“Recostada en mi cama una mañana de sol, el viento entraba por la ventana abierta y percibí un olor nauseabundo. Pensé que serían restos de comida en los contenedores de basura ya que no había explicación para semejante aroma.
Olía a carne podrida. Fue después de cerrar la ventana del cuarto cuando me di cuenta con horror que el aroma no se iba de la habitación sino que se intensificaba. Ahí me di cuenta que el hedor era mío”, cuenta a LA NACION una joven lectora de apenas 27 años que prefiere mantenerse en el anonimato y que ayunó dieciseis horas durante 15 días.
Este relato está estrechamente relacionado con uno de los efectos secundarios -no deseados- del ayuno intermitente, una práctica que se ha puesto de moda en los últimos años y tiene como principales adeptos a famosos de renombre como Jennifer Lopez, Reese Witherspoon, Jennifer Aniston, Heidi Klum, Hugh Jackman y Chris Hemsworth.
Este último incorporó el hábito cuando se preparaba para su papel en la película “En el corazón del mar” para el cual le exigieron que bajara más de 10 kilos. Para lograrlo, Hemsworth comía solamente entre 500 a 600 calorías al día y practicaba el ayuno intermitente. “Hacía un período de ayuno de 15 horas, algo así como dejar de comer por completo y luego ingerir pequeñas comidas durante el día”, dijo el actor en Jimmy Kimmel Live.
Entre sus beneficios, sus fieles practicantes e instituciones reconocidas como la Mayo Clinic, destacan que adoptar este hábito ayuda a reducir la inflamación, a perder peso rápidamente y a mejorar la salud del corazón y del cerebro, entre otros. Sin embargo, también cuenta con desventajas como hambre, fatiga, insomnio, náuseas, halitosis, dolor de cabeza, olor corporal.
¿Qué es el ayuno intermitente?
El ayuno intermitente no es una dieta; es una práctica que implica abstenerse de ingerir alimentos durante un tiempo determinado en la que se combinan períodos largos de ayuno con otros en los que se puede comer libremente. El mismo es considerado como la interrupción voluntaria de la alimentación durante varias horas e incluso días para los más extremistas. Explica la licenciada en Nutrición, Juliana Gimenez (M.N. 10.553) que respecto de la duración del ayuno, “hay personas que lo hacen por muchas horas mientras que otras por menos”. Asimismo, explica que usualmente los rangos más normales que se implementan son: ingerir alimentos solo durante 8 horas del día y las otras 16 tomar agua y dormir. También hay patrones más exigentes donde la ventana de alimentación es de cuatro horas y 20 horas de ayuno; e instancias más extremas en las que se consumen las cuatro comidas diarias y al día siguiente no se ingieren alimentos por 24 horas, así sucesivamente se van alternando los días en los que se ayuna por completo con los otros en los que la persona se alimenta “normalmente”.
En los últimos años, el ayuno se ha vuelto cada vez más popular ya sea para mejorar la salud o bajar los kilos de más. Para la Lic. Gimenez, su rápida popularización se debe en gran parte a las redes sociales. “En Internet se viralizan muchos mitos alimenticios y la gente se hace eco de esto e inmediatamente empieza a implementarlo para ver si funciona”, destaca.
No obstante, no todo es “color de rosas”. Si bien varios de los beneficios mencionados anteriormente han sido comprobados por profesionales, la variación en los métodos de investigación abre lugar a la duda sobre si realmente estas ventajas de ayunar le sirven a toda la población o al menos, a gran parte de ella.
Olor corporal: moneda corriente para quienes practican el ayuno intermitente
Algunas de las personas que ayunan desde hace años suelen estar familiarizadas con el “olor típico del ayuno”. Para quienes lo han detectado, es similar al de comida en descomposición y puede llegar a ser muy desagradable, especialmente para las personas que se relacionan con quien realiza esta práctica. Ahora bien, ¿por qué ocurre esto? Según la Lic. Gimenez, el hedor se debe a que el cuerpo entra en cetosis -estado metabólico que se produce cuando no hay suficiente cantidad de glucosa, el cuerpo utiliza grasas y cetonas con el objetivo de producir energía-.
Durante este periodo, se comienzan a quemar las grasas almacenadas en el organismo para obtener energía en lugar de utilizar la glucosa de los alimentos -que hacen falta porque no se están consumiendo-. Para que esto no ocurra, el cuerpo necesita que la persona ingiera por lo menos 50 gramos de carbohidratos al día para poder convertir la grasa en glucosa.
Sumado a esto, destaca Gimenez que ciertas personas pueden notar un olor inusual en su propio cuerpo durante el ayuno, mientras que otras no son conscientes o no pueden percibirlo. “A nivel general, la persona que produce el olor corporal característico del ayuno suele no notarlo, pero sí puede detectarlo en los demás”, explica.
Otro agregado indeseado: la halitosis
Según la Clínica Dental Such, al ayunar se produce mal aliento porque se genera un estado de hipoglucemia que hace que el cuerpo utilice vías metabólicas alternativas. Esto se traduce en que los niveles de azúcar deben mantenerse equilibrados y al no ingerir alimentos, es frecuente que se generen compuestos de mal olor con algunos ácidos grasos que se liberan.
En la misma línea, la Lic. Gimenez agrega que otro motivo por el que se produce la halitosis es porque hay una reducción en la producción de saliva en la boca y esto puede hacer que la boca se seque y se produzca mal aliento. Para evitarlo, la profesional recomienda hidratarse y consumir suficientes líquidos para mantener la producción de saliva y evitar la sequedad de la boca.
Otros efectos secundarios indeseados
Tanto la halitosis como el olor corporal se destacan por ser efectos secundarios impensados y poco comunes en planes o hábitos de alimentación. Sin embargo, existen otros síntomas de malestar que aparecen cuando una persona realiza el ayuno intermitente.
Uno de los efectos adversos más frecuentes de ayunar son los dolores de cabeza o migrañas. Curiosamente, en un estudio titulado “Dolor de cabeza en ayunas” los investigadores descubrieron que las mencionadas jaquecas ocurren en la región frontal del cerebro y, que en quienes lo padecen, el dolor suele ser de intensidad moderada o alta. Sumado a esto, para los estudiosos tener los niveles bajos de azúcar en la sangre -debido a la ausencia de comida en el organismo- y la abstinencia de cafeína o infusiones podría ser la causa, en gran parte, de los afamados dolores de cabeza durante el ayuno intermitente.
Los problemas digestivos también son frecuentes en quienes adquieren este hábito “détox”. Algunos de los malestares que más se repiten son: estreñimiento, diarrea, náuseas e hinchazón. En el escrito “Efectos sobre la salud del ayuno en días alternos en adultos” publicado en la revista científica Frontiers, se detalla que los participantes observados en el estudioinformaron sufrir de estreñimiento durante las primeras dos semanas del ensayo y que en parte, eso podría estar relacionado con la deshidratación, otro efecto secundario relacionado con el ayuno que puede empeorar la constipación.
Sumado a esto, los cambios en el estado de ánimo también aparecen como un factor característico de implementar el ayuno intermitente. Algunas personas que realizan esta práctica pueden experimentar irritabilidad y otros trastornos del estado de ánimo cuando restringen su alimentación; Según los profesionales del American Journal of Clinical Nutrition, esto se debe a que cuando el nivel de azúcar en la sangre es bajo, el cerebro se desequilibra y esto genera irritabilidad, ansiedad y falta de concentración.
Otras investigaciones también sugieren que el ayuno intermitente tiene una relación directa con los trastornos del sueño. Problemas como no poder conciliar el sueño, tener insomnio o permanecer dormido durante el día, se encuentran entre los efectos secundarios más frecuentes en personas que llevan a cabo la interrupción voluntaria de la alimentación.
Por último, para la Lic. Gimenez la aparición de estos efectos adversos o la efectividad de hacer el ayuno intermitente depende, en gran parte, de que sea una práctica supervisada por nutricionistas o profesionales de la salud que tengan en cuenta el historial clínico del paciente y adviertan si es el método de alimentación indicado a implementar.
Fuente: Victoria Vera Ziccardi, La Nación