Fabrizio von Arx, violinista italiano y director artístico de Casa Stradivari (Foto: Gabriel Bouys / AFP)
Amantes de la música de todo el mundo intentan, desde hace más de tres siglos, descubrir los secretos de la resonancia mágica de los violines de Antonio Stradivari. Ahora podrán continuar su búsqueda en su antigua casa-taller en Cremona, en el norte de Italia. El edificio medieval, residencia del célebre lutier entre 1667 y 1680, cobró vida transformándose en centro de formación para jóvenes artesanos y músicos, y lugar de peregrinación para amantes de las cuatro cuerdas.
Encontrarse en la casa donde vivió y creó el maestro lutier de Cremona, “es mágico. Siento las vibraciones”, exclama Fabrizio von Arx, violinista italo-suizo, de 47 años, autor del proyecto de restauración de la Casa Stradivari. “Entre estos muros nació el mito Stradivarius y comenzó a brotar su visión de la perfecta resonancia del violín”, comenta durante una visita.
Después de un año y medio de obras, el edificio -donde el lutier vivía con su primera esposa y sus seis hijos- reabrió al público gracias a la Fundación Casa Stradivari, creada en 2021 por Von Arx.
Violín Stradivarius de 1720, propiedad del violinista italiano y director artístico de la Casa Stradivari, Fabrizio von Arx (Foto: Gabriel Bouys / AFP)
Si bien las vigas originales de la sala de estar en el primer piso pudieron ser restauradas, no hay rastro del taller en la planta baja, trasladado a otra casa (ya demolida) en Cremona. Se reubicaron dos bancos de trabajo de lutier.
La misteriosa “Altana”, terraza cubierta en la azotea -rodeada de gruesos muros de ladrillo-, permaneció intacta y continúa alimentando la leyenda. “Allí colgaba sus violines para secarlos a la luz del atardecer. De ahí el enigmático color de su barniz, entre rojo, marrón y naranja”, relata Von Arx.
“Con el calor y la humedad que prevalecen en Cremona, la madera de los violines trabaja mucho y después se estabiliza”, detalla sobre uno de los secretos del sonido extraordinario de los Stradivarius.
Stradivarius, el sonido perfecto
“La fórmula del barniz”, escrutada con lupa por innumerables científicos, “era la misma que utilizaban los otros lutiers de la ciudad”, asegura el violinista. No obstante, “después del trabajo, pasaba tiempo en el salón con sus amigos músicos para escuchar sus violines y perfeccionarlos con su ayuda”, añade.
La Casa Stradivari, en Cremona, funciona en el taller donde vivió el fabricante de violines, Antonio Stradivari (Foto: Gabriel Bouys / AFP)
La obsesión por el sonido perfecto también llevó a Von Arx a adquirir en 2017, con la ayuda de un mecenas suizo, un Stradivarius de 1720, “el Madrileño”, por 8 millones de francos suizos. “Fue amor a primera vista”, confiesa el violinista, que incluso lo hizo bendecir por un cardenal en la basílica de San Marcos en Venecia, renombrándolo “El ángel”.
De los 1.100 violines, violonchelos, violas y otros instrumentos de cuerda que nacieron en el taller del lutier, fallecido en 1737 a los 93 años, quedan actualmente unos 650.
El récord en una subasta fue en 2011, cuando un Stradivarius llamado “Lady Blunt” fue vendido por 15,89 millones de dólares.
Benedicte Friedmann, francesa de 48 años, es una de las más de 180 lutiers instaladas en Cremona, ciudad de 70.000 habitantes. “Stradivarius supo llevar el instrumento a la perfección acústica y estética. Es inigualable”, reconoce.
“Entre estos muros nació el mito Stradivarius”, dice Fabrizio von Arx (Foto: Gabriel Bouys / AFP)
Gubias, tijeras, navajas, sierras y pequeños cepillos de madera se apilan en su mesa de trabajo. Meticulosamente, coloca el mango en el cofre de un violín encargado por un músico, antes de aplicar el barniz y ensamblar el resto.
Violinista de formación, prueba sus creaciones una vez montadas, después de un mes y medio de trabajo y sigue utilizando las mismas técnicas de 300 o 400 años. “Lo que cambió son las herramientas, más modernas”, precisa.
En cuanto a los secretos de Stradivarius, confirma que “el barniz es muy importante desde el punto de vista acústico, porque si es demasiado duro, impide que el violín vibre”.
Para Fausto Cacciatori, conservador del museo del violín de Cremona, “el secreto son las extraordinarias habilidades de Stradivari. El maestro nunca dejó de experimentar buscando el sonido perfecto” subraya.
Fuente: AFP