Francisco Salamone fue un arquitecto Italiano nacido en 1897. Arriba de niño a Buenos Aires desde su Sicilia natal, formando parte de los inmigrantes italianos que más tarde dejarían huella como constructores (su padre lo era). Salamone estudia en Buenos Aires, La Plata y Córdoba, donde se recibe de arquitecto-ingeniero civil. Trabaja un tiempo en Córdoba y luego vuelve a Buenos Aires. A los 39 años su militancia política en la Unión Cívica Radical lo conecta con el Dr. Manuel Fresco, el cual sería gobernador conservador de Buenos Aires de 1936 a 1940. A través de Fresco, Salamone gana licitaciones y encargos de realizar edificios públicos en ciudades del sudoeste de la provincia de Buenos Aires, el “patio trasero” de la época, ya que los desarrollos más importantes eran Mar del Plata, Bariloche y, obviamente, la ciudad de Buenos Aires.
Diseñó, proyectó y construyó en esos cuatro años (periodo ejecutivo de Fresco quien fungió como una especie de mecenas-Médici-moderno) más de sesenta obras: cementerios, municipalidades y mataderos. También hizo plazas, parques, equipamiento urbano (bancos y farolas) y el mobiliario de varias intendencias. Recurrió para ello a todo un repertorio estilístico emparentado al art déco /racionalismo. El moderno hormigón armado fue la técnica constructiva predominante en sus obras. Si bien la idea fue fomentar desde el Estado el crecimiento de los pequeños pueblos y ciudades del interior, Fresco quería usar además a la obra pública como propaganda de su gestión.
Son de Salamone y su equipo las municipalidades de Carhué, Coronel Pringles, Guaminí, Pellegrini, Puan, Rauch, Tornquist, Alberti, Laprida, Adolfo Gonzales Chaves, Vedia, Cacharí, Saldungaray y Chillar. Algunos son ejemplos de la civilización sobre el desierto con sus torres como analogía del mangrullo de los antiguos fortines. Sus cementerios impresionan con sus accesos monumentales. El de Azul, con el Arcángel San Gabriel custodiando la entrada, Saldungaray con su Cristo crucificado, y el de Laprida, con una enorme cruz, siendo la segunda obra religiosa más alta de Sudamérica, después del Cristo redentor de Río de Janeiro. Construyó, además, los de Laprida, Balcarce, Pringles, Pellegrini y Lobería.
También realizó los mataderos de Balcarce, Carhué, Pringles (cuya torre asemeja la hoja de una cuchilla), Azul, Laprida, Vedia, Guaminí, Salliqueló, Tres Lomas y Pellegrini.
Sus obras se pueden considerar grandilocuentes (llaman la atención su porte o altura), monumentalistas (la arquitectura como símbolo a la vez que edificio) ciclópeas, brutalistas, simbólicas, megalómanas, audaces y transgresoras.
Finalizado el fecundo periodo de obras con Fresco y luego de una estadía en Uruguay, en 1945 Francisco volvió a Buenos Aires donde a través de una empresa familiar realizó junto a sus hijos obras viales, edificios y casas. Su logro más notable es la esquina de la avenida Alvear y Ayacucho, frente al hotel Alvear. Francisco Salamone falleció el 8 de agosto de 1959, dejando una gran herencia arquitectónica. En 2001 sus trabajos fueron declarados “Patrimonio Cultural de la provincia de Buenos Aires” y varios son Monumentos Históricos Nacionales.
Fuente: La Nacion