Si habláramos con propiedad, todo de lo que leeremos de aquí en más es sobre Venecia. Esta tiene un área insular y otra a la que los locales llaman “terraferma”. El Gran Canal, el Puente del Rialto y el de los Suspiros, la Piazza San Marco y la iglesia de la Salute son apenas un minúsculo punto del cúmulo de islas que integran la zona. Con el aumento estrepitoso de los precios para alojarse en el corazón más célebre de Venecia, la mayor parte de los viajeros optan por quedarse en Mestre. El último tramo con calles tradicionales antes de la Serenissima.
La trama del turista clásico que se anima a quedarse un par de días en la zona incluye una estadía en Mestre y la peregrinación diaria hasta Piazzale Roma para caminar entre canales o subirse a un vaporetto. Retorna cuando comienza a ocultarse el sol, muchas veces habiendo comido alguna porción de pizza vendida al taglio (corte) mientras hace el viaje de regreso. Llega a Mestre y se va a dormir. Pasa por alto una ciudad que, según cuentan, tiene sus orígenes en Mesthie, hijo de Pilemene, rey de Paflagonia, que escapó de la destrucción de Troya. Sus inicios fueron los de una campiña dispersa, hasta que con el dominio veneciano empezó a tener forma de ciudad en el siglo XIV.
Mestre se erigió como un escudo que protegiera el ingreso a la Serenissima. Una serie de espejos de agua que desembocan en la laguna, el canal Salso, un impresionante encadenamiento de fuertes como Forte Marghera que alcanzó un tamaño casi igual al centro histórico de la ciudad. Todo el espacio creado como un abanico teniente a defender el Arsenale, el espacio cercano a donde hoy se realiza la Bienale.
Mestre es el pecho sobre el que Venecia descansa. Pero si ésta se lleva todas las miradas, su colega no tiene nada de hermanastra de Cenicienta. El Puente de la Libertad (3850 metros), une a ambas.
Tres son los hitos históricos que permanecen en pie de aquél escudo defensivo. El primero es Piazza Maggiore (ahora Ferretto) que fue el pueblo fuera de las murallas medievales.
El segundo es la Torre Cívica o dell’orologio. Es la única torre en pie de la enorme muralla de la Edad Media. En su interior se conserva la última puerta urbana de las murallas defensivas que se conserva.
El tercero corresponde a via Palazzo, la calle principal que era un camino antiguamente resguardado por murallas.
Una caminata cercana
Mestre es un destino con encanto sereno. Un aire romántico en sus calles atravesadas por canales y embarcaciones en dirección a Favaro, una zona bucólica que recuerda la vida tranquila de los años ´50 en Vía San Marco entre el centro y el parque San Giuliano. Esta área verde limita con los “cantieri”, los astilleros que producen bajo prácticas artesanales los barcos para todas las lagunas de la región. Allí se destaca Brube, un emprendimiento que lleva 50 años honrando esa tradición y que acaba de restaurar su fachada antigua, donde, además, se puede ver en su ingreso a los artesanos navieros trabajando a mano.
Sus negocios siguen siendo familiares y las pizzerías ofrecen recetas tradicionales. Da Michele Pizza e Ristò en Via Ca’ Marcello, 1/P fue la primera en llevar la clásica napolitana (con masa gruesa y alta) a Venecia. Chicchirichi en Via Calucci 4 además de pizza de la buena, propone un tiramisú digno de los dioses. En Via Piave 68 está Columbus que además de la pizza típica del norte de Italia (bien finita) ofrece cocina veneciana con especialidades de pescado.
Compitiendo codo a codo con las pizzerías están las “pasticcerias”, una mezcla de panadería, con algo de comida y siempre buena propuesta dulce. En Angelica (Vía Bonaventura Barcella 4) imposible perderse los cannoli de crema. Invaso (Corso del Popolo 44) invade con su aroma a recién horneado desde la calle. Su especialidad es la focaccia (una rosca de pascua típica veneciana) que producen todo el año. Antico Forno Mestre (Via Cappucina 27) es un reino del dulce veneciano: focaccia típica, Pandoro, Panettone, fritelle (una especie de berlinesa) y gallani (una galletita hojaldrada con azúcar impalpable), ambas típicas del carnaval.
Pasearse por los alrededores de la Piazza Ferretto permite detenerse en los edificios antiguos que la rodean. El Palacio Podestarile, por ejemplo, data del 1500 y hoy es una dependencia estatal. En los alrededores aparecen las marcas de los diseñadores más célebres que contrastan con el aire tradicional de la plaza. Por allí se puede hacer una escala en cualquiera de los restaurantes que funcionan bajo la tradición italiana “all’aperto” para comer al aire libre en la zona peatonal. A unos pasos se encuentra Galleria Matteotti, un paseo con joyeros tradicionales y tiendas de arte. Su techo acristalado da forma a una semicúpula que replica el estilo de la Vittorio Emanuele de Milán. Amerita darse un paseo nocturno cuando las luces transforman el paisaje y parece un sitio diferente.
San Girolamo es una iglesia algo escondida entre el mercado (que funciona miércoles y viernes hasta pasadito el mediodía) y el centro propiamente dicho. Se trata de la iglesia más antigua de Mestre. Es del siglo XIII, aunque parece más nueva porque fue renovada muchas veces. Su pieza más llamativa está en su fachada, es una piedra de Istria que fue colocada en el siglo XVII.
Il Duomo de Mestre es la Iglesia de San Lorenzo, enclavada en el corazón de la zona histórica. Data del siglo XVII. Ambas pueden recorrerse de modo gratuito.
A modo de escapada
Sin alejarse demasiado, apenas tomando el Tram 1 (dos tranvías recorren la ciudad a lo largo, además de los micros) y bajándose en cualquiera de las estaciones entre San Marco Sansovino o la propia del fuerte, se puede visitar el Forte Marghera, una construcción realizada en los inicios del siglo XIX por los ejércitos francés y austriaco. Era parte de un campamento militar que atrincherado en Mestre representó el mayor sistema defensivo de la laguna de Venecia. Parte de las barricas militares fueron usadas por soldados durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy, en plena etapa de recuperación, alberga desde una playa a espacios para picnic. La Osteria Sociale Gatto Rosso ofrece aperitivos y es una excelente opción para almorzar al aire libre o cenar frente al canal Salso. En el muelle, justo frente al canal, es el sitio ideal para esperar la puesta del sol
La playa es una opción posible muy cerca de Mestre. Pero no se trata sólo de arena y mar. Caorle, por ejemplo, a algo menos de una hora en auto, es un puesto pesquero encantador, con la misma práctica reconocida de Burano, con sus casas pintadas de diferentes color para que el pecador propietario pudiera reconocerla desde el mar. Su playa es amplia y tranquila. Sus dos playas más conocidas: Spiaggia di Levante y Spiaggia di Ponente (del este y el oeste), están separadas por el edificio más simbólico de la ciudad: la Iglesia de la Madonna dell’Angelo. Sí, una iglesia al borde del mar. Cada cinco años, es el punto de llegada de una procesión de barcos que portan la estatua de la Virgen al mar.
La catedral con su característico campanario inclinado, se emplaza en el centro histórico, en la Piazza Vescovado, data del siglo XI, es de estilo románico con algunos elementos bizantinos. Una serie de espejos de agua producen un entramado laberinto de canales que desembocan en la laguna de Caorle. El puesto perfecto para dejarse llevar por la melancolía, donde reina la paz absoluta. Era uno de los sitios preferidos de Ernest Hemingway que solía alojarse en el cercano pueblo de San Gaetano.
A pocos kilómetros de allí aparece Eraclea, el destino de playa más elegido por los habitantes de la zona que suelen tener casa de fin de semana aquí. El centro ecuestre es un enclave valorado gracias a su particular circuito sobre el estuario del Piave y en la la reserva natural de la laguna Del Mort. La ciudad sigue la vida de temporada con plazas agotadas durante el verano y calma serena durante el invierno.
Jesolo, como una copia de Niza en la Costa Azul, espera entre la desembocadura del río Sile y la del Piave. Rodeado de marismas, con arena finísima, tiene más de 15 km. de playa, un circuito para bicicletas que se extiende por 500 km, 13 km. de avenidas dedicadas a compras y más de 600 tiendas y restaurantes.
Punta Sabbioni es el mejor sitio para tener una imagen perfecta del landsacape de la Venecia insular. Desde aquí se puede tomar un transporte directo que cruza la laguna y arriba a San Marco. Es el sitio más extremo de terraferma hacia el archipiélago, fin de la costa de Cavallino Treporti, repleto de huertos y fortificaciones (como Treporti, la batería de Amalfi y Pisani) que completan el arco iniciado en Forte Marghera, también posee un museo de la Primera Guerra Mundial. Su playa es amplia y poco visitada, con dunas y es la única de la región que acepta perros. En la Bocca di Porto hay una represa muy larga con una pasarela central y rocas que se puede recorrer en bicicleta hasta el extremo, donde se encuentra el faro.
A pasos se puede llegar a Lio Piccolo, el asentamiento más antiguo de la zona. Un pequeñísimo pueblo repleto de valles de pesca donde se practica la disciplina desde el año 1000.
Un último dato: en agosto cada año se celebra playa en llamas, un evento de fuegos artificiales de 15 km. de largo. ¿El secreto? Disfrutarlo desde el agua en una cena o paseo nocturno, porque sea en terraferma o en las islas, en Venecia siempre se trata de agua.
Fuente: Flavia Tomaello, La Nación