Matthew Perry en 2015
Asegurarse los mejores chistes y sobre todo la última línea del episodio final en una de las series más exitosas de la historia es un privilegio que solo podría concederse a un gran comediante. Matthew Perry sin dudas lo era. Lo sabían los responsables de Friends, convencidos de que era el más capaz de todos para pronunciar frente a las cámaras los mejores remates cómicos de cada episodio. Y lo supo enseguida el público, que se enamoró tanto de sus ocurrencias que a partir de ese momento el actor dejó para siempre de tener el nombre de su documento de identidad. Para todo el mundo, Perry pasó a llamarse Chandler Bing. Y así quedará para siempre en nuestra memoria.
El nombre real del actor reapareció de la peor manera. La fría información policial consignó que su cuerpo había sido hallado sin vida en la tarde del sábado dentro del jacuzzi que tenía en su casa de Los Angeles. Perry tenía 54 años. De nada sirvieron, después de los llamados de auxilio, todos los trabajos que se hicieron para reanimarlo. Las primeras informaciones (fue el portal TMZ el más rápido en dar la triste noticia) hablaron de un aparente ataque cardíaco. Una investigación policial y judicial se puso inmediatamente en marcha mientras algunos medios destacaban el hecho de que no se habrían encontrado drogas en el lugar.
Esta mención no podía faltar de ningún modo en el momento final de una estrella que tuvo en sus manos un triunfo y una derrota sin límites. Cuando había alcanzado con creces su sueño de ser famoso y multimillonario empezó (o más bien profundizó) un camino de autodestrucción que por algún tipo de milagro no terminó antes de la peor manera.
El paso por este mundo de Matthew Langford Perry se resume en dos episodios, desde los cuales cobra sentido todo lo demás. De un lado, el colosal reconocimiento del personaje que construyó para Friends, tan poderoso y carismático que jamás pudo encontrar en el resto de su carrera algo que se le acercara o pareciera. Del otro, el sometimiento voluntario de su conciencia a una sucesión asombrosa y casi inconcebible (por su duración y sus alcances) de adicciones. El consumo a granel de alcohol, pastillas y todo tipo de drogas lo llevó, por ejemplo, a reconocer que había borrado casi completamente de su memoria las tres últimas temporadas de la serie que lo consagró definitivamente.
Todo ese largo y casi interminable viaje hacia el infierno fue reseñado y resumido por Perry en un revelador libro de memorias publicado en 2022, Friends, Lovers and the Big Terrible Thing. Allí no se guardó nada (ni siquiera el destrato hacia su colega Keanu Reeves) y contó con detalles espeluznantes todo lo que hizo para destrozarse a sí mismo, Era imposible, después de leerlo, creer que su narrador estaba vivo para contarlo.
Empezó contando, por ejemplo, que probó el alcohol por primera vez a los 14 años y a los 18 ya bebía de manera considerable. Llegó a Friends a los 25 y después de la segunda temporada, cuando fue a Las Vegas a filmar la película Un impulsivo y loco amor, junto a Salma Hayek, sufrió un accidente de moto. Durante su convalecencia se hizo adicto al Vicodin, fármaco que le recetaron para calmar sus dolores. Llegó a tomar 55 por día.
Tan fuerte llegó a ser esa dependencia que a partir de ese momento no paró de fingir dolores y supuestas enfermedades para lograr recetas y seguir acumulando pastillas. Estuvo en unas 6000 reuniones de Alcohólicos Anónimos, se sometió 15 veces a tratamientos de rehabilitación e hizo 65 terapias distintas de desintoxicación. De poco y nada sirvieron en la mayoría de las ocasiones los nueve millones de dólares que gastó para curarse.
Esta suma de adicciones le dejó también terribles secuelas corporales. Se sometió a 14 cirugías, una de ellas en Suiza al sufrir una recaída. Contó en el libro que cuando tuvo que ser operado se le paró el corazón durante cinco minutos. Durante los desesperados trabajos de RCP para reanimarlo se le rompieron ocho costillas. Y en 2018 le explotó el colon y pasó casi dos semanas en coma y en cuidados intensivos. Los médicos llegaron a decirle en ese momento que tenía un 2 por ciento de posibilidades de sobrevivir.
Allí estuvo, sin embargo, para contarlo después de varios y casi siempre vanos intentos para rescatar lo mejor de su talento, su vis cómica y su personalidad notable para hacer reír. Perry siempre fue reconocido como el dueño del verdadero espíritu cómico de Friends, una especie de gentil y amable payaso escondido detrás de los modales y la vestimenta de un típico representante de la cultura corporativa de los años 90.
Chandler fue el personaje que más dificultades les presentó a Martha Kauffman y David Crane mientras estaban preparando e imaginando llevar a la TV el mundo de Friends. Los creadores de la serie reconocieron más de una vez que no le encontraban la vuelta y que tal vez estaba “mal escrito” hasta que se encontraron con Perry y enseguida se dieron cuenta de que Chandler era él y no otro.
El destino estaba escrito en su caso. Perry tenía en ese momento comprometido todo su tiempo en otra serie que finalmente no se hizo. Y a través de su talento para la comedia, Chandler tardó muy poco en encontrar su lugar en el mundo de esos seis jóvenes neoyorquinos que no paraban de tropezar en la búsqueda incansable de sus sueños.
En una sitcom que se hacía cada vez más ingeniosa, inteligente y divertida, Perry se hizo dueño casi absoluto de los momentos más delirantes con un personaje que mezclaba de la mejor manera el sarcasmo, el desparpajo y la inseguridad. Y logró ganarse enseguida al público por su carácter dulce y vulnerable al mismo tiempo.
Si por algo Friends permanece para siempre en un lugar del corazón de más de una generación de televidentes es gracias a la identificación que todavía sienten por esos seis chicos y chicas siempre dispuestos a ayudarse mutuamente en la búsqueda de sus sueños. Ese gesto permanente en la ficción se trasladó a la realidad cuando Jennifer Aniston, Lisa Kudrow, Courteney Cox, David Schwimmer y Matt Le Blanc se dieron cuenta por primera vez en la quinta temporada que Perry, compañero y amigo de todas las horas, necesitaba ayuda urgente para seguir peleando contra sus adicciones. En ese momento el actor consumía Xanax, metadona, cocaína y un litro de vodka por día.
“No se pueden tener problemas con las drogas durante 30 años y querer resolverlos en 28 días”, reconoció el actor en un momento de lucidez. De todas las estrellas de Friends, Perry era el único que llamaba la atención una vez terminada la historia de la serie cada vez que se lo veía en público con aspecto descuidado, desmejorado y en ocasiones hasta perdido. “Cuando tengo mucho peso, es por el alcohol. Cuando estoy más flaco, es por las pastillas. Y si tengo una barba de chivo, es porque estoy tomando muchas pastillas”, se sinceró años después.
Parecían haber quedado atrás los sueños de un muchacho que, según reconocería más tarde, estaba lleno de ambición y no iba a parar hasta lograr lo que buscaba. “Tenía muchas ganas de ser famoso y me salía vapor de los oídos. Quería atención, dinero y el mejor lugar en el restaurante. Cuando llega el estrellato es como vivir en Disneylandia. Pero no te dura para siempre. A mí me duró ocho meses. Después te das cuenta que eso no llena ninguno de los vacíos de tu vida”, le dijo en 2002 a The New York Times.
Había dejado por la actuación el primer sueño genuino de su infancia y adolescencia, el de convertirse en un tenista profesional. Contaba con talento y dotes suficientes para hacerlo, pero todo cambió cuando se mudó con su padre a Los Angeles cuando tenía 15 años.
Perry nació el 19 de agosto de 1969 en Williamstown, Massachussets. Su madre, llamada Suzanne Marie, era periodista y llegó a ser secretaria de prensa del primer ministro Pierre Trudeau. Es famosa la anécdota que cuenta que Perry llegó a pegarle a Justin Trudeau, hijo de Pierre y actual premier canadiense, cuando ambos eran chicos.
La vocación le llegó a Perry de manos de su padre, John Bennett Perry, un actor y ex modelo estadounidense que se hizo bastante conocido en toda la década del 70 como figura de la serie policial 240-Robert. Allí hizo su debut artístico Matthew Perry. Con el tiempo llegaría la devolución de gentilezas cuando John Bennett Perry apareció en un episodio de Friends (1998) personificando al padre del novio de Rachel (Aniston).
Se instaló definitivamente en Los Angeles tras la separación de sus padres y allí, luego de tomar distancia para siempre del tenis, se volcó a tiempo completo a estudiar actuación, especialmente improvisaciones de comedia. De a poco empezó a crecer apareciendo en varias serie. Una de ellas fue Dream On, creación de Kauffman y Crane para HBO. En el momento en que la pareja de showrunners empezó a pensar en Friends llegó el momento de la gran consagración para Perry.
Cuando Friends arrancó el 6 de septiembre de 1994, Perry cobraba 22.500 dólares por episodio. En las temporadas finales, gracias a la impresionante repercusión de una serie que marcó todo un tiempo de la televisión globalizada, esa cifra ascendió hasta el millón de dólares. Sus protagonistas se hicieron millonarios de inmediato, pero entre ellos le tocó a Perry usar buena parte de esos suculentos ingresos en el camino más incómodo y autodestructivo.
Esa vida acompañó a Perry hasta el final del camino de Friends, mucho más allá del momento del adiós en mayo de 2004. Cuando en 2021 finalmente los seis protagonistas compartieron un reencuentro a través de un especial de HBO, Perry llegó en las peores condiciones. Poco antes de las grabaciones había sufrido la pérdida casi completa de su dentadura, deteriorada por años de consumo de sustancias prohibidas, y debió operarse de emergencia. Como siempre, sus compañeros se encargaron de protegerlo y disimular esa sucesión interminable de infortunios y flagelos.
Perry nunca se casó, pero vivió algunos resonantes romances con figuras tan famosas como él, o más. Durante un buen tiempo fue pareja de Julia Roberts, salió con Valerie Bertinelli y mantuvo sonados coqueteos con Salma Hayek y Cameron Diaz que no terminaron muy bien.
El cine no le dio muchas oportunidades de lucimiento, a excepción de Mi vecino, el asesino (2000), que filmó junto a Bruce Willis, que se convertiría en uno de sus mejores amigos. La película tuvo una secuela menos exitosa. Tuvo que volver a la TV, el lugar en el que se sentía más seguro. Después de Friends hizo muchos intentos por regresar a los primeros planos, siempre bajo la atención de quienes estaban listos para encontrarlo de cualquier momento en otra de sus múltiples caídas en algún tipo de dependencia.
Cuando recuperaba la sobriedad y la lucidez artística volvía a aparecer el Perry más talentoso y dotado para la comedia. Así se fue sucediendo la historia televisiva post-Chandler del actor. Primero con Studio 60 en Sunset Strip y luego con Mr. Sunshine y Go On, series que empezaron de manera promisoria, pero luego no encontraron continuidad. Algo más lejos llegó con la remake televisiva de Extraña pareja, donde encarnó al personaje que en el cine había impuesto Walter Matthau.
De todos los papeles ajenos a Friends, quizá el mayor lucimiento le llegó a Perry en The West Wing, la gran serie política en la que interpretó al abogado republicano Joe Quincy, papel que le dio dos de sus cinco nominaciones al Emmy. Volvió a personificar a un político más tarde en otra destacada serie, The Good Wife.
Perry solo recibió una nominación al Emmy durante los diez años de Friends. Una más, la última, le llegó por su trabajo en el especial del reencuentro. Y la nominación restante fue por un telefilm, The Ron Clark Story, en el que interpreta a un docente que se las ve con el alumnado más difícil que pueda imaginarse. Su último personaje destacado fue el del senador Ted Kennedy en la miniserie The Kennedys after Camelot, de 2017.
Nada de todo lo que hizo antes y después de Friends alejará a Perry, en la memoria del público, de la figura y la presencia de Chandler Bing. Como ocurre raras veces, ese único personaje funciona como resumen completo de toda una vida como actor. A partir de hoy los momentos más ocurrentes y divertidos de Friends, que son al mismo tiempo los de Chandler, volverán una y otra vez a la memoria de sus miles y miles de fans.
Fuente: Marcelo Stiletano, La Nacion