Lo dijeron los Rolling Stones: “No siempre podés conseguir lo que querés, pero si lo intentás, vas a ver que a veces conseguís lo que necesitás”. Una revelación del estilo vivieron Conrad Kirk y Nicole McCarthy, una pareja de ingleses de 31 años con ganas de llevar a sus cuatro hijas de vacaciones pero sin plata para costearlo.
El punto de inflexión en sus vidas fue en septiembre del 2021, podría decirse, en tiempos pospandémicos: la dupla compró un colectivo de dos pisos, modelo 1978, por £2000, con el objetivo de no pagar fortunas en habitaciones de hotel durante sus escapadas familiares.
Lo que sucedió en la práctica fue que, al remodelarlo y convertirlo en una casa rodante equipada para darlo todo, la decisión final fue mudarse al vehículo a tiempo completo y convertirlo en su nuevo hogar. En ese entonces alquilaban una casa con tres habitaciones en Rotherham, en la parte central de Inglaterra, que les costaba £1300 al mes.
“Inicialmente compramos la caravana para usarla como casa de vacaciones. Veníamos alquilando nuestra propiedad desde hace 12 años. La idea de vivir en un colectivo realmente empezó como una broma”, explica McCarthy en un diálogo con LA NACION.
La broma, sin embargo, significaba ahorrar alrededor de £1000 al mes y, a largo plazo, la posibilidad de comprar un terreno en donde instalarse definitivamente.
Los seis se mudaron al colectivo en octubre de 2022. “Nos adaptamos rápido a la nueva vida, creo que porque todos ayudamos a construir nuestro nuevo hogar. Todos estábamos listos para hacer el cambio”, dice Kirk, que hace énfasis en que, previo al salto, era importante para ellos asegurarse de tener absolutamente todo lo necesario para vivir como si se tratara de una vivienda común y corriente.
“Baño, agua caliente, electricidad, espacio para almacenar todas nuestras pertenencias, sala de estar, cocina independiente. Hicimos muchos planes y dibujos que descartamos y volvimos a empezar múltiples veces para que encajara mejor”, admite el padre de la familia. “Crear una casa en un colectivo no es fácil: nada es recto ni uniforme y son muchos los desafíos”.
Cómo es la vida cotidiana viviendo en un colectivo
La mayor parte de tiempo el colectivo está basado en Rotherham, ciudad en la que tanto la pareja como sus hijas siguen con sus vidas normales.
Kirk y McCarthy, por un lado, tienen una empresa de impresión y distribución que gestionan de forma remota; las nenas, por otro, van al colegio de siempre.
“A nuestras hijas les encanta este tipo de vida, siguen yendo al colegio y teniendo a sus amigos de siempre y todos están encantados con ellas: son como celebridades locales”, cuenta divertida McCarthy. “Según lo que nos cuentan ellas, les parece genial, por ejemplo, que no tengamos cortes de luz cuando todos sus amigos sí los tienen”.
En un intento de traer a la escena un poco de cruda realidad, Kirk reconoce que el invierno es la época más dura del año para este tipo de vida. “Lo más importante en esos meses es asegurarnos de tener suficiente energía para mantener el colectivo caliente para y con todas las luces encendidas”.
Dejando lo duro de los desafíos de lado, lo más lindo que identifican de este tipo de rutina es “la libertad de irnos a donde queramos irnos en familia”. “Vivir así nos da más libertad financiera para pasar tiempo con nuestras hijas y crear más recuerdos juntos”.
En definitiva, el grupo coincide en que los pros superan por mucho a los contras. “Una vez que estás en la mentalidad de moverte y ser libre, todo se vuelve extremadamente fácil”, revela McCarthy y concluye: “Creo que mucha gente disfrutaría de esa libertad”.
Menos metros, pero el mundo de jardín
A menudo les preguntan cómo entran seis personas en un colectivo. La respuesta de la pareja es simple y poco pretenciosa: “Durante el día las chicas van al colegio y en su tiempo libre prefieren estar al aire libre”.
Quizás esta sea una de las principales ventajas relativas de vivir en un lugar con espacio interior limitado: estar más motivados a entrar en contacto con el espacio exterior.
En este sentido, Kirk explica que el colectivo funciona para ellos como un hogar, sin dudas, pero sobre todo como una base para explorar todas las posibilidades que los distintos escenarios de la naturaleza ofrecen, y para llevar una vida mayormente al aire libre, algo que, sobre todo durante y después de la pandemia, se volvió un requisito para muchas personas.
“Podemos experimentar cosas como familia que antes no podíamos experimentar”, resume McCarthy. Ejemplos de actividades que hacen durante los fines de semana incluyen hacer paddleboard, trekkings y escalada. “Nuestras hijas probaron muchas actividades al aire libre por primera vez desde que nos mudamos al colectivo”.
Ambos también coinciden en que la vida pseudo nómade los convirtió en personas más sociables. En parte porque, sin tener que hacer nada en particular pero llevando una cotidianidad en muchos sentidos atípica, se volvieron personajes más interesantes que despiertan la conversación.
Por otro lado, porque llevar un estilo de vida enriquecedor, explican, los vuelve seres más propensos a interactuar de una manera relajada con el entorno social.
En su cuenta de TikTok (six_inabus, que significa “seis en un colectivo” en español), hoy cuentan con más de 280.000 seguidores. En ella registran y comparten momentos de la vida en el ruedo, y de las implicancias físicas y técnicas de vivir en un colectivo.
De cara al futuro, el plan de la familia es ahorrar £10.000 en los próximos tres o cuatro años para poder comprar un terreno y construir una casa en donde puedan instalarse definitivamente. “Creemos que muchos la pasarían mejor de lo que esperan si se animan a hacer el cambio”, asegura McCarthy.
Fuente: La Nación.