Un argentino en Brasil

CULTURA BRASILEÑA: UN CRISOL DE RAZAS – Por Alberto Curia, especial para DiariodeCultura.com.ar. MIRÁ LAS IMÁGENES.

Muchos seres humanos tienen el hábito de opinar sobre las costumbres, religiones, tipos de alimentación y otras actividades de los pueblos que forman sus culturas. En el caso de Brasil, tiene la influencia de varias etnias que formaron a su gente. Es difícil pensar que existe una cultura brasileña homogénea. Hay una variedad muy enriquecedora de diferentes afluentes que formaron la idiosincrasia de sus tradiciones.

Pero, luego de algo más tres siglos de colonización portuguesa, las costumbres de Brasil son de origen preponderamente luso. Y, precisamente, este legado lusitano hace que excepto algunas etnias aborígenes, todos los demás hablen un solo idioma: portugués brasileño).

Además, la mayoría es cristiana, con un masivo dominio de católicos y es bien marcado este predominio religioso-lingüístico; al ser un país de territorio tan grande y con casi 200 millones de habitantes, se diferencia de Europa, donde no solo se hablan distintas lenguas sino que también se practican diversas religiones.

Las ascendencias indígenas y africanas dejaron un sello muy destacado en el ámbito musical, culinario y artesanal, sin resignar los rasgos emocionales y el apego a las fiestas populares.

Es evidente que en algunas regiones se recibieron mayores contribuciones de esos legados, sobfre todo, en los estados nordestinos, con fuerte predominio aborigen y el influjo africano y la región oeste del “Sertáo”, con el aporte de Portugal y, en menor escala, las costumbres de África.

Es notoria la diferenciación en la parte sur, ya que el tributo cultural europeo de la mano de italianos y alemanes es evidente en todos los aspectos; en la lengua, música, vestir y las comidas. Países árabes, España, Polonia, Japón, formaron parte, además, de la intervención cultural que se diferencia notablemente del centro y norte del país.

El territorio brasileño fue ocupado por los colonizadores portugueses durante 322 años, lo que implicó el traslado de innumerable cantidad de personas y, junto a ellas, el caudal cultural de las grandes metrópolis como Lisboa, durante el llamado «Siglo de Oro”, en el XVIII.

Fue allí que hasta la propia corte de Don Joao VI se mudó a Brasil en 1808 y este fue considerado un evento con grandes connotaciones políticas, económicas y culturales. La inmigración portuguesa no paró con la Independencia de Brasil, muy por el contrario, continuó siendo una de las fuentes más importantes para Brasil hasta el siglo XX.

Es evidente que la mayor herencia de Portugal es su lengua. Además, los europeos trajeron consigo las propias tradiciones del calendario religioso católico, como el carnaval y las fiestas Juninas, junto con las leyendas populares como el “lobizón” y otras.

Muchos platos típicos brasileños, son el producto de la adaptación de las comidas portuguesas a las condiciones de la época de la colonia. Uno de esos ejemplos es la “Feijoada Brasileña”, resultado de la composición de los llamados cocidos lusos.

También la “Cachaça”, (aguardiente creada del residuo leñoso de la uva), producida en los ingenios azucareros como remplazante de la “Bagaceira”, (aguardiente de vino de origen portugués con tenor alcohólico del 35 al 54 %). Otros platos legados lusitanos son los preparados sobre la base de bacalao.

Portugal, fue responsable de grandes movimientos artísticos de manera general e introdujo en sus colonias ideologías del resto de Europa; el neoclasicismo, barroco, rococó y el renacimiento llegaron en esa época.

También la literatura, escultura, arquitectura, pintura y música, junto al resto de las artes decorativas del “Brasil Colonia”, denotan fuertes influencias del arte portugués. Por ejemplo, en los escritos del Jesuita luso-brasileño Padre Antonio Vieira o bien en la decoración cuantiosa de “Talla Dorada” y pinturas de la gran mayoría de las iglesias coloniales y se perpetuo, después de la independencia brasileña, en el arte popular y erudito.

Los pueblos nativos pagaron muy caro el desarrollo de lo que ellos creían su terruño; la posesión europea representó la destrucción física de los indios a través de guerras y esclavización y sobrevivió apenas una pequeña porción de lo que otrora fuese la gran nación originaria.

Esa rica enseñanza que los aborígenes podían legar, fue parcialmente exterminada por la acción de los catequistas y la intensa mezcla con otras etnias, de las cuales actualmente existen muy pocos pueblos propios que mantienen viva su cultura de origen.

A pesar de todo esto, los conocimientos de los naturales de la tierra, influyeron en la lengua, las comidas, el folclore y el uso de objetos caseros como la red de descanso.

Unos de los aspectos más evidentes de la importante influencia indígena fue la llamada lengua general (Nheengatu), expresión derivada del idioma Tupi-Guaraní, mezclada con términos de la jerga portuguesa, que sirvió de “Lengua Franca”, en el interior brasileño, hasta mediados del siglo XVIII, principalmente en las regiones de influencia paulista en la parte amazónica.

El llamado Portugués-Brasileño, posee una cantidad importante de términos indígenas del “Tupi Guaraní”, que se notan en la designación de nombres de animales o plantas nativas, en todo el territorio.

En el ámbito culinario brasileño, la yerba mate, la mandioca, el açaí, variedad de pescados y otros frutos de la tierra, entraron en la alimentación ciudadana como ascendencia indígena y se acentuaron en las regiones del norte del país.

La cultura africana llegó con las rutinas de los pueblos esclavizados durante el largo período que duró el tráfico negrero. Sus tradiciones están bien arraigadas en las costumbres brasileñas en todos sus matices y, si bien los europeos que colonizaron trataron de suprimir esas prácticas, sólo consiguieron afianzarlas más aún por medio de las religiones de origen, que perduran fuertemente entre los descendientes negros. Estos y los mestizos eran la mayor parte de población brasileña en el siglo XIX. Sustituyeron a los esclavos en la mano de obra de los ingenios y para “blanquear” la población y cultura brasileñas e incentivar la inmigración de europeos, en ese siglo y en elvenidero, es decir el siglo XX.

Españoles, Italianos, Alemanes y de otros sectores de Europa, junto con oriundos de países árabes, son parte del crisol de razas que aportaron con sus ciencias milenarias unos, o sus mauritanas maneras de comercializar otros. La pasión nostálgica de italianos junto a las usanzas de los celtas, enaltecieron esta particular manera de ser del pueblo brasileño; alegría, pasión, amabilidad y un cúmulo de virtudes caracterizan a esta tierra sudamericana.

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