El 29 pasado Pablo Guerra, parte del equipo de Rewilding Argentina, decidió dar un último vistazo a las tarjetas de memoria de las cámaras trampa ubicadas en el Parque Nacional Iberá para dejar todo prolijo antes de finalizar el año.
Las cámaras, que están programadas para sacar fotos y filmar diferentes especies autóctonas, se ubican estratégicamente en el corazón del parque alrededor de diferentes corrales que albergan animales que serán reincorporados al ecosistema. En la zona suelen merodear yaguaretés silvestres que buscan interactuar con aquellos que permanecen en cautiverio.
Guerra comenzó a mirar la filmación detenidamente en su computadora esperando que, con un poco de suerte, apareciera algo que contar. En cuestión de segundos la cámara logró captar algo interesante: un felino que parecía ser un yaguareté silvestre. El animal permanecía lejos de la cámara, pero eso no fue problema para que Pablo, tras una observación sumamente detallada, se diera cuenta que se trataba de un animal silvestre nunca antes visto.
El felino permanecía sin collar a diferencia de otros rescatados por la fundación y, al hacer diferentes capturas de pantalla y zoom, notó que el patrón de manchas del lado izquierdo del mamífero no era similar al de ningún otro de los yaguaretés registrados por la Fundación. “Ahí empezó una búsqueda interesante, de hacer un paneo bastante profundo y revisar todos los perfiles de yaguaretés registrados hasta el momento. No coincidía con ninguno”.
También, notó que el yaguareté era joven y, algo no menor, que caminaba de manera solitaria y con paso decidido: “Terminamos decidiendo que se trataba de un animal nuevo, el yaguareté número 21. Fue una locura. Me encantó compartirlo con mi prima que estaba conociendo por primera vez el proyecto y el lugar”.
Sebastián Di Martino, director de Conservación en Rewilding Argentina, contó que el equipo que se encarga de monitorear los yaguaretés en el Parque Iberá “conoce bastante bien” los patrones de manchas de la especie y que enseguida detectaron que “había algo extraño”.
También, detalló: “Cuando revisamos las cámaras se genera siempre mucha adrenalina por ver qué aparece y, cuando encontramos algo inesperado o que esperábamos, pero que no teníamos muchas esperanzas, es una gran emoción”.
La fundación continúa estudiando el yaguareté encontrado y, por su tamaño, estiman que puede llegar a tener un año y siete meses de edad. Además, infieren que es hembra y que probablemente haya nacido de Juruna, que parió dos cachorros a fines de mayo de 2022 y que no pudieron ser identificados. Las crías fueron engendradas por animales que vivían completamente en libertad, fuera de cautiverio. “Cuando están en libertad, resulta más difícil darse cuenta cuándo nacen. La idea es colocarle un collar para monitorearlo, pero habría que esperar a que crezca un poco más y que alcance el tamaño de un adulto”.
Marísi López, coordinadora de Parques y Comunidades del Proyecto Iberá de la fundación, se refirió al estado de la especie: “El yaguareté en la Argentina está en estado crítico de amenaza, de extinción. Se calcula que quedan alrededor de 250 ejemplares en todo el país, lo cual es muy poco. Antes teníamos yaguaretés en todo el norte del país hasta el sur de Buenos Aires, pero hoy quedan algunos en Salta, Misiones, Chaco y Corrientes”.
En relación al caso correntino, agregó que la provincia cuenta actualmente con 21 ejemplares y que, a partir de esta cifra, pasó a ser la región que alberga el 10% de la población total de yaguaretés en libertad del país.
Causas como la caza ilegal, la destrucción de su hábitat natural, el atropellamiento en rutas y la alta tasa de deforestación del Chaco Semiárido hicieron que la especie perdiera más del 95% de su área de distribución y preocupara su prolongación. En 2001, el yaguareté fue declarado Monumento Natural Nacional en la Argentina (ley N°25.463) acordando su protección absoluta.
López también detalló la importancia de la especie a nivel ecológico y económico. En términos ambientales, el yaguareté es el “depredador tope”, es decir que se ubica en la cima de la pirámide convirtiéndose en la pieza vital para regular de manera natural el ecosistema y volverlo saludable. “Si el ecosistema está frágil o enfermo, esa enfermedad se trasladará a los humanos como ya lo hemos visto en la pandemia o con otras enfermedades”, explicó.
Además, detalló que el yaguareté se convierte “en un motor de la economía” para las localidades vecinas del Parque Iberá. Muchos turistas, fotógrafos e investigadores desean visitarlo para avistar “el mayor felino de América” o, aunque sea, el rastro de sus huellas.
Fuente: Camila Blousson, La Nación