Las Cataratas del Iguazú son una maravilla natural, sin lugar a dudas. Desde los miradores apreciamos la voluptuosidad del agua rompiendo contra los saltos, amenazante, por tanto caudal que trae el Río Iguaçú, desde su naciente en la ciudad de Curitiba, Brasil.
Con más de un millón y medio de litros por segundo que encantan a cuanto visitante las recorra, encantándose con los 275 saltos y su fabulosa Garganta del Diablo.
Nunca se hubiera imaginado el adelantado español Alvar Núñez Cabeza de Vaca, cuando las descubrió de este presente que la ubica como uno de los circuitos turísticos más importantes del mundo.
Desde esa época, la región se posicionó en un escenario de problemas entre las misiones jesuíticas y los conflictos coloniales, hasta que el padre de la aviación brasileña, Santos Dumont, en los albores del siglo XX, la conociera e hiciera que la historia cambiase, para llegar a estos días de un merecido reconocimiento mundial.
Alberto Santos Dumont
Existía un problema y era que las tierras tenían un dueño; era el uruguayo Jesús Val. El 1 de marzo de 1916, el aviador brasileño levantó su voz manifestando que semejante maravilla natural no podía estar en manos privadas, ya que las tierras habían sido donadas por la antigua colonia militar al Sr. Jesús Val.
Luego de que Dumont golpeara varias puertas provinciales y nacionales, se consiguió mediante un decreto estatal para que se expropiara el área de algo más de 1000 hectáreas. Ese fue el aporte exitoso del ambientalista, deportista, aeronáutico e inventor Alberto Santos Dumont, para que en la actualidad los habitantes del planeta podamos disfrutar este espacio originario.
Fue en la década de 1930 cuando se crearon los parques nacionales para la preservación de las cataratas; en 1986 se convirtieron en Patrimonio Natural de la Humanidad y en 2001 una de las Siete Maravillas Naturales del Mundo.
Esta tierra colorada invita a conocer la región -si todavía no lo a hecho-, a disfrutar esta zona de unión de tres países, cada uno con sus atractivos y no dejar de admirar la naturaleza sumergida en las aguas de los saltos más famosos del mundo, esas caídas que hechizan a los visitantes.
Las cataratas que eran de un solo propietario, el uruguayo Jesús Val, hoy por el ímpetu de Santos Dumont, son patrimonio de la humanidad.
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Alberto Antonio Curia es Periodista y Consultor Turístico