Los datos del Censo Nacional de Población que se conocieron esta semana son pocos, tardíos e incompletos, señalan los expertos. Falta información clave para que esos números se conviertan en un insumo del diseño de políticas públicas. Sin embargo, pese a no estar a la altura de las expectativas de los especialistas en demografía, los datos difundidos del último censo sirven para confirmar una tendencia que ya se vislumbraba, pero que parece haberse acelerado en la última década: el envejecimiento de la población, que ya dibuja una forma de cebolla, por dos razones principales. Una, los adultos cada vez viven más; dos, cada vez nacen menos chicos.
La caída de los nacimientos fue mucho más pronunciada de lo que se esperaba, confirman los especialistas consultados por LA NACION. Esto, probablemente se explica por un mayor acceso a métodos anticonceptivos y de planificación familiar, sobre todo en población adolescente, y al retraso cada vez mayor de la edad en la que se busca tener hijos, lo que redunda en menos embarazos a lo largo de la vida. Los números no se explican por la ley de interrupción legal del embarazo, ya que empezó a implementarse unos meses antes de que se aplicara el censo, se explica.
¿Cuánto cayó la tasa de la natalidad? Mucho, se asegura. No solo hay menos niños menores de cinco años que hace una década. También hay muchos menos que los que se proyectó que habría: unos 800.000 chicos menos, si se comparan proyecciones de 2010 para 2022.
En la ciudad de Buenos Aires ocurrió más que en cualquier otro distrito. Para darse una idea, según grafica el director de la Dirección de Estadística porteña, José Donati, comparando los datos del censo con los de la última Encuesta Anual de Hogares (EAH), que permitió hacer un censo de mascotas, hoy en los hogares porteños viven más perros y gatos que niños.
“No es un dato menor. Esto habla del envejecimiento de la población porteña, que en pocos años también profundizó la caída de nacimientos”, explica Donati.
La estimación de la EAH 2022 para el total de hogares de la ciudad de Buenos Aires resultó en 493.676 perros y 368.176 gatos. Es decir, que la población de estas dos mascotas suma 861.852. Estas cifras representan 16 perros cada 100 personas y casi 12 gatos cada 100 personas.
En cambio, los menores de 14 años en la ciudad son 460.696 y los que tienen entre cero a cuatro años, son 124.020 niños. Es decir, que hay tres perros y dos gatos por cada niño menor de cinco años.
Las cuatro provincias con mayor cantidad de niños y niñas menores de 14 años sobre el total de su población están en el Norte argentino y son: Misiones, Santiago del Estero, Formosa y Salta. En todas ellas, este grupo etario representa a un cuarto de la población censada en esos distritos.
Según los datos definitivos del censo 2022, a nivel nacional el grupo etario de cero a 14 años representa al 22% de los 45,8 millones de argentinos censados. En comparación con los anteriores relevamientos censales, esta población disminuyó 3,5 puntos porcentuales respecto de 2010 y 6,3 puntos porcentuales respecto de 2001. En espejo, el porcentaje de los mayores a 65 años sobre el total de la población se incrementó 1,7 puntos porcentuales en los últimos 12 años.
El bono demográfico
La caída de la natalidad es un hecho que en los próximos años se hará muy notorio. Menos chicos en las escuelas, que necesitarán menos pediatras, que resultarán en alquileres de viviendas con menos ambientes, entre otros cambios sociales que seguirán. Para los especialistas en población, esta situación configura lo que se denomina un bono demográfico, que es una oportunidad de crecimiento económico para el país, pero que si no se adoptan las políticas correctas, podría no solo desaprovecharse en los próximos años, sino que por el contrario, convertirse en una bomba de tiempo para dentro de unos 30 años.
Es una ecuación simple: al nacer menos chicos, cambia la proporción entre personas económicamente activas y dependientes. “Dicho de otra manera, baja la tasa de dependencia de una población. Esto genera una gran oportunidad, ya que hay más personas que trabajan y producen para la sociedad y menos que necesitan cuidados. Ese bono tiene fecha de vencimiento, y si no se aprovecha e invierte, se puede volver en contra. Ya que, si continúa la baja de natalidad, en unos 30 años, va a aumentar la cantidad de adultos mayores y va a disminuir la población económicamente activa”, explica Rafael Rofman, economista, especialista en demografía social de la Universidad de Berkeley y consultor independiente.
“Al profundizarse la baja de la fecundidad se profundiza el bono. Pero es solo una oportunidad, que ahora es más relevante, pero hay que utilizarla, no dejarla pasar. Por ejemplo, hoy están entrando en las escuelas de educación inicial de todo el país un tercio menos de chicos de los que hace cinco años, por lo cual es mucho más fácil asegurar cobertura para todos, darles educación de más calidad, formar más maestros con más recursos. Es una posibilidad de, si invertir más, tener más recursos por chico. Además, tenés más mujeres que terminarán sus estudios y no abandonarán el mercado laboral por convertirse en madres. Tienen más oportunidades de desarrollarse profesionalmente, de ser más productivas, de aportar desde lo económico a la sociedad”, dijo.
Y agregó: “Todo eso son oportunidades muy valiosas para cualquier sociedad. Para poder aprovecharlas necesitás una situación macroeconómica razonable, que haya una demanda laboral más o menos sostenida, y que haya un sistema de formación que genere capital humano: que los chicos y los jóvenes que estudian aprendan y salgan del sistema con habilidades que después sean valiosas. Pero no solo es una oportunidad. Porque así como ahora se acelera la caída de la tasa de dependencia, en 20 o 30 años la tasa de dependencia va a subir más rápido que antes, cuando la generación que hoy está teniendo menos hijos empiecen a envejecer. Entonces, si para ese momento los beneficios del bono no se hicieron en realidad, vamos a estar en problemas. Como se suele decir, hay que hacerse rico antes de hacerse viejo”, explica Hofman.
“En ese sentido, por ejemplo, si la población joven no tiene trabajo o no ha accedido a trabajos formales, es una manera de perder la oportunidad del bono demográfico. Porque que haya más población en edad de trabajar no significa que efectivamente trabaje, o que tenga empleos de calidad”, explica Victoria Mazzeo, investigadora en temas de población del Instituto Gino Germani.
“La caída de los nacimientos resultó muy llamativa, y fue mayor a lo que se esperaba. Esto contribuye a acelerar la tendencia de envejecimiento de la población”, explica Mazzeo.
Edad mediana
A nivel nacional, según los datos difundidos, la edad mediana total es de 32 años, dos años mayor que en 2010 y cuatro años mayor que en 2001, un número que indica una población joven. Se trata de la edad central que divide a la población, ordenada de menor a mayor, en dos grupos numéricamente iguales. En mujeres llega a 34 y en hombres, a 31.
Pese a que ese valor es la mediana nacional, Misiones registra el valor más bajo donde alcanza apenas los 28 años; seguida por Chaco, Salta y Santiago del Estero donde es de 29. En tanto, el más alto es en la ciudad de Buenos Aires donde llega a 39 años.
En esa misma línea, es la Capital el lugar que registra el mayor porcentaje de población de más de 65 años (17,7%). Mientras que el menor se encuentra en Tierra del Fuego, 6,6%. En tanto, el 22,9% tienen entre 0 y 14 años. Es Misiones, a su vez, la que cuenta con mayor población de esa franja etaria con el 26,7%.
En tanto, el índice de envejecimiento nacional es de 53. Este muestra la cantidad de personas mayores de 65 por cada 100 que tienen entre 0 y 14. El incremento a lo largo de las décadas (en 2010, era de 40) condice con el aumento de la esperanza de vida y la disminución de la natalidad.
Juan Camisassa es coordinador de Protección Social del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), una organización que realiza recomendaciones en materia de políticas públicas al Gobierno sobre la base de estadísticas y proyecciones. El censo es un insumo clave, que estaban esperando para avanzar con las líneas de trabajo. “Es una información clave para cualquier Gobierno que quiera tomar decisiones sobre la base de evidencia. Permite un nivel de desagregación tal que es la mejor forma de alcanzar al total de la población”, dice.
“El bono demográfico es la alta proporción de personas en edad activa contra dependientes, que es la suma de los niños y las personas mayores. Hoy se incrementó. Hay más bono. Lo que explica es la caída muy grande en la fecundidad. Un dato muy sorprendente es que las proyecciones sobre el censo anterior estimaban para 2022, una población de 3.684.000 niños y niñas entre 0 y 4 años. Y hoy el número que tenemos es de 2.846.000. Son 800.000 chicos menos de lo que se esperaba. Lo que sucedió después de 2014, fue que la caída de la natalidad se profundizó, de la mano del crecimiento del feminismo, que se tradujo en la mayor caída de la natalidad de la historia del país. Fue aún más grande en la fecundidad adolescente cayó el 59%. Es un número enorme y es una buena noticia, porque la mayoría son embarazos no deseados, son un vector de reproducción de la pobreza, entre otras cuestiones”, explica Camissasa.
Hoy la estructura de la población empieza a tomar forma de cebolla. “Sobre todo, la de la ciudad de Buenos Aires, se parece cada vez más a la pirámide poblacional de Seúl. Nosotros estamos como en el estadio que ellos estuvieron hace 20 años. Y a la larga, eso significó que se redujera drásticamente la población de la ciudad, por consecuencia de la baja en la natalidad”, explica Donati.
Factores como las migraciones, entender cómo y por qué se producen, explica Mazzeo, resultan muy relevantes para entender cómo inciden en el bono demográfico. “Sin embargo, todavía no sabemos nada sobre país de origen, porque esos datos no se difundieron”, aporta.
Con la colaboración de LN Data
Fuente: Evangelina Himitian, La Nación