Históricamente, la temporada de teatro de verano tiene sus focos en Mar del Plata y en Carlos Paz, pero Buenos Aires no se queda atrás. De hecho, hace 12 meses, la avenida Corrientes estaba en modo colapso con Casados con hijos que batió el récord histórico en lo que hace a la temporada teatral en tiempos vacacionales. En medio del debate de la ley ómnibus en lo referido al sector cultural, volvieron (o están por hacerlo) montajes que en sus respectivos momentos de estreno causaron una verdadero furor.
La bailarina punk en la avenida Corrientes
En el Teatro Regio, en el marco del Festival Internacional de Buenos Aires, justo antes del pandemia la bailarina, coreógrafa y performer Marina Otero estrenó Fuck me. En el marco de ese encuentro, que aportó escasas experiencias de peso, esa obra tuvo un efecto verdaderamente demoledor en la que la creadora volvía a transitar una difusa línea entre el documental y la ficción o la danza y la performance. Sus propias marcas en el cuerpo de una vida vivida al límite fueron llevadas a escena por esta creadora junto con otros cinco magníficos intérpretes.
La obra paseó por distintos escenarios del mundo, obtuvo premios, volvió a otra sala porteña. En el medio Marina Otero estrenó Love me y ahora, por primera vez, Fuck me se está presentando en la avenida Corrientes. Y aunque a priori se trate de una propuesta disruptiva para el sector del teatro comercial, en el reciente registro de Aadet, la cámara que reúne a empresarios de dicho sector, esta potente experiencia performática se metió en el top ten de los espectáculos con mejores proporciones de ocupación de sala. Comparte el listado con una obra como Brujas, con Nicolás Vázquez haciendo Tootsie o con Luis Brandoni haciendo Parque Lezama. Quedan dos funciones de esta propuesta que es imposible que pase desapercibida para cualquier espectador. Son los martes próximos, a las 20, en el Metropolitan, con entradas a 9.500 pesos.
La banda de amigos de quien dice no tener banda
Fuck me cuenta con asesoramiento del director y dramaturgo Martín Flores Cárdenas (y también actor como gestor). En su sala Casa Teatro Estudio, de Almagro volvió los viernes con No hay banda, propuesta también radical en su génesis y su presentación, que estrenó en 2022. “No creo que sea teatro documental. Tampoco una conferencia performática. En realidad, no es nada”, dice él, sobre esta especie de nadería escénica de una enorme potencia que deja al espectador (en verdad, al cómplice de ese ritual) en estado de conmoción interna.
Martín Flores Cárdenas toma como punto de partida la muerte de un ser querido para terminar reflexionando sobre sus propia existencia y su propio oficio que presenta en la caja mágica de su teatro en donde también vive. Las funciones de No hay banda (propuesta que viene de presentarse en diversos festivales internacionales) son los viernes, a las 20:30. Casa Teatro/Estudio queda en Guardia Vieja 4257. Las entradas tienen un costo que va de los 2.000 (con el público sentado en un puf) a los 4.000 pesos (en los tiempos que corren, precios más que amigables).
La mágica historia de una mujer tan santa, tan puerca
La casa/estudio/teatro de Flores Cárdenas antes perteneció al director y dramaturgo Lisando Rodríguez, quien estableció su lugar en el mundo en Villa Urquiza. Allí, en ese otro mágico espacio del entramado de salas alternativas porteñas, repuso La mujer puerca, el bello texto de Santiago Loza que expande y hacia magia la gran Valeria Lois. Con los mínimos recursos, todo el equipo creativo se la ingenia para contar retazos de vida de esa mujer de pueblo que siempre quiso ser santa, pero que nunca lo logró.
“La mujer puerca es la travesía de un cuerpo partido y repartido. La necesidad y la necedad de amar cuando alrededor hay silencio”, dice la información de prensa de este trabajo estrenado en el lejano 2012 que ha pasado por todos los circuitos teatrales porteños, que hizo funciones en festivales internacionales y que tiene la sabiduría de volver todas las veces que las coordenadas así lo indiquen. En esta nueva temporada, las funciones de esta maravilla teatral son los sábados, a las 20, en Estudio Los Vidrios, de Donado 2348. Las entradas para esta verdadera ceremonia están a 4000 pesos (y hay descuento para jubilados o estudiantes).
El retorno de un poyo que hizo historia
Volvamos al Metropolitan, a esa sala de la avenida Corrientes que, como el Astros, el Maipo y El Picadero, apuestan por montajes por fuera del manual de estilo del circuito comercial. En esa gran sala se presentará Un poyo rojo, la propuesta que dirige Hermes Gaido y que interpretan Luciano Rosso y Alfonso Barón (el que fuera compañero de elenco de Marina Otero en La idea fija). El kilómetro cero de esta experiencia de larga vida fue en el lejanísimo 2010, en la en la desaparecida sala Pata de Ganzo. Cuando se repuso, en Teatro El Perro, de Chacarita, se transformó en cita obligada de cierto público que está a la búsqueda de lo emergente. Hizo ocho temporadas allí. Se presentaba de esta manera: “En un camarín de deportistas, dos hombres participan de un hilarante ballet. Dos chicos entran ahí, examinan sus casilleros, se miran de reojo el uno al otro. Largos y delgados, secos y musculosos, se examinan y se juzgan. Dos gallos antes de la batalla. Ni un solo texto, ni música. Miradas, una pequeña radio, y finalmente la pelea. Una danza frenética, una competencia deportiva, una pelea de perros”.
En silencio, la cosa estalló. Unos productores la programaron en el festival Off de Avignón, Francia. El medio por excelencia del prestigioso encuentro escénico francés no solamente le puso cinco estrellas, sino que el comentario crítico afirmaba que cada año llegaba “un OVNI” al festival, un espectáculo que la rompe y que esa temporada eran el que hacían estos dos performers que se miran de reojo. A partir de ese momento, este montaje de teatro físico se instaló en Europa, en donde no paró de girar. Ahora vuelve. Serán solamente dos funciones, el martes y miércoles de la última semana de enero, con entradas a 11.000 pesos.
En La Boca: el brote nuevo en este jardín de reposiciones
Entre la variada oferta de montajes que vuelven a recomponer el diálogo con su público, asoma uno nuevo en el barrio de La Boca. Como parte del programa Temporada Alta, que organiza Proa21, estos dos sábados por la tarde la bailarina, coreógrafa y performer Celia Argüello está presentando una experiencia que llamó Toca misterio.
La talentosa creadora cordobesa, de obras de enorme impacto como fueron Villa Arguello o Proyecto Diógenes, esta vez reparó en algo que creía olvidado: su título de Bachiller Agrícola, obtenido en el secundario. Después, empezó a indagar en las técnicas y conocimientos que creía olvidados, mucho más después de venir a vivir a la ciudad de la furia y el cemento. “Tomamos este jardín como un ensayo de cultivo sobre/para un futuro incierto. ¿Qué vamos a cultivar en esta oscuridad? No lo sabemos”, reflexiona sobre esta propuesta, que estrenó el sábado en medio de un tarde de calor. La próximas citas serán este sábado y el siguiente, a las 18:30, en avenida Pedro de Mendoza 2073, la sede de Proa21. Dato no menor: entrada libre y gratuita.
Fuente. Alejandro Cruz, La Nación