –¿Y cómo se llevaban “las chicas Olmedo”? ¿Había celos y competencia? –Siempre hubo armonía. No éramos amigas, excepto con Divina que compartíamos más intimidades. Con las demás estaba todo bien. Íbamos mucho con el Negro a la casa de Beatriz, la madre hacía empanadas riquísimas y esa situación era muy gamba. Con Adriana (Brodsky) casi no nos veíamos porque ella grababa “El Manosanta” y se iba. Y en el teatro no estuvo nunca. –¿Qué recuerdos tenés de Beatriz Salomón? –Me da una tristeza… Era una persona auténtica y valoro mucho eso. No renegaba de lo que era y hacía, a diferencia de mucha gente que conozco. La amaba mucho por eso, porque la sinceridad de ser lo que sos y cómo sos me parece valiosísimo. Era muy trabajadora, muy luchadora y me da mucha tristeza lo que le hicieron. Nunca bajó los brazos. Era muy familiera, una mujer hermosa. –¿Y qué te queda de Olmedo? –Siento un agradecimiento inmenso a él y a la vida que me puso en ese lugar. Agradezco el lugar que él me dio, el aprendizaje. Porque tuve grandes maestros, pero a la hora de subir a un escenario tengo presente todo lo que aprendí con él, que por sobre todas las cosas era estar presente, escuchar al otro y ser verdadero. Después de todos estos años de transitar el drama, me doy cuenta que es mucho más difícil hacer reír que llorar. Fue una persona elegida, con un talento único, irrepetible. Siempre lo van a recordar como único, pero también era una persona muy vulnerable. Me acuerdo que una vez quiso hacerle un regalo a mi hija y le dio una estatua de jade y Juli tenía 9 años (risas). Y al otro cumpleaños le regaló una cámara de fotos, que fue su primera cámara. Era una manera de demostrar su cariño. Estaba muy a gusto con sus amigos de Rosario, estaba relajado y se lo veía acomodado y bien. Era muy generoso con todos y hacía trabajar a los extras para que pudieran utilizar la obra social de actores. Se ocupaba mucho de toda la gente.
–¿Fue difícil para vos volver a enamorarte? –No, porque no fue una historia de amor sino una historia de vida la que tuve con él. Volví con mi ex, alguien que no es del medio, y estuvimos juntos muchos años. –A la distancia, ¿cambiarías algo de esos años? –No cambiaría nada porque tengo clarísimo que lo que sucedió tenía que suceder para llegar a donde estoy. Y estoy bien donde estoy. No me sentía una mujer objeto trabajando en ese programa, sino una protegida por el Negro. Sabíamos que era un trabajo. La primera vez que me quedé en ropa interior él me ayudó y me dijo: “Vos podés hacerlo, esto es un trabajo”. Me sentí recontra protegida. Me dio esa certeza que llevé cada vez que tuve que hacer trabajos y como lo necesitaba no me dio tiempo para pensar. Quizá también impuse respeto. No me cuestioné en ese momento, aunque hoy soy otra persona. Seguramente Olmedo hoy haría otro humor. Lo que hacía era lo que consumíamos. –¿Alguna vez te molestó ser “una chica Olmedo”? –Ahora me siento una chica Olmedo, pero en un momento dado no me gustaba porque tenía inseguridad y baja autoestima y pensaba que ya había trazado un camino antes y no era solamente una chica Olmedo. Hasta que el crecimiento y la autoconfianza me llevaron a dar las gracias por haber sido una chica Olmedo. –¿Tenés proyectos? –Estoy trabajado con Carla Scatarelli, que es guionista y me hizo reflotar un guión de cine que tengo casi terminado. Quiero hacer esa película que escribí hace 18 años. Lo trabajé mucho tiempo con Carlos Oves y un día lo dejé. Estoy muy entusiasmada. Y además hay un par de obras para hacer este año.
Fuente: La Nación