Con 7,5 centímetros de alto y una sonrisa estática, estos muñecos lograron conquistar el mundo. Desde su lanzamiento se vendieron más de 3700 millones de unidades y sus diseños llegan a 100 países. La alemana Playmobil consiguió convertir la simpleza en un negocio millonario y transformó una crisis en oportunidad ante la necesidad de recortar costos.
A principios de los 70, la crisis del petróleo había llevado el precio del plástico a niveles récord y una de las principales industrias afectadas era la juguetera. Horst Brandstätter, cabeza de Geobra Brandstätter, previó este panorama en 1971 y le delegó a Hans Beck, su jefe de desarrollo de producto, la creación de una línea. El principal criterio era ahorrar en materia prima.
Horst había asumido la dirección de la empresa familia en 1952, cuando tenía 19 años. El grupo había sido fundado por su abuelo, Andreas, en 1876. Primero se dedicaron a la fabricación de cerraduras; luego, en 1926 viraron a la producción de juguetes de metal, como alcancías, teléfonos y cajas registradoras. Georg, hijo de Andreas, continuó el legado de su padre y tras su muerte llegó el turno de su sobrino, Horst.
Por su parte, Beck había ingresado a la compañía en 1958. Tenía formación como ebanista y en 1971 asumió como jefe del departamento de desarrollo. Dentro de Geobra Brandstätter se había encargado de mejorar las técnicas de moldeado para fabricar juguetes más grandes, entre ellos un caballo de plástico. Sin embargo, ahora tenía que pensar en pequeño.
EL NACIMIENTO DE PLAYMOBIL
Beck ideó una serie de muñecos de 7,5 centímetros que entraran en la palma de la mano de un niño. Los pensó como objetos huecos para utilizar menos plástico. Estas figuras podían mover sus piernas y brazos y tenían una estoica sonrisa, aunque no tenían nariz. En 1972 Brandstätter registró la patente y los Playmobil debutaron oficialmente en la Feria de Juguetes de Núremberg dos años después.
Para su presentación en sociedad lanzaron tres temáticas: lejano oeste, obra en construcción y edad media. Sin embargo, los colegas jugueteros no vieron con buenos ojos este nuevo producto. Solo un mayorista neerlandés decidió darles una oportunidad. Si bien la marca no tenía el aval de la industria, los niños la adoptaron rápidamente.
Fue tal la demanda que en 1979 la compañía tuvo que abrir un nuevo galpón en Dietenhofen. Antes de eso ya habían inaugurado una fábrica en Malta para complementar la planta ubicada en Zirndorf, Alemania.
UN NEGOCIO SENCILLO
«Ponía una figura en la mano de los niños sin decirles qué era. Ellos la aceptaban de inmediato y creaban escenarios. Nunca se cansaban de jugar con ella», aseguró Beck en una entrevista a The Christian Science Monitor en 1997. La clave de su éxito, señalaba, era que los niños podían inventar escenarios, recrear historias e imaginar juegos distintos en cada ocasión.
En 1976 sumaron personajes femeninos, cinco años después lanzaron las figuras de niños (5,5 cm) y en 1984 presentaron a los bebes (3,5 cm). Con el avance de las técnicas de fabricación y moldeado también pudieron articular las muñecas de los muñecos. Y agrandaron el portfolio de temáticas, que actualmente supera las 30: desde bomberos hasta piratas e incluso la prehistoria.
RIVALIDAD JUGUETERA
Al igual que Lego, su rival dentro del mundo juguetero, Playmobil desembarcó en el mundo de los parques de diversiones con la apertura del FunPark en 2000. Hicieron pie en Alemania y luego inauguraron otras sedes en Malta, Grecia y Francia.
También imitó a la marca danesa en su incursión en la pantalla grande, aunque con menos éxito. Playmobil: la película, estrenada en 2019, recaudó solo u$s 16 millones en taquilla, una cifra bastante menor de los u$s 75 millones que tuvo de presupuesto.
Desde 2015, la firma intentó revitalizar la marca con una serie de alianzas. Rubricó acuerdos con automotrices, como Porsche; y estableció partnerships con otras firmas para lanzar líneas de muñecos de algunas franquicias reconocidas de la talla de Scooby-Doo y Volver al Futuro.
Fuente: El Cronista