Una pareja de argentinos dejó todo para empezar una aventura sobre ruedas con el fin de conocer el continente a fondo
“Imaginate empezar un viaje de 12 meses y que ese viaje se convierta en tu vida”, eso es lo primero que dice Patricia Fehr cuando se le pregunta cuál fue la génesis de su travesía. La mujer y su familia llevan 20 años en el ruedo y siete sin pisar su país natal. El viaje comenzó formalmente el 10 de marzo de 2003, cuando se despidieron de sus padres en San Nicolás, en provincia de Buenos Aires y se subieron a una Land Rover Defender equipada con lo básico. Sin embargo, ella y Germán de Cordova, su pareja, están convencidos de que el verdadero origen se remonta a cuando se conocieron en 1991 en el club de regatas.
Ella tenía 17 y daba clases en la escuela primaria; él casi 24 y trabajaba en el área de ventas de las jubilaciones privadas. “Éramos agua y aceite, pero coincidíamos en algunas cosas. Una de ellas era el sueño de salir a conocer el mundo más allá del lugar donde habíamos nacido”, relata Patricia y admite que tuvieron que pasar más de 10 años de planificación esperando el momento ideal para animarse a dar el primer paso. “Cuando creímos que estábamos cerca de arrancar nos sacudió, como a tantos argentinos, el corralito. Perdimos todos nuestros ahorros y entendimos crudamente que habíamos perdido demasiado tiempo esperando el momento perfecto”. Fue en ese momento en el que decidieron que no querían perder ni un segundo más y, ni bien recuperaron lo justo y necesario para dar el envión, se mandaron.
“La idea era viajar un año para después volver a lo que conocíamos”, cuenta Patricia pero ambos se miran con complicidad. El retorno nunca se concretó y, con el tiempo, la camioneta se transformó en un autobús escolar que tunearon y transformaron en un verdadero hogar sobre ruedas, en el que le dieron la bienvenida a Inti, su primera y única hija que hoy tiene 15 años; y lo que era un itinerario de viaje cronometrado se transformó en un estilo de vida sin fecha de vencimiento. En ese orden, recorrieron Argentina, Bolivia, Perú, Uruguay, Brasil, Chile, Ecuador, Colombia, Venezuela, Belice, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, Cuba, México, Estados Unidos, Canadá y Alaska. Les gusta presentarse como Amunches, viajeros en lengua mapuche.
No hay días estándar
Desde que se levantan hasta que se acuestan, para los Amunches cada día es una hoja en blanco. Como el 99% de los argentinos que viven en el extranjero, conservan el ritual de los mates mañaneros. Eso, revisar correos y leer las noticias son los únicos componentes que forman parte de la rutina; el resto varía.
Tanto Patricia como Germán dan conferencias motivacionales en empresas, instituciones académicas y cárceles; también participan de eventos culturales donde hacen muestras en donde venden fotografías y su libro, Amunches bajo un nuevo sol; y forjan alianzas comerciales con marcas “alineadas con sus valores”. Una parte de estos ingresos va al financiamiento de la aventura, y otra la destinan a dar talleres en comunidades con pocos recursos económicos, como parte de un proyecto social. Todo lo documentan en su cuenta de Instagram (@amunches).
“No hay un día estándar. En todos hay un componente de desplazamiento, llegada, reinstalación, recorrido, documentación e intercambio cultural”, explica Germán. El hombre remarca que esta libertad supone también un compromiso y que, en ese sentido “somos los únicos responsables de elegir quiénes queremos ser y cada día es una oportunidad nueva para volver a empezar”.
Los tres coinciden en que el mayor aprendizaje de este tipo de vida proviene de la gente con la que cruzan camino. “Todos los lugares tienen su atractivo, pero lo cierto es que muchas veces añoramos volver a un lado porque queremos revivir un momento que no tiene nada que ver con un paisaje, sino con lagente”, reflexiona Patricia. “Conocer otras formas de vivir nos muestra constantemente que nuestros puntos de vista no son verdades únicas y que existen muchos mundos dentro de este”.
Soltar lo hecho para ser de verdad
Ni Patricia ni Germán recuerdan a la salida de Argentina como un evento traumático. “No evaluamos qué estábamos dejando atrás porque el foco estaba en el entusiasmo por todo lo que estaba por sumarse. Hoy, 20 años más tarde, entendemos que lo único que dejamos fue nuestra familia”.
La dupla advierte que, aunque hoy es un poco más habitual toparse con este tipo de historias, en ese entonces no era común emprender una aventura de esta índole. “Estaba más contemplado como una locura que como un estilo de vida distinto. Recibimos muchas críticas, aunque siempre desde el amor y a medida que sumamos kilómetros y superamos obstáculos los cuestionamientos y las dudas fueron quedando atrás”, pondera como rememorando todo eso que ya sucedió.
Por otro lado, no niegan la existencia de desafíos; vivir en movimiento, señalan, demanda mucha logística. “No es fácil encontrar un lugar seguro y amplio para estacionar un autobús de 12 metros de largo, sobre todo cuando llegamos a una gran ciudad”. Sin embargo, en lugar de ver la tarea como un drama, eligen relativizarlo. “No es una dificultad mayor a la que se enfrenta cualquier persona en su vida cotidiana, sino una cuestión que hay que resolver”.
A la pregunta de si extrañan algo de la vida estable responden que no y sin dudas. “Para nosotros estable es esta vida que seguimos construyendo dinámicamente. Entendimos que no hay una sola manera de vivir y tampoco de ser felices y que cada uno tiene que construir su vida lo más cerca de sus sueños posible”, dilucida Patricia. “De nada sirve construir una vida lejos de lo anhelado. La nuestra, evidentemente, es en un viaje y hasta en los momentos más complicados la seguimos eligiendo”.
Nacer en la ruta
Inti, que en quechua significa sol, fue producto del amor de vivir en primera persona la vida anhelada. Nació en España el 20 de noviembre del 2008, justo después de que la dupla cumpliera el objetivo de Alaska. Patricia cuenta que unos amigos que andaban por el país europeo andaban con ganas de verlos y ellos no dudaron mucho, vendieron la entonces Defender y volaron para ahí.
“No contemplamos tener hijos cuando planificamos el viaje pero yo, además de viajar, siempre quise ser mamá”, revela Patricia y se nota que está exhibiendo una parte clave de su esencia. “Nos volvimos a hacer el planteo de si realmente existe el momento ideal. La respuesta, de nuevo, fue no. Entonces decidimos convertirnos en padres”.
Inti nació y se crió en el ruedo. Creció viendo un mundo muy diverso lleno de matices en las caras, voces y opiniones. Cursa dos sistemas educativos: el de educación a distancia del Ministerio de Educación de Argentina y el de Homeschooling de Estados Unidos ACE. Lo que más le gusta de la vida que lleva es conocer distintos lugares con distintas comidas y amigos; lo que menos le gusta son las despedidas, aunque sabe que, técnicamente, puede volver o seguir en contacto. En un futuro le gustaría probar el estilo de vida estable. “Quiero estudiar derecho para poder ayudar a la gente, y me gustaría hacerlo viviendo en un mismo lugar”, cuenta. “Seguramente muchos niños de mi edad se imaginan lo divertido que es vivir como yo vivo, y yo me pregunto lo mismo a la inversa”.
Por esto y porque la vida se trata de cambiar, adaptarse y acompañarse en las inquietudes y anhelos mutuamente, la familia se vislumbra, cuando sea el momento de Inti de empezar una carrera, estableciéndose en un lugar fijo en donde echar raíces, aunque sea por un rato. Un lugar para seguir generando encuentros y, de alguna manera, viajes, con el recuerdo, aprendizaje y registro fotográfico de todo eso que ya vivimos. “Dónde es la gran pregunta”, admite Germán. “Antes de empezar el viaje nos preguntábamos cómo iba a ser el día en el que lo empezáramos. Ahora nos preguntamos cómo -y cuándo- va a ser el día en el que el viaje se termine”.
Fuente: Sol Valls, La Nación.