Célebre por sus novelas y cuentos protagonizados por aristócratas y burgueses acosados por la decadencia, la represión sexual y el ascenso del peronismo; por los guiones de varias de las películas más destacadas de su segunda pareja, el director Leopoldo Torre Nilsson, y por ser una de las primeras escritoras best seller del siglo pasado, Beatriz Guido trascendió gracias a su capacidad de fabulación dentro y fuera de la literatura. La hija mayor (y la favorita) del ingeniero y arquitecto Ángel Guido -uno de los responsables del Monumento a la Bandera- y de la actriz uruguaya Berta Eirin (que la autora retrató en Una madre, de 1973) había nacido el 13 de diciembre de 1922 en Rosario y debutó en las letras con un libro de cuentos que su padre se encargó de mandar a imprimir y que ella nunca quiso reeditar. Su entrada oficial en la historia literaria argentina fue bienaventurada, al resultar ganadora de la primera edición del Premio Emecé, en 1954, con La casa del ángel;según contó la misma autora, antes se había ocupado de congraciarse con los jurados.
Durante muchos años, sus novelas fueron éxitos editoriales -con tiradas que harían empalidecer a los escritores actuales- y que además fueron adaptadas al cine por Torre Nilsson. Guido se convirtió en una figura pública, consultada por los medios para expresar opiniones sobre temas diversos, y en una de las escritoras más leídas de su época. No obstante, a cien años de su nacimiento y en pleno auge de la literatura escrita por mujeres, es una escritora olvidada (la editorial Losada solo tiene disponibles dos títulos: Fin de fiesta y el volumen de cuentos La mano en la trampa).
Los intentos por rescatar la obra literaria de Guido no dieron aún buen resultado (como sí pasó, por ejemplo, con las obras de Sara Gallardo y Aurora Venturini). La editorial Eudeba anticipó que en 2023 se publicará en la colección Serie de los Dos Siglos la novela Fin de fiesta, de 1958. Y este mes Sudamericana reunió en un solo tomo tres libros que la escritora y periodista Cristina Mucci había publicado a inicios de los años 2000, con perfiles de Guido, Marta Lynch y Silvina Bullrich. En Las olvidadas, la imagen de Guido resplandece por su simpatía y extravagancia. “Una de las personas más auténticamente encantadoras que conocí”, consignó el escritor y donjuán Adolfo Bioy Casares en su diario, y agregó que para Guido la mentira era un género literario. “Solo corrijo lo que realidad tiene de falso”, dijo la autora.
“Al igual que Marta Lynch y Silvina Bullrich, Beatriz Guido es hoy una de ‘las olvidadas’ -dice Mucci a LA NACION-. Sus obras, que tuvieron niveles de venta extraordinarios, hoy son inhallables. No se recuerda que marcaron una época y escribieron las novelas que, a favor o en contra, lograron reflejar a toda una generación. Seguramente las razones de este olvido son más ideológicas que literarias”. Mucci destaca que las primeras novelas de Guido, La casa del ángel y La caída (1956), “son de tono intimista, con un estilo muy particular; ya a partir de esas novelas ocupó un lugar importante y con Fin de fiesta (1958) ingresó nítidamente en la temática histórico-política que continuaría a lo largo de su obra”.
“El incendio y las vísperas (1964) es la obra que terminó de consagrarla -agrega-. Profundamente antiperonista, el libro provocó pasiones en los dos bandos, ya fuera para alabarlo o criticarlo. Se lo comparó con Amalia de José Mármol y se lo catalogó de superficial, vacío y malintencionado. Hasta el mismo Perón se tomó el trabajo de comentarlo: ‘Es el Grosso chico de la Revolución Libertadora’, dijo. Arturo Jauretche, en su libro El medio pelo en la sociedad argentina, otro gran best seller de la época, le dedicó todo un capítulo, ‘Una escritora de medio pelo para lectores de medio pelo’, lo que logró aumentar aún más sus ventas”. Guido respondió que le daría “mucha tristeza que el señor Jauretche no escribiese otra vez una buena cantidad de páginas” sobre ella.
Por su antiperonismo y la representación (a veces disparatada) de ambientes de las clases media y alta en sus novelas y cuentos, recayó sobre ella el mote de “reaccionaria” con el que la crítica cultural zanjaba los asuntos estéticos décadas atrás. En Quién le teme a mis temas (1977), hizo un repaso de su producción, de la recepción de su obra y del lugar que ocupó en el ámbito intelectual.
“El mismo año que apareció El incendio y las vísperas, Silvina Bullrich publicó Los burgueses, otro gran best seller de la época, que se sumó a La alfombra roja de Marta Lynch, que había salido dos años antes, y a La señora Ordóñez, que se publicaría unos años después -detalla Mucci-. A partir de estos libros, las tres lograron una fama comparable a la que hoy solo tienen algunos deportistas y personajes mediáticos. Formaron un trío de enorme presencia y se convirtieron en personajes, en una época que sin lugar a dudas ayudaba.Varios escritores, aunque ninguna otra mujer, eran también figuras habituales en los medios, donde opinaban sobre los temas más diversos. No creo que haya hoy ninguna autora con el perfil de Guido, Lynch o Bullrich. Lamentablemente la literatura ya no se tiene en cuenta para analizar el país, cosa que en los años en que estas escritoras escribían sus textos sucedía”.
La escritora Elsa Osorio publicó en 1991 una biografía de Guido en la colección Mujeres por Mujeres, que el historiador Félix Luna dirigía para la editorial Planeta. Actualmente, trabaja con el director Oscar Barney Finn en un documental ficcional sobre la vida de la autora rosarina. “Guido me parece una mujer de avanzada, que se ingenió para hacer lo que se le dio la gana, con el apoyo de dos grandes hombres: su padre y su marido -dice Osorio a LA NACION-. Ella incursiona en Fin de fiesta en un terreno reservado a los hombres: la historia y la política. Me fascina su capacidad para construir y empujar su propio personaje, para vivir su vida como una novela y para llevar adelante su carrera y la de Torre Nilsson. Hicieron una buena carrera de su matrimonio y un buen matrimonio de sus carreras. Lo cierto es que muchas de sus mentiras se hicieron realidad. Decía cualquier cosa, algunas verdaderamente delirantes, pero le creían”.
Para Osorio, existe el riesgo de desestimar el legado de Guido por motivos ideológicos. “Es tan rica en un amplio sentido, por su literatura, cine, imaginación, osadía y libertad de elegir su vida, que llevarla al debate actual, tan pobre como lo es el de la grieta, es injusto. Hay que evitar reducir toda su obra y vida cultural y mediática a El incendio y las vísperas (1964), a la ‘antiperonista modelo’ para algunos, la ‘gorila’ para otros, sin siquiera leerla”.
La escritora Josefina Delgado conoció a Guido. “Muchos años después de haberla leído y de haber escrito sobre ella se convirtió en mi amiga -dice a este diario-. Era un ser absolutamente literario: por su fantasía y por su capacidad de vivir a través de ella. A su obra le corresponde un lugar que luego profundizaron otras mujeres y hombres de nuestra literatura. Ese mundo en el que lo político y los sentimientos privados se reúnen para dar una visión del mundo que califico como feroz, a través de una escritura particularmente eficaz”.
Para Delgado (como para muchos críticos y lectores), la novela Fin de fiesta es la que ofrece la mejor síntesis del estilo literario de Guido. “Su comienzo, esa primera persona que observa una escena no frecuente en la literatura argentina, la de las jovencitas que se desnudan para bañarse en el río, supone haber hecho un esfuerzo de adaptación al punto de vista masculino -señala-. Pero también lo es el desarrollo del caudillismo político y el presagio de lo que luego vendría en nuestra historia: el populismo, tema que se desarrolla en El incendio y las vísperas. Su obra desnudaba lo que pocos se atreverían a hacer en esos tiempos”.
Después de la prematura muerte de Torre Nilsson, en 1978, Guido terminó de escribir la novela La invitación (1979), que fue llevada al cine por el director Manuel Antín y protagonizada por Graciela Alfano. Colaboró en la adaptación de Memorias del subsuelo, de Fiodor Dostoievski, que filmó Nicolás Sarquís (El hombre del subsuelo). En 1982, con Apasionados, que reúne dos novelas cortas, obtuvo el Premio Nacional de Literatura. “El escritor no es solamente el que escribe un libro -dijo al recibir el premio-. Hay toda una conducta intrínseca, una ideología que transmite por su obra. Pero también debe estar acompañada de una conducta”.
Durante el gobierno de Raúl Alfonsín, cuya candidatura Guido apoyó, fue designada agregada cultural de la embajada argentina en España, donde se ocupó de los trámites de repatriación de los argentinos que regresaban del exilio, promovió la producción artística local en el exterior y fue una anfitriona cálida y divertida, como recuerdan aquellos que la visitaron. Meses después de publicar el thriller político Rojo sobre rojo (1987), murió en Madrid el 29 de febrero de 1988, a los 65 años.
Homenajeada en su ciudad natal y en Buenos Aires
En el centenario de su nacimiento, Beatriz Guido fue declarada ciudadana ilustre post mórtem de Rosario. En la sesión del 1° de diciembre, el Honorable Consejo Deliberante de esa ciudad aprobó por unanimidad un proyecto del escritor y director de Bibliotecas y Ediciones de la Secretaría de Cultura y Educación de Rosario, Marcelo Scalona y de la presidenta del Consejo, la doctora María Eugenia Schmuck. Además, en la misma sesión se aprobó por unanimidad el proyecto del concejal Carlos Cardozo, que declara a Guido escritora distinguida de Rosario.
Hoy, a las 9:30 se colocará una placa recordatoria en el Pasaje Juramento, con la presencia del intendente de Rosario, Pablo Javkin, y otras autoridades. También el director Oscar Barney Finn y Adriana Martínez Vivot, sobrina, albacea, escritora y una de las impulsoras de la conmemoración, fueron declarados visitantes distinguidos de Rosario. Y a las 11, en la renovada Biblioteca Argentina Dr. Juan Álvarez (Dr. Álvarez 1550) se realizará un debate sobre la obra de Beatriz Guido, “Cien años de una escritora joven”, con la presencia de las profesoras de Letras de la Universidad Nacional de Rosario Susana Rosano e Inés Santa Cruz, Barney Finn, Martínez Vivot y Scalona.
En la ciudad de Buenos Aires, Guido será homenajeada en el Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551) este viernes, a las 19, con entrada libre y gratuita, en el debate “Beatriz Guido, un mundo propio en la cultura iberoamericana” en el que participarán Diego Berardo, Adriana Martínez Vivot, Barney Finn y José Miguel Onaindia. Las actrices, escritoras y directoras María y Paula Marull leerán el cuento “Usurpación”.
Uno de los organizadores del acto es el abogado y gestor cultural José Miguel Onaindia, autor con Diego Sabanés de un nuevo ensayo sobre la obra de Guido que saldrá en 2023. Onaindia, que conoció a la escritora en su juventud, cuando se acercó a pedirle que le firmara un ejemplar de Escándalos y soledades en la confitería del Molino, también prepara una muestra sobre Guido para 2023, en la que se exhibirán las tres primeras películas en las que colaboró como guionista para Torre Nilsson.
“Me gustaría destacar que Beatriz fue una de las figuras más relevantes de la cultura de su tiempo, porque no solo abarcó la literatura y el cine sino que además participó de los grandes debates políticos y sociales -dice Onaindia a LA NACION-. También fue una gran promotora de la cultura en el ámbito privado y luego al final de su vida como agregada cultural de la embajada argentina en Madrid. Su obra trata temas que hoy siguen estando en el centro del debate (la grieta, la corrupción política, la persecución ideológica, el patriarcado) y su estilo sigue siendo muy personal”.
Fuente: Daniel Gigena, La Nación