“¿Cómo me defino? Hoy me siento conductora, presentadora y notera, todo a la vez, de mi propio programa de TV, La Gran Vidriera, que ya lleva 34 años ininterrumpidos en el aire… que me llamen como quieran. También cantante, vedette, actriz, bailarina, guionista, humorista, porque todo eso fui, soy y seré”, explica entre sonrisas, como durante toda la charla, Mariquita Gallegos (María Angélica Gallego en los documentos).
-¿Me vas a preguntar cómo hago para estar tan activa?
-Cuénteme, por favor…
-Primero te cuento que me olvidé de mencionarte que también soy maestra, me recibí en el Normal 1, jajaja. Respecto a lo relacionado con mi energía tengo dos secretos. El primero es mi rutina de gimnasia dos veces por semana. Voy acá cerquita a un gimnasio, y el profe me prepara una rutina genial que me da vitalidad, refuerza mis músculos, mantiene derecha mi postura, es esencial para mi vida y la recomiendo. Te cuento que recorro todos los aparatos: bicicleta fija, cinta, todo lo que esté libre… Uno que yo llamo escalador me permite subir hasta el techo y hacer movimientos de brazos y de cintura, elongaciones. Te vas agarrando y hacés todo lo que tu mente pueda imaginar. Son barras irregulares de madera colocadas estratégicamente. No puedo perder todo lo que he hecho en mi vida, mi cuerpo me lo pide, me lo exige. Si no, no estaría en condiciones de hacer todo lo que hago porque mucho de mi programa se graba en exteriores. No tenemos estudios ni yo los quiero. Cuando estoy en verano en Mar del Plata, me encanta hacer yo misma las encuestas en la playa, en la peatonal… Voy a Punta Iglesias, vivo a dos cuadras, departamento que había comprado mi mamá cuando yo era una niña.
Mariquita respira profundo, bebe agua y habla de su segundo secreto para sentirse con tanta movilidad y fortaleza física: “Mi segunda fuente de inspiración es el Budismo, que descubrí hace ocho años gracias a Leonardo Serrano, director teatral. Lo conocí porque comenzó a dirigir mis espectáculos. Un día me encontró mal, me había peleado con mi hermano, empezó a hablarme, a aconsejarme, y me dijo: ‘Este es el comienzo. Te voy a recomendar un grupo del budismo japonés de Daisaku Ikeda, reconocido y respetado en todo el mundo’. Empecé a ir todos los miércoles y mejoró mi vida. Gracias a eso también estoy como estoy. Cuando me despierto invoco a Buda. Es como decir, ‘yo tengo el poder, yo soy Buda, yo puedo salir adelante’. Todo es cuestión de fe, de fortaleza. En Mar del Plata lo hago mirando al mar desde la playa, no sabés el placer que siento mientras pido protección”.
-Usted comenzó desde muy niña con el piano, Mariquita, no iba ni al colegio todavía, ¿es así?
-Sííí, gracias mi mamá, que fue clave en mi vida. A los cuatro años empecé a estudiar piano, música y después danza clásica, interpretación… todo en el Conservatorio. Por eso pude debutar a los 14 en calle Corrientes. Fue en el Teatro Astral. La obra se llamaba Aprobado en castidad. La protagonizaba y dirigía Chicho Ibáñez Serrador. Mi apellido es Gallego de la Paz, pero él me inventó el nombre. De María Angélica Gallego pasé a ser Mariquita Gallegos; era el apellido de una gran artista española y Chicho eligió ese. Hizo un casting, mi vieja lo vio, me llevó y quedé. Era menor, pero mamá me llevaba y me iba buscar. Yo no lo podía creer.
-Y a partir de ahí se tuteó con grandes…
-Empecé mi carrera de la mano de Guillermo Bredeston, Inés Moreno, Amalia Bernabé, con José Marrone y Tita Merello como vedette haciendo revista dirigida por Gerardo y Hugo Sofovich. Tita me esperaba en el camarín con un tecito, me protegía, me cuidaba, me preguntaba si tenía hambre. Era como una mamá postiza en el escenario, tan humilde y tan imponente.
-Como cantante también debutó de adolescente.
-Es verdad. A los 15 hice mi primer disco en la Viktor con el papá de Vicky Buchino, que era el director. Quería hacer un lanzamiento con los temas de Mina (Mazzini), la cantante italiana, pero en castellano y me eligieron. Me vistieron con un look onda Marilyn Monroe. Me produjeron una gran gira por toda Latinoamérica que hice con mi mamá. Después fui a los Estados Unidos con Mariano Mores y Hugo del Carril para el show Buenas noches Buenos Aires. Hacíamos un dúo de pianos con el maestro, inolvidable. El cuadro de una viudita que tiraba la chancleta, todo al ritmo de El Firulete. Nos terminaron contratando de la embajada de los Estados Unidos en el Fontainebleau de Miami. Fue un éxito. A Europa fui cuando me contrataron de Madrid, España, espectáculo que hacíamos con Alfredo Laria, coreógrafo y director en el teatro Calderón. Después estuve en el teatro Victoria de Barcelona con la cómica catalana Mary Santpere. En total seis años en el Viejo Continente. Llegué a cantar hasta en Marruecos, divino, en Andalucía… En Israel lo hice en tres recitales en Tel Aviv, Jerusalem, y Beer Sheva, hasta viví en un kibutz, hermosa experiencia. Mamá era médica y me acompañaba cuando podía.
-Se enamoró de dos grandes de la escena, Luis Aguilé y Juan Carlos Mareco “Pinocho”…
-Con Luis estuvimos dos años de novios. Fue el primero que tuve. Nos conocimos grabando un disco. Con Mareco fue Blackie la que nos presentó. Yo estaba en Canal 9 y me proponen como figura femenina para el programa que él venía de hacer en el 13. Lo presentaban como el gran pase del año. Blackie era la productora, la directora. Juan Carlos me decía que podíamos encontrarnos para charlar, para preparar los cuadros para hacer el sketch, y una cosa trajo la otra… un pícaro. Así empezamos. Él se había separado y se dio. La que se puso loca fue mi madre porque no quería que saliera con un tipo que había estado casado. Además ya tenía tres hijos y me llevaba más de quince años. Nos casamos y nos fuimos a España, después tuvimos a nuestro hijo Damián. Nos separamos cuando el nene tenía cinco años. Era muy celoso, estaba inaguantable, terrible. Mi vieja insistía y decía que podía ser mi padre, jajaja.
-A propósito de su padre, usted me comentó que está preparando un libro que reflejará su vida y él ocupa un capítulo destacado.
-El libro se va a llamar Imágenes. Son las que llegan todas las noches a mi mente mágicamente y las voy a describir y relatar en un libro. Mi viejo era militar, de la Fuerza Aérea, y daba clases a los jóvenes para piloto. Lo veo ahí, parado frente al aula y yo entrando y sentándome en el primer banco siendo una niña. Era chica cuando murió. Mamá quedó sola, hizo un viaje a Europa y se vino con un marido inglés. Mi padrastro se llamaba Stanley Waite. Cuando íbamos de vacaciones a Mar del Plata, yo llegaba a la playa y me decían: ‘Usted salió a su papá’. Jajajaja. Porque me veían rubia y de ojos celestes como él. En casa siempre se habló en inglés, desde que llegó Stanley. En vez de enseñarle castellano a él, nos sirvió para aprender a nosotros su idioma, jajaja.
-Como sé que usted no para un minuto, le pregunto qué se viene de nuevo en su vida.
-¿Viste? Desde chica que tengo esta energía… No puedo parar de hacer cosas y moverme. Ahora preparo mi debut en “Mariquita como yo no hay dos”, unipersonal que corté cuando llegó la pandemia y quiero retomar. Pero paré mi propio debut porque no me gusta nada la inestabilidad del país. No puedo programar nada, está todo demasiado incierto, no se sabe cuánto valen las cosas, un despelote… Pero si la gente quiere desenchufarse de todo lo negativo que enfrentamos los argentinos puede entretenerse viendo La Gran Vidriera por Canal Metro, Argentínisima Satelital y mi propio canal de YouTube. Tenemos mucha audiencia. El público nos pide que estemos en la televisión abierta. No estaría nada mal…
Fuente: Miguel Braillard, La Nación.