“Están acá, pero no los ves. Así que cuidá el bolsillo y el maletín. Y la ventana, y la puerta, y los ahorros y el auto. Cuidá el alma. Porque están acá y van a estar siempre”, dice un cartel colgado en la pared de un histórico bodegón porteño. No es una casualidad. Hace más de veinte años, allí se filmaron varias escenas de la multipremiada película argentina “Nueve reinas”, protagonizada por Ricardo Darín y Gastón Pauls. En el film, los estafadores Marcos (Darín) y Juan (Pauls), utilizaban una de las mesas del bar como “su oficina”: concretaban reuniones claves y planificaban sus ingeniosas andanzas, mientras bebían un pocillo de café o disfrutaban de los platos típicos de la casa acompañados del vino en pingüino y sifón de soda.
Desde entonces, esa mesa se transformó en el sitio más codiciado del salón. “Todos quieren sentarse en la número siete. Es aquella que está en el fondo, cerca de la heladera de bebidas. Al ser la preferida muchos se sacan fotos para compartir en redes sociales y mientras comen siempre suelen preguntarnos anécdotas y recuerdos del rodaje”, cuenta Don Arturo Vigabriel, al frente de “La tasca del Fosforito”, ubicada en Av. Hipólito Yrigoyen 1218 en pleno barrio de Monserrat. Tras su aparición estelar en la pantalla grande el bar ganó fama en el barrio y traspasó fronteras, sin embargo “La Tasca”, como era conocida en sus inicios, desde 1935 es un clásico porteño frecuentado por artistas, cantantes, políticos y deportistas de todas las épocas.
El cabaret, los marineros y el whisky
El bar es pequeño y, por lo general, suele pasar desapercibido, pero si sus paredes hablaran podrían contar con lujo de detalles distintas épocas de la ciudad de Buenos Aires. Dicen que a principios del siglo XX allí funcionó un cabaret, frecuentado principalmente por marineros en busca de diversión y whisky. Años más tarde se transformó en lechería y solían repartir, por todo el barrio, la bebida láctea “a granel” en botellas de vidrio. Recién en 1935 adquirió su identidad definitiva al convertirse en bar. Su fundador fue Don Paco González, un inmigrante oriundo de Orense, en Galicia, España, y en honor a los clásicos establecimientos de su tierra en los que se sirven buenas bebidas alcohólicas, comidas y tapas, la bautizó “La tasca”. Para acompañar el nombre eligió la simbólica figura del toro, que con el tiempo se transformó en un ícono de la casa.
En lo de Paco la importante barra de madera era la gran protagonista: siempre estaba repleta de bebidas y las patas de jamón crudo colgadas (estacionándose). A toda hora encontrabas habitués acodados bebiendo vermut, vino, cerveza y variedad de licores (nacionales e importados). Entre copa y copa, salían sus especialidades: chorizos, quesos, bocata (sándwich) de calamares, tortilla, boquerones y cornalitos, entre otros. “A la madrugada se trabajaba muchísimo. Entraba y salía gente todo el tiempo. Era un clásico que se inviten rondas de tragos entre los clientes. Compartían los distintos platitos y pinchos entre todos”, expresa Arturo, quien nos cuenta que uno de los habitués era el cantaor de flamenco español, Antonio Fernández Díaz, conocido artísticamente como Antonio de Puente Genil o mejor dicho “Fosforito”.
Cada vez que tenía shows en Argentina en el Teatro Avenida, que está justo enfrente, se cruzaba a la tasca antes y después de la presentación. “Salía por la puerta trasera del teatro y se ubicaba en la barra a beber un “Clarito”, whisky o vino. Cuando estaba en Buenos Aires prácticamente vivía acá adentro. Decía que era como estar en su casa”, asegura. En esas noches de algarabía, Antonio cosechó una gran amistad con Paco y este en su honor decidió rebautizar al bar. Así, se transformó en “La tasca del Fosforito”. Desde entonces, en diferentes paredes del salón, hay carteles y fotografías del reconocido artista internacional. Incluso en la barra, al lado de las botellas y la “bota” de cuero de vino, se encuentra la tapa de uno de sus discos: “El cante de Fosforito”, que el propio cantaor le obsequió en una de sus tantas visitas por la ciudad.
“Venía a almorzar los callos a la madrileña”
Arturo Vigabriel, es técnico electromecánico y conoció al bar de casualidad cuando trabajaba en la zona. “Venía a almorzar seguido porque me gustaban mucho sus callos a la madrileña y el pollo al ajillo. Además, se armaba un lindo ambiente: a Paco le gustaba mucho acercarse a las mesas y conversar con los clientes. Enseguida nos hicimos amigos”, relata. En 1999 “El gallego”, como le decían cariñosamente en el barrio, tomó la decisión de regresar a Orense y radicarse definitivamente en la tierra de sus orígenes. Previamente, le ofreció a Arturo el fondo de comercio. Él tenía poca experiencia en el rubro, pero junto a su mujer Patricia, tomaron las riendas del negocio y continuaron con el legado del fundador.
“Mantenemos la esencia cultural y las recetas tradicionales de Paco. Con el tiempo, también incorporamos más platos en el repertorio: pastas, minutas, cazuelas hasta paellas con nuestra impronta”. Patricia, mientras atiende algunas mesas, agrega: “Era un mundo totalmente desconocido para nosotros, fue nuestro primer emprendimiento gastronómico. Arrancamos con algo nuevo de cero: fue todo un desafío y a puro pulmón. Aprendimos de todo un poco. El salón es mi lugar en el mundo”. Ella, actualmente, se encarga de la atención de los clientes y él de la parte administrativa y los proveedores. En la hora del despacho a Arturo lo encontrás detrás de la barra: atento a las comandas y a la preparación de los cócteles.
Las Tortillas y los pescados, grandes protagonistas
En la Tasca le rinden tributo a los platos españoles (adaptados a la materia prima y el paladar local) y también a los clásicos de bodegón porteño. “Platos abundantes y a buen precio”, es uno de los lemas de la casa. Todo es casero y se prepara en el momento. Para arrancar, hay berenjenas al escabeche, jamón crudo con ensalada rusa, mayonesa de atún y el matambre artesanal. Las tortillas, merecen una mención aparte, a las clásicas con papa y cebolla y la española (con chorizo colorado), hay que destacar la “Fosforito” con morrón, cebolla y chorizo colorado y la “Asturiana” con cebolla y panceta. Una de sus últimas incorporaciones fue la versión rellena con queso, jamón y orégano, que a pedido del público decidieron bautizarla “La Tasca”.
Los grandes protagonistas son los pescados y mariscos. Hay desde salmón blanco al verdeo, filet de merluza al roquefort con papas españolas, abadejo o lenguado a la crema de limón con papas rejilla y una deliciosa trucha a la crema de almendra. Otro hit son las picadas de mariscos para compartir. La más completa es “La Tasca” (para cuatro personas) con cornalitos, langostinos, calamaretes, rabas y mejillones. “Son muy famosas nuestras cazuelas y paellas”, asegura Patricia, quien nos recomienda la valenciana. Tampoco se quedan atrás el chupín de pescado y los cornalitos fritos.
Además, hay variedad de carnes a la parrilla, milanesas (desde la clásica napolitana pasando por la rellana con morrones asados, jamón y queso), supremas, pastas y pollos. Arturo reconoce que su plato insignia es el pollo al ajillo. “Es el que más sale. Es la especialidad de la casa y lo preparamos con la misma receta que nos enseñó Paco. Te aseguro que el sabor es igual al que comés en España”, afirma. Lo suelen flambear en una sartén con vino blanco y viene acompañado con papas españolas. Una delicia. Para el momento del postre la vedette son la natilla y la crema catalana.
Las anécdotas de Nueve Reinas: Ricardo Darín y Gastón Pauls
El 31 de agosto de 2000 se estrenó en la pantalla grande “Nueve reinas”, escrita y dirigida por Fabián Bielinsky, y la “La Tasca del Fosforito” fue elegida para varias de sus escenas. Marcos (interpretado por Ricardo Darín) había transformado una de las mesas, ubicada al fondo del salón en un sector más reservado, en “el escritorio de su oficina”. Incluso, si alguien quería contactarlo directamente llamaba al teléfono fijo del bar y el encargado le pasaba el parte diario. “Aníbal, me despejás el escritorio”, dice Marcos cuando entra a la tasca, mientras pica unos manís de copetín. “Llamó tu hermana”, le responde el encargado del comercio. “¿A qué hora llamó”, consulta y Aníbal, algo molesto por la situación, le responde: ¿Che, por qué no te alquilás una oficina con una secretaria y me dejás de hinchar las pelotas? Marcos le suplica que le prepare algo para comer. “Algo rico”, afirma y se va a sentar a “la mesa siete”. Los protagonistas almuerzan, beben vino en pingüino con soda mientras diagraman las estrategias para las estafas. Luego, allí planifican la venta de la colección de estampillas falsas, las “nueve reinas”, provenientes de la República de Weimar y también se reúnen con Washington, el “vendedor” de cheques voladores, relojes y perfumes, (personificado por Alejandro Awada).
Arturo, recuerda los días del rodaje como si fuera ayer. “Las escenas en el bar se filmaron durante tres días y tuve la oportunidad de mirarlas detrás de la barra. La estética y ambientación se mantuvo igual, simplemente para la película pintaron los techos más oscuros, en un marrón chocolate. Todos los personajes que aparecen en las escenas fueron extras”, asegura y reconoce que para él fue un orgullo que hayan elegido su bodegón. Tras el éxito de la película muchos quieren sentarse en “el escritorio de Darín”. Sin dudas, es la mesa predilecta. “La primera vez que entran es inevitable que saquen fotos. En los últimos años también se han acercado muchos extranjeros, por ejemplo, de Brasil y Uruguay) que vieron el film y quieren conocer las distintas locaciones mientras visitan sitios históricos de Buenos Aires. Genera mucho interés: quieren saber anécdotas y datos color”, agrega Patricia, mientras le acerca la cuenta a un habitué del mediodía.
“¿Han regresado los protagonistas de Nueve reinas?”, se les consulta. “Sí, Darín pasó muchísimas veces. En una época venía seguido los viernes y le gustaba pedirse el pollo al ajillo”, cuenta Arturo. A lo largo de su historia también han recibido a figuras del mundo del espectáculo, músicos, deportistas y políticos de distintos partidos. El poeta Manuel Benítez Carrasco en una época era un habitué. También José Martínez Suárez, el hermano mayor de Mirtha Legrand, director y guionista de cine. Cacho Castaña solía reunirse con sus compañeros del programa “Buenos Muchachos” en el salón del fondo. “Hugo Arana venía siempre. Teníamos ya una relación de amistad. Festejaba acá cumpleaños y fechas importantes”, dice. Andrea Bonelli, Alejandra Darín, Diego Alonso Gómez, Facundo Arana, Soledad Silveyra, Patricia Bullrich, entre muchos más, también han disfrutado de sus platos caseros.
“Quiero que la tasca quede así, detenida en el tiempo”, cierra Arturo, desde su pequeño rincón español que mantiene su esencia y los platos abundantes desde hace casi 90 años.
Fuente: Agustina Canaparo, La Nación