Fue una de las bandas fundacionales del rock nacional. Formada en 1968, en la localidad de Ciudad Jardín, de El Palomar, Arco Iris estuvo integrada en un principio por Gustavo Santaolalla (guitarra y voz), Ara Tokatlian (vientos), Guillermo Bordarampé (bajo), Horacio Gianello (batería y percusión) y Danais Winnycka (voz), luego conocida simplemente como Dana y por su rol de guía espiritual. Se destacaron por su halo de misticismo hippie, por su vida comunitaria –regida por el ascetismo, el vegetarianismo y el celibato– y por fusionar el rock con ritmos folklóricos, lo que contrastaba con otros referentes de la época, como Los Gatos, Almendra, Manal o Vox Dei.
Alcanzaron la popularidad con “Mañana campestre”, el tema de difusión de su tercer disco, Tiempo de resurrección, que se convirtió inmediatamente en himno de la juventud de los 70 y en canción obligada en todo fogón. Luego de siete álbumes, entre ellos la ópera rock Sudamérica o el regreso a la aurora, que incluyó otro de sus clásicos –el tema homónimo, que llegó a acompañar una publicidad de los jeans Lee–, el grupo sufrió la baja de Santaolalla, líder, cantante y compositor principal de la banda, quien se marchó tras discutir con Ara Tokatlian para fundar otro grupo: Soluna. Tras este hecho, abandonó el team Gianello y bastante más tarde Bordarampé.
Sobre la historia de la agrupación, que siempre estuvo rodeada de cierto misterio, el periodista y productor musical Fabio Scaturchio escribió el libro Arco Iris, música y filosofía, que fue publicado por Editorial Dunken en el 2021. Ahora, el también director de cine, acaba de terminar un documental sobre la banda: Arco Iris, música y filosofía. La película. Tuvimos acceso a ese material (que llegará a los cines posiblemente en agosto), en una función privadísima, realizada en el micro cine del Museo del Libro, a la que asistieron dos de los tres integrantes vivos de la formación original de la banda: Gustavo Santaolalla y Guillermo Bordarampé.
Los dos músicos, ambos de 71 años, viven en California y viajaron especialmente para la ocasión. Mientras que el primero es un afamado productor musical, que lleva ganados innumerables premios por sus bandas sonoras –entre ellos dos Oscar por su labor en los films Secreto en la montaña y Babel–, y hoy es reconocido por la música compuesta para la exitosísima serie The Last of Us, el segundo lidera la banda Inca, que ejecuta sonidos incaicos con instrumentos folklóricos. Ara Tokatlian, quien también vive en California, pero no se ve regularmente con sus excompañeros, prometió asistir al estreno oficial del documental, en concordancia con una gira que hará por toda la Argentina con su nueva banda, de corte más bien jazzístico, que también se llama Arco Iris.
Tanto el libro como el documental le demandaron a Scaturchio muchos años de trabajo. “Yo diría que casi toda una vida”, sostiene el exconductor de La avispa, un histórico programa de cable dedicado a la historia del rock nacional que se extendió durante diez años. “Arcos Iris es parte de mi juventud. Por una cuestión de edad no llegué a verlos con su formación original en ningún show, pero recuerdo haberme impresionado cuando los vi en la película Hasta que se ponga el sol (el primer documental sobre la etapa fundacional del rock nacional, de 1973, dirigido por Aníbal Uset, con actuaciones de la tercera edición del Festival BA Rock). Recuerdo la voz de Gustavo tan particular y armoniosa, el solo de Ara en “Mañana campestre” y la base tan sólida de Guillermo y Horacio. El primer disco que escuché de ellos fue Tiempo de resurrección. Me dio gran curiosidad el símbolo que identificaba al grupo (un triángulo equilátero que representa el universo y, dentro de él, la llave de Ankh, que representa al ser humano con sus tres elementos: el espíritu, la materia y la mente). Y ver que en la contratapa aparecía ‘guía espiritual, Dana’. A partir de ahí empecé a conseguir todos sus discos. Tenía sólo 15 años y no alcanzaba a comprender de qué trataban sus temas, pero fue entonces que empecé a investigar todo lo que podía sobre ellos en tiempos que no existía Intenet. Su música me acompañó siempre. Y con los años logré hacerme amigo de todos ellos, por eso depositaron en mí la confianza suficiente. Me recibieron en Los Ángeles y aceptaron todas las entrevistas y hasta me cedieron sus archivos. Hoy los siento parte de mi familia”, se sincera.
Entre todo el material fotográfico y fílmico de archivo que aparece en la película destacan dos momentos memorables: la presentación oficial de Sudamérica o el regreso a la aurora en River Plate (sí, la banda fue el primer grupo de rock que actuó en ese estadio, frente a una tribuna solamente, en 1972, con el fondo de una pantalla gigante, de 25 metros de largo por 10 de alto, donde rotaban diapositivas ideadas por el artista plástico Eduardo Devrient) y el espectáculo de danza que el coreógrafo Oscar Araiz concibió con la música de Agitor Lucens V (el séptimo y último álbum de la agrupación, con un ovni en la tapa), que primero fue representado durante cuatro funciones a sala llena en el Teatro Gran Rex, en 1974, y luego en el Teatro de La Ville de París (una colaboración inaudita entre el rock y el ballet, que hasta entonces parecían repelerse).
Hacia el final, Arco Iris, música y filosofía. La película sorprende con el reencuentro ante cámaras de Gustavo Santaolalla, Ara Tokatlian y Guillermo Bordarampé, en la casa-estudio de este último, ¡cantando “Mañana campestre” a 52 años de su creación! Es ahí cuando el rigor del trabajo documental (que es notorio y loable) cede paso indudablemente a la emoción.
Después de la proyección del documental, y aún conmovidos, Gustavo Santaolalla y Guillermo Bordarampé aceptaron conversar en torno a la historia de Arco Iris y al posible regreso del grupo.
–¿Qué les produjo saberse objeto de una biografía primero y de un documental después?
Guillermo Bordarampé: –Es emocionante ver que lo que uno hizo en algún momento tuvo una trascendencia más allá de eso que nosotros veíamos entonces, porque no nos dábamos cuenta realmente de lo que eso podía llegar a significar, de lo que dejábamos atrás mientras lo estábamos haciendo.
–Estaban iniciando ni más ni menos que la historia del rock nacional.
Bordarampé: –Siempre es halagador pensar que lo que uno hizo puede ser motivo de que alguien quiera recordarlo y registrarlo de alguna manera. Por supuesto que sabemos que es muy difícil llegar a contar todo, pero mucho tuvo que ver que Fabio hiciera el libro y ahora el documental, porque no sólo es un amante de la música sino que ha sido fan de la banda y ha estado relacionado en distintos momentos con cada integrante del grupo. Nos ha llegado a conocer íntimamente. Que él fuera el encargado de hacer el libro y el documental me dio una enorme tranquilidad.
–¿Dieron el sí desde el vamos o tuvieron algunas dudas al principio?
Gustavo Santaolalla: –Yo creo Arco Iris fue un grupo con una composición muy rica y compleja, entonces tiene muchas facetas, con relaciones de convivencia. Por eso era un tema que tenía que abordar alguien que tuviera un amor por el proyecto y un cariño como para abordarlo precisamente así, con honestidad, cariño y amor. No tuvimos dudas, pero sí necesitamos hablar antes con él, para saber cuál era su objetivo.
–¿Qué recuerdos los asaltaron mientras veían el documental?
Santaolalla: –Yo tengo muy vivos todos esos recuerdos, entonces no es como una cosa que ahora miro y digo, “Uy, es cierto”. ¿Viste que ahora sabemos que en realidad transcurre todo al mismo tiempo, o sea que pasado, presente y futuro están ocurriendo simultáneamente? Yo lo vivo un poco así. Me veo más joven, sí, pero a la vez me siento igual que ese chico que veo ahí, en la pantalla grande.
Bordarampé: –A veces algunas de las cosas que pasaron y que otros narran diferente, porque obviamente cada uno por ahí puedo haber vivido aquella experiencia de distinta manera, por ahí te las vuelve un poquito más a flor de piel.
–A propósito de lo que cada uno relata de una u otra manera, ¿qué hubo de verdad y qué de mito en torno al tipo de vida comunitaria que llevaban con Arco Iris? Me refiero, por ejemplo, al ascetismo y a la abstinencia sexual.
Bordarampé: –Sí, todo eso fue verdad. Nosotros fuimos precursores de todo eso. Por eso cuando después lo escuché a Sting hablar de practicar tantra y de kundalini yoga, me dije: “pero viejo, ¡eso ya lo hacía yo como 40 años atrás!”.
–Eso no es lo mismo que abstinencia sexual…
Bordarampé: –No, pero para llegar a tener abstinencia sexual tenés que saber practicar transmutación de energía y para aprender eso no necesitás tener relaciones sexuales. Esos ejercicios tienen que ver con la respiración. Para mí lo que es importante rescatar es que con la visión de cada uno y cómo lo haya vivido cada uno, había en todos nosotros unas ganas de mejorar como seres humanos; queríamos pulirnos, teníamos esa necesidad.
–No lo hacían de exóticos…
Santaolalla: –No, yo siempre tuve una búsqueda espiritual. De chico quería ser sacerdote. Tuve mi primera crisis espiritual a los 11 años, cuando me separé de la iglesia católica. Así que siempre tuve esa búsqueda y la sigo teniendo hasta el día de hoy. Para mí todo eso era una continuidad de mi búsqueda. Yo sí practiqué el ascetismo, llevé una vida casi monástica entre los 18 y los 24 años, pero antes había tenido novias y experiencias sexuales, como puede tener cualquier adolescente.
–¿Te separaste de Arcos Iris porque ya no podías sostener más esa línea de conducta?
Santaolalla: –No, porque estaba profundamente en desacuerdo con algunas cosas, pero bueno, esas fueron divergencias que de golpe pueden ocurrir y por ahí uno siente que tiene que tomar otro camino. Dentro de la evolución las cosas pueden llegar a cumplir un ciclo. De todos modos, muchas de aquellas cosas de Arco Iris me siguen sirviendo hoy en día, pero otras cosas no. Por ejemplo, no estaba de acuerdo con lo del pago (en Arco Iris existía un pozo común y, más allá de lo que cada uno aportaba creativamente a la banda, cobraba lo mismo).
–Más allá de Arco Iris, ¿qué fue lo mejor y lo peor de aquella etapa primigenia del rock nacional?
Bordarampé: –Ese momento fue realmente alucinante. Aún recuerdo la emoción que sentí al asistir a un recital de Almendra y que le pedí a Edelmiro (Molinari) llevarle la guitarra para entrar gratis (risas). También atesoro el momento de cuando escuché por primera vez en vivo a Los Gatos.
Santaolalla: –Sí, toda esa época fue increíble. Viéndolo todo en perspectiva, hay que reconocer que después de Litto (Nebbia), al que hay que darle el mayor de los créditos junto con Tanguito y Moris, por ser el primero que cantó en la tele en castellano, las bandas fundacionales del rock nacional fuimos Almendra, Manal, Arco Iris y Vox Dei. Lito fue la punta de la pirámide y nosotros la base. De eso no hay duda. Almendra y Manal eran más céntricos, del centro, pero Vox Dei y Arco Iris representaban los dos polos que luego fueron muy importantes en la historia del rock nacional: uno representaba al Sur y el otro al Oeste. Nosotros fuimos la primera banda del Oeste, antes de Los Piojos, de Sumo y de Divididos.
–¿Qué creen que puede aportar la historia de Arcos Iris, ahora a través del documental, a las nuevas generaciones?
Bordarampé: –Ver a un grupo que se la jugó por las creencias que tenía, lo que estaba buscando, por más que en un momento fue criticado.
–¿Te referís, por ejemplo, a que algunos los llamaban “Las amas de casa del rock”?
Santaolalla: –Sí, así nos llegaron a llamar. Es que no sólo era alternativo tener el pelo largo y tocar rock, nosotros aparte llevábamos un estilo de vida que era alternativo, y que no pasaba por consumir drogas. Por eso éramos extraños. Después se puso muy de moda lo que nosotros profesábamos, pero imaginate lo que pasaba en aquel momento cuando decíamos que no comíamos carne o que ayunábamos todos los lunes. Además, nos repartíamos las tareas de la casa entre todos, desde cocinar, hasta limpiar los pisos o lavar la ropa. Las tareas no se dividían en femeninas y masculinas. Por todo eso algunos pensaban que estábamos locos. Pero hoy la realidad nos reivindica.
–Pasando a otro tema, ¿cómo es la vida actual de ustedes en California? ¿Se ven seguido?
Santaolalla: –Guillermo y yo vivimos a 15 ó 20 minutos de distancia. Cada uno está en lo suyo, pero nos vemos para las fiestas. Es que somos como hermanos, nos conocemos desde antes de Arco Iris: fuimos monaguillos juntos y fuimos a la escuela juntos. En fin, nos conocemos de toda la vida. ¿Y cómo vivimos ahí? Adecuándonos a todos los cambios que están ocurriendo en el mundo y al de un país en el que, cuando nos instalamos, era una cosa y hoy en día es la decadencia total.
–El tercer integrante histórico vivo de Arco Iris, Ara Tokatlian, también vive en California y lidera una banda que curiosamente se llama Arco Iris. ¿Qué opinan al respecto?
Santaolalla: –Puede ser, no sé. De todas formas eso ya lo viví cuando me fui de Arco Iris, en los ´60. Yo me fui y ellos continuaron con el nombre. Es difícil adjudicarse la propiedad de un nombre. ¿Quién es dueño del cielo o de Arco Iris? Yo creo que nadie es dueño de nada. Para algunas personas Arco Iris es aquella banda legendaria en la que yo estaba, para otros la que continuó sin mi participación. O sea, Arco Iris no es para todos lo mismo.
Bordarampé: –En definitiva, no nos molesta para nada. Pero estaría bien aclararlo: de la misma manera que Javier Martínez aclara que el actual Manal es su versión de Manal y no el histórico, Ara podría especificar lo mismo. Con él periódicamente nos hemos visto y nunca se nos ocurriría hacerle un juicio, para nada.
–En el final del documental aparecen los tres juntos luego de décadas, interpretando “Mañana campestre”. ¿Se podría fantasear con un regreso del grupo, aunque sea por una sola noche?
Bordarampé: –Que hablen con nuestros abogados y después vemos (risas).
Santaolalla: –No queremos alentar falsas expectativas. Creo que todos hemos pasado por muchas cosas y ahora queremos quedarnos con lo mejor de aquella experiencia. Éramos un grupo que trataba de mandar un mensaje de paz, hacer una música positiva, elevar la vibración de la gente y que nos jugábamos por un estilo de vida. Rescato mucho todo eso. Yo prefiero quedarme con ese recuerdo, más allá de las diferencias que hubo y que hay. Lo que perdura es la música de Arco Iris y así debe ser.
Fuente: Gustavo Lladós, La Nación