CÓRDOBA.- La base es de US$3,8 millones y subasta el área de real state de Christie’s; lo ofrece como “una casa llena de historia y arte de vivir”. Es el Castillo Mandl en La Cumbre, el rincón inglés de las sierras de Córdoba. Domina el paisaje desde la cima de un cerro de 1200 metros; fue construido a fines de la década de 1920 y alberga muchos secretos, en parte porque fue usado por la Side, la agencia de inteligencia del Estado.
Los arquitectos de la primera construcción -encargada por el médico cirujano rosarino Bartolomeo Vasallo– fueron Emilio Maisonnave y Ernesto Mansella y Durand. En ese entonces se llamó “La Fortaleza”. La familia de Vasallo venía a pasar el verano a La Cumbre; en la puerta del castillo había un busto en tamaño natural de Edelmira Quintana, la esposa del médico, que ella misma adornaba con pelucas y uñas postizas.
En enero de 1943 Vasallo lo dona a la Municipalidad de La Cumbre y a la provincia de Córdoba, pero el gobierno lo rechaza y ordena a la comuna hacer lo mismo. Por eso, la propiedad salió a remate en diciembre de 1943 y la compró Fritz Mandl, un austríaco vinculado con la fabricación y venta de armas.
Su esposa, más joven que él, era la actriz Hedy Lamarr, hija de un banquero vienés. La pareja terminó divorciada y ella se fue a vivir a Nueva York con Louis Mayer, un magnate del cine. Mandl tuvo cuatro esposas más. Cuando compró “La Fortaleza”, Mandl era el 17º hombre más rico del mundo según la revista Forbes.
Desconociendo el Tratado de Versalles, Mandl vendía armas al Tercer Reich. Escapó de Adolf Hitler, quien le quitó propiedades y lo perseguía. En la Argentina, según contó hace unos años el historiador de La Cumbre Francisco Capdevila, se hizo amigo de Juan Domingo Perón.
Compró el castillo porque le recordaba el de Salzburgo. Durante dos años estuvo en reformas; con las obras se le cambió el estilo medieval. Christie’s en su web describe que las reformas estuvieron a cargo del arquitecto húngaro Jorge Kalnay. Como resultado, “La Fortaleza” se convirtió en “una casa de estilo chalet europeo, inspirada en el estilo vanguardista y minimalista del diseñador francés Jean Michel Frank, el diseñador y escultor suizo Diego Giacometti, y con muebles de la prestigiosa Casa Comte”.
El periodista y escritor Jorge Camarasa, que investigó sobre el nazismo en la Argentina, relata en un texto que Mandl “lucía siempre un clavel rojo en la solapa, fumaba sólo cigarros Havana y había comenzado a formar dos colecciones que lo mantendrían ocupado hasta sus últimos años: los trajes a medida, de los que según la revista Time llegaría a tener 278 en 1945, y las mujeres hermosas”.
En el castillo tuvo muchos huéspedes europeos, entre ellos la estrella de cine Nora Gregor, quien había tenido un amor clandestino con el príncipe Ernst Rüdiger von Starhemberg que en 1934 asumió como vicecanciller de Austria. El hijo de ambos, Heinrich, fue a una escuela pública de La Cumbre.
El empresario llevaba una vida reservada, pero participaba de cabalgatas y jugaba al golf. Murió en Viena en 1977. Después de su fallecimiento, sus hijos Alejandro y Gloria Odette dejaron de frecuentar la casa.
En abril del ‘90 les robaron 42 obras de arte colonial de los siglos XVI, XVII y XVIII; 13 años después la Interpol encontró en España 13 pinturas en poder de una organización dedicada al tráfico de bienes culturales.
Fue el hijo de Mandl quien se lo ofreció a Hugo Anzorreguy, entonces director de la Side. Fue a cambio de mantenimiento y pago de impuestos y servicios. Carlos Menem paró varias veces allí y una vez lo hizo Fernando de la Rúa. En el 2006, los Mandl concesionaron la propiedad que pasó a ser un hotel boutique bautizado El castillo de Mandl.
La ficha del castillo
Christie’s describe que la propiedad tiene una superficie de 97.124 metros cuadrados. Cinco lotes de tierra, dos ubicados en lo alto de un camino de terracería -que es donde se encuentra el castillo- mientras que los otros tres están por debajo del nivel del camino, en la zona de San Jerónimo, e incluyen una casa de huéspedes, otra del cuidador, cochera y establos. Hay olivos y árboles frutales.
Tiene tres plantas; en la primera hay dos entradas principales, una por el lado del bar y otra por la fachada principal. El hall, el bar, dos grandes salones y el comedor tienen grandes ventanales que dan al paisaje. El bar -con piso original de la época de Vasallo- y las dos grandes salas (con suelos de mármol) tienen chimeneas en funcionamiento.
El vestíbulo de entrada está adornado con una gran pintura de la escuela cusqueña, de la colección personal de Mandl. La mesa redonda de madera en el comedor fue hecha a la medida y es para 22 personas; está debajo de un enorme candelabro de hierro forjado con velas y bombillas eléctricas. “El comedor tiene una forma parcialmente redondeada y disfruta de una gran vista. Todas estas habitaciones están conectadas por medio de grandes puertas corredizas”, agrega.
Cuenta con 16 dormitorios, cuatro en la planta baja, nueve en el primer piso y tres en el segundo piso. Todos tienen su propio baño, excepto el de los niños, que lo comparte la habitación de la niñera. Cada uno tiene ventanales.
Una “amplia escalera de caracol conduce al rellano del primer piso. También hay una segunda escalera que llega a todos los pisos”. Hay otra que va al segundo piso, que incluye un “gran dormitorio principal de estilo colonial y baño privado, además de dos dormitorios adicionales con sus propios baños y pisos originales”.
En lo que hace a áreas de servicio, la cocina se divide en tres partes bien diferenciadas y “muy funcionales, una de las cuales da acceso al comedor”. La tercera planta incluye tres dormitorios y un baño para el servicio, además de una amplia zona de trabajo. Hay una bodega en el sótano.
La piscina está ubicada en un terreno más alto; aislada y separada de la casa; rodeada por un amplio deck al que se accede a través de un puente de piedra desde el primer piso de la casa, o a través de un sendero del jardín.
Fuente: Gabriela Origlia, La Nación