Por Carlos Marrero, especial para DiariodeCultura.com.ar
DiariodeCultura: ¿Por qué un libro sobre Gato Barbieri, qué mirada le diste y qué descubriste en él para esta publicación con el sello de Planeta? Una persona que caminó y mucho, muy perseverante que logró tener su propio peso a comparación de otros músicos de jazz.
Sergio Pujol: En realidad, me pregunté: “¿por qué no un libro sobre Gato Barbieri? La literatura jazzística en el mundo es rica en temas, figuras, títulos. Recientemente salió una biografía de Sonny Rollins, una de las tempranas influencias de Gato. Pero también se editan (generalmente en inglés y francés) ensayos sobre músicos quizá menos relevantes que Gato. Sospecho que cierta sorpresa que generó la salida de mi libro, aun entre lectores avezados en jazz, se debe al hecho de que su nombre estaba un poco olvidado o relegado, al menos en estos últimos años. Es paradójico que quién llegó a ser el músico argentino de jazz más importante a nivel mundial hoy pueda pasar, para algunos, como una figura secreta. También es verdad que su vida siempre estuvo envuelta en un halo de misterio. Ese salto del anonimato a la celebridad, para luego caer en una especie de gran olvido, me resultaba muy intrigante. El principal motor del libro fue tratar de entender esa perseverancia a lo largo de los años, siendo Leandro un tipo más bien introvertido y de una subjetividad recóndita. En cuanto a descubrimientos, al menos para mí, muchos: desde sus vínculos con el cine de Bertolucci antes de Último tango en París hasta el grado de popularidad que llegó a cobrar entre fines de los 70 y principio de los 80.
DiariodeCultura: ¿G.B. qué significó o significa para otros músicos? A mi entender G.B. al igual que Ástor Piazzolla estudiaron y ejecutaron varios géneros musicales para ir nutriendo y definiendo sus estilos.
Sergio Puijol: Mientras a Ástor se lo piensa como compositor/intérprete, a Gato se le ve más como intérprete/compositor, algo lógico para un músico de jazz. En cuanto al background con el que cada uno llega a su respectiva madurez artística, venían de ámbitos diferentes, si bien compartieron algunas noches en el club 676 y conocían la noche porteña detalladamente. Piazzolla provenía de la música académica y del tango. Barbieri, del jazz y las orquestas populares de los años 50. Tuvieron en común la búsqueda de un reconocimiento internacional a partir de estilos rupturistas que daban cuenta de una problemática identitaria. Por lo demás, si bien la música de Piazzolla encontró una fuerte resistencia en el mundo del tango, la de Gato, más allá de algunas críticas aisladas de jazzeros tradicionalistas, circuló fluidamente dentro de la lógica de la música de improvisación. En cierto modo, fueron figuras simétricas: mientras Piazzolla nutrió de algunos elementos jazzísticos su nuevo tango, Barbieri partió del jazz hacia las músicas locales sudamericanas, incluido el tango, por supuesto.
DiariodeCultura: ¿Quiénes fueron los músicos que más influyeron en G.B?
Sergio Pujol: En los comienzos de su carrera, Charlie Parker y Lee Konitz. Un poco más tarde, John Coltrane, su ídolo de toda la vida (llegó a conocerlo personalmente). Al tango y al folclore, si bien los conocía de su época de músico profesional de orquesta (recordemos que supo ganarse la vida como integrante de la orquesta estable de Canal 13, entre otras varias formaciones), realmente los descubrió tras una valiosa trayectoria como solista de free jazz. Podríamos decir que, al igual que Julio Cortázar en la literatura, Gato pone en valor sus raíces latinoamericanas estando a miles de kilómetros de la Argentina.
DiariodeCultura: En tu libro, que tiene ilustraciones y fotos, sobresale que la política fue un lugar importante en la vida de Gato.
Sergio Pujol: De joven militó, por influencia de su padre y su hermano Rubén, en el Partido Comunista Argentino. En lo que podríamos llamar su ciclo tercermundista (del disco Tercer Mundo de 1969 Chapter Three: Viva Emiliano Zapata), expresó sus inquietudes políticas mediante una suerte de fusión del free jazz y ritmos, temas y sonoridades sudamericanas. Si bien nunca se alineó con la “música de protesta”, de hecho, la practicó desde un punto de vista conceptual, primero como músico invitado en la Liberation Music Orchestra de la directora Carla Bley y el contrabajista Charlie Haden, y poco después en sus propios proyectos “tercermundistas”.
DiariodeCultura: ¿Cómo y quién fue Michelle en la vida de Gato?
Sergio Pujol: Michelle fue su gran amor, su socia y manager en los proyectos musicales más ambiciosos y, en cierto modo, también su voz en los reportajes y en las cuestiones contractuales, cuando ya era una figura internacional. No sería aventurado afirmar que, sin la presencia de Michelle en su vida, Gato jamás se hubiera ido de Buenos Aires. Y seguramente hoy no estaríamos hablando de él como músico de renombre internacional.
DiariodeCultura: ¿G.B. qué lugar ocupa en el jazz tanto en Argentina como a nivel mundial. Y cuál fue su lugar en el mundo. ¿Dónde encontró su identidad?
Sergio Pujol: Hoy a Gato Barbieri se lo considera una figura histórica dentro del subgénero del jazz latino, si bien él nunca se sintió del todo a gusto en ese casillero. En realidad, su gran proeza fue haber inventado un modo muy personal de formar parte, al mismo tiempo, de la escena global del jazz y de la escena de la música instrumental latinoamericana. No podemos hablar de “identidad” en términos unívocos e inamovibles. (En los comienzos de su carrera, su “identidad” era la de un joven jazzero argentino enrolado en el bebop). En todo caso, el ciclo que se abrió a fines de los años 60 le dio una impronta político-cultural muy vigorosa y personal, en la que más tarde otros músicos argentinos y latinoamericanos pudieron reflejarse. El “tercermundismo” de Gato fue un posicionamiento político-cultural en un género, el jazz, históricamente desarrollado por músicos afro norteamericanos. Cuando él decía querer que su música hablaba de lo que sucedía en Sudamérica, no pensaba en una deserción del jazz, sino más bien en una adaptación del género a la problemática específica del continente.
DiariodeCultura: ¿Cuándo fue su momento cumbre y cómo lo considerás como persona?
Sergio Pujol: Sin duda entre 1969 y 1975. Un hombre de una notable sensibilidad artística, incluso más allá de la música. Por ejemplo, su afición por el cine era profunda y exigente. Esa sensibilidad le permitió entender las claves del jazz moderno para luego cambiarlas por sus propias claves como artista único e irrepetible.
DiariodeCultura: «G.B. un sonido para el tercer mundo», ¿podría llevarse al cine?
Sergio Pujol: ¡Ojalá!
Acerca de Sergio Pujol: (La Plata, 1959) Es historiador y escritor especializado en música popular. Enseña Historia del siglo XX en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata y es investigador del CONICET. En 2002 fue distinguido con el título de Fellow in Creative Writing por la Universidad de Iowa, y en 2007 con el Diploma al Mérito por la Fundación Konex. Es autor de los libros Jazz al sur (Emecé, 2004), Como la cigarra. Biografía de María Elena Walsh (Emecé, 2011), Valentino en Buenos Aires, Discépolo, una biografía argentina (Planeta, 2017), Historia del baile. De la milonga a la disco, La década rebelde (Emecé, 2002), Rock y dictadura. Crónica de una generación (1976-1983) (Emecé, 2005), En nombre del folklore. Biografía de Atahualpa Yupanqui (Emecé, 2007), Cien años de música argentina y Oscar Alemán, la guitarra embrujada (Planeta, 2015), entre otros. Conduce el programa Influencias por Radio Universidad Nacional de La Plata y ha colaborado en diversos medios gráficos del país y del exterior.