El departamento de Alejandro Vaccaro (Buenos Aires, 1951) en Recoleta está íntegramente consagrado a Jorge Luis Borges. El escritor y biógrafo -rodeado de retratos pictóricos y fotográficos de Borges y de tapas de revistas enmarcadas con un solo protagonista (o a veces dos, cuando Borges posa junto a María Kodama)- muestra con orgullo sus bibliotecas, colmadas con primeras ediciones de libros de literatura latinoamericana y argentina, con títulos de Ricardo Güiraldes, Adolfo Bioy Casares (sus cinco libros previos a La invención de Morel, jamás reeditados por decisión del autor), Julio Cortázar (cuando firmó Presencia como Julio Denis), Enrique Banchs, Silvina y Victoria Ocampo, Roberto Arlt, Eduardo Mallea y, por supuesto, el autor al que dedicó su pasión de coleccionista: Jorge Luis Borges.
“Borges está aparte de todo”, dice a LA NACION el autor de Borges, vida y literatura (Emecé), reedición actualizada de su biografía de 1996. El libro de Vaccaro aporta claves públicas e íntimas para conocer mejor al “ser literario” que fue el autor de Ficciones. Lo presentará en la Feria del Libro el sábado 29, a las 20:30, en la Sala Julio Cortázar del Pabellón Amarillo, con la presencia de José Luis Rodríguez Zapatero (para quien Borges es un “dios de la literatura”), el escritor Roberto Alifano y el traductor Razu Alaudin.
Confiesa que se siente “culpable” de que los precios de las primeras ediciones, los manuscritos y otros materiales borgeanos (o borgesianos) hayan alcanzado sumas siderales. “En 1996, en París, quise comprar el manuscrito de ‘Hombre de la esquina rosada’ y las cartas de Borges a Maurice Abramovicz, que finalmente compró Eduardo Costantini por teléfono por una cifra desmedida; al día siguiente era tapa de los diarios: ‘Un manuscrito de Borges por 164.000 dólares’”, recuerda. “Ahora todo es por internet; antes era mucho más atractivo, cuando recorrías librerías e ibas mirando ejemplares hasta que aparecía algo que buscabas -recuerda-. He encontrado cosas importantes así; por ejemplo, una primera edición de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, la encontré revolviendo. Era otra época. A partir de los años 2000, los precios están muy inflados y los vendedores exageran. Pasa mucho con Borges, que vale fortunas; pensar que él regalaba los manuscritos”.
Posee unos cinco mil quinientos ejemplares de libros de Borges: distintas variantes de las obras completas (”Borges ha modificado muchos sus libros”, señala), libros de Borges publicados en otros idiomas, libros sobre la obra borgeana, todos forrados con papel ecobotánica que los protege de la polución. Los más valiosos están en cajas. “Es todo un proceso el cuidado de los libros”, dice este escritor de 72 años que empezó a leer a Borges a principios de la década de 1970, cuando tenía poco más de veinte años. Le compró a un sobrino de Borges, Miguel de Torre Borges (hijo de Guillermo de Torre y Norah Borges), los tomos de Las mil y una noches según Burton. “Era uno de los libros que más quería”.
El autor tiene posición tomada acerca de los tres primeros libros que Borges excluyó de sus obras completas y que Kodama, en los años 1990, decidió incluir otra vez. “Hay libros que los autores no quieren que se publiquen -sostiene-. Hay ejemplos de todo tipo, como el de Kafka que le dejó a Max Brod sus escritos, pidiéndole que los destruyera; Ezequiel Martínez, el hijo de Tomás Eloy Martínez, que es su albacea, me dijo que su padre dejó una novela inconclusa que no van a publicar, aunque sí está disponible para los investigadores. Son decisiones que se toman. De Borges hay cosas inéditas que, en mi opinión, no deberían ser publicadas: poemas de su juventud, de 1918, o escritos para empresas″. En cajas, Vaccaro guarda cartas y documentos (como el pasaporte de Borges y la libreta de casamiento con Elsa Astete), folletos con textos inéditos del escritor y recortes de artículos en la prensa referidos a Borges y su mundo, que parece más vasto que el real.
Algunos de estos documentos (o copias de ellos) se exhibirán en el Pabellón 9 de La Rural durante la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que comienza el jueves 27. “Vamos a mostrar una edición facsimilar de Fervor de Buenos Aires, no el original porque es muy riesgoso; y revistas literarias de los años previos y la poesía precursora de ese libro de 1923 -agrega-. Hicimos incluso un catálogo”.
Vaccaro es contador público, pero nunca ejerció. “Tengo una vida -bromea-. Me dediqué a los planes de ahorro previo; en 1979, me interesé por el tema y publiqué dos libros. En 1990 fui a Polonia y trabajé ocho años ahí y otros seis en Ucrania. Hasta 2004 trabajé en Europa del Este, iba y venía, tenía una casa allá y otra en la Argentina”. De esa época le quedó más vínculo con los polacos que con los ucranianos. Preside la Fundación El Libro (FEL) y la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), donde este año espera ser reelecto. “Es como el sueño del pibe -dice-. Mi vida son los libros y que mis pares me hayan votado para ser el presidente de ambas instituciones es lo mejor que a uno le puede pasar, pese a todos los sinsabores que da la dirigencia”.
Señala que la sucesión de Kodama tiene dos ribetes. “Por un lado, lo económico, las propiedades, los derechos de autor, que les corresponden a los herederos -dice-. Por otro, y es lo único que me preocupa, es qué va a pasar con la obra de Borges, cómo se va a editar. A mi juicio, la obra de Borges está muy mal editada. Tengo mil ejemplos para dar. No se ha hecho un estudio sensato de las modificaciones que hizo Borges a su obra. Por ejemplo, ¿qué Fervor hay que leer, el de 1923 o el de 1969? ¿Los dos? Soy partidario de que un grupo internacional de notables diga cómo debe darse a conocer la obra de Borges para que un lector no entendido la lea amablemente”. Para el presidente de la SADE (cargo que Borges ocupó a inicios de la década de 1950), la actual obra crítica de Borges -a cargo de Rolando Costa Picazo e Irma Zangara- es “pésima”.
“Borges escribió ‘Hombre de la esquina rosada’, donde hay un personaje que se llama Rosendo Juárez; treinta años después, escribió ‘Historia de Rosendo Juárez’ -ejemplifica-. Uno tiene que relacionar esas cosas. O como cuando escribe ‘Biografía de Tadeo Isidoro Cruz’, relacionada con ‘El fin’. Poner en una obra crítica cuándo nació y murió Leopoldo Lugones no es serio. Tiene que hacerlo un equipo de notables de acá y del exterior, gente que estudia”. El cuarto tomo agregado a las obras completas -que ahora publica Penguin Random House- le parece un pastiche, así como la edición de sus conferencias sobre el tango. “Los editores quieren vender, todo es comercial, y lo respeto -acota-. Pero ¿qué es eso? Borges en Sur, lo mismo”.
No se atreve a recomendar un libro para aquellos que quieren iniciarse en la lectura de Borges. “Él visitó con mucha altura literaria tres géneros: ensayo, poesía y cuento -destaca-. Por ahí uno se siente cómodo con la poesía, otro con los ensayos; es conocido universalmente por su narrativa, por cuentos como ‘El Aleph’, que yo creo que no es su mejor cuento, y que lo hicieron famoso. Es muy difícil decirlo. Me siento cómodo con toda su obra, no se le puede cambiar una palabra. Desde su primer libro hasta Los conjurados, es extraordinario”.
Borges, vida y literatura se divide en tres partes: los años de formación, hasta 1930; luego, cuando morigera su voz lírica y nace el gran narrador, y por último, los años de madurez y consagración. Para Vaccaro, “Pierre Menard, autor del Quijote” es uno de los grandes textos del autor. “Aparece el gran humor literario de Borges, su ironía”, se entusiasma. El Borges, de Bioy Casares, le parece un libro extraordinario. “Está el verdadero Borges, que contaba lo que sentía en una cena; está la voz de Borges, diciendo cosas que solo él podía decir, clases magistrales de literatura, sus burlas de otros escritores, de los que Carlos Argentino Daneri es el arquetipo”.
“La parte mediática podía fastidiarlo; le hacían entrevistas pibes que nunca lo habían leído -señala-. Pero hay lectores de Borges en Bangladesh, en la India, en Corea, en China; en Beijing entrás a una librería y ves sus libros”. Nada en la obra de Borges le parece azaroso. “Leer a Borges es como correr una carrera de vallas, hay que ir saltando esas vallas para llegar a destino. Pero esas vallas dan placer”. Da como ejemplo el soneto “Un soldado de Urbina”, dedicado a Cervantes aunque Borges evita mencionar al autor de El Quijote.
No conoció a Borges aunque sí a sus allegados: a Bioy, a Norah Borges y sus hijos, a Epifanía Úveda (Fanny, la empleada de los Borges, con quien escribió El señor Borges) y a Elsa Astete, la esposa del escritor. “Tengo doscientas cartas de la madre de Borges, doña Leonor de Acevedo, donde habla permanentemente del hijo -revela-. Madre e hijo tenían como una especie de matrimonio, excluida cualquier connotación incestuosa. Vivían en la misma casa, compartían la economía, la madre le compraba la ropa, iban juntos a cine, la madre le leía y tomaba notas cuando él empezó a perder la vista; Estela Canto cuenta que él llamaba a la madre por teléfono cuando salía con ella”. Vaccaro afirma que el matrimonio con Astete fue urdido por la misma mujer que antes le había corrido a todas las novias -reales e imaginarias- del enamoradizo escritor: doña Leonor. “Tenía más de noventa años y su hijo también había envejecido y estaba ciego, ¿quién se iba a ocupar de él? Cuando se casó con Astete, Borges estaba ajeno a todo”.
Según el autor, la madre de Borges -”una señora que había nacido en 1876, educada en una cultura distinta y con un antiperonismo manifiesto”- influía en las opiniones del hijo. “Borges bebía de lo que su madre le transmitía y también de su entorno, que eran escritores de derecha y marcadamente antiperonistas -afirma Vaccaro-. Cualquier sesgo de progresismo lo veían mal. Él primero saludó el golpe de Estado de 1976 y tuvo palabras elogiosas para Jorge Rafael Videla y Augusto Pinochet, pero en 1980 lo fueron a ver madres de desaparecidos y le explicaron que las cosas no eran así; él tomo partido por las Madres y firmó la primera solicitada sobre el tema de los desaparecidos. Pero creo que la política en su vida era algo totalmente secundario; Borges era un ser literario, todas sus acciones tenían que ver con la literatura”.
Vaccaro afirma que el gran amor de Borges no fue Kodama, sino la escritora María Esther Vázquez. “Era muy bonita -dice-. Pero para la madre todas eran chirusas. Kodama tampoco le caía bien. ‘Esta piel amarilla se va a quedar con todo’, decía. Kodama no fue la única que lo acompañaba a Borges y estudiaba anglosajón con él. Cuando Borges se enamoró de Viviana Aguilar, vino Kodama, que creía que tenía el ‘monopolio’ de los viajes al exterior, y le rompió los pasajes. También le hizo quitar un poema dedicado a Viviana en las obras completas, ‘Al olvidar un sueño’, que no pudo retirar la de la edición española”.
-¿O sea que Borges reemplazó a una mujer dominante por otra?
-Creo que necesitaba ese tipo de mujer. Pensemos que era un hombre grande, ciego, complicado, requerido en todas partes del mundo. No debería ser fácil estar con él. Cuando Borges estaba con Kodama, estaba siempre bien vestido, a diferencia de cuando estaba con Elsa: un día fue a una reunión con zapatos de pares distintos. Con Kodama estaba bien. Pero el traje de viuda a ella le quedó grande; en una nota en LA NACION, a dos meses de la muerte de Borges, Kodama le dice a Odile Baron Supervielle que ella no estaba enamorada, que con Borges tenían una relación de amigos y compañeros. También dijo que no era experta en su obra.
-¿Y qué pasó?
-Alguien le habrá dicho que cambiara el discurso. La única relación genuina que tuvo Borges fue con Concepción Guerrero, a quien él dedica el poema “Para mi novia, Concepción Guerrero”, entre 1921 y 1923. Ese fue el amor correspondido de Borges, hasta que la madre se enteró y se opuso.
-¿Qué opinás sobre la bibliografía acerca de la obra y la vida de Borges, que no para de crecer?
-Hay cosas que me interesan y otras que no. Hay mucha chantada. Hay más de cien libros de conversaciones con Borges, pero buenos solo hay tres o cuatro: los de Roberto Alifano, Antonio Carrizo, María Esther Vázquez y Fernando Sorrentino, personas que conocían la obra de Borges y que sabían preguntar y repreguntar. De los ensayísticos me interesa el de Ezequiel de Olaso [Jugar en serio. Aventuras de Borges], el de Estela Canto, Borges a contraluz. Hay tipos que no sabés qué pretenden al escribir quinientas páginas sobre “El Aleph”.
-¿Y sobre experimentaciones literarias como El hacedor (de Borges), Remake y El Aleph engordado?
-Tengo una opinión negativa, pero estoy convencido de que eso hay que derrotarlo en el mundo de la literatura, no llevarlo a los tribunales. No me imagino a Borges dándole instrucciones a su abogado por cuestiones como esas. Él tuvo algunas polémicas literarias y extraliterarias, como cuento en el libro, pero siempre en el plano de la palabra y la ironía. Borges te mataba con la ironía. Es un error judicializar la literatura; hay que discutir, debatir, eso es lo enriquecedor.
-Volviendo al tema del “albacea colectivo”, del grupo de expertos, ¿es posible?
-Depende de la sensatez de los sobrinos de Kodama, que ni sabía que existían. Les corresponde lo económico, eso está fuera de la discusión, pero ojalá ellos decidan asesorarse y optar por un grupo de notables que puedan decidir cuestiones literarias. Por ejemplo, mañana aparece un texto inédito y se debe decidir si se publica o no. También el Estado debe estar presente.
-¿De qué modo?
–El ministro de Cultura podría reunirse con los sobrinos y darles este consejo; ellos son herederos, todo es de ellos, pero hay una cosa que no es material y que no los va a afectar en los derechos. Además, una obra bien editada va a tener más ventas que una obra mal editada.
Para Vaccaro, el matrimonio de Borges con Kodama no tuvo valor legal, y ambos, al casarse vía Paraguay, incurrieron en la bigamia (lo que suma una dosis de clandestinidad sexy a la novela de Borges). “Ella es heredera testamentaria, pero según la ley argentina de la época, habiendo obtenido la separación de Elsa Astete en 1971, Borges no estaba autorizado a casarse. En la Argentina la ley de divorcio es de 1987″.
El proyecto del Museo Borges sigue en pie. “Se está restaurando el edificio de la antigua Biblioteca Nacional en la calle México y según sabemos en junio o julio va a estar terminada la obra donde iría la colección -dice-. Hubo un acercamiento entre Alejandro Roemmers y Kodama, que iba a avalar con su presencia la colección”. En 2019, luego de que Roemmers se reuniera con el presidente Alberto Fernández para ofrecerle donar su colección de manuscritos y objetos de Borges (que el empresario le había comprado a Vaccaro), Kodama denunció que estos habían sido robados por Fanny de la baulera del escritor.
Acerca de la Feria del Libro, las autoridades de la FEL tienen buenas expectativas, aun en un año de alta inflación. Cuenta que para este año todas las salas están pedidas para la realización de actividades culturales. “Y no son baratas”, acota. El presidente de la FEL reivindica la pluralidad ideológica del evento cultural más importante del país. “Los políticos van a estar todos y a nosotros nos parece bárbaro, queremos que haya debate, un debate respetuoso, sin que nadie le rompa un sillazo en la cabeza a otro porque no piensa igual”.
-A diferencia de lo que pasó con el exministro Pablo Avelluto en la inauguración de la Feria en 2019.
-Bueno, no sé. Ahí lo que hubo fue que lo silbaron unos manifestantes y le impidieron hablar. Eso nosotros no lo compartimos.
-Algunos opinan que durante el gobierno de Cambiemos el sector editorial y literario era más enérgico en sus críticas que en la actualidad.
-Nosotros somos escritores que estamos comprometidos con la industria del libro. Por ejemplo, hay que modificar una ley para que las librerías estén exentas del pago de IVA. Nos preocupa el aumento del precio del papel, pero lo que dicen los de Celulosa es que ellos son un “monopolio involuntario”. Importar papel tiene sus complejidades. A mí me gustaría decirle al Gobierno que haga algo para que haya más empresas que produzcan papel para libros.
-Pero ¿cuál era la diferencia entre el Gobierno anterior y este?
–Las políticas económicas del macrismo no favorecían a la industria del libro. De hecho, en 2014 se produjeron en la Argentina 129 millones de ejemplares y en 2018, 26 millones; cien millones menos. Eso sin duda tiene que ver con políticas claras y concretas del Estado. Las voces se hacían escuchar. Ahora la situación es distinta. Hay políticas de Estado, compra de libros, apoyos; no al nivel que uno quisiera, pero tenemos un diálogo muy fluido con el Gobierno nacional y también con el gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Los dos ministros de Cultura van a estar presentes en la inauguración de la Feria.
-¿Podés adelantar algo de tu primer discurso como presidente de la FEL?
-Solo que será breve y razonable; voy a decir las cosas imprescindibles que hay que decir. Ya es bastante tedioso tener que escuchar cinco discursos. Además, el plato fuerte es el discurso de cierre del escritor, que este año es Martín Kohan.
-¿Tenés previsto que va a pasar con tus colecciones de libros, documentos y archivos tras tu muerte?
-Tengo tres hijos y está claro que son mis herederos, no hace falta testamento ni nada, pero les he dado instrucciones, y espero que las cumplan, de que todo esto, mis colecciones de primeras ediciones de literatura argentina del siglo pasado, mi archivo, las cartas y documentos, que son muy valiosos en términos culturales, queden para la comunidad.
Fuente: La Nación