“El lenguaje es la capacidad humana más potente. Es un automatismo que nos define como especie”, explica la lingüista y catedrática de la lengua española en la Universidad de Barcelona, Estrella Montolío, respecto de por qué la apasiona tanto el lenguaje y la comunicación.
En su último libro “Cosas que pasan cuando conversamos”, Montolío repasa las claves más fundamentales de una de las acciones que hacemos con mayor naturalidad: hablar. “La conversación es un hilo que teje nuestras vidas desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir. Nuestra vida esta guiada por conversaciones y es a través de ellas que educamos a los niños, seducimos a los demás y construimos relaciones”, dice la lingüista. Estas frases sirven de introducción para entender que la conversación es uno de los mecanismos sociales y humanos más importantes para la satisfacción personal y para ser más felices.
Según Montolío, hay mecanismos humanos sobre los que se ha avanzado un montón en materia de información y perfeccionamiento. Por ejemplo, la respiración ha dejado de ser algo sobre lo que no se sabía mucho y se hacía de manera automática y hoy hay cada vez hay más personas que hacen ejercicios y la trabajan para realajarse y meditar. Lo mismo ocurre con la alimentación: abunda la información sobre qué alimentos hacen bien y cuáles no. Pero, ¿qué ocurre con la conversación? “Es un estado de irreflexibilidad que es consustancial con nuestra vida cotidiana y en la construcción de nosotros mismos porque influye en cómo nos presentamos ante los demás. Por eso, merece que le demos mucha más atención”, destaca.
¿Qué ocurre durante una conversación?
Para Montolío ocurren un sinfín de cosas al conversar, que en muchos casos pueden llegar a parecer imperceptibles en la cotidianeidad. Según cuenta la profesora y lingüista, estudios han demostrado que si una conversación resulta agradable, las personas empiezan a hacer un fenómeno de espejo que consiste en sincronizar su ritmo de hablar y su propio cuerpo con el del otro. Esto sería similar a asegurar que dos personas que conversan “entran en ritmo”.
“Las personas sabemos cuándo nos toca hablar y cuándo escuchar. Pareciera ser como si supiéramos los pasos de un baile. Aunque también puede pasar que se pisen y bailen mal; cuando esto ocurre la conversación se interrumpe”, dice Montolío.
La especialista detalla que existen diferentes maneras en las que las voces de dos personas se solapan, una de ellas puede ser de forma colaborativa como cuando quien interrumpe no tiene como objetivo callar al otro sino que irrumpe para afirmar que está de acuerdo con lo que se dice. Por otro lado, la otra manera es el solapamiento competitivo que ocurre en las ocasiones que el otro tiene como fin “robar el terreno de la conversación”.
Es por esto que la profesional afirma que “uno de los mecanismos más dificultosos de la interrupción es retomar la palabra”. Para poder subsanar esto debe haber un acuerdo colectivo en el que los adultos como educadores entiendan la responsabilidad de mostrarles a sus hijos cuándo están en una situación de comunicación hostil, o sea, cuándo hay patrones comunicativos que actúan de alerta e indican que el otro es tóxico. En estos casos sirve saber las reglas o principios de la conversación que estableció hace décadas el filósofo Paul Grice. A continuación las cuatro máximas:
- Verdad. La conversación debe regirse por este principio y no mentir
- Cantidad. Se espera que la persona haga contribuciones informativas ajustadas a la situación
- Relación. Invitar a otros a que se incorporen a la conversación
- Claridad. Esperar que todos los interlocutores se expresen de modo claro
“Todo el mundo rompe estos principios, hay gente que miente y eso nos duele. Cuando pasa eso hablamos de un delincuente conversacional, alguien que falta a las reglas”, explica Montolío. A su vez añade que hay un castigo social para quienes hacen esto y que la única manera de ir arreglándolo es mediante la enseñanza a los más pequeños. Que estos entiendan que la conversación es un acto de cooperación que requiere de poner buena parte de sí.
Por último, destaca la catedrática de la Universidad de Barcelona que hay un sesgo de género en la comunicación. Al parecer, el lenguaje reproduce las estructuras sociales que predominan y que le dan primacía al varón. “Hemos confirmado que las mujeres somos más interrumpidas que los varones en espacios públicos y que somos más rebuscadas al hablar porque hemos ido desarrollando de manera implícita un saber sobre el hecho que cuando hay un varón delante no hay que ser autoritaria ni asertiva, por eso usamos muchos circunloquios”, concluye.
*Podés disfrutar de la charla completa que compartió la lingüista española en Aprendemos Juntos 2030, la plataforma del BBVA con contenidos útiles e inspiradores para mejorar la vida de millones de personas de todo el mundo que desde mayo se emiten en forma exclusiva por LA NACION.
Fuente: Victoria Vera Ziccardi, La Nación