Es argentina, vive en Ámsterdam y escribió un “manual de supervivencia” para los expatriados: “Lo bueno y lo malo”A
En el inicio de su viaje, la joven ya tenía una trayectoria profesional: contaba con estudios universitarios y un trabajo estable en Scatec, una empresa noruega que se especializa en sistemas de energía renovable. Sin embargo, un gran interrogante surgió en ella. “Estaba postergando este gran cambio de vida porque me daba miedo, me sentía limitada por no tener ciudadanía europea y tenía mucho apego a mis vínculos y a mi patria”, expresó.
Si bien sus pensamientos estaban llenos de temores, luego de un tiempo se percató de algo que la animó a realizar el cambio: “No había nada muy fuerte que me estuviera frenando. Supe que siempre se puede volver y que mis vínculos más importantes siempre ocuparán un lugar especial. Lo que hay que resignificar es tal vez el vínculo, se muere la cotidianidad, pero la virtualidad ayuda mucho. La patria nunca se deja, de hecho estando acá me sentí más Argentina que nunca. Lloré varias veces al recordar mis pagos, nunca me había gustado tanto mi idioma y nunca me había sentido tan orgullosa de mi país y de su gente”.
Holanda, el país que “la eligió” y la cautivó
Francisca salió de la zona de confort y este escenario se dio de una manera favorable. A un mes de tomar este gran salto, firmó un contrato de trabajo para la misma empresa donde se desempeñaba.
“Tuve mucha suerte de que justo se abriera una búsqueda para mi mismo puesto, de Recursos Humanos, en la oficina de Ámsterdam. Me postulé y quedé.Suena fácil, pero fue después de demostrar durante 3 años que yo tenía y sigo teniendo la camiseta puesta, luego de muchas horas de dedicación, de aprendizajes, de trabajar con gente muy querida y tratar de dar lo mejor de mí misma cada día. No me podría haber tocado mejor destino. Si hubiese tenido que elegir, tal vez no hubiera sido el primer lugar que se me viniera a la mente, pero ahora sé que es el más adecuado”, sostuvo.
Con este escenario, recorrió un total de 11.852 kilómetros para llegar a Holanda. Según afirmó, los papeles y demás pormenores relacionados con el viaje los realizó de una manera tranquila: “La empresa me ayudó con el alojamiento para los primeros meses”.
El primer impacto del cambio de país
Si bien las condiciones de su trayecto fueron adecuados desde un primer momento, al pasar los días en Ámsterdam observó que había cosas en la ciudad que se le dificultaban.
“El impacto más grande fue perder las reglas de juego. En Mendoza me manejaba como pez en el agua, iba en mi auto para todos lados sin usar Google Maps, si buscaba algo en Internet siempre era en español, sabía a quién pedirle ayuda en caso de necesitarla, conocía perfectamente las costumbres y formas de actuar de los argentinos si tenía que discutir o negociar con alguien también lo hacía en español. Tenía mi departamento armado a mi gusto, los domingos en familia y muchos días de sol al año. Aprendí que los comienzos son difíciles y que hay que armarse de paciencia para instalarse en un lugar nuevo, porque los procesos, por más que uno quiera, a veces no pueden acelerarse. La adaptación lleva su tiempo”, remarcó.
Su vida en la Argentina y otros motivos que la llevaron a irse
A pesar de que ahora se encuentra estable en el lugar que eligió, Francisca explicó que en ocasiones necesita experimentar tradiciones propias del argentino. Sin embargo, aseguró que no se arrepiente de la decisión que tomó.
“Yo tenía un grupo de contención y gente querida, un trabajo estable, estudios, departamento, auto y una bicicleta que solo usaba para hacer deporte. Estaba demasiado cómoda y eso me estaba incomodando. Quería desafíos, seguir aprendiendo, seguir conociendo personas, culturas y lugares y sentía que desde mi comodidad, eso no podía hacerlo”, aclaró.
Lo que más le gusta de su vida Ámsterdam
Dentro de las costumbres y tradiciones que tienen los ciudadanos holandeses, subrayó una de las más importantes, y es la mentalidad abierta con la que se desenvuelven:“No te juzgan por lo que hacés, por cómo te vestís o por las decisiones de vida que tomás. Son muy amigables también y buenos anfitriones. Todo el mundo habla perfecto inglés acá, yo estoy estudiando holandés para sentirme más cómoda en mi nueva ciudad, pero no es necesario aprenderlo para vivir en este país, especialmente en Ámsterdam. Me gusta lo prácticos que son y que todo el mundo ande en bicicleta”.
El blog y el “manual de supervivencia” para los expatriados
En simultáneo con el trabajo de oficina y la vida de ocio, Francisca creó la página franciscauz con el fin de compartir diversos tips para aquellas personas que buscan emprender una experiencia similar. Dentro de los 20 esenciales que detalló en un posteo que compartió, aseguró que fueron 6 los que más le sirvieron:
- Hacerte amigo hasta de las piedras, nunca sabés con quién podés pasar solo un rato.
- No pretendas tener tu vida resuelta en pocos meses. ¿Cuántos años tardaste en armarte en tu país? Dale un poco más de tiempo al nuevo proyecto.
- Poné los huevos en distintas canastas, una sola persona no puede cumplir todos los roles importantes.
- La sensación de desarraigo te sorprende de la nada, especialmente en momentos en que te encontrás solo. No te preocupes, la sensación pasa.
- Todo se vive más intensamente, lo bueno y lo malo. Lo bueno suele ganarle a lo malo.
- Se te abre el mundo y las posibilidades, empezás a ver que tu mundo era un micromundo y que hay infinitas opciones.
“A todos los viví en carne propia, pero muchos de ellos, especialmente los que elegí, surgieron a raíz de charlas con amigos queridos que estaban viviendo lo mismo que yo”, comentó.
Pese a su nueva vida, nunca se olvida del pasado
Consciente de lo que logró, mira para atrás y no se arrepiente de lo que emprendió hace un año. Sin embargo, admite que la lejanía con sus familiares y amigos a veces suele ser complicada.
“Extraño la cotidianidad, tener la casa de mi abuela cerca, las idas a caminar al parque con una de mis mejores amigas, hacer tiempo en lo de mi mamá mientras charlamos y comemos las facturas de la panadería de la esquina. También montaña y los días soleados. Estoy por volver de visita en dos semanas, me entusiasma la idea, pero también me intriga cómo será, si me sentiré como siempre o si seré una expatriada de repente”, admitió.
El mensaje de reflexión para ayudar a otros
Como una manera de reflexionar acerca de todo lo que vivió hasta ahora, la joven les dejó un mensaje a aquellos que tienen el mismo objetivo que cumplió: “Mi consejo es hablar con gente que ya lo haya hecho, que hagan muchas preguntas, que estén dispuestos a extrañar, a ser muy pacientes, a volverse flexibles y adaptables, a estar dispuestos a aprender muchas cosas desde cero, a forjar vínculos nuevos y a sentir el desarraigo, algo que te agarra cuando menos lo esperás”.
Por último, les auguró: “Les esperan cosas grandiosas, que el corazón se ensancha, que conocés gente y lugares increíbles, que se te abre un mundo de posibilidades, que te descubrís a vos mismo en otras circunstancias, te conocés más y hasta te gustás más, porque no te queda otra que sacar lo mejor de vos para seguir adelante. Les diría que no se sabe lo que es hasta que se vive, pero que vale la pena. Total, siempre se puede volver a comprar un pasaje solo de ida”.
Con todo este camino recorrido, hoy en día Francisca no se arrepiente de todo lo que emprendió, como tampoco se olvida de las raíces que tanto la ayudaron a crecer y salir adelante en todo lo que se propuso.
Fuente: Donato del Blanco, La Nación