Una familia normal (En helt vanlig familj, Suecia/2023). Creadores: Hans Jörnlind y Anna Platt. Elenco: Alexandra Karlsson Tyrefors, Björn Bengtsson, Lo Kauppi, Christian Fandango Sundgren, Håkan Bengtsson, Melisa Ferhatovic. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.
Son los mismos confines de la familia, sus estrategias de resistencia y la amenaza de disgregación, los tópicos que recorre la miniserie sueca Una familia normal, bajo los velos de la intriga policial. Como suele ocurrir en las narrativas contemporáneas, el crimen es un detonante y un atractivo para el interés del espectador, pero en el desarrollo de las ficciones a menudo se revela como un mero accesorio. Una familia normal no es la excepción.
Basada en la novela de Mattias Edvardsson, escritor y psicólogo, oriundo de Lund -donde transcurre la acción-, y creada por Hans Jörnlind y Anna Platt, se concentra menos en la investigación y revelación de un asesinato que en los efectos que su comisión ocasiona en el seno de una familia, poniendo al descubierto viejos secretos, traiciones y una progresiva desesperación que erosiona toda resiliencia. Es justamente el deseo de sostener la apariencia -no tanto una respetabilidad social sino, sobre todo, una pretensión de armonía, algo así como el mito fabricado de la felicidad doméstica- lo que resquebraja pieza por pieza la posible superación de la culpa, la frustración y el deterioro de los lazos afectivos.
La historia comienza con un breve preámbulo: Stella (Alexandra Karlsson Tyrefors), de tan solo 15 años, concurre a un campamento con el equipo de handball y luego de un coqueteo con un coordinador adulto, la situación culmina en una violación. Tras el llamado a sus padres -ella (Lo Kauppi), abogada; él (Björn Bengtsson), pastor de la iglesia local-, la familia resuelve no hacer la denuncia del abuso resultante del sexo no consentido debido a la falta de pruebas médicas y la posible revictimización de Stella. La serie se ocupa de construir ese momento clave para la vida de la joven fuera de todo maniqueísmo: la madre se muestra pragmática en su discurso, amparada en su conocimiento del derecho; el padre desliza recelo pero acepta el planteo; el silencio acordado resulta atendible desde sus posiciones, y lo que queda en evidencia es el despojo de toda voz para Stella. Cuatro años después, la vida ha continuado, aunque no tan promisoria como parecía.
A sus 19 años, Stella trabaja en una cafetería, rechaza la posibilidad de estudiar y planifica un viaje por el mundo. Sus padres objetan sus decisiones, el secretismo y las constantes disputas confirman una rebeldía adolescente natural. Sin embargo, un día Stella es detenida por asesinato. Se la acusa de matar a Christopher Olsen (Christian Fandango Sundgren), un empresario de 32 años con el que tenía un noviazgo secreto. A partir de allí, el relato se fractura en tres líneas, que con ciertas trampas sostiene los tres puntos de vista de la escena familiar. Por un lado, el padre, cuya posición en la comunidad se ve afectada por el crimen, y guiado por la convicción de inocencia de su hija intenta plantar un nuevo sospechoso. Por el otro, la madre, consumida por sus propias culpas y dispuesta a obstruir el camino de la justicia al obtener información ilegal de la causa o destruir pruebas. En ambos personajes, el relato cifra el desesperado intento de sostener un pretendido paraíso perdido, una familia que lejos de ser la ideal era la posible y ahora se ve amenazada.
El tercer eslabón es la propia Stella, personaje delineado a partir de la tensión entre su condición de víctima y de victimaria, quien parece esconder en su propio silencio la verdad de lo ocurrido. Aquí es donde lo policial deja paso al entramado psicológico y la estrategia consiste en combinar la rebeldía de la edad -ocultar a sus padres su vida sexual, sus planes de irse de viaje, su resistencia al estudio como una forma velada de castigo- con los residuos de aquel suceso silenciado años atrás.
Si la dinámica funciona es menos por la originalidad de su construcción que por la solvencia de sus actores, sobre todo de Alexandra Karlsson Tyrefors. Stella es el verdadero enigma, incluso para ella misma. Los efectos de aquel pasado pesan en su interior de manera impredecible, enredando en los matices de su comportamiento y los altibajos de su ánimo. A diferencia de estrategias como la de Claude Chabrol en la exploración de mujeres criminales -sobre todo Isabelle Huppert en Niña de día, mujer de noche (1978) o Asunto de mujeres (1988)-, recostada en el rostro inescrutable de su protagonista, aquí el dolor contenido en la expresión de Stella acerca más el relato a los meandros del drama psicológico que al filo del thriller criminal.
En ese sentido, el mejor referente de es el universo de Harlan Coben, escritor de misterios policiales situados en los confines de la vida doméstica, que ha sido un nutriente perfecto para el streaming: Safe (2018), No hables con extraños (2020), Quédate a mi lado (2021), todas en Netflix. Esta aproximación a la sueca al escenario hogareño -con el componente de la religión y el rigor escandinavo- desplaza la pesquisa policial por la autoría del crimen al devenir del tejido familiar en sus intentos de sobrevivir a los devastadores efectos de los secretos.
Fuente: Paula Vázquez Prieto, La Nación