La Quinta Avenida levanta la frente y se cuelga el cartelito de la pionera de este lado del Atlántico, con un inicio como camino rural en el hoy Greenwich Village. Sin embargo, Champs-Elysées emerge de tierras pantanosas y deshabitadas gracias a una primera iniciativa de María de Médici. Con esa mirada global de persona culta, el por entonces intendente de la ciudad, Torcuato de Alvear, instó a la traza de la avenida que lleva su apellido, en 1885. En forma oficial su nombre lo recibió por una Ordenanza del 31 de enero de 1883, reafirmada por otra del 27 de noviembre de 1893, aunque en los planos oficiales figuraba desde 1882 (Plano de Obras Públicas y Memoria Municipal).
Aunque porta el patronímico familiar, primero llamada Bella Vista, más tarde fue rebautizada en homenaje al padre de Torcuato, Carlos María, el brigadier general jefe del Ejército de Operaciones que enfrentó al Imperio del Brasil y triunfó en la batalla de Ituzaingó, y que además fue Director Supremo, en 1815.
Apenas tiene siete cuadras en el barrio de Recoleta y fue el sitio elegido para que, desde 1880, se construyeran a su vera algunos de los palacios más emblemáticos de la ciudad, casi todos ellos con reminiscencia parisina. Su trayecto se extiende desde la plazoleta Carlos Pellegrini hasta al monumento a Torcuato de Alvear. El arquitecto Néstor J. Zakim, de la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de la Ciudad, autor del libro Cúpulas, remates y miradores de Buenos Aires e impulsor del programa Miradores de Buenos Aires, relata: “La av. Alvear está ligada con un sector de la ciudad de Buenos Aires de ubicación privilegiada, sobre las barrancas cercanas al Río de La Plata, que permitían balconear desde su cúspide a un incomparable panorama de las aguas del estuario, hasta perderse las visuales en su horizonte infinito. Quintas con vegetación frondosa precedieron la urbanización y hacia 1870 las aguas potabilizadas del cercano establecimiento de Recoleta extendían sus redes, una tarea que se completó con el plan Bateman de aguas y saneamiento cloacal y pluvial; fueron todos valores agregados que atrajeron las fuertes inversiones en materia de vivienda para uso personal del sector dominante del país, que había impuesto su proyecto político y económico. La epidemia de fiebre amarilla –continúa– que llegó a su situación crítica en 1871, fue un disparador más y no el determinante, entre otras situaciones, para el desarrollo de la avenida y la instalación de sus suntuosas mansiones”.
Desde entonces una cadena de residencias personales se encolumnan a lo largo de su traza. Aún hoy se pueden ver el Palacio Pereda (residencia del embajador del Brasil), el Palacio Ortiz Basualdo (sede de la embajada de Francia), la mansión de Concepción Unzué de Casares (sede del Jockey Club), el Palacio Álzaga Unzué (hoy, el Four Seasons Hotel) y la residencia Duhau (del Park Hyatt Hotel). Estas construcciones reflejan la influencia del academicismo francés y confieren a la avenida un aire parisino.
Para Zakim, “fue esa expresión de vida fastuosa, elitista y de neto corte europeizante. El apogeo puede definirse aproximadamente entre la década de 1880 y la década de 1930. La crisis mundial de 1929 afectó todas las economías del mundo y nuestro país agroexportador sufrió un duro golpe. En la década de 1930 varias de las mansiones pasaron a depender del Estado argentino, porque no podían ser mantenidas por sus propietarios en crisis”.
Varios personajes mundialmente famosos residieron temporalmente en alguna de sus mansiones. El cardenal Pacelli, futuro Papa Pío XII, se alojó en el Palacio Casey para el Congreso Eucarístico Internacional de 1934, y la Infanta Isabel permaneció durante las Fiestas del Centenario de 1910 en el Palacio de Bary, donde se encuentra desde 1934 el Palacio Duhau.
“De las mansiones que llegaron a nuestros días, solamente dos fueron construidas a principios de 1890 –detalla Zakim–, es decir en el siglo XIX, las restantes son del siglo XX y varias de fines de la década de 1920 y otras tardías de la década de 1930. El resto de las originales fueron demolidas y reemplazadas por edificios de propiedad horizontal”.
Para el diseñador Pablo Ramírez, “el academicismo francés, la Belle Époque y hasta el racionalismo presentes en la avenida han producido una combinación única, que es la razón de mi amor por esta ciudad maravillosa, una inspiración constante”.
La belleza icónica de ese pedacito de París enclavado en la ciudad ha sufrido sus avatares. Iuri Izrastzoff, de la operadora inmobiliaria que lleva el apellido familiar y está en zona, aunque no sobre la avenida, sugiere que “la última década de la avenida Alvear no fue buena. Está en una decadencia empujada por las circunstancias económicas, por ejemplo, la mayoría de las grandes casas que había, desde Ralph Lauren hasta Armani y Zegna, cerraron y fueron reemplazadas por marcas locales”.
De hecho, de las grandes marcas globales la única que aún permanece es Hermès, que se estableció por primera vez hace 24 años. Enclavada en la esquina con Ayacucho, diseñó sus ventanales como obras de arte. Su última renovación data de 2018 e incluyó algunos elementos especialmente diseñados, todo bajo la dirección de RDAI, el estudio de arquitectura parisino encabezado por Denis Montel, que fue el responsable de la creación y renovación de este espacio, al igual que de todas las boutiques Hermès alrededor del mundo. Precisamente es el aporte de estilo uno de los reclamos que Izrastzoff considera necesario: “Ha perdido calidad en algunos aspectos, como una igualación de los solados que podría tal vez haber dado un carácter interesante, o un empedrado para volver a un estilo original. No hubo un foco en esto ni tampoco en la zona en general”.
El reino exquisito
Aunque el dilema de las marcas internacionales para afincarse en nuestra Rue d’Antibes, réplica de Cannes, sigue en pie como posible potenciador de la riqueza del paseo, con ahínco una serie de marcas locales de mucha personalidad han decidido ser parte de ese espacio exclusivo. Evangelina Bomparola, una de las cabezas más sofisticadas de la moda nacional, tiene allí su atelier. “Creo que desde muy chica percibí a la avenida Alvear como el epicentro de la elegancia y del buen gusto porteño. Casas, edificios, hoteles y tiendas aspiraban a representar a la Europa que nuestros inmigrantes nos trajeron. El sueño de la Argentina Grande de mis abuelos”.
A pasos de Bomparola, el mágico negro y blanco de Pablo Ramírez brilla desde su tienda. “Siempre me pareció la avenida más divina de Buenos Aires –dice–, la del glamour, el lujo y la tradición, cuando era chico y venía desde Navarro hasta Capital, era el lugar a donde me gustaba venir a caminar, ver vidrieras y sentir ese espíritu tan particular que siempre tuvo”. Cuando el tiempo de la bohemia juvenil cumplió su ciclo, cambió San Telmo por su epítome de la elegancia de la infancia: “Después de 15 años en San Telmo recibiendo mucho turismo, decidimos que era tiempo de estar en el circuito más internacional de Buenos Aires”.
Carlos Mancini, representante de El Nochero, otra de las marcas fieles a la Alvear, sostiene que “representa la materialización de la aristocracia argentina que nos hace recordar a París. Nos visita un público exigente, refinado, que busca calidad, estilo y elegancia y productos, cuya vigencia y excelencia no varía a lo largo del tiempo”. En ello coincide Lila Juan, creadora de Flâneur, una marca de clutches hechos a mano y piezas únicas, cercanos a la joyería. “Desde el punto de vista de su personalidad, este sitio de Buenos Ares representa la inmigración, especialmente la francesa, tiene una escala muy europea y creo que eso es lo que se destaca, su arquitectura, los edificios, las mansiones tradicionales y las experiencias únicas que proponemos los que la habitamos”.
La revolución que viene
En junio de 2021, a través de una iniciativa de Sebastián Calfun (propietario de la marca que lleva su apellido), con el apoyo del Gobierno de la Ciudad y bajo la coordinación de la diputada Natalia Fidel y el apoyo del Ministerio de Producción, el Ministerio de Cultura y la Secretaria de Turismo, se comenzó a gestar un proyecto distrital que nuclea a más de 150 líderes de la moda, el arte, la gastronomía, la hotelería y la joyería comprendidos en el cuadrilátero conformado por la calle Cerrito y su intersección con la calle Posadas, incluyendo la Recova hasta av. Pueyrredón y av. Del Libertador, donde quedan contenidas las avenidas Alvear y Quintana.
El proyecto se inspira en el Cuadrilátero de la Moda de Milán y en el Miami Design District, y busca reposicionar la zona de Recoleta como ícono cultural y comercial en la región. “Esta nueva propuesta a lanzarse en el corto plazo –relata Calfun–, constituirá el primer distrito de estas características en todo el continente. La fuerza de este proyecto está reflejada en el espíritu colectivo que existe entre los empresarios y comerciantes, que decidimos apostar por relanzar Recoleta, potenciando su riqueza cultural y su oferta comercial de nivel internacional”.
“Tanto la avenida Alvear como la zona que la circunda cuentan con grandes protagonistas que suman con su presencia a la identidad del barrio”, agrega Marina Bares, jefa de comunicación del Alvear Palace. “Aspiramos a convertirlo en el distrito más importante de América Latina”, completa Lucía Bo, directora de marketing y ventas del Palacio Duhau.
Ivana Wigdor, propietaria de IvanaW, en Galería Promenade, nació con su marca en Belgrano, pero se mudó pronto a este sitio “que se condice con la elegancia y la exclusividad que deseamos transmitir. Este cuadrilátero imaginario nos permitirá recuperar el prestigio de otros tiempos para que vuelva a ser un punto digno de visitar”.
La acción apunta, además de a visibilizar el sitio de la ciudad, a crear conciencia para “el mantenimiento de los edificios históricos, que las marcas internacionales y nacionales premium la sigan eligiendo y que en esta zona los bares y restaurantes sean atractivos para traccionar turismo y locales”, desafíos que visualiza Gabriel Oliveri, director de marketing y comunicación del Four Seasons.
Para Calfun, Recoleta es “una zona resiliente. Tanto la avenida Alvear como Posadas y la avenida Quintana tienen entre sus comerciantes, empresarios y emprendedores un vasto equipo humano, con muchísima energía, creatividad y experiencia. Con el Distrito en funcionamiento, el futuro de la zona será desafiante y promisorio. El mayor desafío es reposicionarla potenciando sinérgicamente la vasta oferta comercial y cultural que caracteriza a la zona”. Bomparola sube la apuesta: “Necesitamos del gobierno nacional para que restablezca las obras en el Palais de Glace, hoy en situación de total abandono”.
La esperanza es coincidente en todos los actores. Lila Juan lo expresa: “El BAFA district va a sumar la participación de todos los protagonistas de av. Alvear y potenciar su belleza y recursos, sumando acciones creativas para atraer a la gente a recorrerla y disfrutar de su esplendor”. Coincide con la mirada crítica de Izarazoft que sostiene que “falta aquello de me voy a la avenida porque lo que está ahí y no está en otro lado”.
Camila Romano, hoy presente en la avenida siguiendo la herencia familiar, aplicada al diseño de trajes de novia y fiestas, se crió en “la Alvear”, a la sombra de la boutique de sus padres, Cravall Femme. Su atelier se encuentra en la galeria Promenade, haciendo punta en uno de sus deseos: que haya más lugar para los diseñadores jóvenes. “El lujo para mí siempre estuvo ligado con la avenida –relata–. Tengo mucho cariño por el lugar. Cuando decidí abrir mi estudio no podía pensar en otro sitio más que este. El vínculo sentimental es único”.
Una crónica social de 1920 decía sobre la propiedad en la esquina de avenida Alvear y la calle Ayacucho: “Una de las bellezas arquitectónicas es la mansión del Señor Alfredo Zemborain y su esposa Doña Justa Dose, una copia fiel en pequeño del palacio de Francisco I, situado a pocos kilómetros de París. Parece decir “no nos tomen tan en serio, solo queremos impresionar”. De sorpresas también se vive.
Convertirse en dandy por un rato puede ser tentador, incluso para los locales. Para eso tres hoteles se disputan los huéspedes exclusivos.
En más de una ocasión, el Alvear Palace fue considerado uno de los 20 mejores hoteles del mundo. Con el auge de la Belle Époque los viajeros argentinos anhelaban una artística local que reflejara estas nuevas tendencias. Para el inicio del siglo pasado, lamentaban la ausencia de grandes experiencias hoteleras, de acuerdo a lo que veían en los Ritz de París y Londres.
A la mente de Cesar Ritz, precisamente, le debemos las obras hoteleras más tradicionales del mundo. Luego de pasar años atendiendo a la alta alcurnia europea, aprendió qué deseaban los viajeros. Para 1898 inauguraba su primer hotel en Londres con el savoir vivre característico del siglo XVIII francés. En esa estirpe se inspiró el gemelo nacional. El Alvear tardó una década en construirse, el retraso de las obras solo generó más ansiedad. Se inauguró en 1932 y desde 2003 es Patrimonio Arquitectónico e Histórico de la Ciudad de Buenos Aires.
Fue Rafael De Miero, que estaba casado con Enriqueta Monsegur, quien compró la actual esquina con Ayacucho y demolió la residencia familiar que existía en el sitio. Fue la fortuna de su esposa la que Rafael utilizó para la construcción. Divorciada del caballero, éste la dejó prácticamente en la ruina. La obra fue ampliada en los años 40 y durante los 70 estuvo muchas veces a punto de cerrar. Desde 1984, el Alvear Palace es propiedad del Grupo Alvear, liderado por David Sutton Dabbah. Para la jefa de comunicación del hotel, “esta es sin dudas una de las avenidas ícono de Buenos Aires, y la más representativa de La Recoleta. La fisonomía se destaca, por el aire de elegancia que se transmite al caminar por las calles arboladas, con mansiones y residencias. Siempre tuvo energía y brillo propio. Es una visita obligada para quienes buscan recorrer un área de sofisticación argentina. Me hace recordar a Corso Venezia en Milán o la Rue de Saint Honoré en París”, concluye Marina Bares.
A unas pocas cuadras, aún se erige como una de las mansiones mejor conservadas la que abraza al hotel Four Seasons. “Cuando la fiebre amarilla de 1876 provocó que la alta sociedad migrase de San Telmo y se reubicase en la zona norte, emergieron residencias tipo petit hôtel y casonas rodeadas de verde”, afirma Zakim. El palacio Álzaga Unzué, de estilo eduardiano, fue encargado al arquitecto Roberto Prentice por el propio Félix de Álzaga Unzué, en 1916. Fue el regalo de bodas que le hizo a su esposa, Elena Peña, con quien se mudaría allí en 1920. Él buscaba un estilo inglés, ella deseaba exportar los Castillos del Loira. Ambas ideas quedan aún hoy representadas.
Por sus escalinatas construidas en mármol de Carrara se alcanzan las habitaciones que acogieron a Madonna, los Rolling Stones, Whitney Houston y el duque de Edimburgo. Cuando en 2001 Four Seasons adquirió la propiedad, previamente gestionada por Hyatt, decidió recuperar el espíritu original que había perdido. La rebautizaron La Mansión. “Este sitio es parte del Patrimonio de la Ciudad, un lugar importante en la arquitectura de la Recoleta junto a sus vecinas, las embajadas de Francia y del Brasil. Me traslada a Avenue Montaigne en París o a Via Monte Napoleone en Milan”, afirma Oliveri, del Four Seasons.
El tercer emblema hotelero que se desliza en avenida Alvear desde su vecina Posadas es el Palacio Duhau, en manos de la cadena Hyatt desde 2006. Entre Rodríguez Peña y Montevideo, se emplaza un conjunto edilicio de gran valor patrimonial, integrado por la residencia Maguire (ex-Hume), el propio palacio Duhau y la residencia Fernández Anchorena, actual sede de la Nunciatura Apostólica.
El diseño del Duhau estuvo a cargo del arquitecto francés León Dourge, a pedido del ingeniero y estanciero Luis Duhau. El terreno se caracteriza por una fuerte pendiente gracias a la barranca de la costa del río, que aún se observa en los jardines del hotel, diseño original que se respeta, realizado por Carlos Thays. Antes de construirse el palacio allí vivía la familia de Teodoro de Bary, en una casa diseñada por el arquitecto Carlos Nordmann en 1898, que recibió a la infanta Isabel de Borbón en su visita a Buenos Aires con motivo del centenario de la Revolución de Mayo. Para el château replicó el Château du Marais, situado en las afueras de París, que data del siglo XVIII. Para Lucía Bo, “el Palacio Duhau, Monumento Histórico Nacional, es icónico y maravilla a nuestros pasajeros a su arribo, una de las direcciones más codiciadas de la ciudad. Rodeada de atractivos turísticos, un área de shopping de las marcas más emblemáticas de lujo. Resulta natural compararla a Via Montenapoleone, Via dei Condotti, Rue du Faubourg Saint Honoré”, concluye.
Fuente: Flavia Tomaello, La Nación.