“Hay libros necesarios. Este es uno de ellos”, comienza el prólogo de El día en que volvieron los colores, la última publicación de la Editorial Chirimbote. Pero no solo es necesario, es también un libro bello, vistoso y animado que se propuso contar el horror, el delito tabú por excelencia y una de las peores formas de violencia: el abuso sexual en la infancia (ASI).
“Formé parte durante algunos años de una ONG llamada Comunidades Protectoras dedicada a la prevención del ASI, adaptando programas y dictando talleres en las escuelas. Pero adentro de las aulas me faltaba un cuento para poder abordar esta temática con las niñeces. Al no encontrar material en español que realmente me gustara, decidí escribir el cuento con el que sí me gustaría trabajar; el cuento que les contaría a mis hijos”, dice la autora Érica Pincever.
El día en que volvieron los colores es la historia de Dante, un nene de 8 años que comienza a vivir situaciones de abuso por parte de Tati, su profesor de circo y a la vez un gran amigo de la familia.
“‘Vení’”, me llamó desde atrás de la pila de colchonetas. Me dijo que había entrenado muy bien y que me iba a ayudar a relajar los músculos como a los futbolistas. Empezó a hacerme masajes en la espalda, a mí me daban cosquillas y me reía. Los masajes fueron bajando y no me gustaba. Me empecé a sentir raro, incómodo, pero no me animaba a decirle nada. Después me tocó justo ahí, por donde se hace pis. Me quedé congelado como cuando jugás a mancha estatua. No me podía mover”. Dante va perdiendo la alegría, se siente triste y enojado, sin ganas de jugar ni de ir a la plaza. “Como si tuviera un agujerito en la panza, o una piedra pesada”.
Prensa Editorial Chirimbote
En Argentina no existen datos oficiales sobre abuso sexual contra las infancias y adolescencias, pero según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) a nivel mundial 1 de cada 5 niñas y 1 de cada 13 niños sobrevivieron a este delito. Otro estudio global elaborado por UNICEF señala que la mayoría de los abusadores son hombres y que el 90% son personas cercanas y en quienes las infancias confían: padre, padrastro, tío, primo, docente, cuidador, cura, rabino, vecino, entrenador de fútbol…
A medida que avanzan las páginas, Dante se anima a compartir con su mamá todo lo feo que ocurría mientras debía aprender a hacer piruetas. Y la ilustradora Ro Ferrer logra transformar una escena narrativa de enorme angustia y dolor en dibujos amorosos.
“Busqué llegar a las infancias de una manera orgánica, a través de un relato amable y respetuoso, para que puedan prestar atención a lo que les sucede y mantenerse a salvo, facilitando el contacto con sus emociones, con el fin de que se atrevan a hablar sin temor. Busqué crear un recurso, una nueva vía de comunicación que aporte a la prevención de estas violencias. Claro que un proyecto así no se construye en soledad, se co-construye, y por eso fueron fundamentales los trazos de Ro Ferrer, la edición precisa de Nadia Fink, la participación de la poeta Claudia Masin, y el apoyo final de Thelma Fardin, que abrazó el libro y lo hizo causa”, explica Pincever a Infobae Leamos.
Cuando la historia de Dante termina, comienza una guía y un apartado de actividades pensadas para que gente adulta pueda facilitar conversaciones con chicos, chicas y adolescentes en relación a sus emociones, a cómo se sienten frente a determinadas situaciones, para que puedan reconocer a quiénes recurrir por ayuda, y hasta sepan cuáles son los derechos y permisos sobre sus propios cuerpos.
«El día en que volvieron los colores» se presntó con el apoyo de Thelma Fardin. Prensa Editorial Chirimbote
– El día en que volvieron los colores está dirigido a niños y niñas pero también a personas adultas, y aborda diferentes objetivos a partir de diferentes estrategias pedagógicas: visibilizar los abusos sexuales en la infancia, habilitar escuchas empáticas, aprender, enseñar… ¿por qué lo pensaste así?
– Con el cuento ya ilustrado y editado, surgió la necesidad de escribir una guía para docentes, cuidadoras, cuidadores y familias que acompañen, entendiendo que muchas veces los adultos no sabemos cómo abordar ciertos temas y eso nos genera temor. Así es que por un lado queríamos acercarles a las y los adultos herramientas de protección y cierta información que permita detectar hechos complejos, y por otro lado apuntamos a que les niñes puedan conectarse con sus emociones y se animen a hablar sin miedo.
– El libro insiste sobre el valor de generar momentos de diálogo, de intercambios con las infancias para que puedan poner en palabras, para que sepan qué está bien y qué no está bien… ¿cómo hacerlo sin contagiarles miedo?
– Existe una suerte de mito cultural que alimenta la idea de que si educamos a les niñes con información sobre temas relacionados con el mundo de lo sexual vamos a “meterles cosas raras en la cabeza”, “los vamos a asustar, a traumar” o que “son demasiado chicos para manejar cierta información”. Todas creencias equivocadas. Por ejemplo: si desde que son muy peques les enseñamos a cruzar la calle de una manera segura, ¿por qué no les podemos enseñar con la misma naturalidad que existen partes del cuerpo que son íntimas y que nadie debería tocarlas o mirarlas salvo que sea por cuestiones de higiene o médicas? Resulta exactamente al revés, las familias deberían tener temor de no educar a sus hijes sobre estos temas porque está comprobado que un niño o una niña que recibió Educación Sexual Integral (ESI) tiene más herramientas para protegerse del abuso sexual que uno que no.
– Se plantea la importancia de desnaturalizar los secretos, aunque parezcan inofensivos.
– Uno de los pilares sobre los que construye el abuso son los secretos. Muchas veces sin darnos cuenta las personas adultas sembramos con les niñes un escenario en donde el secreto queda naturalizado. Podemos decir una frase que parece insignificante, como “te compro un helado pero no le cuentes a tu hermanito”, y esta autorización a mantener secretos, esta búsqueda de complicidad que oculta algo, hace mella en las niñeces y podría facilitar el proceso que lleva a cabo un abusador, basado en el secreto y en el silencio de las víctimas entre otros factores.
Las ilustraciones fueron hechas por la artista visual Ro Ferrer. Prensa Editorial Chirimbote
– Entendiendo que no es lo mismo un secreto que una sorpresa…
– Por supuesto no me refiero a sorpresas como fiestas de cumpleaños, regalos o la llegada de una mascota al hogar, porque, a diferencia de los secretos, las sorpresas tienen una fecha de develamiento. No se trata de secretos que se deban guardar por siempre. Tenemos que poder ayudar a los niños y niñas a comprender la diferencia que los secretos tienen con las sorpresas. Y transmitirles que los secretos, sobre todo si se trata de sus partes privadas, son peligrosos y deben ser contados.
– La guía y las actividades se ocupan de desmontar mitos sobre el abuso sexual en la infancia; por ejemplo, que quien abusa es un monstruo aberrante que no conocemos o que siempre hay lesiones físicas y a la vista.
– Las estadísticas indican que los abusadores se encuentran perfectamente adaptados a la sociedad y que pueden ser personas afectuosas y generosas hacia el exterior, que no tienen una enfermedad mental ni un perfil particular. Sabemos que en su mayoría son hombres y tienen diferentes características. El 70% de les niñes abusades sufre abuso sexual por parte de miembros de su familia.
– También se explica que no hay pruebas de que los niñas y las niñas mientan más que las personas adultas y, especialmente, que no mienten sobre estos temas.
– Fue el adultocentrismo el que construyó la idea de que es más creíble el relato adulto que el de la niñez o adolescencia. Cabe tener en cuenta que durante los primeros años de vida pueden presentarse mentiras ingenuas, de contenido muy simple y obvio. En general tienen que ver con situaciones que les niñes niegan para no perjudicarse: “Yo no rompí el plato”, por ejemplo. No son, en general, inventos sobre cosas que no sucedieron y menos de carácter sexual. A su vez, les más chiques no tienen las habilidades, por el momento del proceso madurativo en el que se encuentran, para inventar y sostener una mentira de estas características.
– ¿Se puede prevenir el abuso o lo que podemos hacer es aprender a detectar situaciones y a escuchar a las víctimas?
– Estar informados es un gran factor de protección frente a esta violencia atroz ejercida contra las infancias. La información tanto para les niñes como para las personas adultas puede hacer la diferencia. Por eso apoyo fervientemente brindar ESI en las escuelas. Poder “poner en agenda” al abuso sexual como posibilidad, pero sin paranoia, resulta de suma importancia a la hora de detectar situaciones complejas o signos de abuso. La actitud atenta y la apertura al diálogo en las familias fomentando una comunicación fluida en donde las infancias y adolescencias puedan expresar lo que les sucede resulta un gran escudo de protección.
Fuente: Infobae