Sobrepasados por el desenfrenado aumento en el costo de vida, Laura Phoenix, de 33 años, su esposo Anthony (32) y sus dos hijas decidieron abandonar el Reino Unido, un lugar donde se tornó “imposible para las familias jóvenes pagar sus cuentas y pasar tiempo con sus hijos”. Cargaron todas sus pertenencias en una van y comenzaron su travesía hasta su nueva vida en un país completamente diferente al que estaban acostumbrados: Bulgaria.
“Lo elegimos por su clima, su gente y su costo de vida. Vivimos en un pequeño pueblo de Strazitsa, una zona rural. Es duro porque tenemos que cortar nuestra propia leña para el fuego y los supermercados están lejos. Sin embargo, vivir en la naturaleza es una bendición y amamos nuestro nuevo hogar. Aprendemos el idioma todos los días y nos hacemos amigos de nuestros vecinos. ¡Es una vida muy bonita!”, contó Laura, que trabaja en línea como profesora y escritora.
Las cosas que satisfacen a los Phoenix en su nueva vida son precisamente parte de los indicadores que hacen a las poblaciones de distintas partes del mundo más felices. Así lo indica el último Reporte Mundial de la Felicidad publicado este miércoles, que utiliza datos de encuestas globales para informar cómo las personas evalúan sus propias vidas en 143 países en todo el mundo.
La edición 2024, diseñada por la alianza entre la encuestadora Gallup, la Universidad de Oxford y la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, se centra en la felicidad “a través de los tiempos” al analizar varias etapas de la vida, con una mirada enfocada en el bienestar de los jóvenes. Busca cuantificar la felicidad para que luego sea utilizado por los tomadores de decisiones como un indicador del progreso social. Para eso, utiliza indicadores más allá de las medidas económicas tradicionales para medir el bienestar de una forma subjetiva: a través de la propia evaluación de la vida, las emociones positivas y las negativas.
Seis variables claves hacen a la categoría de “evaluación de la vida” e influyen principalmente en las evaluaciones nacionales del ranking: el PBI per cápita, la esperanza de vida saludable, tener a alguien en quien contar, libertad para tomar decisiones de vida, la generosidad y la corrupción.
“El ranking se basa únicamente en la propia evaluación de la vida de la gente. Es una visión subjetiva. Y la gente interpreta su felicidad mayoritariamente por cosas cercanas: su familia, su vecindario, su trabajo”, aclaró en conversación telefónica con este medio John F. Helliwell, editor y fundador del Informe Mundial de la Felicidad. “Si las cosas realmente están siendo terribles para una sociedad, entonces pueden pasar dos cosas: cooperan o pelean. Si una crisis une a la gente para buscar soluciones locales, aún con un caos nacional, se van a sentir mucho mejor con su entorno”.
Por séptimo año consecutivo, Finlandia fue elegido como el país más feliz del mundo, mientras que Afganistán se hunde en la base del ranking al ser por quinta vez el país más infeliz del mundo. La cima se ha mantenido sin mayores cambios respecto al año pasado, pero el top 20 de los países más felices del mundo sí tuvo nuevas incorporaciones. Las salidas de Estados Unidos (del 15 al 23) y de Alemania (16 al 24) dieron lugar a Costa Rica (de 23 al 12) y a Kuwait (nuevo ingreso en el ranking). La gran mayoría de los países de América Latina y el Caribe han escalado en posiciones en comparación con el año anterior, incluida la Argentina, que pasó del puesto 52 al 48.
Fuente: World Happiness Report 2023
Los cambios en las posiciones del índice no necesariamente pueden deberse a que la población de cada país se sienta más feliz, ya que también incide el desempeño de otros países. Es por eso que a los autores del reporte les resulta interesante evaluar la variación de la felicidad a través del tiempo en cada caso. Allí es donde los ganadores cambian -y sorprenden-. Al observar los cambios en la felicidad en los períodos de 2006-2010 al 2021-2023, el top 15 está integrado en su mayoría por países de Europa del Este, donde los aumentos fueron más de un tercio de sus puntajes promedio de felicidad en el primer período. Serbia encabeza el ranking al ser el país que más aumentó sus niveles de felicidad en el tiempo, seguido de Bulgaria y Letonia. En el cuarto lugar está la República del Congo, en el quinto Rumania, y sexta está China. El único país latinoamericano que ha ganado más felicidad en todo este tiempo es Nicaragua (11).
En ese selecto grupo brillan por su ausencia países occidentales desarrollados, como Francia, Alemania, España, Reino Unido. Por el contrario, estas naciones se encuentran por debajo de la mitad de esta lista, e incluso países como Estados Unidos y Canadá han experimentado retrocesos significativos en su felicidad en este período de tiempo, que los ubican entre los 15 países que se tornaron más infelices. También acá Afganistán se ubica en el puesto 134, al ser el país que más perdió felicidad, superado por el Líbano, Jordania y Venezuela.
¿Qué explica estos resultados? Más allá de los casos particulares, Helliwell destacó una simple afirmación: “Hay que dejar de decir que sólo porque los países como Estados Unidos o Europa occidental son ricos y felices, su felicidad va a seguir aumentando con el tiempo. Eso no es cierto. Hay más posibilidades de perder felicidad cuando ya estás en la cima del ranking, a la vez que se puede escalar fácilmente por pequeñas cosas cuando se está en una posición muy baja”.
En la misma línea, Jim Allen, profesor asociado de psicología de la Universidad Geneseo de Nueva York y autor del libro La psicología de la felicidad en el mundo moderno, explicó a LA NACION que esto se debe a lo que en psicología llaman “breadline” (umbral de la pobreza). “Una vez que un país supera ciertos niveles de riqueza y calidad de vida, cualquier mejora solo generará una mínima diferencia en el bienestar de la población”, indicó.
Casos particulares: mayor acumulación de felicidad
No obstante, cada caso tiene su explicación particular y allí es donde los expertos puntualizan en observar las diferencias en la felicidad entre los distintos grupos etarios. Hay países en donde los jóvenes menores a 30 años son los más felices y los adultos mayores, los menos. Y viceversa.
La evaluación general de los países de Europa del Este, señala Helliwell, recae en que antes de la caída del Muro de Berlín en 1989, los ciudadanos atravesaron períodos difíciles en sus vidas, por lo que “eran mucho menos felices que en Europa Occidental”. Tras este período, “los países se pusieron de pie, desarrollaron nuevas instituciones y empezaron a cerrar la brecha de la felicidad”. Treinta años después, los jóvenes en Europa del Este están igual de felices que aquellos en Europa Occidental. “Son ellos los que tiran para adelante y no se asocian con el daño y el trauma del pasado, por lo que están convergiendo más rápidamente la brecha. Esto es evidente en los Balcanes. Tener a estos países como los mayores ganadores de felicidad con el tiempo es el reflejo de que se está provocando una convergencia”.
Coinciden en que la respuesta está en la “brecha de felicidad” Michelle Brock y Peter Sanfey, expertos del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) que evalúan la integración de los países de Europa del Este a la Unión Europea (UE). “Hubo avances en reformas que en la literatura se asocian con una mayor satisfacción con la vida, eliminando esta brecha. No solo la mayoría de los agregados económicos se estaban moviendo en dirección favorable (…) también mejoras en la salud, evolución favorable de los mercados laborales y en oportunidades de empleo beneficiosas para los jóvenes. Sin duda, la membresía en la UE ha traído muchos beneficios a países como Letonia y Bulgaria, contribuyendo a un mayor bienestar subjetivo y mayores oportunidades”.
Otros dos casos llamativos son los de Nicaragua y China. El país latinoamericano, gobernado bajo el régimen de Daniel Ortega, con niveles altos de percepción de la corrupción y restricciones de las libertades civiles, refleja un aumento constante de su felicidad a través del tiempo en todos los grupos de edad, según el ranking. Para Alexa Zamora, expatriada activista y defensora de derechos humanos, esto solo puede significar que la sociedad nicaragüense “está sometida actualmente a un estado policial donde las opiniones de la población están sesgadas por el temor, que influye directamente en las respuestas que obtendrán por parte de los encuestados”. Y agregó a este medio: “Por otro lado si estos datos correspondiesen con la realidad, no veríamos las cifras alarmantes de nicaragüenses que abandonaron el país”, que ACNUR ubicó en 6,5% de la población desde 2018.
Lo de China resulta “complejo”, dice Helliwell. Libertades básicas que la gente prioriza a la hora de evaluar su felicidad, como la libertad de culto, están fuertemente restringidas y sufren cada vez más retrocesos. “Pero mientras sigue apagando las libertades democráticas, China, a diferencia de Rusia, logró moverse hacia el progreso económico”, puntualizó el experto. Además, según una encuesta de opinión de Ipsos, “las relaciones son la principal fuente de felicidad en China”, donde la familia y los amigos ocupan un rol central.
Ambos casos llevan a los expertos a una conclusión relevante. En palabras de Helliwell, “no hay garantías de que un sistema democrático vaya a proporcionar vidas más felices”, ya que la gente prioriza más “los servicios que recibe de un gobierno y la honestidad de sus mandatarios”. Puede haber casos como el de Singapur, el país más feliz de Asia, donde las libertades tienen ciertas restricciones y la corrupción está controlada, y “ciertamente no es el país más democrático”. Como otros, tales como Costa Rica, una democracia sólida que “logra responder a las demandas de la población, por ende asegurar su satisfacción”.
Mayores pérdidas de felicidad
Junto a Afganistán -un país sumido en el caos en el que no hay luz al final del túnel-, el Líbano, Jordania y Venezuela, entre otros, los estadounidenses ocupan el puesto 15 entre las poblaciones que más perdieron felicidad con el tiempo. El cambio más evidente está entre los jóvenes menores a 30 años y aquellos entre los 30 y los 44 años. Parte de la respuesta se encuentra en una pérdida sustancial de la confianza en las instituciones y en el característico “orgullo Americano”.
“Una gran población joven está enojada con las generaciones mayores por dejarlos con el daño post colonial, por no haber manejado mejor las relaciones raciales -tras el “Black Lives Matter”-, por no haber cuidado el ambiente. Todo esto se combina con el hecho de que hoy en día las redes sociales son un espacio en donde esta ira se fomenta”, describió Helliwell.
“Una característica que comparten todos los países con altos niveles de felicidad es que su población siente que sus gobiernos trabajan para ellos de forma eficiente, que son estables y se ocupan de los problemas de sus ciudadanos. Esa idea se ha ido difuminando en los Estados Unidos en los últimos diez años aproximadamente”, suma Allen.
Según la encuesta de Ipsos, los estadounidenses también priorizan a su familia y sus seres queridos a la hora de evaluar su felicidad. No obstante, al responder la pregunta de si sienten amados, el resultado es mucho menor que en países como China.
El caso de Argentina
La Argentina ha mejorado su posición en el ranking general, al pasar del puesto 52 en 2022 al 48 en 2023. La población menor a los 30 años es la más feliz, mientras que los menos felices son aquellos entre los 45 y los 60 años. En términos de los cambios en la felicidad a través del tiempo, Argentina está en el puesto 84 y experimentó un leve decrecimiento de la felicidad. A partir del 2014, el gráfico por edades del reporte evidencia que los mayores a los 40 años han experimentado una fuerte caída en su percepción de la felicidad, que a pesar de repuntar en el 2018, se vio afectado nuevamente por la pandemia. Pero remontó en los últimos tres años aproximadamente.
“Que la Argentina haya mejorado año tras año en el ranking simplemente demuestra que su vida es mucho más que economía. Después de la pandemia, se ve que comienza a experimentar un aumento”, explica Helliwell, quien atribuye parte de esta mejora al triunfo en el Mundial de Fútbol. “Ciertamente, el hecho de estar en lo más alto de un ranking de fútbol y luego llegar a la copa del mundo claramente haría que la gente se sintiera mejor con su entorno y que haya una mayor felicidad compartida. Pero sus efectos a largo plazo dependerán de si este triunfo lleva a la gente a pensar que juntos pueden logra hacer algo más allá de la cancha de fútbol”.
Fuente: Lucía Sol Miguel, La Nación