La palabra del año 2022 según la Fundación del Español Urgente, FundéuRAE, es inteligencia artificial, aunque, en realidad, sean dos. La institución que propugna el buen uso del español en los medios de comunicación e internet ha informado de que la elegida es esta “expresión compleja” que, como recoge el Diccionario de la lengua española, al que se incorporó en 1992, se trata de “la disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico”. La FundéuRAE la ha seleccionado por “su importante presencia en los medios de comunicación durante estos últimos 12 meses, así como en el debate social, debido a los diversos avances desarrollados en este ámbito y las consecuencias éticas derivadas”.
Desde el punto de vista lingüístico, añade la FundéuRAE, se ha elegido este sintagma “por las dudas que ha generado su escritura”. “Es una denominación común y lo adecuado es escribirla con minúsculas”. Sin embargo, es habitual ver en textos “el empleo de su sigla, IA, que sí se escribe con mayúscula, y es preferible a la inglesa AI (artificial intelligence)”. La excepción, la escritura con mayúscula, “sí es adecuada cuando la expresión forma parte de un nombre propio, como enInstituto de Investigación de Inteligencia Artificial”.
La FundéuRAE, que está patrocinada por la agencia Efe y la Real Academia Española (RAE), reconoce que inteligencia artificial no es un concepto nuevo, pero “ha sonado con especial fuerza en 2022 debido a la multitud de aplicaciones de esta tecnología: desde mantener conversaciones a escribir novelas”. La decisión la ha tomado el patronato de la fundación, formado por el director de la RAE, Santiago Muñoz Machado; la presidenta de la agencia Efe, Gabriela Cañas; el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero; el escritor y periodista Álex Grijelmo y los escritores y miembros de la RAE José María Merino, Soledad Puértolas y Carme Riera.
“El análisis de datos, la ciberseguridad, las finanzas o la lingüística son algunas de las áreas que se benefician de la inteligencia artificial”, añade el comunicado. “Este concepto ha pasado de ser una tecnología reservada a los especialistas a acompañar a la ciudadanía en su vida cotidiana: en forma de asistente virtual (como los que incorporan los teléfonos inteligentes), de aplicaciones que pueden crear ilustraciones a partir de otras previas o de chats que son capaces de mantener una conversación casi al mismo nivel que una persona”.
A todo esto se puede añadir que uno de los proyectos en los que se ha volcado la Academia para los próximos años se llama LEIA (Lengua Española e Inteligencia Artificial), que consiste en enseñar a las máquinas a hablar y entender un buen español, con sus variantes dialectales, a los diferentes dispositivos tecnológicos que tenemos en casa, ordenadores, tabletas, móviles, en definitiva, todo lo que pueda estar conectado a internet, incluida nuestra nevera. En esta línea, la RAE eligió el pasado 7 de abril como académica a la catedrática en Inteligencia Artificial Asunción Gómez-Pérez, vicerrectora de Investigación, Innovación y Doctorado en la Universidad Politécnica de Madrid. Gómez-Pérez pertenece además al grupo de expertos que el Gobierno creó en 2018 para su asesoramiento en esta materia.
De los avances y posibles efectos perniciosos de que las máquinas que nos rodean sean inteligentes tenemos como último ejemplo el ChatGPT, de la empresa OpenAI, cofundada por el nuevo dueño de Twitter, Elon Musk. Es un bot que puede escribir poesía, redactar cartas o preparar trabajos universitarios, como explicaba Manuel G. Pascual en este periódico: “Es el juguete de moda entre los techies. También ha conectado con el gran público gracias a su fácil manejo: simplemente hay que hacerle preguntas por escrito, como en un chat cualquiera, pero este sistema de inteligencia artificial trae consigo nuevos riesgos. Entre ellos, ayudar a que cualquiera pueda lanzar un ciberataque”.
Inteligencia artificial se ha impuesto en la votación a las otras 11 candidatas, que se dieron a conocer por la FundéuRAE el 16 de diciembre: apocalipsis, criptomoneda, diversidad, ecocidio, gasoducto, gigafactoría, gripalizar, inflación, sexdopaje (sí, han leído bien), topar y ucraniano (sí, aunque en EL PAÍS, como saben, escribimos ucranio). Precisamente, la guerra de Ucrania, la tecnología y el medio ambiente son, a juicio de la fundación, algunos de los temas más destacados del año, de ahí esa selección de 12 términos, por “su especial presencia en los medios de comunicación y en el debate social durante los últimos doce meses”. Además, por tener “interés desde el punto de vista lingüístico, ya sea por el modo en que se han formado, por su significado o, simplemente, porque han generado dudas entre los hablantes”.
Esta es la décima ocasión en que la FundéuRAE elige su palabra del año, Las anteriores fueron escrache (2013), selfi (2014), refugiado (2015), populismo (2016), aporofobia (2017), microplástico (2018), los emojis (2019), confinamiento (2020) y vacuna (2021).