Con sus imponentes barrancas, farallones, quebradas y laberintos erosionados por el agua y el viento, el Parque Nacional Sierra de las Quijadas se encuentra enclavado en el Cordón de las Serranías Occidentales, en el noroeste de San Luis. El lugar es tan hermoso pero mucho menos conocido que sus famosos vecinos, Talampaya y el Valle de la Luna.
En sus más de 73 mil hectáreas, deslumbra el paisaje árido de las serranías de un color rojizo intenso. Sin embargo, en muchos sectores se ven los manchones blancos de la sal, característicos de la zona.
Viendo el paisaje seco, parece mentira que los pueblos originarios fueran canoeros que pescaban en las lagunas que se encontraban en parte en este lugar, el humedal más grande de Cuyo.
Los espejos de agua desaparecieron por efectos naturales y humanos, pero una historia vinculada con ellos dio nombre a la región. Los bandidos rurales asaltaban a los arrieros que llevaban el ganado a tomar agua, se quedaban con la carne y los cueros, y descartaban las mandíbulas. La enorme cantidad acumulada convirtió al lugar en la Sierra de las Quijadas.
El parque nacional, que puede visitarse a través de cinco recorridos, expone todo su esplendor en el Potrero de la Aguada, un gran anfiteatro natural de 4000 hectáreas en el corazón de los acantilados.
Casi 25 millones de años de evolución geológica convirtieron a este sitio en un paraíso para los paleontólogos. Hasta ahora encontraron restos fósiles de dinosaurios y reptiles voladores, como el curioso Pterodaustro, que vivió hace 110 millones de años y tenía un enorme pico curvado hacia arriba.
En el centro de visitantes de la entrada se encontrará toda la información necesaria para recorrer los distintos senderos y los lugares de interés; al menos tres de los recorridos son autoguiados y gratuitos. Se recomienda fotografiar un cartel de madera con los senderos, para tenerlos presentes.
Y también se puede descargar la audioguía con una introducción al parque, pensada para ser escuchada durante el viaje en auto a lo largo del acceso hasta el estacionamiento. Es un camino de ripio de 6 km, que debe transitarse a no más de 40 km/h.
La audioguía relata la historia del lugar y de su nombre, el origen de sus primeras poblaciones y brinda información sobre la geología y la biodiversidad, con las voces de distintos personajes.
La primera parada será en el sitio arqueológico Los Hornillos de Hualtarán, que tienen unos 1100 años y sólo pueden verse desde el camino detrás de un alambrado. Unos 80 hornillos semienterrados en la tierra árida fueron usados por los huarpes, habitantes originarios de lo que hoy es Mendoza, que llegaban hasta este lugar en busca de la tierra arcillosa para hacer cerámicas donde cocinar sus alimentos.
Continuando las curvas del camino, se verán las diferentes formaciones geológicas de la zona, con gran variedad de restos fósiles correspondientes al período Cretácico inferior de la era Mesozoica. Entre otras, Lagarcito (100 millones de años), La Cruz y el Toscal (110 millones de años) y El Jume (120 millones de años).
En Lagarcito se encuentra la “loma del Pterodaustro”, de donde se extrajo la mayoría de los individuos de esa especie. El lugar –donde se recuperaron desde embriones dentro del huevo hasta ejemplares adultos– se convirtió en el más importante a nivel mundial de recolección de fósiles de una sola especie de reptil.
Los cinco senderos
Desde el estacionamiento parten cinco senderos. El primero, y el más fácil, se llama Flora y conforma una puerta de entrada al parque nacional. Por un camino llano de poco más de un kilómetro, que se puede recorrer en unos 30 o 40 minutos, se conoce la flora del lugar. Cada una de las plantas y los árboles nativos de la región tiene su cartel explicativo, con el nombre común, el científico y sus principales características.
Allí se descubrirán los arbustos insignes de la ecorregión: jarillas, retamos y alas de loro, los tres con flores amarillas. También hay algarrobos, chañares y quebrachos blancos junto con varias plantas endémicas, como la chica, un arbolito de madera muy dura que crece en las laderas rocosas y las tiñe con los tonos verdes de sus ramas puntiagudas y sin hojas.
En la mitad del camino se llega al magnífico mirador, donde habrá que detenerse durante un buen rato para disfrutar del paisaje deslumbrante. Además de las barrancas con sus colores rojizos, se verá desde el denominado “balcón norte”, por primera vez, el Potrero de la Aguada, en lo más profundo del terreno.
El segundo recorrido se llama Los Miradores; se extiende por casi tres kilómetros, que se pueden transitar en alrededor de una hora y media de caminata tranquila, con algunas subidas de tierra y escaleras de madera. Pero el esfuerzo tiene premio, porque se logran las vistas panorámicas más impactantes.
Al llegar al extremo de una gran barranca, desde distintos balcones se podrá ver en todo su esplendor el Potrero de la Aguada.
Los Guanacos es el tercero y último camino que puede hacerse de manera autoguiada y gratuita, pero es obligatorio registrarse previamente en la oficina de informes. En este caso es indispensable tener buen estado físico y experiencia en senderismo, porque se recorren 5 kilómetros y hay que calcular al menos unas tres horas de trekking.
Este sendero sigue una antigua senda de pobladores, hoy transitada también por los guanacos. A la mañana temprano se los encontrará comiendo y también, con mirada atenta, se descubrirán sus huellas en distintas partes del recorrido.
Si se camina despacio, se descubrirán huellas de corzuelas, maras y hasta pumas. La caminata termina en un importante mirador de toda la región, desde donde se ve un ángulo diferente de los farallones.
Hay otras dos visitas guiadas que de manera obligatoria se realizan con un guía local, que debe reservarse en la Cooperativa de Guías de Sierra de las Quijadas.
Las Huellas del Pasado transita, durante unas dos horas y media y a lo largo de 3,5 kilómetros, por una de las bajadas históricas que utilizaban los antiguos arrieros hacia los terrenos donde había agua. Primero se verán los miradores desde arriba y, después de una bajada de unos 80 metros, se llegará a una gran depresión en el centro del valle del Potrero de la Aguada. Durante el recorrido, se ven fósiles invertebrados y dunas y plantas fosilizadas. Hacia la mitad del valle se descubrirá un mirador desde donde se disfrutará de una vista espectacular de 360 grados.
Desde allí también se verá en toda su dimensión la huella de un Saurópodo, que es un dinosaurio herbívoro de cuello largo que habitó hace unos 100 millones de años en esta región. “Es el dinosaurio bueno de todas las películas. Como su huella tiene cincuenta centímetros de diámetro, se deduce que medía de 16 a 20 metros desde la cabeza hasta la cola”, cuenta el experimentado guía Carlos Rodríguez.
Y por último Los Farallones, de unas cuatro horas y media de duración, desciende por un sistema de escaleras, unos 100 metros. Luego se llega al cauce de un río seco, por el cual se camina hasta el corazón de las Sierras de las Quijadas y del Potrero de la Aguada, junto al que se levantan los paredones colorados de 240 m de altura, desgastados por el viento y la lluvia. En el camino de 9 km de extensión, se disfruta de formaciones geológicas como El Jume, de más de 100 metros de altura. Mientras, los cóndores sobrevuelan majestuosamente con sus enormes alas extendidas.
En el parque nacional hay una fauna tan rica como diversa. Las especies más fáciles de ver son maras, zorros grises, guanacos, pecaríes de collar y corzuelas pardas.
En cambio, la tortuga, elegida como el emblema del parque, es más difícil de encontrar. ¿El motivo? Durante largas horas de los días calurosos del verano y los fríos de invierno, se refugia en cuevas que cava entre las rocas.
Datos útiles
Cómo llegar. Desde San Luis son 116 km por la RN 147. Desde Merlo, 180 por la RP 5 hasta tomar la RN 20 en la localidad de Quines.
Visita. El parque está abierto todos los días, de 8 a 19. Entrada gratuita. Recorridos con guía, $4000 y $5000, según el sendero elegido.
Gastronomía. La confitería Posta del Cuyum, adentro del parque junto al estacionamiento, ofrece comidas típicas del pueblo huarpe, de jueves a domingos. Además, a 500 m de la entrada hay una proveeduría y un comedor.
Fuente: Gabriela Vigo, La Nación