Después del Mundial de Fútbol, esculturas del pergaminense Julián Provenzano (1984) se exhibirán en Qatar para participar de una exposición internacional de “arte chatarra”. El artista -que se define como curioso y autodidacta- cuenta que en 2021 lo invitaron a asistir a la segunda exhibición de Scrap Art en Doha, y que en principio se iba a desarrollar durante el campeonato deportivo. Con esa perspectiva, planeó su propio seleccionado de esculturas.
“Ya que tenía tiempo, decidí llevar a cabo dos proyectos ambiciosos: una escultura de Lionel Messi y otra de Diego Maradona. ¿Qué más representativo de la Argentina?”, se pregunta. Para estas dos obras implementó técnicas de fundido y recuperación de metales como el bronce y el aluminio. “Eran totalmente nuevas para mí -agrega-. Y el modelaje de rostros y el estudio de la anatomía particular de cada uno”. Sin duda, el deportista argentino preferido por pintores, fotógrafos, muralistas y escultores es Maradona.
En 2019, Provenzano había participado de la primera exposición de “arte chatarra” en Doha con diez esculturas. “Se hace una selección de obras anterior al envío -explica-. En este momento tengo unas veinte para llevar, incluidas las de Messi y Maradona. Las ven y seleccionan. Debido a la enorme oferta de espectáculos en Qatar que hay ahora, estamos esperando la fecha concreta del evento; sigue en pie la propuesta, pero se complicó con el Mundial”. A los países megarricos les podrán sobrar recursos pero la capacidad organizativa no abunda en ninguna región del planeta.
“Tenía unos ocho años cuando acompañaba a mi padre a trabajar en el campo -recuerda Provenzano-. Amaba descubrir rincones abandonados, llenos de chatarra y artefactos sin uso hacía mucho tiempo, a los que miraba maravillado y sorprendido, al ver que, tal cosa, tan hermosa para mí, ya no tuviera ningún uso. Solo poder admirarla la hacía valiosa”.
En 2015 hizo su primera escultura. “Mientras más me interesaba por algo, más quería saber de otra cosa -recapitula-. Pasé por varios aprendizajes: dibujo, pintura, trabajos en madera, mecánica y metales, y restauración de objetos. Hasta que en algún momento aprendí a soldar. Con la soldadora podía crear algo nuevo, no solo pintar o dibujar, sino que además lo podía hacer en tres dimensiones, y podía reutilizar esas piezas que de pequeño veía con tanto asombro. Todas mis obras, cada vez más, tratan de atrapar una belleza esencial, de lograr una sensación de movimiento para escapar de la rigidez de los materiales que la componen”.
-¿Cómo fue tu experiencia en Qatar en 2019?
-Fue muy positiva en todo sentido. Fueron muy hospitalarios. Ni siquiera tenía un prejuicio armado porque Qatar era algo desconocido en ese entonces; no sabía ni dónde estaba en el mapa. Ahora, con todo el tema del Mundial, y es lo que ellos querían, todo el mundo lo conoce. No sabía bien adónde iba y tenía un poco de miedo e incertidumbre. El lugar es hermoso y la gente es muy amable y educada. Existe un prejuicio sobre la sociedad qatarí que dista mucho de la realidad. Obviamente, hay mucho dinero y están muy avanzados, aunque su cultura es muy contradictoria con la de Occidente.
-¿La exposición en Doha de la que participarás por segunda vez es una especie de “mundial” de obras hechas con chatarra?
-El evento de Doha, en 2019, fue la primera exposición a nivel mundial de arte chatarra. Nunca se había llevado a cabo algo similar. Se convocó a treinta artistas de diferentes países y cada uno pudo llevar unos mil kilos de arte. Fue un orgullo representar a nuestro país con mis esculturas y además ser el único latino invitado; fue una experiencia única y enriquecedora, en la que pude conocer a referentes del Scrap Art a nivel mundial, como John Lopez, Dotun Popoola y Alan Williams. Este año también tuve el honor de ser invitado a Ankara, Turquía, a participar junto a otros nueve artistas de Valuable Scraps, en donde pudimos realizar obras de arte en vivo en un periodo de veinte días, en el marco del cuidado del medio ambiente y la sustentabilidad. Estas obras quedaron en exposición permanente en la sede la Orquesta Sinfónica de Turquía, en Ankara.
-Además de las esculturas de Messi y Maradona, ¿qué otras obras viajarán a Qatar y qué expectativas tenés?
-Tengo varias obras disponibles, como la de un caballo árabe en tamaño real y una réplica del David de seiscientos kilos, pero previamente al viaje ellos hacen una preselección. Es decir que cada artista muestra todo lo que puede llevar y ellos eligen. ¿Expectativas? ¡Qué mejor que participar del único y más grande evento de Scarp Art del mundo, representando a la Argentina, y con una escultura de Messi y otra del Diego!
–¿Con qué materiales trabajás y de dónde los sacás?
-Siempre me gustó armar cosas con diferentes materiales recuperados. Un poco por curiosidad y otro poco por necesidad, aprendí a soldar. También tenía algunos fierros y repuestos metálicos en mi taller. Siempre me pareció que estas piezas tienen una belleza particular, incluso el óxido que las cubre lo tiene, por lo que decidí unirlas, soldarlas y probar. Así creé mis primeras esculturas, pequeñas y sencillas. Generalmente uso metal, desperdicios metálicos, aunque nunca descarto el uso de otras cosas como goma, plástico, vidrio. De hecho, espero incorporar en mis obras plásticos y juguetes viejos. De muchos talleres me traen materiales, y también amigos y familiares, que saben que todo es útil para mí.
-¿Hay obras tuyas en museos locales e internacionales?
-En la actualidad hay obras mías en Qatar, Estados Unidos, España y Colombia, en colecciones privadas, y también hay obras en exposiciones permanentes abiertas al público en Turquía y en mi ciudad natal, en el Archivo y Museo Histórico Municipal de Pergamino.
-¿Cuántas piezas tienen las esculturas de caballos y toros y las de jugadores de fútbol?
-Cada obra en tamaño natural tiene en promedio unas mil piezas, aunque esto suele variar según el tipo de obra y la textura que quiera lograr, por ejemplo el pelo de un león o un perro o la camiseta de Messi. Son cosas distintas. A lo largo de estos años he hecho muchos tipos de obras diferentes, comencé con autos y motos, que suele ser más sencillo; luego animales, generalmente en movimiento, lo que aporta mayor complejidad. Y después hice cuerpos humanos o la metamorfosis entre humano y animal y también obras abstractas. Siempre me gusta innovar y probar técnicas y herramientas diferentes. No hay límites en lo que se puede hacer y los materiales que se pueden utilizar.
-¿Cuál es tu formación como artista y qué objetivos te guían a la hora de hacer las obras?
-No tengo formación artística; estudié contabilidad, y antes de eso computación. Solo trato de transmitir lo que tengo en la cabeza y de mantenerme lo más libre posible para poder crear. Me guía la intuición y la pasión por lo que hago; crear algo nuevo y bello a partir de materiales que no sirven más o que a simple vista parecen inertes me parece maravilloso.
-¿Qué opinaron tus familiares y amigos ante este giro imprevisto en tu vida, de contador a artista?
-Sabía que la profesión de contador no iba a ser mi destino; hace cuatro o cinco años no ejerzo más. Todos, incluso yo, fuimos un poco escépticos a creer que se puede hacer lo que uno ama y vivir de eso. Es un poco irreal pero es posible, no hay que bajar los brazos. Nunca hubiera pensado ni de lejos que iba a estar inmerso en el mundo del arte y menos haciendo esculturas en Turquía o Qatar. Siempre tuve el apoyo incondicional de mi familia y amigos, eso te ayuda a seguir adelante.
-¿Cómo hacés la “terminación” de las esculturas?
-Suele variar de obra en obra; algunas van pintadas, otras laqueadas, otras prefiero que solo se oxiden y añejen. Cada una tiene su atractivo. Depende de lo que se quiera transmitir. En general me gusta mantener el óxido y los colores originales de las piezas: de esa manera mantienen su esencia original. Actualmente estoy preparando muestras, pequeñas o grandes, en diferentes lugares. Además de eso, siempre se pueden ver mis obras en el taller y en mi cuenta de Instagram, @julianandresprovenzano.
Fuente: Daniel Gigena, La Nación